sábado, diciembre 22, 2007

Marcos Paz

Lo difícil es combinar el ambiente interno con el externo. Por eso muchas veces resuelvo esto leyendo. No sé cómo aquietarme, entonces leo, por esa incapacidad. Leer es meterse en lo que otro soñó, en el sueño que uno tuvo y volcó en palabras. Va uno, no ese uno sino este, se entiende, y junta de a paladas de palabras el sueño de otro y lo hace propio. Claro que no es el mismo, y ahí es donde está la magia. Es así: uno te cuenta un sueño y vos mientras escuchás soñás con esas cosas que el otro cuenta, si el sueño está bien contado, claro, si no te distraés preguntándote qué habrá para desayunar o acordándote del último carnaval. Si está bien contado, soñás lo mismo, pero cambiado. Leto sin ir más lejos escucha al Matemático y a Tomatis que le hablan del cumpleaños de Washington. A veces se distrae, a veces se embebe. En esos casos, cuenta el narrador, que hace lo mismo que el Matemático, ¿no?, contar lo que otro contó, porque lo del Matemático es un relato referido por otro, él, en lo de Washington, no estuvo, hace lo mismo, decía, y el que lee es como Leto, de a ratos escucha y de a ratos más o menos, en esos casos, como iba diciendo, cuando presta atención, sucede la magia que decía hace un rato, eso de meterse en el sueño de otro cambiado por uno. Leto imagina una quinta conformada por pedazos de otras quintas que conoció, y así uno, ¿no es cierto?, lo mismo, ve a Botón en el fondo de una quinta, pero resulta que en la imaginación, pongamos, mía, por ser la que tengo más a mano, Botón, más bien redondo, y eso no sé si lo dice Leto o el Matemático o me lo imagino por el formato habitual del botón, Botón, decía, en mi, qué le vamos a hacer si es lo que tengo, imaginación, está punteando el huerto de mi abuela en Marcos Paz.

viernes, diciembre 21, 2007

Sustracción

El domingo me llamó una amiga muy querida, a quien no veo hace meses, para proponerme que nos encontremos uno de estos días. Y aunque al escuchar su voz hubiese querido verla en ese mismo momento, le pedí, por favor, que eso fuese después del 2 de enero. Como el mar en el reflujo sustraigo el cuerpo al mundo. Veo en la calle la muchedumbre (ya la palabra al pronunciarla suelta un ruido de tumultuosa, amenazante colmena) y quisiera aislarme. Venía, hoy, por Paraná, y me parecía que cada persona que pasaba cerca movía sus extremidades con brusquedad, bestialmente. A principios de diciembre casi no pasaba tiempo en casa, y ahora no quiero estar en otra parte. No es sólo cansancio, que también. Ayer, por ejemplo, iba a casa en el 106 repleto, buscando el equilibrio para caminar la sexta cuadra de Glosa, pero por encima de todo pensaba en crisálidas. La de Strindberg, que espera la transformación de la oruga en mariposa. Distinta, la de Kafka, de acero, desesperada, desesperanzada. Lo que quería, claro, era envolverme en mi propia crisálida, estar sola y quieta. Al llegar a casa agarré y leí durante horas el libro de Conversaciones. Después puse The final cut en el equipo y preparé la cena. Cuando me acosté estaban dando en I-SAT Frida. Fue una buena noche.

domingo, diciembre 16, 2007

Saer, Cohen

Leí, además de la entrevista a Cohen, esta a Saer que Carlos linkeó. La novela, para Saer, “sigue siendo una tentativa de representar el mundo por los medios de la ficción, y una reflexión acerca de la realidad”. Dice Cohen que sus libros proponen “otros modos de descifrar lo real”. Los dos se desentienden del lector. (Y yo amo a Saer como Mara, y a Cohen, a quien ignoro si Mara ama; me enmaraño en sus marismas, maravillada.)
Otrosí, parece invento: Narrar es inventar lo real, dijo Saer, hace años y lo repitió en este blog hace unos días. Ayer nomás pasó Puck por ahí y me dejó en un comentario una cita de Cohen, de O’Jaral, que no merece ese lugar marginal, ese pasillo previo, esas letras enanas: “Porque las historias se recuerdan, pero sobre todo se imaginan, y cuando se formulan crean lo real”.

Reimpresiones

Googleando “Kafka cuchillo de hielo” (porque Cohen citó en el Malba una frase de Kafka, “los libros que importan te traspasan como un cuchillo de hielo”, y quería saber de dónde la había sacado) llegué, no adonde quería, porque la duda está todavía, atravesada, no como un cuchillo, sino como una espina, que es el rango de crueldad que corresponde por lo general a las dudas, llegué, decía (si me voy a dedicar a la literatura tengo que ser hábil para las digresiones, la literatura es una digresión de la realidad, me decía Barco anoche, pero no sé si le entendí bien, yo también había tomado) a esta entrevista que le hicieron en El astillero a, justamente, Cohen, muy buena, aunque el título es de espanto. Para Donde yo no estaba, plagió frases de otros libros, las reprosçdujo a veces intervenidas, torcidas, dice. Pienso en incrustaciones. En impurezas. Literatura impura, contaminada. Por ejemplo, lo que sigue. Hace poco anduve por lo de Luis recordando algo que dice Benjamin sobre Kafka y Brod. No voy a volver sobre eso ahora. Pero anoto acá un pasaje de Cohen que me trajo una reminiscencia de aquel otro.

¿Pero había esperanza? Nígolo se rascaba los mofletes tachonados de púas blancas; vertía en la cara morena de Neuco su áspera mirada de avellana: Si, había esperanza; pero no para gente como ellos dos; lo que nadie iba a quitarles era el orgullo de vivir como si hubiera.

Marcelo Cohen, Impureza

La vasta proyección en plano de un cerebro que sueña

Hace tiempo que vengo diciendo que voy a decir algo sobre Impureza, la última de Cohen, y no digo, ni algo siquiera. El tema es que para hacer interesantes mis impresiones sobre la novela, para ser al menos a medias amable con quienes pasan por acá, no puedo volcarlas sin más, tengo que acomodarlas, articularlas. Elaborar. Eso: elaborar. Y el tiempo libre en estos días fue breve y salteado, hipante. Pero los días se acumulan y las ideas sobre un libro que leí hace tres o cuatro semanas se adelgazan. Los borradores se borronean. Quizás más adelante diga algo. Por ahora, copio abajo, casi crudas, apenas salteadas, algunas notas que tomé en las siete páginas en blanco que siguen a la última línea de la novela y que la generosidad los editores ofreció a mi lápiz.
Tango.- “Ya da la noche a la cancel / su piel de ojera. / Ya moja el aire su pincel/ y hace con él la primavera. / ¿Pero qué?, / si están tus cosas pero tú no estás, / porque eres algo para todos ya / como un desnudo de vidriera”. Sé que la cosa viene de tango así que leo “Ojeras” y la palabra despierta el recuerdo. (Es un tanteo intuitivo. Después voy a ver que se ajusta bastante a Verdey, o, mejor dicho, a la nostalgia rabiosa de Neuco por Verdey.)
Futuro.- Parece que ha llegado, se ha desplomando. El futuro se muestra acabado, la negra cerrazón de la desesperanza. Desazona esta frase: “No hay novedades. Ha llegado el futuro”. Descorazona.
Mnádex.- “el que oye la canción queda alelado de empatía”. El panconsciente se alelaba, también. Pero hay acá algo perverso, una intención colonizadora. “Como quien es abordado por la pluralidad de lo que existe”, estaba el panconciente. Pero “la panconciencia es una alucinación consensual” (esto es de Los acuáticos, en donde para mí ya se ve el caldo en que se cocerán Donde yo no estaba e Impureza). Eso le falta a la frecuencia mnádex, lo consensual. La frecuencia mnádex implanta. Por eso mismo es más verosímil. Colonización subliminal: fácilmente reconocible en las corrientes estrategias de marketing o el encantamiento que obra la música electrónica, los ritmos repetitivos que extasían.
Océano.- La intimidad es inmensa, oceánica. Une la cadena de momentos. Asocia las palabras a imágenes. Sólo se vive en la intimidad. Neuco busca una explicación en los libros, un paliativo. Me acuerdo, claro, de Aliano y de O’Jaral. Pero Neuco va más directamente al punto, quiero decir a la palabra. Lo que lee: Casos y cosas del idioma. Así intima con las palabras, se las apropia. O no se nos hace carne, a veces, lo que leemos. Pienso, resumo: todo lo dicho sobre la intimidad podría decirse del lenguaje.
Verdey.- Eva o Gilda, dijo Carlos. Sí. Y también versión de Yónder, digo. Una y uno: “Lo que puncha al patrón es organizarse”. “Si queremos eficacia, quinotos, tenemos que autoprogramarnos”. “Qué tanto sentimiento si no sabemo razonar”. “Cónfrades: lo central es la confianza en la propia capacidad de pensar”. “¿Ustede se creen que son alguien porque dan miedo? Ni individuo son, no sean otarios”. “¿Y ustedes quieren hacer una isla mejor, manga de caguetas? Lo que quieren es más pomada en el culo”.
Impura Verdey, hasta el color de los ojos, que primero es negro y después verde. Pero en sus ojos hay que creer como en sus saltos: suspensión de la incredulidad. Encantadora Verdey, ruin, diabólica, viciosa, creyente en la posibilidad de purificarse.
Pureza.- Todos impuros, dicen Verdey, Nígolo. “Sí, todos somos impuros, viejito, pero eso de la pureza es un argumento para desmerecerse; y cuanto más un o se rebaja más se permite ser infeliz”. Aspiración a la pureza, que en ningún lado mora. Porque del pretendido puro se desconfía (“el carácter presuntuoso y fraudulento de una virtud sin dobleces”). Todos tenemos dentro un poco de basura. “Todos tenemos dentro un poco de basura”. (Porque también lo puedo decir yo y sacarle las comillas). Mancha indeleble, dice Verdey. La mancha humana.
(Y todo esto es nada más un paseo con buscapolos por un libro, sin agregar casi nada).

jueves, diciembre 13, 2007

Fogwill

Ayer fui al Malba a escuchar una charla con Fogwill. El tipo es bastante árido, ácido, áspero en las entrevistas, se aburre, se distrae, no sé. Qué. Estaba sentado con las piernas cruzadas sobre el sillón, en esa posición que en yoga llaman del sastre (eso es cuando no te dan las patas para la del loto). La chica que le hacía la entrevista, Sonia Budassi, también. Pero mejor hubiese sido que bajase las piernas, le comentaba a Laura, más tarde, mientras nos tomábamos un vinito. No estaba cómoda, y la posición pretendidamente relajada no le cuadraba. En fin. Un gusto, igual. Ah. El año que viene Interzona reedita Vivir afuera. Buenísimo.

lunes, diciembre 10, 2007

Acercamiento a Saer

La fabulación creadora nada tiene que ver con un recuerdo incluso amplificado, ni con una obsesión. De hecho, el artista, el novelista incluido, desborda los estados perceptivos y las fases afectivas de la vivencia. Es un vidente, alguien que deviene.

