viernes, diciembre 22, 2006

Viaje

En casa, leo esta descripción de un hombre muerto: "tenía el aspecto de un extranjero que viniera de un país atroz y al que tuviésemos miedo de hablarle”. Salgo. Todo el sol viene a plantarme su luz en la cara en franco oxímoron.

domingo, diciembre 17, 2006

Ieri

Llegué tardísimo (es inquietante, incómodo llegar cuando se están preguntando qué le habrá pasado a uno). Éramos pocos, menos que otras veces, quizás eso propició la integración. Hablamos de hijos y de acondicionadores de aire, preguntó qué era una idea y pensé que eso se podía responder de tantas maneras dependiendo del contexto que mejor me dedicaba a los sorrentinos antes de que se enfriaran, identificó el trabajo con el esfuerzo físico, contó que recorrió la redacción de un diario con un pino a cuestas, salieron a fumar, quiso saber cómo nace la música, rechazó el perfil combativo de las mujeres que se escudan en el género, habló de los lieder de Nietzsche, dijo que la profesión no es la persona, hablamos de las múltiples facetas del ser humano, dijo que si no sale a la luz el río subterráneo te socava por dentro, volvieron de fumar, algunos fuimos a tomar helado y otros sólo se fueron, mientras probaba la crema irlandesa una voz sacerdotal (así la calificó él, a mí no me parece) leyó ese fragmento de Calasso y desnudó su carácter poético, mencionó a poetas españoles, recitó hermosos versos, dijeron Wilcock y pedí más, caminamos despacio en compañía del agua, lamenté su inesperada ausencia.

viernes, diciembre 15, 2006

Domani


¡Qué buen afiche! Aydesa lo hizo de nuevo.

domingo, diciembre 10, 2006

Siesta

Leo blogs mientras el aire caliente me prensa las sienes, como queriendo juntarlas. Escucho un golpeteo y me levanto a mirar por la ventana para comprobar que lo que creo lluvia no sean pájaros embarullando el patio. Es. Gruesas gotas se desparraman con ruido en las baldosas. Pero el cielo está casi todo celeste, sin consuelo de grises salvo unas nubes que se apuran para ir a ilusionar a otro. Ya los golpes se apagan. La presión no afloja.

Quítame de ahí esas pajas

Una vez leí El anatomista, de Andahazi. Me aburrí. Mucho. Y cómo no: el tema central de la novela es el descubrimiento del clítoris por un hombre. ¿Hace falta apuntar su imbecilidad? Hoy pispeo la lista de best sellers de “La Nación”. Está en tercer lugar un libro del mismo autor. Premio Planeta 2006. La breve reseña dice que trata de un indígena mexicano que descubre Europa antes de la llegada de Colón a América. Uf.

sábado, diciembre 09, 2006

Los m

Me voy por ahí y medran como hiedra voraz sobre un post(e) más bien insulso, liso, con pocos accidentes, nudos a los que aferrarse. Cuando vuelvo, me asombra ver cómo la planta creció sin riego. Me acerco. Todas las hojitas tienen la misma forma (la de la m). Las toco con extrañeza. Algunas acarician, otras raspan. A algún amigo o amiga le ha dado por mimetizarse y mezclarse entre el yuyo, también, por diversión. Los dejo hacer, entretejerse. Podría podar la planta o ponerle cercos. Pero cuántas veces miré con pena los jardines prolijos de otros, las pulcras paredes donde la voz no encuentra eco. Estoy lista para irme otra vez. ¿Oiré el rumor de la hiedra en su dibujo mientras me alejo?

miércoles, noviembre 29, 2006

Pasado pisado

Y ahí pasó la semana en que iba a subir un post todos los días. Qué perseverante es mi inconstancia. En estos días estuve lejos del estado contemplativo necesario para la reflexión. Mi cabeza fue arrastrada por el resto de mi cuerpo, agarrada por el cuello. Días movidos, en fin, pero nada que se me ocurra contar acá. Generalidades, que siempre resulta aburrido leer. Tragos en The Temple Bar, el viernes, con amigos. El sábado, asado con la prima. Me acuerdo de haber dicho muy seria algo que ahora me parece absurdo: “Le digo Julián cuando lo reto porque para eso va mejor una palabra aguda, con el peso al final. Julio se dobla, ¿ves? Ju (dedo índice sube) lio (baja, completando un semicírculo)”. Domingo, día en familia. El lunes fue sólo eso. Lau me llamó para ver si quería ver Potemkin con orquesta en vivo, pero yo tenía examen de inglés. Hasta en eso el lunes se empeñó en fastidiarme. Anoche, milanesas y risas con Marcela. Hoy, parafraseando a Dipré en “Lluvia”, quizá tampoco escriba.

domingo, noviembre 26, 2006

Physical

Leo en la Rolling una nota sobre You Tube. Dejo la revista y vengo a hurgar, buscando lo que vi ayer, un recital de Zep en Seattle, 1977. Me acuerdo de “Ten years gone” y apunto. Encuentro algo del ’79. Ni Bonham ni Page están hoy en el nivel de ayer. Plant está más afinado, eso sí. Pero no compensa, ayer Bonham me molió a palos. Acá se entibió. Hay que ver que el sonido del videíto no es muy bueno. Tengo que aprender a subir videos. Mientras tanto, quiero decir, mientras dure mi ignorancia en esos menesteres, si quieren, pueden ver éste. Yo los dejo, me voy, ya, a ver el otro de nuevo. A esperar la paliza de la batería. ¿Se entiende por qué es mi banda preferida? Una caricia, una sacudida. ¿Sienten?

viernes, noviembre 24, 2006

Nubosidad variable


Desperdigué las únicas palabras que escribí ayer entre los escritos de siete abogados y las orillas de Calasso. Ni una línea fuera de eso. Fotos con Nori y Evaristo al anochecer. A la una el aire todavía pesaba. Salimos. El helado de menta me despejó como un limpiaparabrisas.

miércoles, noviembre 22, 2006

Lo que K. nombra

Kafka intuyó que sólo se nombraban un número mínimo de los elementos del mundo circundante. Una afilada navaja de Occam se hundía en la materia novelesca. Nombrar lo mínimo y en su pura literalidad. ¿Por qué? Porque el mundo volvía a ser una selva primigenia, demasiado cargada de sonidos ignotos y de apariciones. Todo tenía una potencia enorme. Por eso era necesario limitarse a lo más cercano, circunscribir el área de lo nombrable. En ese círculo fluiría toda la potencia, dispersa de otro modo. En aquello que se nombra -una taberna, una diligencia, una oficina, una habitación- se concentraría una energía inaudita.

Roberto Calasso, K.

756

A veces, cuando estoy sentada frente al monitor, en casa, pensando cómo escribir algo, y las palabras se me resisten, me evaden, curvo las manos y las acerco -también se usa decir “ahuecar las palmas”, pero no me gusta esa expresión, las palmas no se ahuecan, el hueco está delante, o en todo caso, en éste por ejemplo, entre las palmas cuando se juntan pero no el todo-, rodeando una imaginada esfera donde voy dejando o más bien adonde dirijo eso que no puedo nombrar. Miro mis manos, la figura que forman. Sé que suena increíble, pero muchas veces las palabras salen de ahí, como si al unir las manos hubiera apresado lo que se empecinaba en escapar. Entonces rompo la esfera, escribo la palabra, la congelo, detengo su fuga y la sumo a mi colección. La miro satisfecha: está detenida, suspendida en el plano blanco, detrás del vidrio. Sí, se puede decir que colecciono palabras como otros coleccionan mariposas.

