No difícil pero sí incómodo resulta leer
Tadeys en el colectivo, a fuerza de costumbre ya no me intimida que me vean sonreír embobada, embebida, más bien -aunque el verbo no me gusta por mi tendencia a la claustrofobia es de uso común para el caso- enfrascada en la lectura, pero todavía el pudor que me impide reírme -como se dice- a mandíbula batiente hoy me estrangula el carcajeo, y no llego a darme cuenta si sólo yo escucho el apagado quejido, el estertor de la risa atragantada.
4 comentarios:
Atenti con el Tadeo que está en el asiento de atrás...
Yo vengo oyendo una risa como metida en una bolsa, desde ayer. ¿Serás?
Aaaah Vero, es que eso de reírse a veces es incontenible y luego una se vuelve sinverguenza, se ríe y se ríe en medio del bus...
¡Otro salute!
Luis, leí unas 100 páginas y todavía me rehuyen. ¿Estarán esperando para atacar por sorpresa? Puck, Rain, un tal Zete Tijuán grita en voz baja, se dice. Así me reía, como si gritase en voz baja.
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