Gilles Deleuze y Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía?

Narrar no consiste en copiar lo real, sino en inventarlo.

J.J. Saer, El concepto de ficción

Fee fi fo fum

Ahora mismo estoy escuchando “Crua chan” y no puedo dejar de ver el colegio escocés, Gordonstoun, el edificio con todas esas estrictas líneas rectas de donde se desprendió una curva.

viernes, diciembre 07, 2007

Por qué no puedo escribir un post

El trabajo en la revista en estos días es cruel y es mucho. En la semana salgo agotada y agoto bares con amigos. Mañana me espera el Personal Fest y el domingo un asado en el Tigre. Le digo a Mar, a la mañana, que hoy sí vuelvo temprano (y así y todo eso hubiese sido a las ocho, ocho treinta) y me llama Nori, que tiene entradas para ver la de Luca en el Roxy. ¿Qué puede hacer una contra las vicisitudes del destino? El destino es enorme, una mide uno sesenta y siete. Ni escribo (salvo algunas anotaciones frenéticas en el cuadernito amarillo), ni doy abasto con el quitaojeras.

lunes, noviembre 26, 2007

Lo informulable

Por momentos alcanza esa precisión estéril de lo que no obstante no puede ser nombrado; una precisión que no es propiamente comprensión ni tampoco, desde luego, lenguaje. Se trata de una certidumbre terrible pero informulable, y mientras quede al margen de esa formulación el reconocimiento quedará en suspenso.

Juan José Saer, El limonero real

domingo, noviembre 18, 2007

Jöns

Por leer a Portnoy me habían entrado ganas de ver El séptimo sello. La vi hoy, primero entera, después por partes, para repasar los parlamentos del escudero Jöns, que son para mí los mejores. Me recordó, en cierto momento, a Hamlet con la calavera de Yorick. Cabalgando, Block y Jöns divisan la figura de un hombre que parecer descansar junto a una roca. Jöns desensilla y se acerca a preguntar por una posada. Descubre que se trata de un cadáver ya corroído. Callado, monta. Tiene lugar este diálogo: B: ¿Sabía el camino? J: Poco sabía. B: ¿Qué te ha dicho? J: No habla. B: ¿Era mudo? J: No, de mudo no tenía nada. Más bien diría que ha estado sobradamente elocuente. A: ¿Sí? J: Sí, elocuente de veras. Pero su discurso ha sido lúgubre, hay que reconocerlo.
¿No es elocuente también Yorick?
Un bufón, otro: recordé también al sabio e irónico de Lear. Es que el mismo Jöns se retrata como bufón: “Aquí tienes al escudero Jöns. Se ríe de la muerte, blasfema, se burla de sí mismo y sonríe a las mujeres. Su mundo es sólo el mundo de Jöns. Un bufón ridículo para todos, incluso para él mismo. Un pobre bufón. Tan indiferente para el cielo como para el infierno”. Habla con crudeza del amor y de la muerte, pero simula bromear. Como Lear al bufón, Block lo malentiende (“¿Más canciones?”).
Muchas cosas se dijeron y se podrían decir, no investigué mucho así que quizá ya haya sido dicho, pero esto es lo que más me interesó, al menos esta vuelta: la elección de un personaje secundario para depositar algunas verdades. Quizás, llegué a pensar, el escudero-bufón tenga las respuestas que Block pretende sonsacarle a la Muerte.

viernes, noviembre 16, 2007

Fuga agamuzada

No escribas hasta no haber tragado hoja tras hoja toda esa biblioteca a tus espaldas y otras más, no escribas hasta ver si lo que escribiste, o mejor, hasta corroborar que lo que escribiste fue dicho mil veces, hasta que te hartes de tus ideas, de haber oído tantas veces tus ideas en otras voces que el asqueo te despoje. Desnuda de ideas como naciste. Después de enloquecerte como lo hacés con libros, y hasta a veces sólo con una frase (“fuga agamuzada de la araña” dijo Norah Lange y yo me estremecí), salite de una vez de los paréntesis que te escudan, temblabas, por qué, porque no hay palabras más conmovedoras que las que rozan lo que no se puede decir, eso, lo rodean, “fuga agamuzada de la araña”, dijo, y pudiste sentir las patitas velludas. No escribas hasta que las palabras te caminen y te ericen la piel en la fuga agamuzada de la araña.

jueves, noviembre 15, 2007

Consideraciones sobre O’Jaral

Mientras miro la peli El pasado y sin desviar la mirada de los ojazos de Gael, me acuerdo de O`Jaral cuando Rímini olvida el francés. A ver, alumbremos un poco el revoltijo: Rímini intenta despegarse del pasado (y descubre su alta capacidad adhesiva, aunque no viene al caso detenerse en eso ahora) pero en el esfuerzo exagera (involuntariamente, claro) y hunde lo que debiera haber flotado después del naufragio. Expresiones en francés, por ejemplo. Entonces se me arrima el recuerdo del olvido de O’Jaral del significado de “alligator”. O’Jaral, el traductor, que corta su vida en el filo en que dio muerte. Dice él que es la gruesa (una suerte, o desgracia, de marihuana), pero se me ocurre que puede ser esto otro.

Como

De noche, revisando y anotando un texto, explico: “Es raye mío, quizás, pero trato de evitar los como si”. Tras esa aclaración me quedo, un momento, pensando que a veces hasta prefiero saltearme los “como”, para ir directo al símil, sin ese “como” amortiguador. Sospecho en ocasiones en el “como” una condescendencia hacia el lector que debería resultar ofensiva.

jueves, noviembre 01, 2007

Abastecida de tango

Las tres han dado y sereno. Entro, me meto en casa como en una funda, el aire templado me apronta para las sábanas -en la calle el frío me atravesaba el saquito como si nada-, baja el cansancio desde los hombros y ya me acuna, pero antes de dejarme caer doy testimonio: fui a escuchar y ver a la Fernández Fierro, recomiendo con fervor, tocan acá todos los miércoles.

viernes, octubre 26, 2007

Anotación

En el cuaderno de inglés, en una mesa del café Templar, ayer, a las 7 de la tarde, antes de entrar al Laboratorio de Idiomas, mientras miraba con rabia unos raros, ostentosos amarillos en el cielo, después de hacerme sopa con el agua ineludible de las 18.30:
"Dejo acá que pase el tiempo, la tinta. Cada trazo una fracción de segundo. Así mido el tiempo en mi reloj de tinta o de café, materias que como la arena tienen la propiedad de fluir con pereza a través de conductos -un tubo plástico, la garganta. Le puedo decir al mozo: tardaste tantos renglones en traer el café. Nada digo de lo que no se mide, de lo que se agita, íntimo y misterioso, mío pero como ajeno".
Antes, el cuaderno dice "nowhere." Después, "Book".

viernes, octubre 12, 2007

Belleza americana

Hace un tiempo dije o di a entender acá que me había gustado mucho La mancha humana, de Philip Roth. Mi segundo Roth fue Pastoral americana. Acá Zuckerman se encuentra con una ex estrella escolar de fútbol americano y advierte en la adultez las imperfecciones, las fisuras que quizás siempre estuvieron pero que el tiempo hizo más visibles -escribí en un margen “Bienvenido, Bob”; ya es manía esto, y bueno, sobre mí Onetti lloverá siempre. A ese hombre que -piensa Zuckerman al comienzo- de tan normal parece loco, una hija terrorista le desbarató los cimientos. En general, la historia me gustó, hay buenos diálogos con contraposiciones entre ideologías llevadas al extremo. Pero al ir avanzando, anoté en mi cuaderno: “Leer este libro es como comer una fruta muy madura: es dulce y tierna, pero al tragar se percibe un dejo a podredumbre”. En sus intervenciones el narrador se muestra, para mí, demasiado limpio. Se sitúa afuera, toma un plano general y después va al primer plano. Pero no se ensucia, hace tomas en picado, desde lo alto. Prefiero en las novelas que el que describe el chiquero se reconozca como cerdo.

De la vida diaria o editorial

- Vení, Gastón, fijate, subieron un video nuevo de Better. ¿No se parece a mí, con esos rulos?
- Sí, pero mirá si todas esas fueran Verónicas. ¡Sería el Apocalipsis!

lunes, octubre 08, 2007

Tan tonta como ella

“El cariño de los tontos”, de Di Benedetto, me remitió a “Tan triste como ella”, de Onetti (me remitió, es decir, me obligó a trasladarme hasta la biblioteca, hasta el tomo de cuentos de Onetti). En uno Amaya guarda la memoria de un suicida intocado y ya intocable, amasa un amor surgido con poco motivo pero que se acrecienta (leva) y se vuelve motivo (“te buscaba”). En el otro, la mujer que se vuela los sesos vuelve a gustar en el último segundo el sabor (“a pasto fresco, a felicidad, a veraneo”) del hombre anterior al marido, tornando traslúcidos los años transcurridos desde aquel momento. Mucho antes, busca herirse con las ramas, en el parque; Amaya espera que el temblor de tierra la destroce. Se entregan a hombres que desprecian. Buscan deshacerse, sublimarse a través del desgarro. Anhelan lo absoluto.
(Una se mata, otra se deja llevar y perder por los caminos).

jueves, octubre 04, 2007

Variación Di Benedetto

Mi tontería dura, se ha encariñado conmigo.

viernes, septiembre 28, 2007

Cohen, la traducción

Existe la sensación, a veces, de digitar un instrumento cuando uno traduce. Uno puede pensar en el original como en una partitura.