Los nombres

Probablemente más tarde me pregunte para qué habré contado semejante cosa, qué manía de exhibir así mi estupidez, dejarla acá tirada, tiritando en la pantalla mientras me olvido de ella y me voy a duchar, para que cualquiera que pase la mire y se ría. Pero no quiero pensar mucho si subo esto o aquello porque después pasa como ayer que el día corre mientras vacilo y el té se enfría. Escribir, escribo todos los días, más o menos, en el cuaderno Gloria de tapas naranjas -donde ya no queda lugar para amontonar más palabras-, en los márgenes de los libros -en este caso, a veces, lo que escribo no se relaciona con el soporte, me acuerdo de estar en un café y describir los gestos de una pareja de una mesa cercana en los espacios que Bolaño o más bien sus editores habían dejado libres-, en cualquier papel, bah, que después tiro, aunque en un momento me haya sido tan necesario, tan natural extremidad, dedo de mis dedos. También acá, claro, en esta cara luminosa que me mira. Pero subir, dar a leer, es otra cosa. Ahora me desperté y pensé qué confusión hago con los nombres y se me ocurrió contar eso mientras me despabilo. Dije hace poco que me había gustado Las palmeras salvajes de Foucault, y bien podía disculparme la hora tardía o el acohol ingerido, pero en las épocas de Facultad, no sé qué disculpas me habré buscado cuando me di cuenta de que había escrito en la carátula de la monografía de Literatura Española II (Siglo de Oro) “Profesora: Teresa Parodi”, Teresa, ¿ven?, en vez de Alicia. Y ahora saco de la biblioteca Un kilo de oro y busco el cuento “Nota al pie”, uno de mis preferidos de Walsh, para leer el nombre del muerto, León De Sanctis. Desde hace como 40 años el muerto, el de la nota al pie, se llama así. Pero el mismo día que entregué el trabajo sobre Walsh en el seminario de Piglia corrí a comprobar lo que temía: sí, había escrito, cada vez, en lugar de León de Sanctis, León Bloy.

Modos de leer

Leo un poema. El tiempo no se detiene, está ahí, abajo a la derecha, acechando. Primero me desplazo rápido, sabiendo que dejo delicias sin probar en el camino. Busco ver adónde apuntan todos esos signos. Encuentro el centro, pero para eso tengo que llegar al final. En el reloj pasó un minuto. Vuelvo y me sumerjo. Esta vez casi puedo escuchar cómo el tiempo se deshace alrededor. Se desprende del reloj como si le pesara, se multiplica en fragmentos, se bifurca, le salen brazos por todos lados. En la primera lectura las palabras abrieron un pozo y me dejé ir por la pendiente. Vuelvo a leer: las paredes del pozo se ensanchan. En el primer verso me enciendo, en el segundo temo y me agazapo, en el tercero mi mirada recorre la distancia imposible: de mis ojos al cielo, mucho más allá de la ventana. Y así hasta el final. Mientras me paseo por el poema, agarrando cada palabra y haciéndola rodar para ver cómo suena, cómo brilla, el tiempo está hecho de cosas como éstas: este segundo quema, este otro tiembla, éste me marea.

lunes, noviembre 20, 2006

Suprimido

Así se titula un capítulo de Memorias póstumas de Blas Cubas, de Machado de Assis. Al narrador le parece que lo que acaba de escribir es demasiado estúpido y lo suprime en la última línea. Se aplica al post anterior. Hoy decidí eso y lo sostengo, pero la que seré mañana quién sabe.

Disuasión

Decidí que esta semana voy a postear algo todos los días.

Calasso

Me encantaría recortar algo del libro de Calasso que me prestó Inés y pegarlo acá, pero cuando veo el fragmento ahí, inerme, desnudo sin su resto de hojas adelante y atrás, me doy cuenta que no tiene caso. Este libro se desangra si le corto una parte, o al menos los trozos que más me gustan hay que apreciarlos unidos al cuerpo. Puedo ver que lo que creí entender cuando lo ojeé es bien distinto de lo que entiendo ahora. Para ser justa, debería decir “entreveo”. La verdad es que mucho se pierde por un saber que Calasso da por sentado en el lector y que no tengo.
Además: qué daría por un cuchillo de obsidiana.

jueves, noviembre 09, 2006

Pasajes

Leo siempre que puedo. No es mucho, ni una mínima parte de lo que querría. A veces, caminando por Paraná, voy leyendo y atisbando fuera de los márgenes del papel los otros márgenes: los bordes de las cosas, o de los otros, las puntas de los zapatos que anuncian un cierto volumen y peso móvil con el que es posible tropezar con la consiguiente interrupción brusca de la lectura. Sin embargo puedo concentrarme bastante en lo que leo, entrever por ejemplo tierra reseca mojándose con la sangre de perros y baldosas quebradas, sombras en movimiento, bultos desenfocados de los que trato de apartarme.
Hace una hora, más o menos, mientras me dejaba izar por la escalera mecánica, iba leyendo: “…una secuela de la agresión. Con el tiempo el propio organismo sabrá cómo reponerse, y yo, el espectro que lo habita, volveré a ser el mismo de siempre”. El papel se agrisó. Faltaba algún tubo fluorescente. En la semioscuridad entrecerré los ojos y se perfilaron las palabras: yo, el espectro que lo habita. Enseguida la luz de la mañana le devolvió la blancura al papel y la definición a las letras impresas. Volví a leer: el mismo de siempre. ¿Cómo es posible que cosas como ésta me conmuevan?

miércoles, noviembre 01, 2006

miércoles, octubre 25, 2006

Silvia

De la movilidad nubosa
de cuerdas que no vibran
emergen cristales de fantasma.

De “Del amor y la turbiedad”

Miro tus manos desde atrás. No estoy lejos, puedo llegar a ver la bóveda de tus palmas y los dedos que caen de ese cielo. Admiro cómo quebrás la estocada del dedo en la tecla, interrumpiendo la trayectoria, para lograr ese sonido tan puntas de pie que se diluye con rapidez…
… Y otras veces los pasitos vaporosos se vuelven taconeos profundos, poderosos, la cabeza acompaña con un vaivén, seguramente irreprimible, pero que parece deliberado: asentimiento y énfasis. Sos un general arengando a la tropa con el tronar del piano. El cuerpo alerta, listo para guerrear.
Y además.
Le digo a Inés: “Ese cello me llenó los ojos de lágrimas”. “A mí también”, me dice. Y es como presentir el roce de un milagro saber simultánea esa vibración unísona en las dos, o en los tres (no olvidemos el instrumento). Yo no sé si el cello toca el corazón, pero sí que cava hondo.

Todo lo que necesitabas
era sostener un cello entre las piernas
y una palabra untada con resina.

Frotar esa matriz demente,
la más grave de tus cuerdas.

Abandonarte,
inclinando ligeramente la cabeza.

Emerger oxígeno.
Puente.
Ébano.
Rastro.

De “De recomendaciones angélicas”.

“Del amor y la turbiedad” y “De recomendaciones angélicas” son poemas de Silvia Dabul, incluidos en Lo que se nombra.

Lo siniestro

Hay algunas palabras que asocio inmediatamente a un libro. “Siniestro” es, para mí, desde hace unos quince años y quién sabe hasta cuándo, El corazón de las tinieblas, de Conrad. El narrador se adentra en el Congo: ríos como serpientes, irrealidad, muerte. Por esta manía asociativa que tengo me acuerdo ahora de Herzog describiendo la selva en Enemigo íntimo, su ímpetu destructivo, la vida que surge a partir de la putrefacción. Lo familiar, ajeno. Nuestra naturaleza es también como esa selva, pero nos olvidamos. Somos tan civilizados.

lunes, octubre 16, 2006

Cohen, Di Benedetto y cía.

