martes, diciembre 27, 2005

Robert Redford

Otra vez (y van…) vi (bueno, no toda, partes) Nuestros años felices (una traducción más exacta del título original sería Como éramos, y suena infinitamente más poético). Robert Redford tiene el pelo un poco demasiado amarillo para mi gusto, casi flúo, y así y todo me parece hermosísimo, aun con ese pelo irreal. Sonríe y me quedo sin aire. Voy al Google. La peli es del ’73. Yo tenía un año. Así que el tipo debe tener unos 70 o más, ahora. ¿Qué importa? Para mí tiene treinta y pico cada vez que veo Nuestros años felices. Siempre recuerdo a Borges desmayándose con la voz de Greta Garbo, cuando me embobo así. ¿Le hubiera importado a Borges que Garbo tuviera 70 años?: “Yo estaba enamorado de ella, como todos en mi época. En Anna Christie (Ídem., Clarence Brown, 1930) Greta Garbo llegaba de la noche y de la niebla y entraba a un bar de marineros en donde había un largo mostrador. Ella comenzaba a caminar lentamente y todos los hombres del mundo sabíamos que cuando terminara el recorrido íbamos a oír la voz de Greta Garbo por primera vez y que eso iba a ser como si hablara un dios. El mostrador era larguísimo. Cuando llegó al final ella dijo, simplemente, con su voz ronca: I want a scotch y todos temblamos.”

jueves, diciembre 15, 2005

Cómo escucho jazz

La Sala AB del Centro Cultural San Martín a pleno. Inzillo tan contento. Yo asombrada de que las entradas no se hubieran terminado antes.
Ayer tocaron tres grupos. En este orden: Pablo Porcelli Ensamble, Marcelo Mayor Cuarteto, Gillespi y su banda.
PP: “Patagonia” empieza remolona, después el contrabajo toc, toc, entra pisando fuerte, marcando el tango. Claro que se destaca el saxofonista (PP), pero el contrabajo es un instrumento que me gusta tanto, y el contrabajista que parecía dormido en “Aroma de mujer” acá bambolea la cabeza, disfruta, con lo cual las cosas salen un poco mejor, creo. “Libertango” que previsiblemente es muy aplaudida no me gusta tanto. Es difícil darle el protagonismo al saxo en ese tema. El tipo hace un buen esfuerzo, pero pierde fuerza. En “Nostalgias de un destino” no me gusta el tono lloroso. Laura me dice que el saxo en general le resulta meloso. No estoy del todo de acuerdo, pero en temas como éstos, qué puedo refutar, si es imposible no sentirse empalagado. No me gustó lo viejo, sí lo más cercano al tango, como una preciosa milonga al final, que se llamaba, justamente, “Milonga en flor”.
MMC: “Bip Bop” muy bueno, después otro tema del cual no llego a escuchar el título, con una melodía que incorpora silencios, me gusta mucho. En líneas generales, estos tipos parecen tener más cancha que los otros. No me convence mucho que suenen tan amalgamados, pero bueno, son una buena máquina, ajustada, moviéndose en bloque. Se pueden distinguir los instrumentos revolviendo un poco. Bastante nítida la guitarra. Y claro, si el grupo lleva el nombre del guitarrista, así como en el otro sobresalía el saxo. Me matan las escobillas sobre los platillos. El batero parece poseído o ciego. Sí, porque mira hacia arriba gran parte del tiempo como buscando una respuesta en el cielorraso, el resto (la parte más chica de tiempo) se acerca a sus instrumentos, pero no de frente sino de costado, y en ese gesto ladeado aprecia los sonidos. Toca además medio sumergido entre platos y parches, con la cabeza metida entre los hombros. Está como en otro lugar. “Gris pleno”, hermosa, acá no sobresale tanto la guitarra, es más democrática, suena un poco como masa, ya dije, pero en este tema le queda bien. “El dueño de los temas” suena bastante clásico. Me gusta el que eligen para el cierre, “11 y 20”, que no indica un tiempo, dice Mayor, sino un lugar, un cruce de calles. Siempre me sorprende cuando los instrumentos se ponen a imitar a otros, y acá la guitarra se las da de piano. El tipo toca así, pac, pac, golpea las cuerdas como teclas y así suenan. Es un guitarrista increíble.
(Laura se enrolla y se envuelve en su cáscara de nuez; yo escribo sin parar, esto; un dúo raro hacemos).
G: La trompeta es un instrumento tan maleable, yo sé que no se entiende pero ésa es la palabra y basta. Empieza con un aullido, una sirena, uauuuaaauu y etcétera, ahora se cierra un poco, ¿una g?, bueno: uguauuuaagg cua cua cenei, no, con acento, ceneííííínaen. Patán Vidal, el pianista, un grosso. Tiene esa capacidad de manejar las voces de las teclas, golpeando más o menos fuerte, dejando las manos, enlazando, en fin, yo no sé nada de música. La Cabra, con un timbre de voz potente y algo rasposo de a ratos. Bromas de Gillespi. Funk, de postre.
(Como se puede ver, al final, como me pasa siempre, me puse más vaga para escribir. Lo que más me gustó fue sobre lo que menos escribí, como suele pasar).
Total, tres horas y media. Gracias.