Como siameses

Escucho Elephant e Icky Thump, de The White Stripes. Cómo me gustan estos ex (falsos) hermanos. Acá y acá, dos temas del último disco. Realmente fantásticos (Cohen on my mind).
La foto es de una escena de Coffee and Cigarettes, de Jim Jarmusch.

lunes, septiembre 24, 2007

Sobre la interpretación

En uno de tantos pasajes que me gustaron de Donde yo no estaba Aliano siente nostalgia por Cler, la mujer de la que ha debido separarse, y se recuerda leyendo junto a ella en el sillón “como siameses”, dice, como siameses pero tan lejos. En el recuerdo de Aliano, cada uno, concentrado en el libro que leía, caía desde esa lejanía como intruso en el pensamiento del otro con los comentarios sobre su texto-mundo respectivo, aunque al final del día tras esas invasiones a puro pellizco de palabras lo que leían y pensaban se entrelazara como ciertas plantas.
Ahora que leo El testamento de O’Jaral, muy anterior (’95) a Oficios ingleses (’04) no puedo dejar de trazar una simetría. Dos traductores, dos imitadores, las variadas formas del decir, los trucos del mago al descubierto (por tomar cualquier ejemplo, al tuntún: “una rampa bajaba hacia humosos amontonamientos de chozas cubistas y, pensaba el traductor O’Jaral, abigarradas”). También a los cantantes, que prestan su voz a lo que otros escribieron, se les llama intérpretes. Un dúo, pienso, entonces. De siameses.
(Además, aparte y entre paréntesis: Oficios ingleses está dedicado “a Marcelo”; Donde yo no estaba, “a Graciela Speranza, mi mujer”).

El misterio del arrullo

“Soy traductor y estudioso”, dijo O’Jaral.
“¡Traductor! O sea: intérprete. Aj.” “Bueno, también podría decir: imitador profesional de estilos.” “Mire, no la embarre más. Las dos cosas son lo peor del mundo. Aunque si de veras conoce las palabras, de algo podrá servirnos”.
[…]
O’Jaral se sentó en el suelo. Entre largos sorbos de agua, en voz baja, con las pupilas duras, dijo: “No habrá perdón para el que desprecie a los traductores. El vulgo no lo sabe ni lo saben los falsos sabios, pero si todo es lenguaje, si nada es real, nada es traducible o todo es traducible. El traductor ha aprendido que siempre es cuestión de traducir la primera frase de un escrito; si lo consigue, las habrá traducido todas. Que quede claro. A la hora de ganarse las lentejas, un traductor puede ser un mercenario, pero en su esencia es un intérprete universal. Lo mismo traduce entre idiomas que de un sistema simbólico a otro. Un traductor de verdad es un develador de misterios.”

Marcelo Cohen, El testamento de O’Jaral

viernes, septiembre 21, 2007

Un arrullo criollo

Me gusta muchísimo esa frase de Borges: “Astoundingly, my own book The cards of the cardsharper received not a single vote”. The cards of the cardsharper is such a beautiful Borges title.

[…]

Busco las Obras Completas en el segundo estante de la derecha y recorro las últimas páginas de “El aleph”; en la Posdata incluida hacia el final, estoy segura, hay una lista apócrifa de premios nacionales y después la frase que Davies acaba de citar: “…Increíblemente, mi obra Los naipes del tahúr no logró un solo voto”, leo. Los naipes del tahúr, repito en voz alta, The cards of the cardsharper. La correspondencia, palabra por palabra, es impecable y el traductor (tal vez el propio Borges) se ha consentido el lujo de una aliteración. Pero hay algo en Los naipes del tahúr que no se deja imitar. Un arrullo, pienso, un arrullo criollo.

Graciela Speranza, Oficios ingleses

jueves, septiembre 20, 2007

Tanta alegría seguida me va a hacer mal

Otra vez ando con los sentidos desfasados. ¿Será lo que comí ayer? Cuento: ayer quería ver la última de David Lynch, quería, hasta que vi la duración, 180 minutos (pst, ustedes que pasan por la vereda y miran p’adentro, digan: ¿la vieron?, ¿qué onda?, porque por ahí arremeto el fin de semana, más descansada). Ese número mayormente curvilíneo me desanimó. Terminamos, con Nori, en un restaurante peruano de por acá que hace rato queríamos conocer. Ceviche de toyo, arroz con pollo chaufa o choufa, suspiro de limeña. Algo de eso, o ese fogoso y verduzco condimento que me recordó el wasabi se me subió a la cabeza más que el vino. Recién venía caminando por Paraná sin mareo pero orillándolo y los reflejos del sol en los autos estallaban en estrellas punzantes. Ahora mismo muevo los ojos y la vista me llega ralentizada.

sábado, septiembre 15, 2007

Lloverá siempre

Esas que están arriba son las dos últimas palabras (el giro de la llave, “cierro y me voy”, pienso, pero no voy a decir de dónde es eso) de Cuando ya no importe. Hace un rato fui de compras y ni paraguas llevé, me dejé mojar. Esta perpetuidad de la lluvia me saca las ganas de resguardarme. Decía: volví a casa con la lluvia y la frase en la cabeza, agarré el libro, leí otra vez el final, y como siempre en casos así me puse a revolverlo. Hay varias cosas marcadas. La confesión de Díaz Grey sobre su falta de pasado (desde La vida breve se sabe que nació adulto y mirando por una ventana), por ejemplo. Elijo.

-¿Qué hacés?

-Leo- respondí sin mirarla.

-¿Qué cosa? ¿Qué es leer?

-Palabras.

-¿Están todas en el libro que leés?

-Todas.

-Las que dice la mama y yo también- preguntó la chica.

-Todas. Todas las palabras se hacen con letras.

-¿Qué son?

Le mostré la página del libro y señalé con el cigarrillo sin encender.

Registro fenoménico de estas mañanas

Jueves: Veo desfilar una infinidad de paraguas tristísimos, con una esquina agachada por una varilla rota. La gente sigue usando esos paraguas, les perdona ese estropicio (dos varillas quebradas derivarían en la mojadura de al menos un hombro; entonces advendría el descarte, por ineficacia). Y así circulan, acentuando el gris.

Viernes: De tanto andar en remojo todavía siento los huesos blandos. El aire sigue pastoso. Oteo el cielo dudosamente blanco. No me engaña esta luz: se va a largar de nuevo.

Sábado: Mientras leo, afuera el día decae. Oigo el golpe del agua (se ve que se estuvo conteniendo). De a ratos llueve tan tupido que parece continua, no repartida en gotas.

martes, septiembre 04, 2007

Y dale

Se ve que la tengo con el tiempo. Anoche manoseaba Tadeys de punta a punta, mirando en un sobrevuelo bajo más que leyendo las notas al pie, por culpa de un post de Mariana, y en una vuelta de página me viene al encuentro esta frase irónica, genial: “en un instante plisado, centrándose en un punto, que giró ‘unánime’ como la noche que nadie vio desembarcar –todo quedó tranquilo como a veces quieta el agua”.

lunes, septiembre 03, 2007

Oulipiano

Plagiario por construcción.

El muro

Nori en Berlín.

El tiempo y el ámbar

"atrapados en el ámbar de este momento"
Kurt Vonnegut, Matadero Cinco

jueves, agosto 30, 2007

Y así con todo

Igual, casi nada puede decirse…Fui a buscar Payasadas porque Pablo escribió algo que me gustó, glosando Matadero 5. Cuando abrí el libro y me encontré con el calco de mi recuerdo, pensé, claro, en lo que dije, pero además, y al mismo tiempo, en: los conceptos de tiempo y memoria en Bergson; el reportaje a Borges que vi hace unos días, más exactamente el fragmento en el que decía que se asombraba de ser él mismo, siendo que lo que constituía su identidad era el recuerdo y era tan poco lo que recordaba; los recuerdos irrecuperables como muertecitas en El cielo protector. Una puerta se abre, y otra, y otra, pero sin "y", no hay sucesión. La visión es simultánea, yo quedo parada ante las puertas, de las que no veo las hojas, sólo los marcos. Lo que veo no lo puedo decir. Tengo que elegir, desprender un pedazo y clavarlo y describirlo, decir veo esto, pero tienen que saber: no, no es esto lo que veo. Esto es lo que tuve que recortar, una parte minúscula, sucia de lenguaje, además.

miércoles, agosto 29, 2007

Vonnegut

Leí esto de chica, bah, de mediana, digamos, a los dieciséis o algo así. El año pasado, hablando con Inés, lo recordé. Pero no, si digo que lo recordé parece que lo hubiese perdido y recuperado, más bien, pienso, estuvo, está, antes y ahora, a mano, y puedo tomarlo como en el gesto, que duplica el de la memoria, de agarrar el libro y sacarlo, en este caso, de la biblioteca en la casa de mis viejos, y abrirlo, y leer. Me pregunto cómo perduró con tanta nitidez esto en mí, que tanto cambié, mucho más que el libro, al que el tiempo amarilleó las hojas, más quieto y manso que yo, en la biblioteca.

-Eliza –continué-, en muchos de los libros que te he leído se dice que el amor es lo más importante de todo. Quizás éste sea el momento de decirte que te quiero.
-Pues bien, dilo.
-Te quiero, Eliza.
Ella lo pensó un momento.
-No –replicó finalmente-, no me gusta.
-¿Por qué no? –pregunté.
-Siento como si me estuvieras apuntando con una pistola. Es una manera de hacer que alguien te diga algo que probablemente no siente. ¿Qué puedo decir, qué puede una persona decir, excepto “yo también te quiero”?

Kurt Vonnegut, Payasadas

sábado, agosto 25, 2007

Sobre el OuLiPo

Como es evidente, el post anterior es una crónica muy personal, donde se dice muy poco acerca del OuLiPo. Para los interesados, las recomendaciones de la casa son este sustancioso escrito de Bénabou y de postre esta traducción del comienzo de una novela de Perec, que Berti leyó el martes y que pareció no disgustar a Bénabou y Le Tellier.


