miércoles, mayo 27, 2009

Fuera de la palabra

No paran de inventarse palabras que les pasan por la cabeza. Si uno de ellos me viera escribir en este momento (para escribir me escondo) podría inventar una palabra con la que nombrar mi cuaderno, mi estilográfica y a mí mismo (digo podría, pero estoy seguro de que lo haría) y esta palabra se convertiría automáticamente en un lugar que él ocuparía en el acto, dejándome, en cierta forma, fuera.
Copi, El uruguayo

martes, mayo 26, 2009

Donde ya no fuese cuestión de responder

1- ¿Hoy ha muerto la mamá de Molloy? ¿O quizá fue ayer?
2- ¿Hacia dónde se dirigen A y B?
3- ¿Dónde quedan los vestidos y las muletas de Molloy?
4- ¿Está el amor en la hendidura de la mujer?
5- ¿Bastan 16 bolsillos en el saco para que las piedras no se repitan?
6- ¿Es Molloy una creación de Morán?
7- ¿Es el hijo de Morán el que yace en la habitación de al lado?
8- ¿Es medianoche?
9- ¿La lluvia azota los cristales?
10- ¿Puede haber medianoche o lluvia fuera de las palabras?

lunes, mayo 25, 2009

Clov: ¿Crees en la vida futura?
Hamm: La mía lo ha sido siempre.

Samuel Beckett, Fin de partida

domingo, mayo 24, 2009

Doble B


Musica y novela (traducida)

Como hablaba de música y novela, era previsible que Cohen repitiese la idea que le había escuchado en el Malba, hace dos años: la traducción es una posibilidad de interpretar una partitura. Lo recuerdo porque me pareció una idea bella y cierta. Esta mañana leo en unas Conversaciones con Thomas Bernhard, de Kurt Hofmann: “Una traducción es otro libro. No tiene ya nada que ver con el original. Es un libro del que lo ha traducido. Al fin y al cabo, yo escribo en alemán. Me los mandan a casa, los libros traducidos, y me divierten o no. Cuando tienen cubiertas espantosas, sólo me irritan, y entonces los hojeo y se acabó. La mayoría de las veces no tienen nada en común con mi libro, salvo algún título extravagante y distinto. No, al fin y al cabo no se puede traducir. Una composición musical se toca, como está en la partirura, en todo el mundo. Pero un libro tendría que poder interpretarse en todas partes en alemán, en mi caso. Con orquesta.”
(La traducción de este pasaje es de Miguel Sáenz. Dijo Cohen: en Bernhard hay musicalidad, en las repeticiones, por ejemplo, pero finalmente lo que se escucha es la musicalidad de Sáenz.)

El barco de Sísifo

Hablo con un amigo de Herzog, Fitzcarraldo, el barco y me menciona a Sísifo. Respondo “Ah, sí”, pero el asentimiento sigue vacilando con el “Ah”. En casa vuelvo al libro y ya no dudo. “No hubo ningún dolor, ninguna alegría, ninguna excitación, ningún alivio, ninguna sensación de felicidad, ningún sonido y tampoco ningún respirar hondo. Sólo hubo la comprensión de una gran inutilidad”, anota Herzog el día que el barco por fin consigue enderezarse en el río Urubamba. La palabra “inutilidad” contiene el reconocimiento del absurdo y por lo tanto el sentido de lo trágico. Iza Herzog su roca y la hace descender por otra ladera, pero siempre hay más montañas y rocas. Camus habla de “victoria absurda” en “El mito de Sísifo”. Pero también: “El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre”.
El lunes pasado le escuché decir a Marcelo Cohen una frase que me recordó a Herzog y la metáfora irresuelta del barco: “No podemos vérnosla con lo que nos significa”.