lunes, diciembre 12, 2005

Cómo escucho I'just don't know what to do with my self, por los White Stripes

La música se arrastra un poco en la guitarra, se desliza, una balada dulzona, ya sabés lo que se agazapa cuando la guitarra amenaza con dos rasgueos firmes, esa expectativa es parte del placer de dejarse llevar por esta cadencia, la delicada, esquizofrénica voz de Jack, una queja, un reclamo un poco más intenso ahora porque PLANNING EVERY THING FOR TWO, no sólo la voz suena con más fuerza, sino que se incorporan instrumentos, ahora él se vuelve cuidadoso, puntitas de pie, la música es un platillo que resuena como lejano, una guitarra en donde trina una cuerda por vez, un poco más de percusión cuando MOVIES ONLY MAKE ME SAD y ahora LIKE A SUMMER ROSE estalla y no hay nada de eso, nada tienen Meg y Jack de rosa, sólo el filo de la espina, I NEED YOUR SWEET LOVE, pero es una forma de decir, estos dos quieren tu sangre, la voz vuelve a suavizarse, es más quejosa ahora, se quiebra, crece, ahora vuelve a golpear, más fuerte que antes, ella sacude los parches y los metales, él acompaña con alaridos, rugidos, termina en un grito, sin volver a endulzarse.

jueves, diciembre 08, 2005

Escribir es triste

Escrever é triste. Impede a conjugação de tantos outros verbos. Os dedos sobre o teclado, as letras se reunindo com maior ou menor velocidade, mas com igual indiferença pelo que vão dizendo, enquanto lá fora a vida estoura não só em bombas como também em dádivas de toda natureza, inclusive a simples claridade da hora, vedada a você, que está de olho na maquininha. O mundo deixa de ser realidade quente para se reduzir a marginália, purê de palavras, reflexos no espelho (infiel) do dicionário.

Carlos Drummond de Andrade, "Hoje não escrevo"

martes, diciembre 06, 2005

Cosmos

Leo, en una entrevista a O. Lamborghini: "Uno escribe en función de los textos que ha leído. Lo que uno ha leído actúa como sobredeterminación. La vida es un texto, que es una sobredeterminación mayor". Ahí está esta frase, como verificación de los encadenamientos de Gombrowicz, que leo mientras subo lo que escribí antes. Para ser justos hay que mencionar a los que se avivaron antes que uno: me metí en el blog de Link, que me llevó a la entrevista, y que habla de este blog también. Con esto de los blogs me siento Alicia cayendo y cayendo mientras persigue al conejo blanco.

Estornudos

Recién estornudé y salpiqué el libro que estaba leyendo. Lo limpié pero quedó una marca húmeda (sí, bueno es un poco asqueroso lo que estoy contando, pero a ver si admitimos que uno es un ser humano con sus fluidos a cuestas, dejémonos de joder). Pensé que los libros van de acá para allá, migran, que en algún momento voy a prestarlo. Como la mitad de los libros que presto no vuelven (creo que es más de la mitad, pero me da una mezcla de bronca y tristeza aceptarlo, es decir, me da resignación, finalmente) es probable que ande por otras casas, soportando derrames varios, quemaduras de pucho, bueno. En otros libros están las huellas de mis manos entintadas, una esquina que se me dobló (sin querer, yo nunca doblo las esquinas a propósito, como nunca escribo los libros con birome, pero sí con lápiz, ahora tengo que saltar afuera del paréntesis porque esto va en la enumeración que hacía), los subrayados que hago con lápiz muchas veces, cosas que escribo o dibujo. Decía, más o menos: la celulosa absorbió mi saliva como una esponja. Ahí va a quedar, mi ADN, sepultado bajo hojas y hojas, saludando a quien abra el libro en esa página. Ah. El libro es Cosmos, de Gombrowicz. No es casual que se me ocurran estas cosas leyendo ese menjunje en donde todo está enlazado, donde todo forma, digamos, para no usar la misma palabra, una constelación, o mejor, donde cada cosa es un dibujo fugaz de calidoscopio.

