viernes, marzo 23, 2007

Simulacro

¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas? Uno puede pensar en una persona distante y puede tocar a una persona cercana; todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que las esperan con avidez. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican en forma desmesurada. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo. Y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, para recuperar la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano. Pero ya es tarde: son evidentemente inventos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso; después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la radio. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros, en cambio, pereceremos.

Kafka, Cartas a Milena

Invernadero

Sucede, a veces. En los comentarios de los blogs los sentidos se deforman, mutan. Las palabras se van vistiendo de interpretaciones: disfraz tras disfraz, caen bajo el peso de tantas miradas. Así crecen intensidades de invernadero, en medio de un clima artificial que el soplo de una (b)risa barrería en un instante.

viernes, marzo 16, 2007

Castillos

Años atrás escribí que en el relato “Ante la ley” se concentraba la trama de El proceso (que lo incluye). Con más justeza y propiedad Calasso afirma en K. que El castillo es una ampliación de “Ante la ley”. Yendo un poco más lejos y sin establecer una relación tan directa en ese breve escrito veo prefigurarse otros de Kafka: después de todo sobre ese hombre que espera se cierne una condena, aunque no haya verdugo más allá del solo paso del tiempo. El movimiento de acercamiento malogrado a una meta se puede resumir en una palabra aun: asíntota. (Me encanta su significado desesperanzado y su significante musical, la encontré en el Doke, hará un mes o algo así; no sé si la descubrí o la recordé).
En cosas como éstas meditaba esta mañana, mientras repasaba los asintóticos caminos de El castillo, de manera algo desordenada, durante unos minutos de colectivo y otros, menos, de subte. Es que anoche vi por fin El castillo, de Haneke. Como la obra de Kafka, es neblinosa, confusa, oscura, opresiva. Los ambientes cerrados ahogan, los abiertos son siempre adversos. En cada cosa o ser pende una amenaza para K. y eso hace que se vea cada vez más abatido. Hacia el final casi parece arrastrarse. El actor que lo interpreta es el mismo que hace de padre y esposo en Benny’s video y en Funny games. Su rostro refleja un permanente desconcierto, que conviene a la trama: siempre intentando desenredar lo que no entiende, K. es grave o irónico a destiempo. Quien hace de Frieda es madre y esposa en Funny games (que como El castillo, se filmó en el ’97). Son destacables las actuaciones de los dos. Las otras, no, pero no están mal. La vaguedad temporal y la espacial están bien logradas. No se muestra el castillo, que en el libro es apenas un caserío; me parece un acierto esta elusión, su presencia habría sido grosera. El respeto a la letra en una obra compleja es sorprendente en una peli que se hizo para la televisión. Los pasajes narrados le dan un aire de fábula, quizás refuerzan la alegoría. Casi no lleva música. No se suaviza el abrupto final. Me pareció una muy buena adaptación.

domingo, marzo 04, 2007

Más de Haneke

El germen de Benny’s video es una noticia que Haneke leyó acerca de un chico que quería saber cómo se sentía matar, después de haber visto tanta muerte en la pantalla. Se produce un desfasaje, una contaminación de la ficción en la realidad. La peli muestra a Benny, contagiado. Ya vio cómo se mata a un cerdo. Puede retroceder la cinta y el cerdo está vivo. Prueba con una nena: le dispara con el arma con la que mataron al cerdo. Ante su estupor, la cinta no retrocede.
El director cuenta en la entrevista que proyectan después de Funny games que le había llamado la atención leer en los diarios que chicos de buenas familias perpetraban crímenes sólo por la emoción que les producía. La idea es similar a la de Benny’s video, pero acá hay un componente mayor de voluntad, de conciencia del asesinato. Me gustó una barbaridad esta peli. Sin intentar un resumen, sólo para mostrar el tablero: Dos nenes bien entran a la casa de una familia bien para tratarla mal. No quieren robar ni violar. Los chicos quieren jugar. Matar, sí, pero solamente después de haber jugado lo suficiente. “Frío”, “caliente”, va diciendo Paul a la mujer que busca los restos del perro al que oyó aullar de dolor. El foco en la mujer, esa ficha, se desplaza y se fija en la nuca del jugador, que gira entonces su cara sonriente a la cámara y guiña un ojo al espectador. (Esa manía de Haneke de meter chinches en la butaca). ¿Se dirige a mí? ¿Esa bestia me está haciendo su cómplice? Pero claro, ¿no nos estamos divirtiendo, todos? “Apostamos que mañana a las nueve estarán muertos y ustedes deben apostar que estarán vivos. ¿Por quiénes apostarían?”, dice a la cámara. Vamos, ¿no es entretenido? ¿Qué emoción, dice Haneke, están buscando en los films cuando la violencia no está mediada por la reflexión?

Tangos


Mirjam es de Berlín y baila el tango como ninguna. Maray es de San Pablo y cierra los ojos para dejarse llevar por Franco, en la milonga. Vero, qué manera de ser porteña al cuete.