lunes, octubre 31, 2005

La liebre

Estoy leyendo, tarde, a Aira. Digo tarde porque éste es el segundo libro que leo de él, y ya publicó muchísimos, debería haber empezado antes. Éste que estoy leyendo es La liebre. Miro y remiro todos los casilleritos provistos por la honorable facultad de Filosofía y Letras y trato de encajarlo en alguno, pero por más que aprieto no entra. Antes leí El sueño, y pensé: “Pero qué loco está este tipo”. Ahora, en La liebre, la locura se me está volviendo más brillante mientras avanzo (como la liebre). La liebre puede ser la literatura, los laberintos del pensamiento, el logro derivado. Resumen de lo que voy leyendo: Rosas desprecia a Manuelita pero está apegado a esa “idiota y snob”, hace piruetas sobre un caballo, le presta al caballo a Clarke, un inglés, que va a visitar a Prilidiano Pueyrredón, el genial artista que en un futuro pintará a Manuelita. Éste por intuición desarrolla la teoría del darwinismo sin conocerla y rechaza la invitación de Clarke a buscar la liebre. Clarke va entonces con un acuarelista a internarse entre la indiada y comer patynesas con los mapuches. Ahora, acá, creen que Clarke secuestró a Cafulcurá, el cacique, así que él, el acuarelista y un par más van disparando. ¿Qué es esto? No es literatura fantástica (reconocible por la ambigüedad entre lo real y lo irreal, según mi brutal simplificación de las larguísimas y detalladas teorías de Todorov, que para qué se mató explicando). Esto es más bien literatura delirante.

Insectos

Sobre la mesa se desplaza una arañita blanca, casi transparente, con rapidez. Hay arañas por todos lados en esta casa. Qué fastidio. También vi hormigas, hoy. Casi nunca mato bichos y así se multiplican. Me dan pena, tan indefensos. No tiene caso combatirlos (me parece desproporcionada esa palabra para referirse a ellos, pero es la que se usa en las publicidades de insecticidas, como si se tratara de una lucha cuerpo a cuerpo). Los únicos que de verdad me molestan son unos que se adhieren a las hojas del jazmín, especialmente a la base de los pimpollos. Se ve que los atrae algo de las flores. No dejan que se abran totalmente, y uno de los placeres que trae esta época del año es estar en cualquier lugar de esta casa diminuta y, al mover el viento las ramas del jazmín, que está justo al lado de la ventana grande del living, sentir cómo todo el aire que entra está perfumado, filtrado a través de las flores blancas que jamás corto.
Hasta cuando saco las telarañas de los rincones procuro no aplastar ninguna araña. Acá está, acaba de subirse a mi brazo. Bueno, tampoco voy a dejar tan tranquila que una arañita minúscula me pisotee como si nada. Ya está, la soplé para que cayera al suelo. Sé que no se lastiman, son tan livianas que hasta parecen flotar un poco.

jueves, octubre 27, 2005

Un poema chino (no, no es de Lai-se Ka)

¡Ah, a casa vuelvo! ¿Por qué no volver, si veo que mi campo y mi huerto de cizaña están llenos? Yo he hecho de mi alma un siervo de mi cuerpo: ¿por qué tener pesares vanos y dolerme a solas?

No me inquiete lo pasado, y camino adelante tome. Sólo breve distancia he hecho el mal camino, y hoy sé que estoy en lo justo, si ayer el error fue completo.

...

¡Ah, a casa vuelvo! Dejadme que desde ahora aprenda a vivir solo. El mundo y yo no estamos hechos el uno para el otro, y, ¿por qué girar en redondo como quien busca lo que no ha encontrado?

Contento estaré con las conversaciones de los míos, y habrá música y libros para pasar las horas. Vendrán los granjeros y me dirán que ha llegado la primavera, y habrá labor que hacer en la granja occidental.

...

