lunes, agosto 27, 2012

Quedate así





















No puedo. Me da risa.
(Sábado por la tarde, en el Bar Palacio, Chacarita. Fotos de Nora).

viernes, agosto 24, 2012

Cazador


Sostiene Barthes, de acuerdo con Marthe Robert, que la obra de Kafka no es un tejido de símbolos. El símbolo es seguro, afirma una analogía entre una forma y una idea. Se trataría de un sistema de alusiones, como si un signo inmenso interrogase a otros signos.
Aunque es muy bella la idea de Sebald sobre el sentido de los viajes de Gracchus, no podemos olvidar que se trata de una posibilidad de lectura entre muchas. También nosotros somos ese cazador: mientras leemos a Kafka vadeamos una orilla que no podemos alcanzar.

jueves, agosto 23, 2012

La tierra firme

En el cuarto relato que compone Vértigo, “Il ritorno in patria”, Sebald narra la historia de un cazador, Hans Schlag, extranjero en un pueblo donde todos se conocen. Leemos que antes de recalar en el cargo administrativo que ahora ocupa le fue encomendado un coto de caza en la Selva Negra. Schlag, hombre apuesto, de cabello y barba oscuros y “ensombrecidos” ojos, no habla con nadie pero mira a una, a la hija del posadero, con la que, por así decir, un día se traba en amores; otro día aparece muerto en el fondo de un cañón. No se aclara la muerte del hombre oscuro. El narrador recuerda haber visto el cadáver, de aspecto tan plácido que “se hubiera podido creer que Schalg solo se había quedado dormido”. Pero el lector de Vértigo ha transitado un paisaje similar. En el relato anterior, “Viaje del Dr. K. a un sanatorio de Riva” se vuelve a contar la desventura del cazador Gracchus, inolvidable personaje de Kafka. Este cazador, que se ha despeñado hace un tiempo incontable, mientras perseguía una gamuza en la Selva Negra, deambula a la deriva desde entonces en su barca, sin poder tocar más tierra firme que ésta, temporal. La del puerto de Riva, por caso. El final, o más bien el punto donde Kafka interrumpió su relato, inconcluso, no puede leerse sin estremecimiento. Gracchus, ante la pregunta del alcalde acerca de si se va a quedar un tiempo en la ciudad, le responde: “Estoy aquí, no sé más; no puedo hacer otra cosa. Mi barca carece de timón, viaja con el viento que sopla en las regiones inferiores de la muerte”. Al decir esto, Gracchus ha apoyado una mano sobre una rodilla del alcalde. Es un gesto conmovedor: un ruego por ser comprendido. No se especifica cuál es la culpa que parece estar purgando. “Pero como es el Dr. K. quien se ha inventado la historia, me temo que el sentido de los incesantes viajes de Gracchus, el cazador, reside en la expiación de un anhelo de amor que siempre apresa al Dr. K.”, ensaya Sebald. Quizá por eso no pude dejar de imaginar en este punto a Kafka con una mano sobre la rodilla de Felice, mientras le explica que aunque fantasea a veces con la vida de casados no puede incurrir en el matrimonio, que no habrá más tierra firme para él que la que encuentre en la muerte.

jueves, agosto 16, 2012

Criadas


Entrada la noche, vuelvo a casa. Trato de discernir si tiene olor la neblina densa que remuevo al caminar. Quizá una cualidad metálica. Lo cierto es que respiro como si masticase. Vengo pensando en la obra que acabo de ver. Sin duda lo más grande: los parlamentos y Marilú Marini. De criadas todos tenemos un poco, de eso hablábamos con Mariana y Nora, a la salida del teatro. Solange a Clara: “Estoy harta de este espejo espantoso que me devuelve mi imagen como un mal olor. ¡Sos mi mal olor!”. Genet: “Voy al teatro para verme en el escenario (restituido en un solo personaje o gracias a un personaje múltiple y bajo la forma de un cuento), de una manera que no sabría o  no me atrevería a verme o a soñarme, y sin embargo, tal como sé que soy”.

miércoles, agosto 08, 2012

Añoranza


Mientras transcribía el párrafo anterior, me incordiaron ciertas disonancias, como la repetición de “árboles” que puede evitarse sin merma o el final de una oración “en vertical”, donde hubiera preferido que se omitiese la preposición. Mejor todavía: “Durante minutos dejaba hincado, vertical, el tenedor en su pastel.” La traducción es de Carmen Gómez García. Quizá sea un traductora muy buena, pero en este instante extraño las armoniosas melodías de Miguel Sáenz.

