martes, mayo 01, 2007

Film de partida

Él cierra una puerta, primero despacio, después no. Abre, ahora. En la sala oscura entra la luz del pasillo por la puerta donde se recorta su negra silueta. Golpes. ¿Cómo? Metálicos. Una lámpara alumbra a una mujer que come lentamente una banana. Se aceleran los golpes, parece que algo va a pasar y no, vuelven a espaciarse (como esto, todo, pienso, todo Beckett). El de sombrero tiene un tapado y entra ídem con el ídem. Después se tapa con un cartón. Se arrastra por el piso de madera (“como un insecto”, me va a decir después Laura, mientras nos tomamos una lágrima, una cada una, se entiende). Como siempre, me fijo en detalles triviales: el cartón dice “FRÁGIL, NO PISAR” y también “ESTE LADO ARRIBA”. El primer sonido humano es un grito. Vuelan multitud de papeles de donde se supone que está acurrucado él, basura varia. La mujer de al lado mío, la que no es Laura, dice: “Es interactivo”. Después, cuando se rompe un vidrio, murmura temerosa: “Ayayayay”. Me río sin ruido. Cuatro rodean al primero con una tela negra, lo cubren (lo cazan). Cubierto, él expele la primer frase (la voz amable alarma): “¿Me podrían llevar al centro, por favor?”. Y esta otra: “Estoy eventualmente sin poder ver, ¿me podrían llevar al centro?”. Alguien lo lleva y lo tira en un rincón. Él maldice por lo bajo. Pide. Lo llevan. Tono agradecido en el murmullo. Pide el perro (pide “mi perro”). Uno llega con un muñeco de tres patas. “Es un bambi”, dice la mujer de al lado. Que el muñeco sea un bambi parece escandalizarla. Alguien lo parte en dos. El de la tela gime. Las mujeres lo consuelan. Se deshace de la tela y persigue su reflejo en un espejo que le ponen enfrente. Cuando queda solo la mujer que tengo al lado se hidrata con H2O haciendo glu glu glu. Uno barre, él deshoja una libreta como si fuese una flor. El otro ordena unas sillas, él se las desordena cada vez con más énfasis, hasta que saltan pedazos de plástico de las sillas que golpean contra las paredes. Gran espanto de la mujer. Despliega el programa como buscando una explicación o un pedido de disculpas. La escucho decir “a ver cuánto tiempo dura”. Dos se persiguen. Forcejean. Se rompen cosas, caen trozos cerca. (Pasa más pero anoto menos). Todo se apaga. Se escucha: “Hasta que al final el día llegó. Al fin llegó. Al final de un largo día. Cuando ella se dijo a sí misma: hay que parar”. Antes de que termine, entra otra voz, después otra. Canon. No hay fin, entonces. Sin embargo, los actores saludan.

La obra se llama Hecho para la ocasión, es de Maximiliano de la Puente, sobre textos de Beckett, y se estuvo presentando hasta el domingo pasado en el C.C. Ricardo Rojas. El título del post es una frase sustraída del programa, que refiere a las dos obras en que se centra esta versión libérrima: Film y Fin de Partida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De la mano de Vero, he ingresado al mundo beckettiano. Y no lo pienso dejar. Es justo lo que necesito. Abandonar las estructuras, entregarme al sinsentido y a la pura sensación.
Gracias a Beckett. Gracias Vero.
Laura

Vero dijo...

Lau, bonita, gracias a vos. Beso.