El viernes en la Biblioteca Nacional Cohen hablaba sobre Di Benedetto. Fui. Entré al edificio hongoide, saludé al busto de un Borges verde. En el auditorio, dos traductoras (al portugués, al italiano) hablaban de El silenciero. Cohen se impacientaba. Por fin subió sus largas piernas al estrado. Las palabras se le tropezaron un poco en la intro. Se ve que se siente más cómodo leyendo, ya lo vi en la tele, hace poco. Para la conferencia eligió la lectura constante, sin paréntesis, con pausas sólo para tomar agua. Comparó a Di Benedetto con Beckett cuando afirma que hay que “abrir agujeros en el velo del lenguaje, para llegar a lo que hay detrás, o a la nada que hay detrás”. Como Beckett, dijo, elige como camino poético el empobrecimiento (me acordé del “laconismo” que le atribuye Saer). Sobre “Aballay”: “Todos vivimos haciendo maniobras más o menos aparatosas sobre un caballo”. Ah, la culpa, cómo no. Qué increíble, maravillosa búsqueda de expiación. Salí de la Biblioteca abrumada.

Relacionando esto con lo que escribí la otra vez, ¿por qué esta culpa sí y la otra no? Porque en la peli de Allen la culpa de Chris me pareció inconsecuente. Volviendo a La vida breve, no sería aceptable que Brausen-Arce se culpe por la Queca, pero es comprensible que sienta culpa por el pecho escindido de Gertrudis. Qué decir de Kafka. Cohen mencionó, vinculándolo con “Aballay”, el relato “La condena”. Agrego, ahora: “La metamorfosis”. ¿O no lo consideran unos indios a Aballay hombre-caballo? Pienso en Gregorio montado a un insecto hasta al fin para purgar su culpa. Culpa, como Georg en “La condena”, por ocupar el lugar del padre como sostén económico de la familia. Gregorio debe, también, una muerte.


lunes, octubre 09, 2006

Sobre la culpa

En La vida breve sería ruinoso para la novela que Brausen sintiese remordimientos por golpear a la Queca, por su vehemente deseo de matarla. No importa que no sea él quien la mate. “Quise ayudarte porque me parecía injusto que te pudrieras en la cárcel por una cosa que yo mismo hubiera hecho, que me parecía bien hacer”, le dice a Ernesto, hacia el final. ¿A qué viene esto? Bueno, es que recuerdo unas palabras cruzadas anoche sobre Match Point, de Woody Allen, y acá viene Onetti al galope, y lo hago pasar, qué voy a hacer. Mientras veía esa peli pensaba que era necesario que uno de los dos, o ambos, muriesen. Ella no era menos despreciable que él. Lo esperado sucedió. Pero lo previsible de la trama no me molestó tanto como la culpa corporizada torpemente en fantasmas. En la literatura como en el cine me parece más interesante investigar ese momento en que un personaje es a un tiempo cruel e indiferente. Yo, que soplo una arañita que camina por mi brazo porque temo lastimarla si toco con mis toscas manos humanas sus delicadas patitas, puedo identificarme fácilmente con el que dijo: “Como si esta tremenda cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin, comprendía que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio”.

lunes, septiembre 25, 2006

Fragmentos de una conversación

No deja de maravillarme la repetición en diferentes caras de ciertos ardores comunes. Hoy, en el colectivo, presencio la reacción de una (imagino, soy mandada para el delirio) ex pareja ante la irrupción de nuevas relaciones sobre las cenizas de la anterior (“che, acá se está encendiendo una brasita”; “sí, pero no es para tu asado”).
Él: ¿Qué estudia?
Ella: Ya se recibió.
Él: ¿Pero de qué?
Ella: No sé, algo como Administración de Empresas.
Él: Contame, quiero saber todo.
[…]
Él: Anoche me acosté con María (o Marisa) por primera vez.
Ella: Está bien, si te gusta…
Él: No.
Ella: Entonces para qué… [ininteligible, en un tiro escucho la palabra garchar, ella suena molesta. Ay, nena, cómo caíste, metiste las cuatro patas].
Quizás mi rabia contra las charlas por celular sea bien miserable: pura frustración de mi pasión por el voyeurismo.

Ocaso

Cerraron el café Van Gogh de la esquina. Cómo se apagan las luces tenues de los lindos bares del centro. En los nuevos, la excesiva luz espanta la intimidad, el plástico y el metal acalambran la espalda. Quién puede querer conversar entre esas durezas.

Un viernes

Dice Nori: “Qué raro que no contaste nada del viernes en tu blog”. Le digo: “Bueno, no cuento todo lo que hago. Además, a quién le puede interesar”. Pero igual su comentario pone a andar la máquina imperfecta de la memoria, escucho su traqueteo de fierros descalabrados, me pongo a hacer un recuento como para ver si me falta algo en la mochila aunque en el recuerdo los trocitos de caras, música, risas, pasan en flashes y mucho, o casi todo, se pierde y es irremediable. Entonces, rápido y como cayó, quedó: salgo del limbo de la oficina como si naciera les digo a los chicos vamos a tomar helado vienen ellos toman helado pero yo no me encuentro con nori me despido de los chicos ya es tarde para llegar a la fiesta de sudestada compramos vino vamos a una casa en congreso donde mirjam hizo arroz y verduras salteadas con salsa de soja en un wok también por lo que se ve hizo amigas otra alemana como ella una austríaca una italiana una sueca todas parte de la fauna foránea ocasional de puán le pedimos a la austríaca que hable en austríaco pero claro habla en alemán nos reímos tanto concluimos o al menos yo que el alemán abunda en j ch g y otros sonidos guturales imposibles de reproducir para nosotros acostumbrados a la gran abundancia de vocales y consonantes blandas pero tomá mate con nuestra rr ellas dicen que los argentinos hablamos como cantando no sé qué otras cosas más siempre particularmente consonánticas llegamos siete mujeres dele blablar a sarmiento y rodríguez peña tocan las curvettes bailo y salto canto a veces cuando terminan voy atrás compro un top a rayas vanesa la cantante de las curvettes me dice tengo uno igual pienso mentirosa le digo que se saque una foto conmigo me estampa tremendo beso después tocan las she devils de a ratos veo a sandra y a aína pogueando vuelvo a casa por suerte mar dejó prendida la luz de adelante.

Lo imborrable

Nunca escribo los libros más que con lápiz, así como nunca doblo las puntas de las hojas. No me gusta dejarles cicatrices indelebles. Pero el jueves escribí con resistente tinta de birome líneas dictadas por otro en un libro de Machado de Assis y lo dejé ir. Stella me miraba como si me hubiera vuelto loca (es decir, como si no me conociera), me hacía preguntas. Le dije: “Dejá de hacer bardo que van a venir a alcanzármelo diciendo que me lo olvidé, después te explico”. Después le expliqué. Se rió. Yo también.

viernes, septiembre 22, 2006

Tu sombra hiende la distancia

Hoy que ya es ayer, un par de horas atrás de este momento en que las teclas cloquean, Spinetta terminaba de tocar “Durazno sangrando” (pensé en lo precioso e irrepetible del instante, pensé en que nunca antes ni después su pelo voló ni volará así con el viento al cantar “y la canción que escuchas tu cuerpo abrirá”), la gente aplaudía. Me pareció un acto de duraznosa dulzura criminal sangrante que él dijese con su voz de fuelle siempre soplando: “Muchas gracias, son muy amables”.