Tríptico del martes

I

Llego tarde, pero el programa está atrasado, me dicen, así que por esas cosas de la relatividad los dos retrasos se encuentran en un punto intermedio. Conforme, decido entrar. Me preguntan si necesito traducción simultánea, digo sí y me adosan un ladrillo del que cuelgan los auriculares, negros, bisbiseantes. Tengo los míos, blancos, donde todavía canta Billie Holiday, apago, guardo, me pongo los negros, todo eso mientras entro al auditorio, busco el lugar más a mano para sentarme y miro a los tres del estrado. Uno habla. En francés. Me acomodo. La voz en los auriculares me dice que el objetivo de OuLiPo es proponer medios de escritura, no necesariamente producir obra. Busco en el programa fechas de nacimiento y deduzco: Bénabou. Habla de creación creante, estructuras, limitaciones. Dan como ejemplo una obra de Perec, La desaparición, que omite la “e”. Le Tellier cierra, como bien queda, con una nota simpática, afirmando que el verdadero éxito del grupo llegará cuando se lo mencione con una connotación negativa, como sucede con el surrealismo.

II

Se presenta una adaptación de Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau, por Patricio Orozco. Dos mujeres, un hombre. Jueza, abogada, acusado (de empujar a otro, de hablar con un amigo, de perder un botón). La abogada se extiende en precisiones inútiles de tiempo y espacio. Llama a la testigo. Cuento ocho entradas de la misma persona, narrando lo mismo de maneras diferentes (no recuerdo algo específico sobre la primera; la segunda es artista plástica y describe colores; la tercera interpone a cada paso la muletilla “entonces”; la cuarta empieza en el desenlace y culmina en el comienzo; la quinta parece amedrentada; la sexta busca metáforas en la comida; la séptima es vacilante; la octava, poeta). El hombre se ve vencido por la copiosa evidencia y confiesa: que empujó, que habló, que perdió un botón. Lo llevan.

III

Cuando la chica presenta a Cohen dice que escribió El país de la dama y él no la corrige. Empieza la voz algo aguda de Cohen, con breve intro donde se declara admirador de Queneau y como supuse, lectura. Dice que OuLiPo encuentra la posibilidad de desinhibirse mediante un régimen literario estricto (más tarde descubriré que es una recreación de esta frase de Georges Perec: “En el fondo, me impongo reglas para ser totalmente libre”). Habla de un desapego budista en los integrantes del OuLiPo (más o menos textual: “como para Herzog y Coltrane, para ellos el artista es una vasija para el arte, que viene del cielo”). Apela a una idea de Agamben: existen seres vivientes y substancias por un lado y dispositivos por otro. De la relación entre ambos surge el sujeto. Un dispositivo es la literatura. Entiendo (no sé si lo dice o lo deduzco, o quizás debería decir: colijo) que quiere llegar a que el OuLiPo fuerza ese dispositivo. Cuando termina de leer, se (me veo tentada a decir “se entabla una conversación”; no, por favor), se suelta y conversa con los franchutes (pero B. es marroquí) y viene lo mejor de la noche, como siempre que tras un acto más o menos formal la gente se apoya en el respaldo y estira las piernas (la distensión propicia la fluidez, como en cualquier canal). Bénabou cita a Queneau: “El verdadero inspirado nunca está inspirado, lo está siempre”. Hablan de los neologismos -Cohen los arrea para ese lado, que tanto le gusta recorrer-, de su efecto deconstructor en la lengua. El objetivo de Queneau, dice Le Tellier, era que con el neologismo la palabra se volviese más comprensible. La destruía para mostrar su carácter efímero. Hablan del pequeño escritorio de Queneau en Gallimard; las reuniones en la casa de Perec; la importancia del la muerte y del aspecto moral; las matemáticas; Joyce; Hegel; Cortázar y los palíndromos; Borges y “Pierre Menard, autor del Quijote”. Después saludan. Nos vamos. Ellos no. Se quedan allá. Y acá.

jueves, agosto 16, 2007

Espejismo

Donde la página me dice “La mujer, que duerme a su lado” me digo (leo) “La muerte, que duerme a su lado”. Al darme cuenta del error presumo que el vocablo “muerte” en la línea de arriba extendió su influjo e impuso su reflejo en “mujer”. Igual me gusta el espejismo, por lo universal. No todos duermen con una mujer al lado.
Esta boca cerrada es mía.

sábado, julio 28, 2007

Interpretación de Hawthorne

Me acuerdo de que cuando cursaba Literatura Norteamericana les conté La letra escarlata a dos compañeros que no habían llegado a leerla, en un bondi repleto, casi gritando para superponerme al bullicio. En eso una mujer me toca la mano: “Perdón. Es la vida de una santa, ¿no?”

Indeleble

En La letra escarlata, la comunidad puritana de Nueva Inglaterra lava sus trapos sucios en las costillas de una adúltera. Por eso me parece increíble el comentario del Chicago Sun-Times que consigna la contratapa de La mancha humana: “Una tragedia moderna”. (Al menos dos veces Zuckerman menciona a Hawthorne). Recuerdo que también Desgracia (encuesta: ¿cómo se pronuncia Coetzee?) culmina con un sacrificio (“Llevándolo en brazos como si fuera un cordero”). Pero acá me gustó la idea de la mancha imposible de lavar que desliza Faunia: “La mancha tan intrínseca que no requiere señal [Hawthorne]. La mancha que precede a la desobediencia, que abarca la desobediencia y embrolla toda explicación y comprensión [Kafka. A propósito: [[Esto debería ser una nota al pie, pero blogger me las deja patas p’arriba, a veces]], Faunia dice ser un grajo, es decir, en checo, kavka. Ya sé, mucho, ¿no?]. Por ese motivo toda purificación es broma, y una broma bárbara, por cierto”.
Por eso:
"-He de bailar-dijo Coleman-. ¿Quieres que bailemos?"

jueves, julio 26, 2007

De las molestias que causa un tadeys en el bondi

No difícil pero sí incómodo resulta leer Tadeys en el colectivo, a fuerza de costumbre ya no me intimida que me vean sonreír embobada, embebida, más bien -aunque el verbo no me gusta por mi tendencia a la claustrofobia es de uso común para el caso- enfrascada en la lectura, pero todavía el pudor que me impide reírme -como se dice- a mandíbula batiente hoy me estrangula el carcajeo, y no llego a darme cuenta si sólo yo escucho el apagado quejido, el estertor de la risa atragantada.

miércoles, julio 25, 2007

Alma en carne viva

Es otra vez invierno; el cielo está gris y la luz llega desde abajo, de la nieve blanca sobre el suelo. La soledad va a tono con la muerte fingida de la naturaleza, pero a veces se hace demasiado pesada. Echo de menos a la gente, pero en la soledad me he puesto tan frágil como si mi alma no tuviese piel, y me he vuelto tan caprichoso en dirigir mis pensamientos y sentimientos que apenas puedo soportar el contacto con otra persona; sí, cada extraño que se me aproxima parece que me ahoga con su atmósfera espiritual, invadiendo la mía.

August Strindberg, Solo

martes, julio 24, 2007

El secreto

Terminé de leer La mancha humana, de Philip Roth, y volví al inicio. Como si después de desenvolver un paquete de varias capas -en el centro está el secreto de Coleman Silk que a su vez el narrador, Zuckerman, oculta; una elaborada construcción contenida en otra- lo hubiese vuelto a cubrir, solamente para demorarme en abrirlo y admirar los pliegues del papel. Cada palabra sigue fija en su sitio, pero la novela que me cuento es otra.

miércoles, julio 18, 2007

Claroscuro

En la mañana sombría, como atardecida, yo, que me pasé la hora que dura el viaje de casa al trabajo bebiendo solo rocío y venenos asuncenos, resplandezco.

lunes, julio 16, 2007

Consuelo

También este día terminó. Presiento en la sangre insumisa la madrugada en pie de guerra, el rito de pasaje. Espero la hora del cansancio -me anima la experiencia de noches anteriores-, el alivio de los párpados pesados. Todo el día fue un solo cuchillo: el filo me dejó el ardor del anhelo. Tapo mis ojos formando una cavidad oscura. Los abro. Grietas de luz naranja todavía. Entonces junto más los dedos. En un hueco sin luces engañosas como este que fabrico quiero sumergirme hasta perder las ansias, como si me desvistiese.

Soundtrack.

domingo, julio 15, 2007

Faulkneriana

Entre los cuervos y los gusanos elijo los cuervos.

Reflejos

El espejo, muchos, captándole las facciones; todos le reflejan el rostro, y usted cree que posee un aspecto propio y prácticamente sin cambios, del cual le dan una imagen fiel. Pero, ¿qué espejo? Los hay “buenos” y “malos”, los que favorecen y los que afean; y los que son apenas honestos, cómo no. ¿Dónde situar el nivel y el punto de esa honestidad y fidelidad? ¿Cómo es que usted, yo, los otros prójimos, somos, en lo que se refiere a lo visible? Usted dirá: las fotografías lo comprueban. Respondo que, además de que prevalecer para las lentes de las máquinas objeciones análogas, sus resultados apoyan antes que desmienten mi tesis, ya que se superponen a los datos iconográficos índices de lo misterioso. Aun sacados de inmediato uno después de otro, los retratos siempre serán entre sí muy diferentes. Si nunca prestó atención a eso, es porque vivimos, de modo incorregible, distraídos de las cosas más importantes.

