jueves, agosto 30, 2007

Y así con todo

Igual, casi nada puede decirse…Fui a buscar Payasadas porque Pablo escribió algo que me gustó, glosando Matadero 5. Cuando abrí el libro y me encontré con el calco de mi recuerdo, pensé, claro, en lo que dije, pero además, y al mismo tiempo, en: los conceptos de tiempo y memoria en Bergson; el reportaje a Borges que vi hace unos días, más exactamente el fragmento en el que decía que se asombraba de ser él mismo, siendo que lo que constituía su identidad era el recuerdo y era tan poco lo que recordaba; los recuerdos irrecuperables como muertecitas en El cielo protector. Una puerta se abre, y otra, y otra, pero sin "y", no hay sucesión. La visión es simultánea, yo quedo parada ante las puertas, de las que no veo las hojas, sólo los marcos. Lo que veo no lo puedo decir. Tengo que elegir, desprender un pedazo y clavarlo y describirlo, decir veo esto, pero tienen que saber: no, no es esto lo que veo. Esto es lo que tuve que recortar, una parte minúscula, sucia de lenguaje, además.

miércoles, agosto 29, 2007

Vonnegut

Leí esto de chica, bah, de mediana, digamos, a los dieciséis o algo así. El año pasado, hablando con Inés, lo recordé. Pero no, si digo que lo recordé parece que lo hubiese perdido y recuperado, más bien, pienso, estuvo, está, antes y ahora, a mano, y puedo tomarlo como en el gesto, que duplica el de la memoria, de agarrar el libro y sacarlo, en este caso, de la biblioteca en la casa de mis viejos, y abrirlo, y leer. Me pregunto cómo perduró con tanta nitidez esto en mí, que tanto cambié, mucho más que el libro, al que el tiempo amarilleó las hojas, más quieto y manso que yo, en la biblioteca.

-Eliza –continué-, en muchos de los libros que te he leído se dice que el amor es lo más importante de todo. Quizás éste sea el momento de decirte que te quiero.
-Pues bien, dilo.
-Te quiero, Eliza.
Ella lo pensó un momento.
-No –replicó finalmente-, no me gusta.
-¿Por qué no? –pregunté.
-Siento como si me estuvieras apuntando con una pistola. Es una manera de hacer que alguien te diga algo que probablemente no siente. ¿Qué puedo decir, qué puede una persona decir, excepto “yo también te quiero”?

Kurt Vonnegut, Payasadas

sábado, agosto 25, 2007

Sobre el OuLiPo

Como es evidente, el post anterior es una crónica muy personal, donde se dice muy poco acerca del OuLiPo. Para los interesados, las recomendaciones de la casa son este sustancioso escrito de Bénabou y de postre esta traducción del comienzo de una novela de Perec, que Berti leyó el martes y que pareció no disgustar a Bénabou y Le Tellier.


Tríptico del martes

I

Llego tarde, pero el programa está atrasado, me dicen, así que por esas cosas de la relatividad los dos retrasos se encuentran en un punto intermedio. Conforme, decido entrar. Me preguntan si necesito traducción simultánea, digo sí y me adosan un ladrillo del que cuelgan los auriculares, negros, bisbiseantes. Tengo los míos, blancos, donde todavía canta Billie Holiday, apago, guardo, me pongo los negros, todo eso mientras entro al auditorio, busco el lugar más a mano para sentarme y miro a los tres del estrado. Uno habla. En francés. Me acomodo. La voz en los auriculares me dice que el objetivo de OuLiPo es proponer medios de escritura, no necesariamente producir obra. Busco en el programa fechas de nacimiento y deduzco: Bénabou. Habla de creación creante, estructuras, limitaciones. Dan como ejemplo una obra de Perec, La desaparición, que omite la “e”. Le Tellier cierra, como bien queda, con una nota simpática, afirmando que el verdadero éxito del grupo llegará cuando se lo mencione con una connotación negativa, como sucede con el surrealismo.

II

Se presenta una adaptación de Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau, por Patricio Orozco. Dos mujeres, un hombre. Jueza, abogada, acusado (de empujar a otro, de hablar con un amigo, de perder un botón). La abogada se extiende en precisiones inútiles de tiempo y espacio. Llama a la testigo. Cuento ocho entradas de la misma persona, narrando lo mismo de maneras diferentes (no recuerdo algo específico sobre la primera; la segunda es artista plástica y describe colores; la tercera interpone a cada paso la muletilla “entonces”; la cuarta empieza en el desenlace y culmina en el comienzo; la quinta parece amedrentada; la sexta busca metáforas en la comida; la séptima es vacilante; la octava, poeta). El hombre se ve vencido por la copiosa evidencia y confiesa: que empujó, que habló, que perdió un botón. Lo llevan.

III

Cuando la chica presenta a Cohen dice que escribió El país de la dama y él no la corrige. Empieza la voz algo aguda de Cohen, con breve intro donde se declara admirador de Queneau y como supuse, lectura. Dice que OuLiPo encuentra la posibilidad de desinhibirse mediante un régimen literario estricto (más tarde descubriré que es una recreación de esta frase de Georges Perec: “En el fondo, me impongo reglas para ser totalmente libre”). Habla de un desapego budista en los integrantes del OuLiPo (más o menos textual: “como para Herzog y Coltrane, para ellos el artista es una vasija para el arte, que viene del cielo”). Apela a una idea de Agamben: existen seres vivientes y substancias por un lado y dispositivos por otro. De la relación entre ambos surge el sujeto. Un dispositivo es la literatura. Entiendo (no sé si lo dice o lo deduzco, o quizás debería decir: colijo) que quiere llegar a que el OuLiPo fuerza ese dispositivo. Cuando termina de leer, se (me veo tentada a decir “se entabla una conversación”; no, por favor), se suelta y conversa con los franchutes (pero B. es marroquí) y viene lo mejor de la noche, como siempre que tras un acto más o menos formal la gente se apoya en el respaldo y estira las piernas (la distensión propicia la fluidez, como en cualquier canal). Bénabou cita a Queneau: “El verdadero inspirado nunca está inspirado, lo está siempre”. Hablan de los neologismos -Cohen los arrea para ese lado, que tanto le gusta recorrer-, de su efecto deconstructor en la lengua. El objetivo de Queneau, dice Le Tellier, era que con el neologismo la palabra se volviese más comprensible. La destruía para mostrar su carácter efímero. Hablan del pequeño escritorio de Queneau en Gallimard; las reuniones en la casa de Perec; la importancia del la muerte y del aspecto moral; las matemáticas; Joyce; Hegel; Cortázar y los palíndromos; Borges y “Pierre Menard, autor del Quijote”. Después saludan. Nos vamos. Ellos no. Se quedan allá. Y acá.

jueves, agosto 16, 2007

Espejismo

Donde la página me dice “La mujer, que duerme a su lado” me digo (leo) “La muerte, que duerme a su lado”. Al darme cuenta del error presumo que el vocablo “muerte” en la línea de arriba extendió su influjo e impuso su reflejo en “mujer”. Igual me gusta el espejismo, por lo universal. No todos duermen con una mujer al lado.
Esta boca cerrada es mía.