jueves, septiembre 14, 2006

Privilegios

Cuando vengo en el subte, a la mañana, cuando oigo el sonido infame de un celular, cuando levanto la vista del libro y me quedo mirando cómo cuatro o cinco mueven la cabeza con giros cortos y veloces de pájaro, tratando de ubicar el lugar de donde proviene el ruido (a nadie le gusta abrir la tapita de su celular y ver que se hizo cargo de lo que no era para él), cuando tres o cuatro se revuelven las carteras de las damas y los bolsillos de los caballeros buscando el adminículo, cuando dos o tres caen en el paréntesis de arriba y el que se ganó el premio de que alguien lo requiriese en ese mismo instante tiene que hablar frente a varios pares de ojos y oídos desconocidos de algo que sólo le interesa a él y al que lo llamó, me siento tan contenta de no tener celular. Bajo la mirada y ahí está todavía el libro abierto. Me zambullo en esa música.

miércoles, septiembre 13, 2006

Uf

Y después de escribir o transcribir lo de recién, lo leo y pienso: pero qué densa, tanto que me revienta la gente pretenciosa. Benjamin, Kafka. Ahora esto. Cartón lleno. Por qué no contar, por ejemplo, que la semana pasada fui al Abasto a ver si conseguía entradas (2x1) para Iggy Pop. Muy tarde, hasta para lágrimas. Tendría que haberlo previsto. Tardé mucho, me dormí, para variar. Premio consuelo: ya que estaba ahí, en el emporio del cine, me metí a ver “Que sea rock”. Yo que sé. Más que nada es propaganda para el Pepsi Music 2006. Es raro que esté Las Pelotas y no Divididos, por ejemplo. Que esté Charly y no Spinetta. Rescato algunas cosas. Dárgelos mandó: “Somos proclives al trance”. Es buena, ésa. Me gustaría poder decir: “Este blog es proclive al trance” sin sonar idiota. Pero es tarde para eso, también. Lo mejor, el tema que toca Catupecu. Y sin embargo, esa banda no termina de gustarme porque me agota que estén casi todo el tiempo al palo. Da ganas de decirles: “Bueno, chicos, cálmense un poco, no será para tanto”. Qué lástima que no está la Bersuit en el Pepsi Music, me dio unas ganas...Me acuerdo de que pensé: "Estoy harta de no ver a la Bersuit".

Notas en el cinematógrafo

Ayer, en la Lugones, escribí esto, en el cuadernito que siempre llevo encima: “Casi nada del olor murcielagoso que antes siempre encontraba, tengo que respirar hondo y rastrearlo, ayudándome con el recuerdo. Y definitivamente puedo asegurar que falta el golpe del aire húmedo y frío, el lengüetazo helado al entrar. En fin, todo eso que casi me hacía sentir que estaba en una caverna, hace unos años. Un hombre se mira los zapatos. Escenografía imprecisa. Cielo grisáceo. Escombros: un basural. Pero lo peor está en el cielo, es de verdad abominable. Qué rápido hablan y cuántas palabras para no decir nada. Si me siento después de haberme parado parecerá que claudico, dice Pozzo. Parece algo de Kafka. Bah, después de todo, esa espera infructuosa, ¿no recuerda ‘Ante la ley’?”

PS: Se me fue la mano con el hermetismo. Martes y miércoles pasaron en la Lugones pelis basadas en textos de Beckett. Vi "Esperando a Godot".

domingo, septiembre 03, 2006

¡Pobrecito el traductor!

La fidelidad de la traducción de cada palabra aislada casi nunca puede reflejar por completo el sentido que tiene el original, ya que la significación literaria de este sentido, en relación con el original, no se encuentra en lo pensado, sino que es adquirida precisamente en la misma proporción en que lo pensado se halla vinculado con la manera de pensar en la palabra determinada. Este hecho suele expresarse mediante una fórmula que declara que las palabras encierran un tono sentimental. Y hasta podría decirse que la traducción literal, en lo que atañe a la sintaxis, impide por completo la reproducción del sentido y amenaza con desembocar directamente en la incomprensión. En el siglo XIX las traducciones de Sófocles hechas por Hölderlin eran los ejemplos monstruosos de esta traducción literal. Se comprende fácilmente hasta qué punto la fidelidad en la reproducción de la forma acaba complicando la del sentido. De acuerdo con esto, la conservación del sentido no requiere forzosamente la traducción literal. El sentido se halla mucho mejor servido por la libertad sin trabas de los malos traductores, incluso con daño para la literatura, y el lenguaje.
[...]

En todas las lenguas y en sus formas, además de lo transmisible, queda algo imposible de transmitir, algo que, según el contexto en que se encuentra, es simbolizante o simbolizado. Es simbolizante sólo en las formas definitivas de las lenguas, pero es simbolizado en el devenir de los idiomas mismos.



Walter Benjamin, "La tarea del traductor", en Angelus Novus.

Primer acercamiento a Walser

Viernes. En Zivals, Nori mira libros con fotos y otros con posters. Yo me acuclillo para estar a la altura de Bolaño -esa librería tiene una serie de estanterías enanas (las rodillas sufren) ordenadas alfabéticamente (encuentro todo bastante rápido). Leo pasajes de El gaucho insufrible. Cuando me canso de la posición dejo el libro y desperezo las piernas hormigueantes. Doy la vuelta al mueblecito. Del otro lado se agota el abecedario. Leo Robert Walser en un lomo. Y en otro. Tapas duras, edición ostentosa. Siruela. Deben ser recaros, pienso. En eso un librito petiso y azul hundido entre los otros me llama. Es tan Walser como los otros. Las composiciones de Fritz Kocher. Dice: Prólogo de Hermann Hesse. Dice: Epílogo de Guillermo Piro. Miro un poco. Fragmentos. Buena encuadernación. Lo llevo.

Hoy, en casa, escucho y llevo a cabo de manera simultánea las siguientes actividades, en este orden: Estrelicia de Spinetta y leo unos posts. La banda de sonido de Underground y me levanto, bailo, me agito, me siento. El CD que preparó Aydesa y leo el librito azul. Me gusta. Paro. Acaricio las tapas aduraznadas, como las de Tusquets (después de tocar estas texturas me miro los dedos para ver si no quedaron entalcados o algo así). La tapa tiene además caligrafías antiguas, un hombrecito haciendo cabriolas. Voy a buscar el año en que fue editado: 1999. Pero busco otra cosa. La encuentro en la misma página. Diseño de tapa: AyD berón - Eudeba. Ah, qué felicidad.

Todavía no mandé a traducir honduras.

Pero.

miércoles, agosto 30, 2006

Enajenada

Lo que importa, lo que en verdad importa, está acallado, apaga el pucho en la oscuridad de la costumbre, queda oculto detrás de estos pesados telones. Porque esto es teatro. Simulo que me interesa lo que leo. Es triste, pero tengo que admitir que estoy acostumbrada a la asfixia. Respiro cortito y pienso con disfonía. En el trabajo, ando tironeada de acá para allá por textos incoloros, inodoros e insípidos, pero que me reclaman con carteles enormes (y sonoros: en el teléfono ella me dice por tercera vez “¿ya mandaste Honduras a traducir?”), mientras los que sí me gustaría leer me esperan revolviéndose de impaciencia. Por ejemplo, mientras almuerzo leo ese artículo sobre Céline que imprimí y ni tengo tiempo de terminarlo que ya vuelvo a leer qué pasa en la economía hondureña. Ni siquiera es necesario que me entere de qué se trata: me asomo a ver cómo está escrito el informe, apuntalo la estructura, plumereo las últimas pelusas y lo dejo prolijo y listo para servir. Acomodo la estantería. Pero como decíamos el otro día, esta esclavitud permite aquella libertad, y así le vamos dando turnos a lo que nos interesa y a lo que no pero redunda en interés de otros. En ese “pero” está la aceptación de las reglas de lo que de ninguna manera se puede llamar juego, ingeniería perversa, podría ser, eso que opaca la mirada y la vuelve cínica.