sábado, mayo 16, 2009

El mañana de ayer

Rastreo lo subrayado y al transcribir armo dos series. Una con pasajes que refieren al trabajo de filmación, en los que Herzog da cuenta de su desazón por las dificultades pero también muestra una gran fortaleza. En la otra pongo descripciones del entorno salvaje, que no menos que la primera serie delinea un autorretrato: la naturaleza que lo rodea le habla de su propia naturaleza -esto me recuerda las clases sobre romanticismo alemán, aunque por lo leído en una entrevista creo que rechazaría esa filiación. Claro que podrían armarse otras series, pero este recorte señala lo que más me impresionó: la persistencia de llevar adelante su idea en un medio adverso, la soledad, la propia conciencia de estar trabajando al borde del desastre y por otro lado la capacidad de percibir hasta las partículas de polvo alrededor, percepción que entremezcla con ensoñaciones, las deslumbrantes metáforas que emplea. Sobre esto último, para mí resulta claro que Herzog tenía en cuenta que el diario iba a ser leído por otros, en especial cuando reflexiona sobre el lenguaje mismo y sus limitaciones (“Luego cayó una lluvia increíblemente fuerte y tranquila sobre la selva; llamarla lluvia es algo a lo que el idioma mismo se resiste”; “El mundo acá ya no parece dispuesto a seguir siendo reducido a palabras”). No copié todo lo subrayado, no posteo todo lo copiado.

Río Camisea, 14/2/81
El río algo más bajo hoy. Mauch, Vignati y yo subimos con machetes la pendiente y trepamos sobre la plataforma en el punto más alto entre los ríos y nos dejamos mecer por el viento. Estábamos del todo solos con la selva, nadamos suavemente sobre sus copas humeantes, y ya no tuve miedo frente a la idea de hacer pasar un barco enorme por encima de la montaña, aun cuando todo en este mundo aquejado de gravedad hable en contra de ello.

Iquitos-Lima, 18/2/81
Desparramado en el asiento, mientras Gustavo me llevaba a toda marcha por entre los baches hacia el aeródromo, tuve la idea; ¿por qué no actuar yo mismo de Fitzcarraldo? Me atrevería a hacerlo, porque mi tarea y la del personaje se hicieron idénticas.

Camisea, 29/4/81
Con Laplace hay un grave problema: me llevó a un costado y me dijo que W. se peleaba constantemente con él y que así no podía seguir trabajando, que se quería ir. L. dice que quiere aplanar tanto la cuesta que sólo quedaría una caída del doce por ciento, lo que la haría verse como una brecha en el terreno de un istmo. Le dije que no lo iba a permitir porque de esa forma perderíamos la metáfora central de la película. Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo sabía, sólo que era una gran metáfora. Quizás no era más que una imagen que dormita en todos nosotros, y yo soy apenas aquel que la pone en contacto con un hermano al que todavía no conoció.

[Sobre esto tengo que comentar algo: ayer Quintín leyó este pasaje en el Goethe, sin la última oración que acabo de anotar. La propuso como un ejemplo del ánimo burlón de Herzog. No estoy de acuerdo. Hay otros pasajes en los que apela al humor, a la burla, al absurdo, pero no éste. Rió y gran parte del público también, pero supongo que por simple empatía. [Lo que sigue me va a hacer quedar como maniática. Cuando terminé de leer el libro volví a ver Mi enemigo íntimo, porque muchos fragmentos del libro figuran narrados por Herzog ahí de manera casi idéntica. Quería escuchar la entonación de Herzog en esos pasajes. Está lo del barco como gran metáfora, se lo dice al fotógrafo Beat Pressner. Y no ríe. [A propósito, ya que estoy metida en esto: para mí la metáfora del barco refiere al esforzado Fitzcarraldo, es decir a Herzog mismo]]]

Iquitos/Camisea, 23/5/81
Laplace cree que es demasiado empinado, Kinski miró el terreno y anunció que lo que me proponía era completamente imposible, impensable, dictado por la locura. Se está convirtiendo en el epicentro del desánimo. Observando mejor, se me hizo evidente que nadie estaba ya de mi lado, ninguno, nadie, ni uno, ni uno solo. En medio de cientos de extras indígenas, docenas de trabajadores forestales, la gente de los barcos, personal de cocina, equipo técnico y actores, la soledad me golpeó como un animal gigante y enfurecido. Pero yo veía algo que los otros no veían.

[Sobre la segunda serie, se me ocurre ahora que veo estas imágenes reunidas qué trabajo le habrá costado a Ariel Magnus traducirlas, y a la vez qué enorme placer debe ser arrancar con esfuerzo de un idioma extranjero y ver surgir en tu lengua natal tanta belleza.]

Iquitos, 23/10/79
Arando los siglos, un sol sombrío se alzó hoy sobre la selva, que estaba llena de venenos, festiva y densa. Humeaba de orquídeas en celo, la jungla olía a sudor dulce y lujuria.