sábado, diciembre 03, 2005

Oficina

Hoy salí de la oficina un momento, a la tardecita, a una hora en que nunca estoy afuera, en la semana, y mientras me pegaba el solcito de las cuatro de la tarde pensaba en cómo uno, pobre esclavo moderno, se siente por entero feliz con tan poca cosa. Está bien, es una felicidad endeble, pero es algo. Al final, todo el tiempo, uno busca cualquier cosa que lo saque de su centro, su rutina: el vino, la droga, el amor -o sus sucedáneos-, el sol a las cuatro de la tarde de un viernes, cualquier cosa, cualquier excusa para perderse, olvidarse de la máquina y sentir de una manera primitiva, sin tanta ventana a la calle.
P.D.: En Brasil le dicen oficina a los talleres mecánicos.

martes, noviembre 29, 2005

Sueño cuchillos

Me despertaba, me levantaba, me estaba bañando. Intuía una presencia cerca de mí, así que ya sabía que iba a encontrarlo cuando corrí la cortina. Los dos estábamos preparados, cada uno con un cuchillo, para atravesar al otro. Él tenía una capa negra, y el rostro le quedaba en sombras, no llegaba a distinguir los rasgos. Pero había venido antes de tiempo. “Viniste antes”, le dije. “No, era ahora, y no vale la pena que me claves el cuchillo, igual tendría que volver”. Pero como no tenía nada que perder, igual hice un corte vertical en el centro de la sombra. Salió un poco de sangre muy oscura. Él también había adelantado su mano y su cuchillo, corto y afilado, pero cuando vio que sangraba me dijo: “Ahora ya no puedo matarte, por esta vez. Pero van a mandarme de nuevo. Dejame hacerte una marca en el brazo”. “Te dejo”, le contesté, “pero cuando vengas la próxima vez quiero que recuerdes que fui amable con vos, y tenés que portarte igual conmigo”. “No sé si voy a poder verte, a veces está tan oscuro”, “Entonces te voy a decir”, le dije (mientras hablábamos hizo dos breves marcas paralelas en mi brazo, en el medio, por debajo de la piel; no cortó la piel, dejó resbalar el cuchillito y a su paso aparecieron rayitas oscuras), “que soy la mujer a la que le dejaste una marca oscura, y vas a reconocerme”. Aceptó y se fue, y yo supe que iba a volver a verlo, y que esa vez quizás me matara, pero que iba a ser cortés como yo fui con él, y tuve menos miedo.

jueves, noviembre 17, 2005

Réquiem para Saer

"Tiene una zona. Un algo en donde entrar, si acaso.
"Es una zona rara. Vacila en el aire como si el viento la ofendiese, o como si a cada parte la guiara un anhelo distinto. Reverbera, murmura, se afianza en su vaguedad. Y por lo que a Dainez le importa, poca falta hace que sea precisa. Es una zona mental. El que la ve puede ponerle lo que se le antoje. Pero Dainez sabe que en cierto modo se ha establecido sola.
"Pesada de materias, la zona se hamaca. Dainez sabe que la única defensa contra el mareo es ponerse en movimiento él también. Ahora puede hacerlo. Ahora que existe se puede mover sin problema. La zona y él entran por un rato en combustión lenta.
Dainez empieza a saber que ahí pasan cosas. La zona incita. La zona convida. En la zona vive gente, bastante, pero sólo Dainez sabe o cree que la zona existe."