Lejana

¡Qué lejos está lo que uno escribe de lo que otro lee! No es por miopía que uno no llega a leer bien. Es que la palabra,y más la escrita, es siempre diminuta. Tenemos que avanzar a los tumbos adivinando sentidos entre las sombras, prendidos a cualquier rayito de luz, sin saber si de verdad nos ilumina el camino o contribuye a perdernos.

martes, agosto 29, 2006

Muzzarella tardía

La vez pasada nos dábamos codazos para ver quién llegaba primero a comentar el Pizza con muá. Esta vuelta estuvimos reservados. Por eso me tentaba la idea de escribir sobre una supuesta pelea, bifes en lugar de pizzas, brigadas bordeaux de mozos yendo y viniendo alarmados por la Guerrin, “el responsable” alentando a la horda de gallinas a redoblar la potencia de los picotazos. Ahora ya está, los contertulios me arruinaron la idea dejando testimonio de cuán buena fue esa noche. En gran parte es culpa mía, por lenteja. Yo que quería hacer sentir bien a los pobrecitos que no pudieron o no quisieron ir. Mirá que hay que ser desalmado.

jueves, agosto 24, 2006

domingo, agosto 20, 2006

Lo general y lo particular

Leyendo a Luis. Después de conocer las particularidades, no ya de una especie, sino de un árbol, ¿sería posible talarlo? ¿Cómo puede avanzar el que conoce los ojos, los tonos de color y los recorridos de las nervaduras del iris, la carga de dolor, miedo, ruego en la mirada del que va a matar?

Yéndome por las ramas, aunque sigo en el mismo árbol, creo: una vez, en la Facu, una profesora, Cristina Iglesia, habló de una tribu ya extinguida en Paraguay. A principios del SXX todavía se organizaban para europeos ricos con gusto por lo exótico “expediciones de caza” de estos seres, una suerte de turismo aventura. Se vendían bolsitas hechas con la piel de los senos de las mujeres. Después de explicarnos esto, nos leyó poemas, que daban muestra de una sensibilidad asombrosa, de integrantes de esta tribu. Están en el libro Las culturas condenadas, de Augusto Roa Bastos.

jueves, agosto 17, 2006

Nocturno a dos voces

Yo veía a la noche como si algo se hubiera caído sobre la tierra, un descendimiento. Su lentitud me impedía compararla con algo que descendía por una escalera, por ejemplo. Una marea sobre otra marea, y así incesantemente, hasta ponerse al alcance de mis pies. Unía la caída de la noche con la única extensión del mar.
Los faroles de las máquinas iluminaban en planos zigzagueantes y comenzaban a oírse los ¿quién vive? Saltaban las voces de garita en garita. La noche comenzaba a poblarse, a nutrirse. De lejos, la veía como atravesada por incesantes puntos de luz. Subdividida, fragmentada, acribillada por las voces y por las luces. Estaba lejos y sólo sentía los signos de su animación, como un parloteo secreto en un fondón cerrado en la noche. Lejana y habladora, maestra de sus pausas, la noche penetraba en el cuarto donde yo dormía y sentía cómo se extendía por mi sueño. Apoyaba la cabeza en un oleaje que llegaba hasta mí en un fruncimiento de una levedad inapresable. Sentirme como apoyado en un humo, en un cordel, entre dos nubes. La noche me regalaba una piel, debía ser la piel de la noche. Y yo dando vueltas en esa inmensa piel, que mientras yo giraba se extendía hasta las muscíneas de los comienzos.

José Lezama Lima, "Confluencias"

Esta es la noche, quien no pudo sentirla así no la conoce. Todo en la vida es mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender. Hay en el fondo, lejos, un coro de perros, algún gallo canta de vez en cuando, al norte, al sur, en cualquier parte ignorada. Las pitadas de los vigilantes se repiten sinuosas y mueren. En la ventana de enfrente, atravesando el patio, alguno ronca y se queja entre sueños. El cielo está pálido y tranquilo, vigilando los grandes montones de sombra en el patio. Un ruido breve, como un chasquido, me hace mirar hacia arriba. Estoy seguro de poder descubrir una arruga justamente en el sitio donde ha gritado una golondrina. Respiro el primer aire que anuncia la madrugada hasta llenarme los pulmones; hay una humedad fría tocándome la frente en la ventana. Pero toda la noche está, inapresable, tensa, alargando su alma fina y misteriosa en el chorro de la canilla mal cerrada, en la pileta de portland del patio. Esta es la noche. Yo soy un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad; la noche me rodea, se cumple como un rito, gradualmente, y yo nada tengo que ver con ella. Hay momentos, apenas, en que los golpes de mi sangre en las sienes se acompasan con el latido de la noche. He fumado mi cigarrillo hasta el fin, sin moverme.
Las extraordinarias confesiones de Eladio Linacero. Sonrío en paz, abro la boca, hago chocar los dientes y muerdo suavemente la noche. Todo es inútil y hay que tener por lo menos el valor de no usar pretextos. Me hubiera gustado clavar la noche en el papel como a una gran mariposa nocturna. Pero, en cambio, fue ella la que me alzó entre sus aguas como el cuerpo lívido de un muerto y me arrastra, inexorable, entre fríos y vagas espumas, noche abajo.
Esta es la noche. Voy a tirarme en la cama, enfriado, muerto de cansancio, buscando dormirme antes de que llegue la mañana, sin fuerzas ya para esperar el cuerpo húmedo de la muchacha en la vieja cabaña de troncos.

Juan Carlos Onetti, “El pozo”

Bellísima

Ayer vi una película bellísima. Nunca uso esa palabra, por lo general no me suena bien. Pero decir bella sería tan pobre, y no podría decir que me pareció hermosa, agraviarla con todas esas vocales groseramente abiertas. Tengo que bajar la voz y susurrar “bellísima”, arriesgándome a parecer cursi. Transcurre en Shangai. Natasha Richardson es una condesa rusa arrastrada a la indigencia después de la revolución. Para sobrevivir, baila por plata. Zigzaguea, sin caer, en los bordes resbaladizos de la prostitución. Ralph Fiennes es un actor excepcional. Además, acá, es un diplomático que se ha quedado ciego y sin familia. Los dos son aristócratas venidos a menos, llevan consigo, adherida, la tristeza del terciopelo ajado y sucio, de los brillos opacados por el tiempo. Están fuera de lugar adonde vayan: ya no hay sitio en la tierra que los cobije.

La peli es “La condesa blanca”. El guión es de Kazuo Ishiguro (“Lo que queda del día”). La fotografía está a cargo del mismo de “Con ánimo de amar”, Christopher Doyle. Se estrena este jueves.

sábado, agosto 12, 2006

Feliz día de las niñas

Anoche, en Niceto, primer recital de las Curvettes, el día después de volver de Alemania.
Acá se ven unas miguitas del festín.

jueves, agosto 10, 2006

Todo depende del ángulo desde el que se mire

No hay caso. Por más admiración que me despierta la oposición de Castro a los dueños de la Tierra, cuando pienso en Arenas me digo: ¿cómo un hombre tan agudo puede ser a la vez tan obtuso?

(Anteayer, después de ver “Seres extravagantes”, de Manuel Zayas).