João Guimarães Rosa, “El espejo”

domingo, julio 08, 2007

De mí

Ocho cosas. Pero si siempre hablo de mí... Cuando digo algo sobre un libro, por ejemplo. Hasta cuando cito sin comentar. Me describo todo el tiempo de refilón, en el blog, me guste o no. Como sea, probemos.
Uno. Me río mucho. Lloro poco. En los dos casos, a veces por cosas que a los demás les parecen insignificantes.
Dos. Por lo general, estoy de buen humor. Eso digo. Por lo general, tengo mal carácter. Eso dicen. La cosa es así: si me enojo reacciono enseguida. No me amargo con intrigas. Por eso estoy de buen humor el resto del tiempo. Eso pienso.
Tres. Me gusta encontrarme y charlar con gente inteligente y con sentido del humor. También disfruto de la soledad. Soy bastante refractaria al resto del mundo.
Cuatro. Tímida y vergonzosa, me mando y me hago la corajuda. Temblando.
Cinco. Me gustan la comida y el vino. Algunos deportes también, por suerte (hice artes marciales, contorsión, capoeira). Y bailar.
Seis. Juego, juego gran parte del tiempo. Si alguien quiere que haga algo, me lo tiene que proponer como juego. Por lo mismo, me gusta mirar las cosas desde diferentes ángulos. Por lo mismo, leo.
Siete. Defectos, algunos: soy distraída, desordenada, obsesiva, impuntual, impulsiva. Los que me achacan los demás: mandona, inflexible, intolerante, cabeza dura.
Ocho. Me gustan los espacios abiertos. No uso reloj (me refiero al reloj pulsera; el despertador en la mesa de luz es ineludible). No uso teléfono celular. Prefiero los gatos a los perros. Todo eso está relacionado.

martes, junio 26, 2007

Vos lo dijiste

Franz K. a Milena J.: "¿No te parece que los pobres seres humanos somos cómicos hasta el ridículo?"

domingo, junio 24, 2007

Una visión

Mientras leo, una frase da forma a una imagen y enseguida arrastra otra, recrea un recuerdo. Cierro los ojos para ver mejor. Cuando ya no puedo retener la visión por más tiempo, abro los ojos. Miro las paredes, el papel iluminado. Todo lo que me rodea cobró en segundos un matiz adverso, o quizás algo esquivo de aprehender, como si me hubiese vuelto extranjera. El libro se me hace amargo en las manos y lo cierro. Recién cuando enderezo la boca me doy cuenta de que estuve sonriendo.

Kafka por Janouch

Ayer terminé de leer el libro de Gustav Janouch, Conversaciones con Kafka. Estas conversaciones, como bien señala Leandro, no son, en verdad, diálogos. No hay, mayormente, intercambio. No dejé de tener en cuenta en ningún momento, mientras leía, que las palabras de Kafka son referidas por otro, lo que introduce cierta turbiedad. Aun así se percibe su tono, bastante diáfano -bastante para hechizarme, quiero decir, no sé si bastante en modo general. Janouch captura para sí las palabras del hombre al que idolatra -“No me atrevo a tocar con mis labios el borde que se llevaba a la boca el doctor Kafka”, dice hacia el final, hablando de una taza de porcelana que perteneció al escritor y le fuera obsequiada. Esa admiración, dice, lo llevó a la imposibilidad de leer su obra póstuma. Imagino a Janouch embuchando todas esas palabras dichas, esos trocitos de aire expelidos por Kafka y corriendo enseguida -me acuerdo de una frase de Viñas, “como si transportase el santísimo”- a escupirlos en el papel, antes de que el tiempo tornase infiel el espejo de la memoria. Janouch era muy joven en la época de su trato con Kafka -y es consciente de sus limitaciones-, pero consigue traspasar algunos rasgos valiosos para componer su figura. Tomé varias notas, pero no quiero cansar con mis manías. Quizás les guste saber que en numerosas ocasiones habla de su risa. Describe su postura -me reí imitándolo-, el sonido -“el leve sonido que producen las hojas de papel al agitarlas”. Me gustó especialmente esto: a veces Janouch reproduce un dicho terrible de Kafka y muestra cómo poco después -sin que esto le quite seriedad a lo anterior- forma un juego de palabras y ríe. Ese pasaje de la gravedad a la risa -o esa risa grave- me parece -también en otras personas- admirable, una constatación de su inteligencia.

sábado, junio 23, 2007

¿Qué tal?

La felicidad sólo es una cuestión de orientación. Es decir, quien es feliz no ve el lado oscuro de la realidad. Sus ganas de vivir ahogan el sonido de la martilleante carcoma de la conciencia de la muerte. Olvida que no está caminando, sino cayendo. Va como anestesiado. Por eso resulta casi indecente que alguien nos pregunte cómo estamos. Es de tan mal gusto como si una manzana se dirigiera a otra con la pregunta: “¿Qué tal les va a los gusanos que le entraron a usted por culpa de la picadura de aquel insecto?”. O como si una brizna de hierba le preguntara a la otra: “¿Qué tal se marchita usted? ¿Cómo se encuentra su querida putrefacción?”.

Franz Kafka referido por Gustav Janouch en Conversaciones con Kafka

miércoles, junio 20, 2007

Cómo me hice monja


Impresentables, pero: Paz, Nora, ya saben quién, Thelma

lunes, junio 11, 2007

Irreversible

Cada paso es irreversible. También el que no di. Sin embargo, lo omitido viene a pedirme cuentas, muy de vez en cuando, como un acreedor obstinado pero algo olvidadizo. Es posible que la sospecha de su insensatez lo incite a la pereza.

jueves, junio 07, 2007

Esquizofrenia

¿No es la escritura, al menos ésta, la marca, el sello de la esquizofrenia? Debería decir, si decir es siempre para alguien más, si decir es una ofrenda, un sacrificio: vivo desde la piel y escribo desde los huesos. Y no hay más máscaras en lo escrito que en lo vivido. Ah lo social, aceitado tobogán, telaraña sedosa y tibia. Los huesos en cambio son siempre ásperos, astillosos. Pero me erizo ante la autocompasión y la condescendencia. No. No sufro mi médula pedregosa.

jueves, mayo 31, 2007

Descompresión

¡Cuánto dramatismo por acá! Bailemos.

Notas sobre La pianista

Hace unas horas leí el último tercio de La pianista, donde se desata lo que se venía cociendo. Algunas anotaciones rápidas, sobre la lectura fresquísima: me costó acostumbrarme al uso constante del tiempo presente (hasta en los flashbacks), al fraseo corto. Como si hubiera que leer entre sobresaltos. Es cuestión de dejarse llevar. Me fascinaron algunas imágenes poéticas, me molestó la insistencia para dejar en claro que el sexo de Erika es frío, insensible y cerrado como una piedra, algo que se reafirma cada vez que aparece un nuevo estímulo. La novela parece una fábula sobre el poder. La madre ejerce su poder sobre la hija, hasta que la hija se vuelve y la devora, más o menos literalmente, en la cama conyugal. Erika domina a Klemmer, aunque en superficie parezca lo contrario. Me fascinó verla desplegar su voluntad hasta en el sometimiento. El chico se espanta de tanta fuerza. A él que está acostumbrado a las aguas turbulentas esta mujer le da vértigo. No puedo pensarla como víctima si considero el sadismo de la escena del baño. Y lo que medita Erika al escribir la carta, esa carta que solamente se deja ver entre líneas al lector: “Mientras mayor poder tenga sobre ella, tanto más quedará sometido a su propio arbitrio. Klemmer será su esclavo […] y él creerá que es su amo”. Cuando él la lee, piensa “o sea que, aun siendo su amo, ¿se le escapará y jamás llegará a dominarla?”. El masoquismo subvertido. Enfurecido, Klemmer lastima. Casi sobre el final, se puede leer, como una acusación o un pedido de abrir los ojos: “El mundo, que no está herido, no se detiene”.

Mujeres crueles

El segundo tipo de crueldad, fruto de la suprema sensibilidad de los órganos, sólo es experimentada por seres extremadamente delicados, y los excesos a los que ella les conduce no son sino refinamientos de su delicadeza […]. Ahora bien, es a este segundo género de crueldad al que por lo general se inclinan las mujeres. Estudiadlos bien, y determinaréis si acaso no es el exceso de sensibilidad lo que las conduce a ello. Veréis si no es la intensa actividad de su imaginación, la fuerza de su espíritu, lo que las vuelve depravadas y feroces; también todas suelen ser encantadoras.

Marqués de Sade, Filosofía en el tocador

miércoles, mayo 30, 2007

Leído hoy

Brutalidad y esmero, dos hermanos difíciles de separar y que gritan ante cualquier intento de separarlos.
E. Jelinek, La pianista

Lo que designa a la pasión es un halo de muerte.
G. Bataille, El erotismo

[Salve, Sade, los que van a morir te saludan]

sábado, mayo 26, 2007

Donde se explica al menos en parte el porqué de la tardanza en leer libros completos

Me levanto, es casi mediodía, preparo el mate, lo llevo a la cama. Mar mira la tele, tenis. Cebo. Las pepas están duras. El membrillo, chicloso. Como tres y abandono. Pienso en lo que hablaba con Leandro y leo otra vez lo que Benjamin apunta sobre Kafka. Es decir, primero recuerdo a Calasso sobre Benjamin sobre Kafka, en Las ruinas de Kasch, “Kafka entre el Tao y la Torá” (gracias, Inés), después leo rastreando eso. Mar ve que me olvido de cebar, toma la posta y me toca la mano con el mate servido. Le sonrío y me prendo a la bombilla. Cuando me cruzo con esto: “Kafka […] no se afana jamás con lo interpretable, por el contrario, tomó todas las precauciones imaginables contra la clarificación de sus textos” me digo: Sontag. Pablo. Lo que comenté ayer en el blog de Pablo. Volviendo al tema anterior, acá está lo que buscaba: “Igual que Lao-Tsé, Kafka también fue un parabolista, pero no fue un fundador de religiones”. Por dar un botón de muestra. No me voy a explayar acá, y quizás en ningún otro lado. Para eso está el texto de Benjamin, todo tan hermosamente dicho. Se tira en contra de la interpretación psicoanalítica y de la teológica. Sontag, pienso otra vez. Y también: por eso me revienta Max Brod. Hablando de la belleza en Benjamin, subrayo: “Una tormenta ruge desde el olvido, por consiguiente, el estudio es una cabalgata a contraviento”. Ah. Cuando Benjamin cierra con Sancho Panza inventando al Quijote, escribo en el margen la frase de Babasónicos: “No soy nada sin mi diablo”. Justo en ese momento pasan en VHR (Mar se cansó del tenis) “Chaco” de Illya Kuryaki. Es muy bueno el tema. Creo que influyeron en Babasónicos. No sólo musicalmente. La pilcha de Emmanuel (no voy a intentar escribir el arduo apellido) con plateados y otras exageraciones, se parece a la de Dárgelos.

Agarro Contra la interpretación y leo (releo) el ensayo del mismo título. Es brillante y tiene 40 años. Ayer dije abajo los exégetas pensando en esto. Termina así: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte”. Puedo dejarle eso a Pablo, como se dejan flores. En agradecimiento por hacerme pensar, diría la tarjeta.