Marcelo Cohen, Un hombre amable

miércoles, noviembre 16, 2005

Ayer

En la oficina: La tarde transcurre cargada de amenazas de lluvia. Afuera la humedad se adensa; adentro, en este cubículo de luz artificial repleto de papeles, algo me prensa el cuerpo. Respiro y puedo sentir cómo se abre paso en los pulmones la materia acuosa que llaman aire.
En casa: Llueve, de una manera tan brutal, definitiva, que parece que después de esta lluvia no habrá nada. Hoy no debería hacer nada más que escribir hasta quedarme dormida. Qué otra cosa se puede hacer en días así. El agua aturde.

martes, noviembre 15, 2005

Pancha


Mi abuela Pancha (101) pispeando la Rolling.

domingo, noviembre 13, 2005

Lecturas

Alguien me dice que en la Facultad ya clasificaron la escritura de Aira: realismo delirante. Delirante, claro, pero, ¿realismo? Ay, éstos de Letras son de lo que no hay (es decir, son irreales). Cuando pasan cosas así, pienso por qué no habré estudiado ingeniería. Me encanta esta frase de Piglia, en Crítica y ficción: “La vanguardia es una de las ideologías espontáneas de todo escritor (la otra es el realismo)”. ¿Rosas, Manuelita, alcanzarán? ¿Un kiosco en Flores? Igual, ya basta con Aira. Ayer le decía a una amiga: “Leer La liebre fue como meterme en un lavarropas. Di vueltas todo el libro y al final me centrifugó”. Quedé exhausta. Volví a Cohen, al delirio ordenado.

miércoles, noviembre 09, 2005

Chupate esa mandarina

Leyendo un artículo en el interpretador sobre Spregelburd se me ocurre una idea supremamente genial: Spregelburd es al teatro lo que Aira a la literatura (ah, me encantan las frases con esa estructura, cualquier idiotez queda bárbara). (De paso pruebo a ver cómo es este tema de los vínculos).

sábado, noviembre 05, 2005

Gombrowicz

Camino y sin cesar me alejo de Necochea... hasta que finalmente su recuerdo llega a desaparecer, y no queda sino el mero hecho de alejarse, incesante, eterno, como un secreto que llevara conmigo.

