Hace tiempo que vengo diciendo que voy a decir algo sobre Impureza, la última de Cohen, y no digo, ni algo siquiera. El tema es que para hacer interesantes mis impresiones sobre la novela, para ser al menos a medias amable con quienes pasan por acá, no puedo volcarlas sin más, tengo que acomodarlas, articularlas. Elaborar. Eso: elaborar. Y el tiempo libre en estos días fue breve y salteado, hipante. Pero los días se acumulan y las ideas sobre un libro que leí hace tres o cuatro semanas se adelgazan. Los borradores se borronean. Quizás más adelante diga algo. Por ahora, copio abajo, casi crudas, apenas salteadas, algunas notas que tomé en las siete páginas en blanco que siguen a la última línea de la novela y que la generosidad los editores ofreció a mi lápiz.
Tango.- “Ya da la noche a la cancel / su piel de ojera. / Ya moja el aire su pincel/ y hace con él la primavera. / ¿Pero qué?, / si están tus cosas pero tú no estás, / porque eres algo para todos ya / como un desnudo de vidriera”. Sé que la cosa viene de tango así que leo “Ojeras” y la palabra despierta el recuerdo. (Es un tanteo intuitivo. Después voy a ver que se ajusta bastante a Verdey, o, mejor dicho, a la nostalgia rabiosa de Neuco por Verdey.)
Futuro.- Parece que ha llegado, se ha desplomando. El futuro se muestra acabado, la negra cerrazón de la desesperanza. Desazona esta frase: “No hay novedades. Ha llegado el futuro”. Descorazona.
Mnádex.- “el que oye la canción queda alelado de empatía”. El panconsciente se alelaba, también. Pero hay acá algo perverso, una intención colonizadora. “Como quien es abordado por la pluralidad de lo que existe”, estaba el panconciente. Pero “la panconciencia es una alucinación consensual” (esto es de Los acuáticos, en donde para mí ya se ve el caldo en que se cocerán Donde yo no estaba e Impureza). Eso le falta a la frecuencia mnádex, lo consensual. La frecuencia mnádex implanta. Por eso mismo es más verosímil. Colonización subliminal: fácilmente reconocible en las corrientes estrategias de marketing o el encantamiento que obra la música electrónica, los ritmos repetitivos que extasían.
Océano.- La intimidad es inmensa, oceánica. Une la cadena de momentos. Asocia las palabras a imágenes. Sólo se vive en la intimidad. Neuco busca una explicación en los libros, un paliativo. Me acuerdo, claro, de Aliano y de O’Jaral. Pero Neuco va más directamente al punto, quiero decir a la palabra. Lo que lee: Casos y cosas del idioma. Así intima con las palabras, se las apropia. O no se nos hace carne, a veces, lo que leemos. Pienso, resumo: todo lo dicho sobre la intimidad podría decirse del lenguaje.
Verdey.- Eva o Gilda, dijo Carlos. Sí. Y también versión de Yónder, digo. Una y uno: “Lo que puncha al patrón es organizarse”. “Si queremos eficacia, quinotos, tenemos que autoprogramarnos”. “Qué tanto sentimiento si no sabemo razonar”. “Cónfrades: lo central es la confianza en la propia capacidad de pensar”. “¿Ustede se creen que son alguien porque dan miedo? Ni individuo son, no sean otarios”. “¿Y ustedes quieren hacer una isla mejor, manga de caguetas? Lo que quieren es más pomada en el culo”.
Impura Verdey, hasta el color de los ojos, que primero es negro y después verde. Pero en sus ojos hay que creer como en sus saltos: suspensión de la incredulidad. Encantadora Verdey, ruin, diabólica, viciosa, creyente en la posibilidad de purificarse.
Pureza.- Todos impuros, dicen Verdey, Nígolo. “Sí, todos somos impuros, viejito, pero eso de la pureza es un argumento para desmerecerse; y cuanto más un o se rebaja más se permite ser infeliz”. Aspiración a la pureza, que en ningún lado mora. Porque del pretendido puro se desconfía (“el carácter presuntuoso y fraudulento de una virtud sin dobleces”). Todos tenemos dentro un poco de basura. “Todos tenemos dentro un poco de basura”. (Porque también lo puedo decir yo y sacarle las comillas). Mancha indeleble, dice Verdey. La mancha humana.
(Y todo esto es nada más un paseo con buscapolos por un libro, sin agregar casi nada).
domingo, diciembre 16, 2007
La vasta proyección en plano de un cerebro que sueña
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