Escribo ahora que Marce duerme. Tose de a ratos. Trato de decidir si voy a subir algo de esto. No todo, demasiado caótico. La frase de Benjamin, por ejemplo, pelada. No. Dios mío, soy insoportable, siempre rondando a los mismos autores, acechándolos. Una fetichista, soy. ¿Quién puede gustar de leer esto? No voy a subir nada, nada de esto al blog. Debería estar siguiendo las vicisitudes de Erika. Pero ya son las dos. Si no vamos ahora al súper, no vamos a tener nada para comer cuando nos dé hambre.

martes, mayo 22, 2007

El desencanto

Y ahora, leyendo en casa esto de Onetti sobre Céline, sobre Robinson, recuerdo, como si entreviese una figura fuera de foco, agitándose bastante más atrás de lo que leo, qué es lo que me atrajo de Asfixia, de Palahniuk. Esa mirada desencantada sobre el mundo y los hombres. El detalle de la miseria humana. Eso. El final me gustó y más todavía, un poco antes, la aspereza de esos días, esas páginas, en que Victor se está muriendo porque la mierda lo desborda y se está dejando morir, como si no valiese la pena el esfuerzo de salvarse.


miércoles, mayo 16, 2007

Burning down the house

En el final preferido para su recuerdo, Díaz Grey se deja caer a un costado de la casa, sobre la arena mojada. El frenesí del Colorado, que amontona ramas, papeles, tablas, pedazos de muebles contra la pared de madera del chalet, lo hace reír a carcajadas, toser y revolcarse; cuando respira el olor del kerosene inmoviliza al otro con un silbido imperioso y se le acerca, resbalando sobre la humedad y las hojas, saca del bolsillo la caja de fósforos y la sacude junto a un oído mientras avanza y resbala.

Juan Carlos Onetti, "La casa en la arena"

Esos ficheros llenos de personas

Un mirón, un espía, un minucioso titiritero, un hombre por completo y convenientemente gris, borrado, ojos de humo, con una vidita como una hoja en blanco salvo por los prolijos reglados renglones -trabajo, casa, prostituta, todo aguado, o mejor, pasado por lavandina-, una hoja en donde imprime las vidas que observa hasta que un día dos se le imprimen tan fuerte que la hoja se rasga.

jueves, mayo 03, 2007

Recurrencia

En el subte y en la página 707 de Donde yo no estaba, hace unos 15':

A la madrugada, antes de que aclare, quizás me despierte, corra la cortina y vea
lo que siempre está ahí:
la muerte, un día entero más cerca,
proponiéndome adivinar cómo, dónde
y cuándo voy a morirme.
pregunta más estéril no conozco; y sin embargo, como un
relámpago, el miedo a morir y estar muerto obnubila y aterra.
No es ni cerca uno de los mejores pasajes del libro y así y todo me estaquea. Enseguida me acuerdo de lo que decía hace unos días de Di Benedetto, de Quiroga -este pensar diaspórico. Más atrás, a Kafka diciendo “grande y pueril como la literatura”. Si la muerte es el tema, si se escribe para ahuyentarla -Aliano escribe un diario para extender el tiempo de vida que la Mota comprime-, ahí está la razón para que sea grande y pueril a la vez.

martes, mayo 01, 2007

Feriado

Releo Fin de partida. Releo otras cosas de Beckett que tengo en casa. Busco en Internet (pongo en el Google “beckett textos para nada”) lo primero que leí de él, hace años, una página o dos, en un apunte de la Facultad, lo encuentro acá, lo recorto y se lo envío a Lau. Fue amor a primera vista, le digo, como si le mandase la primera carta de amor que recibí. Posteo las anotaciones que tomé el otro día en la oscuridad de una sala. Contesto mails. Leyendo blogs recuerdo que murió Vonnegut. Busco en una entrevista que le hicieron el año pasado en la Rolling esa frase que me gustó tanto (“La vida no es manera de tratar a un animal”) para asombrarme otra vez con su enorme inteligencia. Veo un capítulo de Lost y me masajeo el pelo con aceite de almendras. Cuando salgo de la ducha, veo que terminó de bajar Film, con Buster Keaton. La miro. Después la miro por segunda vez y escribo esto mismo en una ventana abierta a un costado. Mientras escribo en este cuarto, en el de al lado Keaton tapa la ventana (pero no la mía). Saca de la habitación al perro y al gato. La jaula con el loro, el recipiente con el pez, se tapan con paños oscuros. El espejo, sobre todo. Todo lo que tenga ojos está prohibido, hasta el reflejo, hasta un cuadro, hasta unas fotos. Antes, en la calle, en la escalera, la gente se asustó al verlo. Él también se espanta ahora, se cubre con las manos. No ver, no ser visto, no verse. Bueno, dejo eso. Voy a buscar escritos sobre el corto, encuentro un estudio muy detallado de Deleuze acá. También un comentario en este blog muy bueno, El lamento de Portnoy, en el que caí otras veces (ya es hora de enlazarlo). No encuentro el guión, ni siquiera en Hansi. Una de las cosas de que me entero es que Beckett partió de la frase “ser es ser percibido”, de Berkeley. Que el personaje trata de hacerse imperceptible y fracasa porque siempre subyace la autopercepción. Claro, por eso la angustia en el gesto de taparse la cara al final. Sigo enamorada. Dejo constancia en el blog. Ahora.

Karina

Vi el domingo, cuando iba para el centro, un afiche con una foto de Karina Jelinek. El otro día dije Jelinek y alguien dijo Karina, así que me paré a mirar. Posaba con esa admirable torsión de cintura de las modelos cuando muestran la cara y el culo simultáneamente. La cara le quedaba bastante chica, en comparación. Las mejillas hundidas en la base se elevaban y formaban vértices debajo de los ojos: una cara esquimal. La boca inflamada o vertida, no sé; como si sacase músculo, eso. Muy linda, confirmo.

Film de partida

Él cierra una puerta, primero despacio, después no. Abre, ahora. En la sala oscura entra la luz del pasillo por la puerta donde se recorta su negra silueta. Golpes. ¿Cómo? Metálicos. Una lámpara alumbra a una mujer que come lentamente una banana. Se aceleran los golpes, parece que algo va a pasar y no, vuelven a espaciarse (como esto, todo, pienso, todo Beckett). El de sombrero tiene un tapado y entra ídem con el ídem. Después se tapa con un cartón. Se arrastra por el piso de madera (“como un insecto”, me va a decir después Laura, mientras nos tomamos una lágrima, una cada una, se entiende). Como siempre, me fijo en detalles triviales: el cartón dice “FRÁGIL, NO PISAR” y también “ESTE LADO ARRIBA”. El primer sonido humano es un grito. Vuelan multitud de papeles de donde se supone que está acurrucado él, basura varia. La mujer de al lado mío, la que no es Laura, dice: “Es interactivo”. Después, cuando se rompe un vidrio, murmura temerosa: “Ayayayay”. Me río sin ruido. Cuatro rodean al primero con una tela negra, lo cubren (lo cazan). Cubierto, él expele la primer frase (la voz amable alarma): “¿Me podrían llevar al centro, por favor?”. Y esta otra: “Estoy eventualmente sin poder ver, ¿me podrían llevar al centro?”. Alguien lo lleva y lo tira en un rincón. Él maldice por lo bajo. Pide. Lo llevan. Tono agradecido en el murmullo. Pide el perro (pide “mi perro”). Uno llega con un muñeco de tres patas. “Es un bambi”, dice la mujer de al lado. Que el muñeco sea un bambi parece escandalizarla. Alguien lo parte en dos. El de la tela gime. Las mujeres lo consuelan. Se deshace de la tela y persigue su reflejo en un espejo que le ponen enfrente. Cuando queda solo la mujer que tengo al lado se hidrata con H2O haciendo glu glu glu. Uno barre, él deshoja una libreta como si fuese una flor. El otro ordena unas sillas, él se las desordena cada vez con más énfasis, hasta que saltan pedazos de plástico de las sillas que golpean contra las paredes. Gran espanto de la mujer. Despliega el programa como buscando una explicación o un pedido de disculpas. La escucho decir “a ver cuánto tiempo dura”. Dos se persiguen. Forcejean. Se rompen cosas, caen trozos cerca. (Pasa más pero anoto menos). Todo se apaga. Se escucha: “Hasta que al final el día llegó. Al fin llegó. Al final de un largo día. Cuando ella se dijo a sí misma: hay que parar”. Antes de que termine, entra otra voz, después otra. Canon. No hay fin, entonces. Sin embargo, los actores saludan.

La obra se llama Hecho para la ocasión, es de Maximiliano de la Puente, sobre textos de Beckett, y se estuvo presentando hasta el domingo pasado en el C.C. Ricardo Rojas. El título del post es una frase sustraída del programa, que refiere a las dos obras en que se centra esta versión libérrima: Film y Fin de Partida.

lunes, abril 23, 2007

Di Benedetto, Quiroga

El otro día hablaba con un amigo del cuento “Pez” de Di Benedetto, le decía que me recordaba a Quiroga. Después busqué en la biblioteca. Hay en “El hombre muerto”, de Los desterrados, similar detenimiento en la descripción del entorno mientras al hombre se le va terminando el aliento. No hablo del que agoniza, a quien una herida de machete deja inmóvil e impedido de buscar ayuda, sino del que cuenta. Nombrando lo mínimo patea hacia delante lo máximo, por apilamiento de palabras. Algo de eso se puede ver también, no tan claro por la escasez de líneas, en “A la deriva”, de Cuentos de amor, de locura y de muerte. Al gusto que le encuentro a la lectura le sigue el troceado y el desmenuzamiento: qué inmoviliza al narrador, qué lo demora, si el autor se refleja en el narrador, si hay una duplicación en la ficción de lo que sucede con la literatura. Porque se escribe para ahuyentar la muerte. No lo digo yo, lo dicen otros, muchos -Cohen, sin ir más allá de mi bolso-, ellos proponen y yo consiento, en todo caso, ante lo apabullante de la prueba.