Juguetes

Hoy venía a casa molestando a otras reses apiñadas como yo en el subte con una bolsa enorme de la juguetería (estamos en agosto y tengo siete sobrinos). Un chico que iba de la mano de una mujer se quedó mirando la bolsa. Yo miraba su mirar, divertida. Me pareció que quería ver qué había adentro, así que adrede la abrí un poco, para mostrar el ala de un avión, la punta de una lancha. Levantó la vista y vio que lo miraba. Sonreí apenas (¡te agarré!) y él me correspondió con una hermosa sonrisa de boca, dientes y ojos. Cuando se bajó, mi sonrisa todavía estaba allí.

sábado, agosto 05, 2006

¿Cuándo es el año pasado?

Leyendo a Carlos. Voy y recorto trocitos de un laburo sobre Saer y el cine, de mis épocas facultativas.

1- Deleuze sobre Bergson en La imagen-tiempo: “Las grandes tesis de Bergson sobre el tiempo se presentan del siguiente modo: el pasado coexiste con el presente que él ha sido; el pasado se conserva así como pasado en general (no cronológico); el tiempo se desdobla a cada instante en presente y pasado, presente que pasa y pasado que se conserva. Con frecuencia se redujo al bergsonismo a la idea siguiente: la duración sería subjetiva y constituiría nuestra vida interior [...]. Pero poco a poco irá diciendo otra cosa: la sola subjetividad es el tiempo, el tiempo no cronológico captado en su fundación, e interiores al tiempo somos nosotros, no al revés”. Como ejemplo, Deleuze señala el film de Resnais y Robbe-Grillet El año pasado en Marienbad, dondeya no se sabe lo que es o no un flash-back”.

2- Resnais, citado por Deleuze: “Siempre he protestado contra la palabra memoria, pero no contra la palabra imaginario ni contra la palabra conciencia. [...] Si el cine no es un medio para jugar con el tiempo específicamente, en cualquier caso es el medio que más se aviene a ello”.

3- Alain Robbe-Grillet, en Por una novela nueva, sobre El año pasado en Marienbad : “Es un mundo sin pasado que se basta así mismo en cada instante y que se desvanece luego. Este hombre, esta mujer, empiezan por existir tan sólo al aparecer en la pantalla por primera vez; antes de eso no son nada; y, una vez terminada la proyección, vuelven a no ser nada.” Y agrega: “no hay un fuera en otra parte, de la misma manera que no hay un antes en otro tiempo.


Texturas

Recién escribí "¡Mierda!” en un comentario a Fander (lo escribí porque apenas terminé de leer su post fue eso lo que dije en voz alta y me pareció que estaba muy bien trasladar la emoción inmediata a la lectura, al comentario) y me quedé pensando en lo floja y blanda que suena la palabra en español. Ajá. Es así. Una mierda floja y blanda. La m no dice nada, es casi muda (también es la letra de la vacilación; en todo caso, es poco menos que fantasmal), la r sólo se hace fuerte cuando viene doble (traten de pronunciarla sola, sin combinarla con otra) y la d es boba. Las vocales, ya se sabe, no sirven de mucho a menos que se griten. Pienso en el inglés “shit”. Tiene más fuerza, pero es demasiado corto, un soretito. En cambio, alcanza su verdadera dimensión, una esplendorosa comunión entre significante y significado, en alemán: scheize (se pronuncia yaise). Cómo me gustaría poder decir “¡Yaise!” o algo de espesor o consistencia similar para expresar mi admiración.

miércoles, agosto 02, 2006

Aira haría un palíndromo

Esta vez, durmiendo sobre el costado derecho. Mirando y de a ratos filmando un documental sobre Cacho Castaña. ¿Qué cómo es esto? Así: En mi dormitorio, a oscuras, sentada al pie de la cama, miro la tele. Dan un documental sobre Cacho Castaña. Sobre un fondo oscuro veo pasar los títulos de sus discos. Para mi sorpresa, predomina el tango: es decir, infiero, perpleja, que se trata de un cantante de tangos que alguna vez incursionó en el género melódico. Entre los que participan está Gerard Depardieu, en los créditos leo y olvido enseguida sus nueve o diez nombres (el cuarto o quinto, eso sí, es Gerard). No me asombra, ya que trabajaron juntos en Cyrano de Bergerac. Depardieu desfila por una calle empedrada junto con un grupo que homenajea a Cacho Castaña. Me meto en esa calle, paso por entre la gente para acercarme a filmar a Emir Kusturica, que elogia profusamente al festejado. Pronuncia frases que al despertar me suenan ininteligibles, pero que en ese momento son de lo más pertinentes. Ahora recuerdo “dinámica gestarí” (adjetivo gitano derivado de “gesto”). También, ante la dificultad de abarcar con palabras la desbordada admiración que siente, Kusturica emite un ¡blum! Pero yo veo bien perfiladas las letras, están en mayúsculas y dicen ¡BLOOM!
En eso, del lado de afuera del sueño, Julio naolla (¡naaooo!) para que le abra la puerta del dormitorio. Me separo de las sábanas y de Kusturica y lo dejo entrar. Lo empujo con el pie, un empujoncito con intención contenida de patada, y le digo tonto. Se queja con un graznido.
Con cosas así Aira haría un relato. Aira haría…

viernes, julio 28, 2006

Instantánea

Recién me fui a lavar la cara para despabilarme. Mientras el agua fría me despejaba las nubes, percibía con enorme gusto las yemas de mis dedos yendo y viniendo por la cara, el recubrimiento blando, suave y tibio que redondea la punta de los dedos. "¡Ah, qué gran cosa son las manos!", pensé, así, con esas palabras. Todo esto debe ser efecto de la falta de sueño. Se alternan momentos de mucho cansancio y huesos blandos con otros de un desencajado alerta, un alerta con distorsión, donde falla la sintonía fina. Por ejemplo, corrijo una nota y las letras parecen haber adquirido un relieve que no tenían ayer. Y no es por la luz de la pantalla. Si fijo la vista en el teclado opaco también se obstina en desdibujarse un poco, como si vibrara muy rápido. Sí, ya sé, tengo que dormir y dejar que los objetos que me rodean se apacigüen de una vez.

¿Y? ¿Se va la segunda?

Una de las consecuencias de la granizada fue la idea del rejunte (¿instinto de autopreservación?). Acá se deslizó la propuesta en unos comentarios y siguió de largo, deslizándose, así que lo digo ahora con letras grandotas en un post, es más, le meto negrilla y todo:
¿Para cuándo el (espero) próximo Pizza con muá?

martes, julio 25, 2006

Galerías

Hoy me fui a anotar en inglés y ya que estaba cerca y era lunes pasé a ver la muestra de Picasso en el Borges (los lunes es gratis). No voy a decir oh Picasso, la verdad es que me gustaron algunos pocos dibujos y las cerámicas y lozas, nada más. En la parte de atrás del recibo del curso de inglés anoté estas frases suyas que tomé de las paredes: “Nunca dudé en tomar de otros pintores lo que quería. Tengo horror de copiarme a mí mismo”. Y también: “El pintor hace un cuadro para descargarse de sus sensaciones y de sus visiones. Los hombres se apoderan de él para cubrir un poco su desnudez. Toman lo que pueden y como pueden. Creo que, en resumidas cuentas, no toman nada; simplemente se cortan un traje a la medida de su incomprensión. Hacen todo a su imagen, desde Dios hasta el cuadro”.

En la sala de enfrente había una exposición permanente sobre Borges, escueta, pero donde se presentaba un documental con algunas cositas que no había visto. En una entrevista Borges decía algo así como que escribía para desahogarse, y que si estuviera, como Robinson Crusoe, en una isla desierta, y le fueran dados papel y lápiz, aún escribiría, aunque nadie pudiese leerlo. Ese desahogarse me pareció cercano a aquel descargarse. Pensaba, en esos pasillos, en cómo las artes se hermanan. También, ya fuera del arte, no diría tangencialmente sino bien lejos, en los críticos que interpretan a medida (¿a la medida de su incomprensión?).

