lunes, enero 29, 2007

Eso que zumba

Y una que es obsesiva hasta el infinito y más allá lee el post que escribió ayer y como siempre lo encuentra desastroso, un mamarracho, tan pocas líneas y hay que ver cómo le chingan palabras acá y allá, piensa en recortar y emparchar, mejorarle la pinta, se encamina muy decidida hacia la puerta de la versión vieja y ¡zácate! se topa con Blogger que levanta la mano, alto ahí, muestre la credencial, no tengo, nunca me quise pasar a Blogger Beta, nada más porque me molestaba que se me ofreciese con tanta insistencia (¡ya te escuché la primera vez!), pero ahora no hay Beta, es todo, yo qué sé, Alfa, supongo, la cosa es que no hay opción (yo digo, ¿no?, ¿para qué me preguntan entonces si quiero usar la versión vieja?), salgo y entro y vuelvo a darme cabezazos hasta que me convenzo, digo está bien, lo que quieras, pero no es tan fácil, me tienen que invitar para abrir una cuenta de Gmail, digo Mar, invitame, vos que sos de la primera ola, por fin entro y no se llama Alfa sino Buzz, sí, como el de Toy Story, pongo ver blog para verificar que Buzz no me haya dejado el rancho desordenado y lo primero que veo son unos cosos raros todos despeinados en donde debería haber letras con tilde, en mis enlaces, y ya en este punto no tengo más ganas de jugar a los encastres con el post de ayer a ver qué pieza entra mejor.

domingo, enero 28, 2007

Encrucijada

Zama es, por ciertos aspectos de su concepción narrativa, comparable a las obras mayores de la narrativa existencialista, como La náusea y El extranjero. Yo creo, sin embargo, que por las circunstancias en que fue escrita y la situación peculiar de la persona que la escribió, Zama es en muchos sentidos superior a esos libros. En primer lugar, lo que distingue los libros citados de Zama es que sus autores, de un modo u otro, han tenido, en la época en que los han escrito, un comercio estrecho con la filosofía. La náusea es un libro que, por haber sido escrito después de haber sido concebida la filosofía que lo sustenta, podemos considerar como un informe o una ilustración de ciertas tesis más que como una narración. Algo aproximado, aunque menos tajante, podemos afirmar de El extranjero. Zama en cambio no es el producto de ninguna filosofía previa: encuentra más bien espontáneamente a la filosofía, como Edipo a su padre desconocido en la encrucijada trágica.
Juan José Saer, acá

Sh

“Considero al hombre como hacedor de ruidos”, dice. Él, hacedor de silencios, es, al menos en ese aspecto, inhumano. Insiste: “Los seres humanos son generadores de sonidos. Son (los demás)”. Se aparta, divide: ellos, no yo. Un extraño. Más: un extranjero. Ya a las puertas de la cárcel, la frase de Kierkegaard sobre Sócrates (“su demonio le impidió que se defendiera”) con la que se identifica el silenciero bien podría aludir al fin de Mersault.
(Antes, en otro lado, Saer emparentó Zama con El extranjero. En Letras tenían una manera de decir eso que me sonaba dulce: “lo inscribe en una cosmogonía junto a…”. Lo escuché tantas veces, era como un tic. Pero trato de no usar esas franelas de sacar lustre, tan gastadas).
Pienso, además, en los modos en que hace silencio. Por un lado, combate el ruido o lo elude. Por otro, frustra la expectativa de la palabra: dice que es escritor, no escribe. Fabula, pero calla. Pesa menos la expectativa de otros que la propia: es la intención de escribir la que crea un vacío en lo no escrito.
“-¡Y no pretendas haber sido dado en sacrificio, ser un inmolado!”.
(Entonces me cubro la cara con las manos).

La vuelta

Esta semana que pasó me reincorporé al laburo, tras las vacaciones. Mi cuerpo, parece, anduvo queriendo desincorporarse. Dolor en garganta, cabeza, pecho. Hoy domingo de mañana me desperté con un cosquilleo malsano, especialmente en brazos y piernas. Toso y me atrueno. Sálvame Salbutamol.

jueves, enero 04, 2007

Luciérnagas

Hago unas anotaciones en mi cuaderno y veo (porque lo doté de un soporte material, esa tinta volcada y sucesiva) cómo se va ordenando mi pensamiento. Pero hay más. Al parecer, el acto de escribir abre la puerta a nuevas ideas. O, dicho de otra manera: Una masa informe de luciérnagas se mueve en una habitación a oscuras. Atrapo una cuantas, las enfrasco. Entonces se acercan otras al frasco, unas que no había advertido, atraídas por la luz agrupada.