Sábado de feria

El sábado tuve que ir a trabajar. No quería, pero tuve, y esa contrariedad me endureció el trapecio. Para desquitarme, ya que estaba en el centro -para mí, que vivo en el borde oeste de la Capital, el centro engloba varios barrios y se extiende fácilmente hasta Palermo-, me tomé el D y me fui a la Feria del Libro. Tenía entradas gratis y descuentos en algunas editoriales. Conseguí a buen precio varios libros que hace rato quería tener. Escuché a Monsivais. Comí un Cachafaz de chocolate. Tomé Fernet menta con Sprite.

domingo, abril 15, 2007

Nota al pie de la otra

No queda nada bien el verbo prorrumpir para un cuchillo, no calza, como si lo hubiese querido meter, al cuchillo, en una vaina equivocada. Habría sido mucho mejor que irrumpiese, la i le habría dado la entrada al resto tumultuoso (rr resonante, mp implosivo) como la aguda punta a la hoja, en el pecho. Es más factible, por ejemplo, que el sonido prorrumpa, quizás porque en vez de entrar, sale, surge de otra cosa y se expande. Incluso en cuanto a esto último el cuchillo sólo tiene el alcance que le da el metal que lleva, el mango lo limita pero ante todo la solidez.

viernes, abril 13, 2007

Nota al pie

Es necesario que lea a Jelinek. Vengo de lo de Nielsen, me traje esto. También Kurupi hace poco elogió La pianista y reprodujo partes de una entrevista. Trascartón, me dura el hormigueo que me dejó La profesora de piano. Haneke puede ser sutil y brutal a un tiempo. No se me borra todavía el minúsculo gesto del rostro inescrutable, apenas el labio que sube esquinado, en chanfle -mientras el cuchillo prorrumpe feroz en el pecho- y regresa a descansar sobre el otro. Sutil y brutal. Presiento que voy a encontrar ese rasgo, esa conjunción en Jelinek y me deshago de ganas de leer. Por eso digo: es necesario.

miércoles, abril 11, 2007

miércoles, abril 04, 2007

Cohen

Hubo una serie de días mojados y me empasté. El lunes todavía recelaba del sol. Hoy en cambio salí de casa, a la mañana, y el aire era livianísimo, fácil de atravesar. Una de las cosas que hice en estos días es empezar a leer Donde yo no estaba, de Cohen. “Pasan las cosas crípticamente, y las palabras se les superponen sin abrirles una ranura de ventilación”, dice, por ejemplo, Aliano. Me demoro en frases así, me alelo de puro gusto, como panconciente.

viernes, marzo 23, 2007

Simulacro

¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas? Uno puede pensar en una persona distante y puede tocar a una persona cercana; todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que las esperan con avidez. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican en forma desmesurada. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo. Y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, para recuperar la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano. Pero ya es tarde: son evidentemente inventos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso; después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la radio. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros, en cambio, pereceremos.

Kafka, Cartas a Milena

Invernadero

Sucede, a veces. En los comentarios de los blogs los sentidos se deforman, mutan. Las palabras se van vistiendo de interpretaciones: disfraz tras disfraz, caen bajo el peso de tantas miradas. Así crecen intensidades de invernadero, en medio de un clima artificial que el soplo de una (b)risa barrería en un instante.

viernes, marzo 16, 2007

Castillos

Años atrás escribí que en el relato “Ante la ley” se concentraba la trama de El proceso (que lo incluye). Con más justeza y propiedad Calasso afirma en K. que El castillo es una ampliación de “Ante la ley”. Yendo un poco más lejos y sin establecer una relación tan directa en ese breve escrito veo prefigurarse otros de Kafka: después de todo sobre ese hombre que espera se cierne una condena, aunque no haya verdugo más allá del solo paso del tiempo. El movimiento de acercamiento malogrado a una meta se puede resumir en una palabra aun: asíntota. (Me encanta su significado desesperanzado y su significante musical, la encontré en el Doke, hará un mes o algo así; no sé si la descubrí o la recordé).
En cosas como éstas meditaba esta mañana, mientras repasaba los asintóticos caminos de El castillo, de manera algo desordenada, durante unos minutos de colectivo y otros, menos, de subte. Es que anoche vi por fin El castillo, de Haneke. Como la obra de Kafka, es neblinosa, confusa, oscura, opresiva. Los ambientes cerrados ahogan, los abiertos son siempre adversos. En cada cosa o ser pende una amenaza para K. y eso hace que se vea cada vez más abatido. Hacia el final casi parece arrastrarse. El actor que lo interpreta es el mismo que hace de padre y esposo en Benny’s video y en Funny games. Su rostro refleja un permanente desconcierto, que conviene a la trama: siempre intentando desenredar lo que no entiende, K. es grave o irónico a destiempo. Quien hace de Frieda es madre y esposa en Funny games (que como El castillo, se filmó en el ’97). Son destacables las actuaciones de los dos. Las otras, no, pero no están mal. La vaguedad temporal y la espacial están bien logradas. No se muestra el castillo, que en el libro es apenas un caserío; me parece un acierto esta elusión, su presencia habría sido grosera. El respeto a la letra en una obra compleja es sorprendente en una peli que se hizo para la televisión. Los pasajes narrados le dan un aire de fábula, quizás refuerzan la alegoría. Casi no lleva música. No se suaviza el abrupto final. Me pareció una muy buena adaptación.

domingo, marzo 04, 2007

Más de Haneke

El germen de Benny’s video es una noticia que Haneke leyó acerca de un chico que quería saber cómo se sentía matar, después de haber visto tanta muerte en la pantalla. Se produce un desfasaje, una contaminación de la ficción en la realidad. La peli muestra a Benny, contagiado. Ya vio cómo se mata a un cerdo. Puede retroceder la cinta y el cerdo está vivo. Prueba con una nena: le dispara con el arma con la que mataron al cerdo. Ante su estupor, la cinta no retrocede.
El director cuenta en la entrevista que proyectan después de Funny games que le había llamado la atención leer en los diarios que chicos de buenas familias perpetraban crímenes sólo por la emoción que les producía. La idea es similar a la de Benny’s video, pero acá hay un componente mayor de voluntad, de conciencia del asesinato. Me gustó una barbaridad esta peli. Sin intentar un resumen, sólo para mostrar el tablero: Dos nenes bien entran a la casa de una familia bien para tratarla mal. No quieren robar ni violar. Los chicos quieren jugar. Matar, sí, pero solamente después de haber jugado lo suficiente. “Frío”, “caliente”, va diciendo Paul a la mujer que busca los restos del perro al que oyó aullar de dolor. El foco en la mujer, esa ficha, se desplaza y se fija en la nuca del jugador, que gira entonces su cara sonriente a la cámara y guiña un ojo al espectador. (Esa manía de Haneke de meter chinches en la butaca). ¿Se dirige a mí? ¿Esa bestia me está haciendo su cómplice? Pero claro, ¿no nos estamos divirtiendo, todos? “Apostamos que mañana a las nueve estarán muertos y ustedes deben apostar que estarán vivos. ¿Por quiénes apostarían?”, dice a la cámara. Vamos, ¿no es entretenido? ¿Qué emoción, dice Haneke, están buscando en los films cuando la violencia no está mediada por la reflexión?

Tangos


Mirjam es de Berlín y baila el tango como ninguna. Maray es de San Pablo y cierra los ojos para dejarse llevar por Franco, en la milonga. Vero, qué manera de ser porteña al cuete.

miércoles, febrero 28, 2007

Bombardeos

Anoche tomé mi segunda clase de tango. Del canyengue en el Abasto al tango queer en San Telmo. Poco que decir sobre eso. Esto, quizás: a medida que tomaba más y más cerveza creía percibir que iba mejorando mi baile (cuando en realidad era mi percepción la que empeoraba). A la hora de los farináceos se sentó en la mesa (no sé de dónde salió, de golpe lo tenía enfrente) Julio. Me contó que codirige junto a dos amigos una revista, Casa Grande, en Chile, que cambia de formato en cada número (pasquines en el subte; programa radial; diario gratuito; ahora están proyectando una edición parásita, con artículos que van a diseminar en otras publicaciones). Interesante. Pero, a lo que iba, diría Mini: en 2001, 2002 y 2004, Julio y sus secuaces arrojaron en la Casa de la Moneda (Chile), Dubrovnik (Croacia) y Guernica (País Vasco) una lluvia de poemas desde un helicóptero. Bombardearon con versos lugares donde cayeron bombas. De su blog levanté la foto de Guernica que pego acá. Una maravilla.

martes, febrero 27, 2007

A lo que iba

La cosa es que no me explico cómo, de pronto yo le estaba serruchando a Rebeca esta zona… esta zona de acá. (Se señala un costado de la base del cuello.) El cuchillo del pan es romo. (Silencio.) Si alguna vez se dignasen a preparar el desayuno lo sabrían. Sabés que no lo digo por vos, Pupú. (Silencio.) Quiero decir que por eso tuve que serruchar. (Silencio.) A lo que iba es que no pude comprar los limones. Las milanesas las vamos a tener que comer con mayonesa o mostaza.
Mini, en La escala humana, de Javier Daulte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian

Gusanos de seda

Este fin de semana en que la presencia más que palpable, aplastante del calor -escribí, el sábado, “me ahogo en el aire quieto como (en) un lago”; el domingo fue peor- y la ausencia de aire acondicionado en casa me retuvieron más de lo acostumbrado en superficies que ofrecieran cierta horizontalidad a mi abatimiento, me dejé estar a la sombra de Los anillos de Saturno, de Sebald, que casi no había tocado en la semana. El caminante registra lo que ve y lo compara con lo que recuerda, anota sus reflexiones, pero el viaje es un hilván: cuando el hilo corre del revés de la tela otros lo viajan. Me gustó esta forma de narrar. Desplazamiento, detención en un punto, como en un mirador interior, expansión. La mayor parte del último capítulo se dedica a los gusanos de seda. Se compara a los tejedores de seda con los eruditos y escritores. Reproduzco esta parte para que se entienda la imagen: “tendían a la melancolía y a todos los males que derivan de ella, se entiende en un trabajo que obliga a sentarse constantemente encorvado, a una ardua reflexión permanente y a un cálculo ilimitado de amplios modelos artísticos. Creo que uno no se hace fácilmente una idea de la impotencia y los abismos a los que a veces puede arrastrar a una persona la reflexión constante, que no concluye con el denominado cese de jornada, y la sensación que penetra hasta los sueños de haber prendido el hilo equivocado”. No pude evitar pensar además en el escritor como gusano de seda. Se dice que la oruga guarda el material resinoso que luego será seda en tubos que se enrollan como ovillos, como intestinos. ¿No desovilla sus intestinos el que escribe?

martes, febrero 20, 2007

domingo, febrero 18, 2007

Tu cuerpo cortado como un rumbo

Esta mañana, hace unos minutos nada más, soñé que subía a un colectivo donde la gente, al poner las monedas en la expendedora de boletos, podía escoger, como en una rockola, una canción que sonaba hasta que llegase el próximo pasajero. El repertorio se agotaba en el género flamenco. A mi turno, hice mi elección y fui a sentarme en el fondo. Mientras una voz doliente de mujer cantaba, le dije a mi acompañante: “Es genial. Fijate lo que dice: ‘tu cuerpo cortado como un rumbo’. Es muy buena, tengo que anotarla”. Me desperté y la anoté.

domingo, febrero 11, 2007

Para ocho

Me acuerdo de una frase que Nori dijo el viernes y, sobria, vuelvo a reírme. No creo que se moleste por la infidencia, de verdad merece, si no inmortalizarse, al menos propagarse de alguna manera. Salimos de ver la de Haneke y nos fuimos a comer a la parrillita de Dorrego y Fraga: vacío, papas fritas, vino. Cuando nos levantamos para irnos, Nora dijo: “Tengo un pedo para ocho”. Y en seguida, dirigiéndose hacia un grupo de gente que seguía comiendo, del otro lado de los vidrios: “¡Hey, ustedes ocho! ¡Salgan! ¡Tengo un pedo para ustedes!”.