Los momentos propicios

Aquel día claro de octubre, en el que Ernst y yo, sentados el uno junto al otro, disfrutamos de esta maravillosa vista, sobre el mar de follaje flotaba un vapor azul que alcanzaba los muros del castillo. Ondas de aire se filtraban por entre las copas de los árboles y hojas aisladas, desprendidas de los árboles, encontraban la corriente de aire elevándose tan alto que lentamente se iban ocultando a los ojos. Ernst se había marchado con ellas, muy lejos. Durante minutos enteros dejaba hincado el tenedor en su pastel, en vertical. Sellos, dijo de repente, antes coleccionaba sellos austríacos, suizos y argentinos. Después fumó en silencio otro cigarrillo y repitió, mientras lo apagaba y como asombrado de toda su vida pasada, la palabra “argentinos”, quizá pareciéndole demasiado extranjera. Aquella mañana habría faltado poco, creo yo, para que ambos hubiéramos aprendido a volar, o para que yo, por lo menos, hubiera aprendido lo que se necesita para una caída decorosa. Pero siempre dejamos escapar los momentos más propicios.

W.G. Sebald, Vértigo

lunes, agosto 06, 2012

Hogar


"Como el emigrante que era, un emigrante que ya no se sentía cómodo en Alemania pero no podía terminar de establecerse en Gran Bretaña, emigró a sus libros. Ése fue su verdadero hogar."


Sigrid Löffler, en el film de Thomas Honickel W.G. Sebald, el emigrante

domingo, agosto 05, 2012

Alborada y ocaso


Doy una vuelta por los blogs y me entero de dos cosas: que unos versos que atribuí a Marcelo Cohen son de Philip Larkin; que hoy ha muerto Chavela Vargas. La escucho cantar, un rato, unas canciones. La voz de Chavela, es sabido, no solo se percibe con los oídos. Es tempestad y aluvión. De golpe se triza, contenida en un susurro. Se sume en un rugido apagado. Se templa, pero no se amansa. Como quien templa el acero al rojo en un frío brusco para que cobre dureza. Vuelvo a Larkin: “Ser valiente/ no permite a nadie librarse de la tumba”.

viernes, agosto 03, 2012

Entretiempo

El martes tuve que hacer tiempo en el centro. (Formas del decir. El tiempo solo bien se hace. Lo que queda es ir encajándolo en espacios según vaya llegando). Como el clima era desapacible me sustraje a la intemperie en un cine. Había empezado la película pero restaba lo justo. Entré con la sala a oscuras. El acomodador no se molestó en seguirme y desde la entrada desplegó un haz luminoso sobre las numerosas butacas vacías. Me apuré a ocupar una. Penélope Cruz rabiaba en italiano. No me interesé enseguida en la película, distraída por lo que la enmarcaba. La sala del Lorca es larga y angosta. “Ventral”, pensé. La pantalla es una luz al final del túnel. Quizás por la forma de la sala el sonido tiene ahí una extraña reverberación que no quisiera disminuir llamándola “eco”. El efecto es el que se deja oír en algunos teatros. Al mirar hacia delante las paredes entran en el campo de visión. Están cubiertas con cuadros de madera compuestos de listones, en una dirección y en otra. El piso también tiene su peculiaridad: la panza del gusano se hunde al medio, se arquea. Ubicada un poco más atrás de la mitad, podía ver las primeras filas en ascenso. Con varios lugares vacíos a un lado y otro, me apoltroné. La película no era memorable, pero para Woody tengo la risa fácil.
(El buscador encontró la foto que me hubiese gustado tomar acá, inserta en un texto escrito sin duda con un sentimiento similar al mío. Causalidades).