Camisea, 8/2/81
El día tiene el ánimo de las noches cargadas de miedos.

Camisea, 13/2/81
¿Alguien escuchó suspirar a las piedras?

Iquitos, 15/2/81
Cuando volví por el sendero hacia mi choza casi todo estaba cubierto por la maleza, yo era como un forastero y la casa ya no me reconoció. Entre las plantas de yuca un hombre da golpes con su machete. Mi sartén se oxida. De la pared cuelgan cosas que parecen mirarme fijamente y preguntarse sorprendidas si yo sigo siendo suyo.
[…] Las cigarras nocturnas serruchan el tiempo. El cielo está desamparado y quieto. Por mi ventana entra, con lo negro, la noche.

Camisea, 6/4/81
La afiladísima hoz de la luna ascendió de forma matemática sobre la selva aún jubilosamente humeante; luego fueron las cigarras y las voces nocturnas las que capturaron a la oscuridad en el gran abismo de la noche.

Camisea, 12/4/81
Empezó a llover. El río es marrón-verdoso, acompasado y bajo. Los bananos a la izquierda de mi choza están hinchados, desvergonzadamente sexuales. En la tranquilidad de la lluvia el paisaje practica la sumisión. Una profunda respiración atraviesa la selva, todo está quieto. Vacilantes se despliegan los helechos, que habían mantenido escondidas sus tiernísimas puntas. Plantas carnívoras que sudan grasa invitan a la ruina.

viernes, mayo 15, 2009

La comprensión de una gran inutilidad

Pero la pregunta que todos querían ver contestada era: ¿tendría yo el temple y la fuerza como para empezar todo de nuevo desde el principio? Yo dije que sí, de lo contrario sería alguien que ya no tiene sueños, y sin ellos no querría vivir.

Werner Herzog, Conquista de lo inútil (Diario de filmación de Fitzcarraldo)

Un mediodía de abril en que deambulaba como tantos otros por librerías de la avenida Corrientes me sentí alcanzada por un rayo en medio del patio tal como dice Horacio Oliveira que se manifiesta el amor cuando vi sobre una tapa la foto inconfundible de un desaforado Kinski en primer plano -el saco blanco como tirado al descuido sobre el cuerpo- y detrás, entre la neblina, el barco montañés. Pagué y me llevé la tapa y el resto del libro a un bar cualquiera pero cercano, cercano. Mientras leía el Prólogo, donde el barco que trepa la montaña es un perro y sus dientes, las manos me temblaban de tal manera que tuve que fijarlo contra la mesa inanimada para evitar el aleteo del papel y la consecuente dificultad para la lectura. El libro está colmado de imágenes poéticas -el autor habla de "paisajes interiores"- surgidas de una sensibilidad quizá acrecentada por el cerco de la selva -vegetación, agua, podredumbre- y, más todavía, por el cerco que Herzog se impone al perseguir una idea hasta el final: remonta su película, como el barco, contra el sentido común que le indica que sería mejor abandonar la empresa. (Al pensar en subir esto al blog recuerdo el cono de Bernhard). En varios momentos me conmovió. Quizá más tarde -esto puede ser mañana o pasado- copie algunos fragmentos.

jueves, mayo 14, 2009

Un libro de Herzog


Diálogo entre Claudia Cardinale y Werner Herzog, en Mi enemigo íntimo (Mein Liebster Fiend es el título original del film):

Una noche, cuando volvíamos del rodaje en el Amazonas, traías un pequeño libro.

Un diario.

Un diario, sí. Y lo escribías todo. Para ti. Y Klaus estaba muy, pero muy celoso. Porque se sentía excluido, ¿te acuerdas?

Sí. Tenía miedo de lo que escribía.

Exactamente. Para él era algo misterioso que lo excluía.

Me acuerdo.

Recuerdo tu libro. Tenía letras muy pequeñas.

Mi letra es normal, pero la reduje a un tamaño microscópico. Es muy raro. [Acá se inserta una secuencia de las manos de Herzog pasando las hojas del diario].

Era imposible. Creo que lo has publicado.

No, no lo he publicado. Ni siquiera he vuelto a leerlo.

miércoles, mayo 06, 2009