Diario Argentino, VI

Palomas

Mi gato come palomas. Una vez mamá barrió mi pieza y salió de abajo de la cama una cabecita de paloma, rodando como una pelotita, como si fuera uno de mis juguetes. Por ahí, pienso, era un juguete del gato. Eso no sería raro, los gatos juegan mucho. También juega con la lana de la abuela. Yo le tiro el ovillo y él corre atrás y hace paf paf con las garras, se enreda solo. ¡Qué tonto! Así jugaría él con la paloma. Una vez lo vi jugando con una laucha. La dejaba correr un poco y ponía la pata en la cola de la laucha, que se desesperaba raspando el piso con las patitas. Papá me dijo que era un homenaje que nos hacía a nosotros, para mostrarnos qué buen cazador que es. No sé qué es un homenaje pero creo que quiso decir que el gato nos estaba haciendo un chiste. Él piensa que es más vivo que nosotros, las personas, de eso estoy segura. A mí me gustaría ser él a veces, cuando salgo temprano para el cole y él se queda durmiendo en el sillón. Abre un poco los ojos, se le ven apenas esas rayitas amarillas y se ríe. ¡Sí, se ríe! La boca se le tuerce así para arriba. Yo sé que me está haciendo burla, un homenaje, como dice papá.
El otro día miraba a mi gato y me imaginaba cómo sería abrir el pechito de las palomas y que nadie se preocupara ni hiciera lío por eso. Pero no por gusto, no para jugar ni para comer, sino para ver. Para saber cómo son las tripitas de las palomas, si se pueden separar y unir las venitas, si la sangre vuelve a correr. También pensé muchas veces cómo sería ponerle a un pájaro el corazón de otro, y cosas así.
El trabajo de papá es escribir cuentos. A veces me cuenta alguno. Todos mis amigas creen lo que su papá les dice, pero yo lo tengo que mirar un rato largo para darme cuenta si lo que dice es de verdad. Me gusta que me lea, pero a mí no me gusta leer, me canso, ¡es tan aburrido! Prefiero jugar.
Antes de que me enferme, mi hermana y yo nos pasábamos todas las tardes arreglando la casita que hicimos en el árbol. Habíamos hecho una en el jardín, pero mamá nos llamaba a cada rato para que vayamos a ordenar la pieza, hacer la tarea, un montón de cosas, así que yo busqué un árbol que no se viera desde mi casa. Estaba en un lugar secreto, al que decíamos Bosque Azul.
Hasta le hicimos una bandera y todo. La pintamos en una sábana que mamá había tirado, que sacamos del tacho. La mitad de la bandera la pintó Lidia, un león, y la otra mitad yo, un tigre. El león parece más lindo por la melena, pero yo vi en la tele los documentales y es más pesado, está siempre cansado. El tigre se mueve, no sé, todos tendríamos que movernos así como el tigre, parece que baila.
Ahora que lo pienso, nunca vi al gato cazar palomas. Sé que lo hace por lo de la cabecita que ya conté y porque a veces entra a casa lleno de plumas. Se hace el que no pasa nada y se limpia las plumas despacito. Mis papás no le dicen nada.
El sábado con Lidia llevamos a la casa del árbol un pichón de paloma. Lo habíamos encontrado justo debajo de nuestro árbol. Era muy chiquito, debía ser eso que le dicen torcacita. Tenía el pico grandísimo comparado con la cabeza. Le dimos pan con leche, como vimos que hace la abuela a veces con los pollos.
Ayer fue domingo. Los domingos todos duermen la siesta en casa. Nosotras hacíamos que dormíamos para que no sospechen. Nadie se dio cuenta cuando salimos. Llevamos el alcohol y las gasas. Hicimos así: agarramos las cosas del botiquín y salimos por la ventana del baño, para no hacer tanto ruido. El pájaro respiraba rápido, pero tenía los ojos cerrados y como arrugados. Limpié la gillette con el alcohol. Mi hermana mientras tanto refregaba una gasa en el pechito y el cuello de la paloma. Un rato nos miramos, estábamos tan nerviosas y contentas, no sé cómo decirlo. Empecé por la panza, porque pensé que si cortaba primero cerca del cuello se me iba a desangrar muy rápido. La paloma, que estaba quieta, empezó a revolverse, pero después se fue calmando.
Corté la parte más gorda de la paloma con la gillette. No sé qué tubitos esperaba encontrar. Pero todos tenían el mismo color rojo y era difícil elegir cuáles había que separar y cuáles había que juntar para que siguiera viviendo. Todos se teñían cada vez más con la sangre. Yo creía que las palomas eran todas rosadas, como mis muñecas (alguna vez voy a contar la historia de cómo corté a mis muñecas, de sus huecos, el mismo color rosado por todas partes, cada pedacito que partía con el cúter, yo cortaba más porque pensaba que abajo había otra cosa, pero ésta es la historia de la paloma, mi papá siempre dice que me disperso mucho y por eso no sé contar bien).
Después de un momento, el cuerpito tibio dejó de latir. Me acerqué el dedo empapado y probé la sangre. Mi hermana puso una cara rara y se bajó el árbol. Ya no quería seguir jugando. La sangre de la paloma tenía un gusto como a clavos, pero así y todo era dulce, en el fondo. Entonces, mi gato hizo lo que nunca había hecho: trepó por el árbol (que no le costó nada, lo hizo mucho más rápido que nosotras) y se acercó con la cabeza un poco agachada, como metiéndola entre los hombros, despacio. Ya no tenía caso tener cuidado, así que abrí más el tajo. El gato se rió otra vez.
No me acuerdo qué pasó después, me dijeron que me había caído del árbol, que no podíamos jugar más ahí porque era muy alto. Seguro que Lidia les dijo dónde estaba el Bosque Azul. Ahora no está, cuando vuelva la voy a agarrar.
Hoy no fui al cole. Estoy en cama. Le pedí a mami un cuaderno para escribir las cosas que pienso o que me pasan, aunque no me pasa nada. Mi mamá dijo que el gato había cazado otra paloma y había dejado la cabeza en el árbol donde nosotras jugábamos, una cabeza de torcacita.

