domingo, enero 28, 2007

Sh

“Considero al hombre como hacedor de ruidos”, dice. Él, hacedor de silencios, es, al menos en ese aspecto, inhumano. Insiste: “Los seres humanos son generadores de sonidos. Son (los demás)”. Se aparta, divide: ellos, no yo. Un extraño. Más: un extranjero. Ya a las puertas de la cárcel, la frase de Kierkegaard sobre Sócrates (“su demonio le impidió que se defendiera”) con la que se identifica el silenciero bien podría aludir al fin de Mersault.
(Antes, en otro lado, Saer emparentó Zama con El extranjero. En Letras tenían una manera de decir eso que me sonaba dulce: “lo inscribe en una cosmogonía junto a…”. Lo escuché tantas veces, era como un tic. Pero trato de no usar esas franelas de sacar lustre, tan gastadas).
Pienso, además, en los modos en que hace silencio. Por un lado, combate el ruido o lo elude. Por otro, frustra la expectativa de la palabra: dice que es escritor, no escribe. Fabula, pero calla. Pesa menos la expectativa de otros que la propia: es la intención de escribir la que crea un vacío en lo no escrito.
“-¡Y no pretendas haber sido dado en sacrificio, ser un inmolado!”.
(Entonces me cubro la cara con las manos).

2 comentarios:

estenoesminombre dijo...

¡Ay!, venía bien hasta el final en que se tapó cara y por ende me tapó los ojos y me estrolé en una zanja.

También hay un vació que el esribidor por sí mismo no puede alcanzar ni abarcar. El que lo sabe lo aprovecha y, deja que cada quién se descubra ante lo escrito como propio y ajeno.

¿Ahora me hace el favor de destaparse la cara?... gracias.

Un beso

Vero dijo...

Me tapé porque sentía que me hablaban a mí (para poder decir ¡no toy! como los chicos). Dígame, ¿ya pasó, ése que me señalaba? El hombre del libro azul. ¿Sí? Ah, bueno. Ya me destapé, ¿ve? Un beso.