Ahora, justo cuando estoy por subir esto, me acuerdo de algo más, que suena similar a la primera frase que señalé de Picasso. El Google me ayuda a que, con unas palabras sueltas, encuentre la cita exacta de Borges, que alude, como la de Picasso, a un desprecio por la pretensión de originalidad, la frase que estaba en la pared de la segunda muestra y no había anotado: “lo que llamamos creación, que es una mezcla de olvido y recuerdo de lo que hemos leído”.

Flush

Hace muchos días que no escribo nada en el blog. Es que tiendo a no hacer lo que no tengo ganas. La frase parece brusca, pero tiene la ventaja de ser verdadera. Ahora me asomo y pienso: “Hay que limpiar el canal”. Los días se juntaron en el pasillo como hojas secas, mejor tirar un baldazo con un agua cualquiera. Por ejemplo, esto que anoté ayer en un papelito, esos que continuamente escribo y tiro: “Por fin el invierno se resolvió a mostrarse. Leo y como naranjas cerca de la estufa. Paso una hoja y otra con un flush, flush, escucho el oleaje, el roce íntimo del papel. Y además. Qué son estos símbolos. Los entiendo, los descifro, pero hasta dónde se abren para mí. Tantas palabras se cierran y tengo que adivinarlas”.

sábado, julio 15, 2006

Frases desasidas

Era fácil distinguir sus ruiditos a pesar del estrépito del mundo; alcanzar con la oreja: “sufro tanto, y lo hacés más difícil”, “besaría los pies de Dios si me mata cuando estamos en la cama”, “en todo caso, pase lo que pase, aunque se hunda todo”, “¿por qué tendremos tanta suerte?”, “a veces te mataría y otras quisiera que me destrozaras”. Las frases, las voces queriendo vociferar desde el polvo de la alfombra, las paredes, la oscuridad bajo los muebles, temerosas de las carcajadas y las corrientes de aires, resueltas a perdurar hasta su renacimiento en la parte inferior de un rostro patético, hasta ser descubiertas e inventadas por nuevos ojos y bocas deslumbrados.

J.C. Onetti, La vida breve

viernes, julio 14, 2006

Mosca

Mientras leía, pasó algo increíble: una mosca que me molestaba se pegó al foco y cayó fulminada. Pobre mosca, se inmoló por darme el gusto de desaparecer.

Cómo leo Amberes

Ya sabía yo que iba a pasar esto, que si el libro tiene 67 páginas no iba a contentarme con mojar los labios sino que iba a sentir la urgencia, la necesidad de hacer fondo blanco aunque sea tardísimo y en unas horas haya que ir a trabajar, memoria hospitis unius diei praetereuntis, traduzco “la memoria hospeda un único día que pasa”, o quizás “la memoria aloja los días que pasan como si fueran uno solo”, sí, 67 páginas, pero qué concentrado está esto, me está matando, “El breve sonido le parece como un color tragado por una fisura”, da ganas de partirse la cabeza contra la pared, el tiro de gracia es el árabe en la mira, pienso en Mersault, pido Mersault no me sueltes la mano ahora, me siento caer, "Me llamo Roberto Bolaño", yo, me llamo, “La hora se infla, revienta”, todos estos retazos de furia, “Aunque en la eternidad se confunden”, si se mira bien es una variación de la frase de Pascal, este recorte de frases fuera de contexto me recuerdan cierto pasaje de La vida breve, bueno, no importa ahora, pero me acordé cuando leí “En la pared alguien ha escrito mi único y verdadero amor”, qué significa eso en una pared, “una especie de dulzura desasida”, pero si la dulzura es siempre pegajosa, qué manera de desarmar al que lee y creía entender algo, si todo está acá desasido, sinopsis, ¿cómo se llamaba?, puesta en abismo, juego de espejos, una especie de electrocardiograma de los sueños, otra vez la memoria, “De todas maneras la memoria está inmovilizada en pasado inmediato como un tipo sin rostro en la silla del dentista”, “algo fulgura”, de toda la escena de los dedos en el culo de la chica rescato esto, es que me gusta cómo suena la palabra fulgura después del viejo y la chica, ver que algo fulgure, que ilumine lo oscuro, “Sólo me salen frases sueltas, le dijo, tal vez porque la realidad me parece un enjambre de frases sueltas. Algo así debe de ser el desamparo, dijo el jorobadito”, sí, “Camino por el parque, es otoño, parece que hay un tipo muerto. Hasta ayer pensaba que mi vida podía ser diferente, estaba enamorado, etc.”, este etcétera es más cerrado y duro que la indiferencia ante el muerto, los recortes son cinematográficos, más, de golpe esto “La soledad es una vertiente del egoísmo natural del ser humano. La persona amada un buen día te dirá que no te ama y no entenderás nada. Eso me pasó a mí. Hubiera querido que me explicara qué debía hacer para soportar su ausencia. No dijo nada.”, quién lo dice, pero no, eso es lo que no se puede preguntar, “sudor cartilaginoso”, qué bestia, “Escritura sin disciplina”, ahí está enunciado el estilo, qué idea esta de ver películas para hacerlas desfilar después de la muerte, “y luego nos callamos hasta que llegó el amanecer”, como si callarse fuera de verdad una acción, y cuando ya estás quemado por la rabia el tipo te sale con “Como los ojitos de la emoción que salía a tu encuentro” y te descoloca, “El silencio esplende en los pasillos vacíos” otra vez un verbo lumínico, es tan necesario, “No hay reglas. («Díganle al estúpido de Arnold Bennet que todas las reglas de construcción siguen siendo válidas sólo para las novelas que son copias de otras.»)” y de paso se define y se planta, ya está, ya está, ya pasó, me digo, es un libro desesperado, un buen libro para leer una madrugada de insomnio.

domingo, julio 09, 2006

Bolaño, apuntes sobre la marcha

Avanzo a través de 2666 con lentitud. No. Rápido, pero a chorros de páginas cuya lectura cortajeo. Siendo en extremo inquieta (más de una vez me han dicho que en el culo hormigas tengo), mis piernas no se mantienen mucho tiempo flexionadas en la posición más o menos estática que requiere dejar correr la mirada que se desliza o da saltitos en el monitor mientras dedo índice de mano derecha le da a la ruedita del mouse, sino que tienden a contraerse y estirarse mientras el paisaje circundante varía acomodándose dócilmente al desplazamiento resultante. Malo para leer de un monitor que persiste en su quietud (ya sé: están las palms; no tengo). Pero me gusta lo que voy leyendo, por eso voy y compro Estrella distante en soporte papel, fácil de transportar y por lo tanto legible en los ámbitos más diversos, que previsiblemente (poco más de 150 páginas en hoja chica y letra grande) se termina en cuanto empiezo a sentirle el sabor. Ante la inminencia de la compra de Los detectives salvajes (consejo de Miguel, “empezá por ED y estirate a LDS”, vaya uno a saber qué habrá querido decir con eso de estirarse, supongo que debe tener más páginas que ED y por carácter se diría transitivo el lector debe estirarse y leer más ante la posibilidad de quedarse corto y perderse el final) doy parte de algo que me llamó la atención, algo que ha ido goteando de las hendijas de lo leído hasta ahora (que como se ve es más bien poco), entre un cúmulo de otros aspectos que sería aburridísimo mencionar: percibo giros borgianos, percepción reforzada porque se lo menta varias veces (en 2666, un taxista dice Londres y dice laberinto, Espinoza dice que cita a Borges sin proponérselo; Bolaño lo cita deliberadamente). Del “patio cuadriculado” se transfiere la cualidad al “cielo cuadriculado” en el comienzo de 2666; inevitable el recuerdo el “intrincado cielo” (cuando lo intrincado es el laberinto) de “La casa de Asterión”. De “El plural es excesivo” de ED a “(el verbo es excesivo)” de “Tlön…”. Presumo respetuosa parodia, a esta altura de Borges estamos hasta acá y se puede, me encanta. Por otra parte, aunque no tiene tanto que ver con lo anterior, en ED, cómo no reconocer al grupo de la Revista Sur en las dos hermanas, el elegante autodidacta con campos propiedad de la familia y amplia biblioteca paterna. Por supuesto, nada de esto determina el estilo (“se lee fácil”, me dijo Nora cuando le dejé el librito para que lo ojeara mientras yo iba al baño). No digo más. Todavía muy pronto. Pero quería anotar este comentario casi preliminar como en un diario de viaje, con el gusto de hablar sin saber dónde estoy parada, es decir, sin haber leído mucho de él y nada, ni un artículo, sobre él, todavía.