El Hilo

Iba Teseo con el hilo que le había dado Ariadna. ¿Y si ella lo había engañado? ¿Qué tal si Teseo llegara al Minotauro y ella estuviera junto al monstruo riéndose? Si Ariadna, por ejemplo, atara su extremo del hilo a los cuernos de su amado, entonces cuando Teseo llegase los dos extremos del hilo convergerían en el mitad toro. Qué si todos los caminos conducen al toro. Entonces, siempre voy a estar, siempre estuve, en el laberinto, y encuentro toros por acá y por allá, siempre toros pero nunca la salida, nunca la luz (aunque la metáfora de la luz es por supuesto muy inferior a la del toro). Nunca a Ariadna, que hay que ver en qué corrupto ser se ha convertido, para dejarme con este hilo que es una señal a ningún lado, o en todo caso hacia mi perdición. Igual yo sigo con el hilo, lo recorro y desrecorro, lo separo en hebras y lo trenzo de nuevo. No se puede decir que ame el hilo, pero no se puede negar que estoy apegada.

lunes, octubre 31, 2005

La liebre

Estoy leyendo, tarde, a Aira. Digo tarde porque éste es el segundo libro que leo de él, y ya publicó muchísimos, debería haber empezado antes. Éste que estoy leyendo es La liebre. Miro y remiro todos los casilleritos provistos por la honorable facultad de Filosofía y Letras y trato de encajarlo en alguno, pero por más que aprieto no entra. Antes leí El sueño, y pensé: “Pero qué loco está este tipo”. Ahora, en La liebre, la locura se me está volviendo más brillante mientras avanzo (como la liebre). La liebre puede ser la literatura, los laberintos del pensamiento, el logro derivado. Resumen de lo que voy leyendo: Rosas desprecia a Manuelita pero está apegado a esa “idiota y snob”, hace piruetas sobre un caballo, le presta al caballo a Clarke, un inglés, que va a visitar a Prilidiano Pueyrredón, el genial artista que en un futuro pintará a Manuelita. Éste por intuición desarrolla la teoría del darwinismo sin conocerla y rechaza la invitación de Clarke a buscar la liebre. Clarke va entonces con un acuarelista a internarse entre la indiada y comer patynesas con los mapuches. Ahora, acá, creen que Clarke secuestró a Cafulcurá, el cacique, así que él, el acuarelista y un par más van disparando. ¿Qué es esto? No es literatura fantástica (reconocible por la ambigüedad entre lo real y lo irreal, según mi brutal simplificación de las larguísimas y detalladas teorías de Todorov, que para qué se mató explicando). Esto es más bien literatura delirante.

Insectos

Sobre la mesa se desplaza una arañita blanca, casi transparente, con rapidez. Hay arañas por todos lados en esta casa. Qué fastidio. También vi hormigas, hoy. Casi nunca mato bichos y así se multiplican. Me dan pena, tan indefensos. No tiene caso combatirlos (me parece desproporcionada esa palabra para referirse a ellos, pero es la que se usa en las publicidades de insecticidas, como si se tratara de una lucha cuerpo a cuerpo). Los únicos que de verdad me molestan son unos que se adhieren a las hojas del jazmín, especialmente a la base de los pimpollos. Se ve que los atrae algo de las flores. No dejan que se abran totalmente, y uno de los placeres que trae esta época del año es estar en cualquier lugar de esta casa diminuta y, al mover el viento las ramas del jazmín, que está justo al lado de la ventana grande del living, sentir cómo todo el aire que entra está perfumado, filtrado a través de las flores blancas que jamás corto.
Hasta cuando saco las telarañas de los rincones procuro no aplastar ninguna araña. Acá está, acaba de subirse a mi brazo. Bueno, tampoco voy a dejar tan tranquila que una arañita minúscula me pisotee como si nada. Ya está, la soplé para que cayera al suelo. Sé que no se lastiman, son tan livianas que hasta parecen flotar un poco.

jueves, octubre 27, 2005

Un poema chino (no, no es de Lai-se Ka)

¡Ah, a casa vuelvo! ¿Por qué no volver, si veo que mi campo y mi huerto de cizaña están llenos? Yo he hecho de mi alma un siervo de mi cuerpo: ¿por qué tener pesares vanos y dolerme a solas?

No me inquiete lo pasado, y camino adelante tome. Sólo breve distancia he hecho el mal camino, y hoy sé que estoy en lo justo, si ayer el error fue completo.

...

¡Ah, a casa vuelvo! Dejadme que desde ahora aprenda a vivir solo. El mundo y yo no estamos hechos el uno para el otro, y, ¿por qué girar en redondo como quien busca lo que no ha encontrado?

