jueves, enero 08, 2009

Fotografiar, leer

En el libro de Javier Marías Vidas escritas figura un ensayo sobre fotografías de escritores. Entre las fotografías reproducidas hay una de Samuel Beckett sentado en un rincón de un cuarto vacío. Beckett parece receloso, y, en efecto, Marías define su expresión como de "acosado". La pregunta es: acosado, perseguido, ¿por qué o por quién? La respuesta más obvia: por el fotógrafo. ¿Realmente decidió Beckett por su propia y libre voluntad sentarse en un rincón, en el cruce de tres ejes dimensionales, mirando hacia arriba, o el fotógrafo lo persuadió de que se sentara ahí? En esa posición, sometido a diez o veinte o treinta flashes de la cámara, con una persona inclinada sobre ti, no es difícil sentirte acosado.
La cuestión es que los fotógrafos llegan para llevar a cabo una sesión con alguna idea preconcebida, a menudo del tipo cliché, de la clase de persona que es el modelo que van a retratar, y se esfuerzan por corporizar ese cliché en las fotografías que toman (o, por seguir el giro idiomático de otras lenguas, las fotografías que hacen). No solo procuran que la persona pose según dicta el cliché, sino que cuando vuelven a su estudio seleccionan de entre los negativos los que más se aproximan al cliché. De ese modo llegamos a una paradoja: cuanto más tiempo tiene el fotógrafo para hacer justicia a su modelo, tanto menos probable es que le haga justicia.

J. M. Coetzee, "16. Sobre el hecho de ser fotografiado", en Diario de un mal año