Allí los árboles, feliz el corazón, crecen maravillosamente verdes, y el agua de las fuentes salta con risueño sonido. Admiro cómo crecen y prosperan las cosas según sus estaciones, y siento que así, también, hará su giro mi vida.

¡Basta! ¿Por cuánto tiempo he de guardar mi forma mortal? ¿Por qué no tomar la vida según viene, y por qué darse prisa y quehacer como quien lleva un recado?

Riqueza y poder no son mis ambiciones, y es inasequible la morada de los dioses. Querría partir solo una clara mañana, o quizá, clavando el bastón, empezar a quitar las cizañas y a labrar la tierra.

O querría componer un poema junto a un claro, o acaso ir a Tung-kao y dar un largo grito de reclamo en la cumbre de la colina. Así estaría contento de vivir y morir, y sin interrogar el corazón aceptaría alegremente la voluntad del Cielo.

T'ao Yüanming (372-427 DC).

miércoles, octubre 26, 2005

Bigotes

Sobre los bigotes, durante la presentación de la reedición de Poemas Chinos, de Laiseca, en el Centro Cultural de la Cooperación.

Fogwill: Yo me quería dejar el bigote como Laiseca [noté que ante el público se dicen Fogwill y Laiseca, pero en voz baja Laiseca le dijo “Gracias, Quique” cuando terminaban], pero no me creció. Mi mujer me preguntó: - ¿No era que te ibas a dejar el bigote? – No me lo corté, pero no me creció. -Debe ser un problema de falta de testosterona. [risas del público] – Hija de puta. [risas más fuertes].
En todo caso, lo que es seguro es que Laiseca le copió el bigote a David Viñas

martes, octubre 25, 2005

Presentación de Julio


Una muestra de la hiperactividad característica de Julio Cortázar.

Lo particular y lo general

Estoy despierta, insomne, pero no muy despierta en realidad, sino en ese estado de semisueño donde los ojos pesan un poco y se siente un frío interno (por eso se vuelve tan agradable después entrar en las sábanas que se abren como flores). Ojalá pudiese escribir, escribir de verdad, comunicar algo de lo que está adentro y toca a, no sé si todas, pero a muchas personas, eso que parece tan íntimo y en realidad es universal, como cuando uno se enamora y piensa que sólo a uno le puede estar pasando algo tan fuerte, que nadie más puede sentir así, pero entonces se da cuenta, te das cuenta, me acuerdo de un pasaje de La vida breve ahora, te das cuenta de cómo giran alrededor tuyo palabras dichas o escritas por otras personas, tan parecidas a las que están en tu cabeza: “si me dejaras, me moriría, o seguiría viviendo pero mi vida no valdría nada”, cosas así, tan terribles y tan comunes. Pero ése es un ejemplo extremo, hablo de cositas menudas, el extrañamiento, pongamos por caso, de una mano, por ejemplo, ese momento tan La náusea en que la mano se vuelve como si fuera de otro y uno se la queda mirando como si fuera una araña, la mueve asombrándose de que responda, cada dedo. Una cierta manera de mirar; otra vez, para poner un ejemplo un poco exagerado, uno mira al sol y después hay puntitos quedan vueltas por ahí en todo lo que la vista toca (esa figura es hermosa, lo que la vista toca, como si fuera una mano, no los ojos, sino el extremo del espacio que hay entre los ojos y la cosa, el espacio que se detiene justo antes de la cosa, que en efecto la toca, pero que realmente poca relación tiene con los sólidos, lejanos ojos). No es necesario tanto. Nada más ese tipo de mirada seca que uno tiene a veces, donde todo parece tan adverso, y parece que si tocás esa madera, ese plástico, la textura de la superficie va a ser desagradablemente rugosa/gomosa/resbalosa.
Ya no es este día sino el siguiente. Un poco por ejemplo quema tener los ojos abiertos adelante del monitor, como a tantos le debe quemar, mientras voy tomando conciencia de que me estoy durmiendo.