Contento estaré con las conversaciones de los míos, y habrá música y libros para pasar las horas. Vendrán los granjeros y me dirán que ha llegado la primavera, y habrá labor que hacer en la granja occidental.

...

Allí los árboles, feliz el corazón, crecen maravillosamente verdes, y el agua de las fuentes salta con risueño sonido. Admiro cómo crecen y prosperan las cosas según sus estaciones, y siento que así, también, hará su giro mi vida.

¡Basta! ¿Por cuánto tiempo he de guardar mi forma mortal? ¿Por qué no tomar la vida según viene, y por qué darse prisa y quehacer como quien lleva un recado?

Riqueza y poder no son mis ambiciones, y es inasequible la morada de los dioses. Querría partir solo una clara mañana, o quizá, clavando el bastón, empezar a quitar las cizañas y a labrar la tierra.

O querría componer un poema junto a un claro, o acaso ir a Tung-kao y dar un largo grito de reclamo en la cumbre de la colina. Así estaría contento de vivir y morir, y sin interrogar el corazón aceptaría alegremente la voluntad del Cielo.

T'ao Yüanming (372-427 DC).

miércoles, octubre 26, 2005

Bigotes

Sobre los bigotes, durante la presentación de la reedición de Poemas Chinos, de Laiseca, en el Centro Cultural de la Cooperación.

Fogwill: Yo me quería dejar el bigote como Laiseca [noté que ante el público se dicen Fogwill y Laiseca, pero en voz baja Laiseca le dijo “Gracias, Quique” cuando terminaban], pero no me creció. Mi mujer me preguntó: - ¿No era que te ibas a dejar el bigote? – No me lo corté, pero no me creció. -Debe ser un problema de falta de testosterona. [risas del público] – Hija de puta. [risas más fuertes].
En todo caso, lo que es seguro es que Laiseca le copió el bigote a David Viñas

martes, octubre 25, 2005

Presentación de Julio


Una muestra de la hiperactividad característica de Julio Cortázar.

Lo particular y lo general

Estoy despierta, insomne, pero no muy despierta en realidad, sino en ese estado de semisueño donde los ojos pesan un poco y se siente un frío interno (por eso se vuelve tan agradable después entrar en las sábanas que se abren como flores). Ojalá pudiese escribir, escribir de verdad, comunicar algo de lo que está adentro y toca a, no sé si todas, pero a muchas personas, eso que parece tan íntimo y en realidad es universal, como cuando uno se enamora y piensa que sólo a uno le puede estar pasando algo tan fuerte, que nadie más puede sentir así, pero entonces se da cuenta, te das cuenta, me acuerdo de un pasaje de La vida breve ahora, te das cuenta de cómo giran alrededor tuyo palabras dichas o escritas por otras personas, tan parecidas a las que están en tu cabeza: “si me dejaras, me moriría, o seguiría viviendo pero mi vida no valdría nada”, cosas así, tan terribles y tan comunes. Pero ése es un ejemplo extremo, hablo de cositas menudas, el extrañamiento, pongamos por caso, de una mano, por ejemplo, ese momento tan La náusea en que la mano se vuelve como si fuera de otro y uno se la queda mirando como si fuera una araña, la mueve asombrándose de que responda, cada dedo. Una cierta manera de mirar; otra vez, para poner un ejemplo un poco exagerado, uno mira al sol y después hay puntitos quedan vueltas por ahí en todo lo que la vista toca (esa figura es hermosa, lo que la vista toca, como si fuera una mano, no los ojos, sino el extremo del espacio que hay entre los ojos y la cosa, el espacio que se detiene justo antes de la cosa, que en efecto la toca, pero que realmente poca relación tiene con los sólidos, lejanos ojos). No es necesario tanto. Nada más ese tipo de mirada seca que uno tiene a veces, donde todo parece tan adverso, y parece que si tocás esa madera, ese plástico, la textura de la superficie va a ser desagradablemente rugosa/gomosa/resbalosa.
Ya no es este día sino el siguiente. Un poco por ejemplo quema tener los ojos abiertos adelante del monitor, como a tantos le debe quemar, mientras voy tomando conciencia de que me estoy durmiendo.