Divertimento de domingo a la mañana

Está a la vista. Estuve modosita, ¿no?

Grande y pueril

Entendida en sentido radical, la «petición» presupone un conocimiento sin lagunas de la propia vida. Este es el delirio de omnipotencia de la literatura: inevitablemente conectado con su origen, que presupone la culpa —o al menos la acusación. Origen él mismo de toda duda, de toda sospecha de impotencia y de inadecuación. La oscilación permanente entre la sospecha de una total futilidad y la aspiración a un completo dominio hace que el sentimiento vinculado a esta práctica asuma una tonalidad de tristeza. Triste es esta forma de escribir, esta elaboración de un conocimiento total al que K. se siente obligado. Objeto al mismo tiempo grande y pueril, como la literatura. También senil, si es llevado a sus extremos: trabajo «apropiado quizás para, un día, después de la jubilación, ocupar una mente infantilizada, ayudándola a pasar los largos días».
Roberto Calasso, K.

sábado, febrero 10, 2007

Divertimento de sábado a la tarde

Hoy a la tarde, por la mitad de Bartleby & Co. de Vila-Matas me viene a estorbar el fantasma de El silenciero. Pienso si no será el protagonista y narrador, también, un Bartleby. Es decir, según Vila-Matas, alguien que podría escribir, pero prefiere no hacerlo. Para que la idea deje de silbarme en la cabeza hago lo necesario. Indago, así: recorro de nuevo el libro de Di Benedetto, rastreando los párrafos en que el silenciero habla de su proyectado libro (en un momento son dos). Con tiras de papel del envoltorio de las facturas para el mate voy marcado las partes que me interesan. Trato de no distraerme con las anotaciones que hice antes (en el margen de una conversación con Besarión, leo Besarión-Silenciero, Robinson-Bardamu; en un pasaje en que el narrador se asimila a los animales que escarban la tierra mi letra de lápiz dice Kafka por Deleuze; ya dije: dejemos eso). Después repaso cada mechón de papel y admiro la coherencia de los pasajes marcados: nunca se menciona el miedo a la página en blanco, el esfuerzo frustrado. En cada página señalada, la escritura es postergada. No dice siquiera que haya empezado a escribir. Dice: “mi convicción de que puedo escribir”, “Después no escribo. Me dejo estar y me disperso”; “Tal vez pueda volver al libro (comenzarlo)”, “escribir las páginas con que mi libro, por fin, tendrá comienzo” (esto último, tres páginas antes del final). Concluyo que es un Bartleby. ¿De qué me sirve esta comprobación? De nada. Es sólo rock and roll, pero me gusta.

Una de Haneke

¿De qué trata "El séptimo continente", de Michael Haneke? Diría (no me olvido de la entrevista donde sostiene que pretende que el espectador se forje sus propias respuestas) que de lo vano de la vida como suma de actos mecánicos. En el comienzo, la cámara enfoca el giro del picaporte, el cepillado de los dientes, el amarre del zapato, el llenado de la jarra para el café. La gente queda por fuera de las cosas: pasan unos cuantos minutos antes de ver una cara.
Después, con las caras, la cosa se pone peor. El trabajo puede ser una pila de papeles con números, así de absurdo e inhumano. El supermercado, un espacio lleno de música anodina y raros paquetes de colores chillones. La cena, una farsa: abajo el mar revuelto, arriba sonrisas sin olas y qué rico todo. Alguien hace crisis y llora a gritos. Nada pasa. Otra crisis, después. Vuelta a la aterradora normalidad. Nada. Escuela, trabajo (un ascenso), cartas a mamá separando los bloques y dando pistas.
Nada, pero el dolor me avisa que estoy apretando con fuerza los maxilares.
El desmoronamiento que empezó con el café matutino, el cereal y la leche, sigue con el martillo, la maza, la sierra.
No digo más. Sepan que me encantó. No había visto nada de él. Fui porque un tipo que filmó El castillo (¿cómo habrá hecho?) me resulta irresistible. También porque me interesó esto en la reseña que me envió la gente de Metrocinearte, con la invitación: “Los principales temas del trabajo de Haneke son la frialdad de la sociedad, la indiferencia que vuelve inflexibles a las personas frente a sí mismas y a los otros, la (mala) influencia de los medios y la falta de habilidad de la gente para comunicarse”. Miren.

lunes, enero 29, 2007

Eso que zumba

Y una que es obsesiva hasta el infinito y más allá lee el post que escribió ayer y como siempre lo encuentra desastroso, un mamarracho, tan pocas líneas y hay que ver cómo le chingan palabras acá y allá, piensa en recortar y emparchar, mejorarle la pinta, se encamina muy decidida hacia la puerta de la versión vieja y ¡zácate! se topa con Blogger que levanta la mano, alto ahí, muestre la credencial, no tengo, nunca me quise pasar a Blogger Beta, nada más porque me molestaba que se me ofreciese con tanta insistencia (¡ya te escuché la primera vez!), pero ahora no hay Beta, es todo, yo qué sé, Alfa, supongo, la cosa es que no hay opción (yo digo, ¿no?, ¿para qué me preguntan entonces si quiero usar la versión vieja?), salgo y entro y vuelvo a darme cabezazos hasta que me convenzo, digo está bien, lo que quieras, pero no es tan fácil, me tienen que invitar para abrir una cuenta de Gmail, digo Mar, invitame, vos que sos de la primera ola, por fin entro y no se llama Alfa sino Buzz, sí, como el de Toy Story, pongo ver blog para verificar que Buzz no me haya dejado el rancho desordenado y lo primero que veo son unos cosos raros todos despeinados en donde debería haber letras con tilde, en mis enlaces, y ya en este punto no tengo más ganas de jugar a los encastres con el post de ayer a ver qué pieza entra mejor.

domingo, enero 28, 2007

Encrucijada

Zama es, por ciertos aspectos de su concepción narrativa, comparable a las obras mayores de la narrativa existencialista, como La náusea y El extranjero. Yo creo, sin embargo, que por las circunstancias en que fue escrita y la situación peculiar de la persona que la escribió, Zama es en muchos sentidos superior a esos libros. En primer lugar, lo que distingue los libros citados de Zama es que sus autores, de un modo u otro, han tenido, en la época en que los han escrito, un comercio estrecho con la filosofía. La náusea es un libro que, por haber sido escrito después de haber sido concebida la filosofía que lo sustenta, podemos considerar como un informe o una ilustración de ciertas tesis más que como una narración. Algo aproximado, aunque menos tajante, podemos afirmar de El extranjero. Zama en cambio no es el producto de ninguna filosofía previa: encuentra más bien espontáneamente a la filosofía, como Edipo a su padre desconocido en la encrucijada trágica.
Juan José Saer, acá

Sh

“Considero al hombre como hacedor de ruidos”, dice. Él, hacedor de silencios, es, al menos en ese aspecto, inhumano. Insiste: “Los seres humanos son generadores de sonidos. Son (los demás)”. Se aparta, divide: ellos, no yo. Un extraño. Más: un extranjero. Ya a las puertas de la cárcel, la frase de Kierkegaard sobre Sócrates (“su demonio le impidió que se defendiera”) con la que se identifica el silenciero bien podría aludir al fin de Mersault.
(Antes, en otro lado, Saer emparentó Zama con El extranjero. En Letras tenían una manera de decir eso que me sonaba dulce: “lo inscribe en una cosmogonía junto a…”. Lo escuché tantas veces, era como un tic. Pero trato de no usar esas franelas de sacar lustre, tan gastadas).
Pienso, además, en los modos en que hace silencio. Por un lado, combate el ruido o lo elude. Por otro, frustra la expectativa de la palabra: dice que es escritor, no escribe. Fabula, pero calla. Pesa menos la expectativa de otros que la propia: es la intención de escribir la que crea un vacío en lo no escrito.
“-¡Y no pretendas haber sido dado en sacrificio, ser un inmolado!”.
(Entonces me cubro la cara con las manos).

La vuelta

Esta semana que pasó me reincorporé al laburo, tras las vacaciones. Mi cuerpo, parece, anduvo queriendo desincorporarse. Dolor en garganta, cabeza, pecho. Hoy domingo de mañana me desperté con un cosquilleo malsano, especialmente en brazos y piernas. Toso y me atrueno. Sálvame Salbutamol.

jueves, enero 04, 2007

Luciérnagas

Hago unas anotaciones en mi cuaderno y veo (porque lo doté de un soporte material, esa tinta volcada y sucesiva) cómo se va ordenando mi pensamiento. Pero hay más. Al parecer, el acto de escribir abre la puerta a nuevas ideas. O, dicho de otra manera: Una masa informe de luciérnagas se mueve en una habitación a oscuras. Atrapo una cuantas, las enfrasco. Entonces se acercan otras al frasco, unas que no había advertido, atraídas por la luz agrupada.