Captatio Benevolentiae

Anoche, en la inauguración del departamento que Lau comparte con Jimena:

Lau (presentándome a alguien) –Ésta es Vero, la chica de la que te hablé [intimidante; para peor, agrega esto otro:]; es grossa, Vero.

Yo (acercándome a besar mejilla) –Gorda, quiso decir gorda.

Más tarde:

Nori (dirigiéndose hacia otra persona, nomeacuerdoelnombre, a quien yo estaba verborragiando de una manera violenta) –Vero es así, le tenés que agarrar el ritmo. Te va a hablar de mil cosas diferentes y dentro de una hora te va a responder lo que le preguntaste recién.

Yo –Porque soy lenta. Me creen enigmática cuando en realidad soy simplemente boluda.

martes, julio 04, 2006

El escapista

El bulín de Vadinho resulta ser, al menos de momento, nunca se sabe (ayer hice toc toc en la puerta, me encontré con un cartelito que decía algo así como “no sos vos, soy yo, nos vemos más tarde”), una suerte de PH pero bien al fondo: hay que caminarse el pasillo de Balduccio con esa foto colgando de la pared, una foto que me recuerda la película Los otros, con las estampas de unos chicos más siniestros que los de Silvina, atravesar la casa grande (donde hoy Nuris hablaba de Piazzola, vayan a ver) y ahí, doblando a la derecha, meterse por fin en lo del susodicho.

Independiente

El otro día un amigo me decía que no le gustaban mucho los gatos porque le parecían demasiado independientes. No pude dejar de sonreír, recordando las veces que digo Julio y veo cómo mi gato vuelve despacio hacia mí su hermosa cabeza, me mira durante menos de un instante y después sigue lamiéndose la pata y limpiándose con esmero el morro. A veces ni siquiera me mira: se limita a agitar rápida y brevemente las orejas como queriendo espantar un insecto molesto.

lunes, julio 03, 2006

Mi lado izquierdo

Una vez más compruebo que dormir sobre mi costado izquierdo propicia los malos sueños (Por eso me acuesto siempre sobre el lado derecho. Pero mientras duermo el cuerpo se mueve hacia la izquierda y se pone en la posición equivocada, yendo indefenso al encuentro de las pesadillas). Al despertar, giro hasta quedar boca arriba, haciendo un esfuerzo para abrir bien los ojos. No quiero volver a dormirme. El corazón pega saltos de susto, la nariz y la boca meten y sacan en tragos apurados el aire escaso. Mientras se despeja la bruma del sueño, por inercia sigo intentando esbozar soluciones para una situación que nada tiene que ver con este techo que me mira impertérrito, con esta habitación en calma. De a poco me voy dando cuenta de que el enjambre de posibles caminos a seguir no tiene objeto, meta, punto de llegada. La adrenalina me obligó a tomar una serie de decisiones rápidamente y ahora tengo las manos llenas de remedios para males que se esfumaron con la luz del día. Y sin embargo, sabiendo que nada de lo que recuerdo es real, sus efectos se extienden sobre la mañana, como si me siguiera una sombra. Lo malo es que no hay forma de quitarme este peso, porque lo que servía en la lógica del sueño no sirve para la vigilia.

sábado, junio 24, 2006

Cicatriz

Tengo una cicatriz en la pierna, cerca del tobillo. Cuando paso el dedo por la superficie no siento el contacto más que en el dedo actuante. La pierna percibe falazmente la cercanía del dedo, como si en verdad lo hubiera suspendido justo un milímetro antes de tocar la piel. El cirujano (hace más de un año) hizo en ese sector un corte en forma de boca. Desplazo el dedo a lo largo de esa boca cerrada, muda, dormida. Llegando a las comisuras mano y pierna sienten el cosquilleo recíproco provocado por el roce de una piel con otra. En el medio, nada, sólo una ilusoria proximidad, como dije. Si dejo el dedo apoyado un rato aparece una sensación de calor y si presiono puedo sentir esa presión. Pero dónde, no sé. Es mi piel, pero no puedo reconocerla como mía. Podría ser ajena. Se trata de un trocito de piel frágil e imperfecta, que mi cuerpo puso ahí para reemplazar la anterior. Por debajo, algo (terminales nerviosas, supongo) quedó interrumpido. Es incapaz de cumplir otra función que la de sostener la carne para que no se vuelque. Una función sin duda útil, pero triste.

lunes, junio 19, 2006

Ensimismamiento

Para no hablar de esa droga terrible, nosotros mismos, que tomamos en la soledad.

Walter Benjamin

viernes, junio 16, 2006

Genealogía y Mitología

Fuentes fidedignas confirman el lejano pero indudable parentesco entre la Plaza y el Infierno. Los lazos son más bien piolines o tiritas deshilachadas que se pierden entre dos crucecitas. Las madejas se enredan porque comienzan en madres con nombres dignos de integrar mitologías: Máxima y Elénica. Seguir los intrincados rastros de la sangre se torna difícil, porque los apellidos, patrimonio de los varones, cambian de un charco al otro (hay belleza en la idea de que el apellido no se propague a la descendencia, de que los hilos se hayan tendido principalmente entre mujeres). Desde el humo del tiempo y la distancia, una mujer (mi abuela) recupera y teje nombres poéticos y me los hace llegar a través de otra (mamá). En los amplios cielos de lo virtual otras dos mujeres se abrazan.

Cartas de mamá

Primeros capítulos de esta pecenovela en Plaza Constitución, acá y acá.
Con el permiso de la prima y de mamá, publico estos mensajes estrambóticos de mi procreadora. Atenti a los nombres. ¡Qué imaginación tenían los antepasados!
Vero, averigue todo lo que pude, tenes razon la abuela se acuerda del nombre de todos los hermanos de la tia Clara que era la mama de Evangelina y hermana del abuelo de Aidessa, la mamá de Aidessa es prima hermana de la tia Clara, hablé con Isolina y se acuerdan de Helénica y me decía que hace años no les habla y que les extrañaba bastante ya que siempre hablaban con ella.-Decile a Aidesa que en la casa quedaron Evangelina, Cesarea e Isolina y que el telefono es xxxxxxxx, viven en Ramos Mejía, que se alegraron muchísimo cuando se enteraron que Helénica todavía vivía,el domingo le preguntás a la abuela la historia completa que te hace la narración.- Un beso y saludos a la pariente recuperada.-Mamá.-

Vero, le pregunté a la abuela y me dijo que los Díaz eran varios hermanos, que la madre de ella no quería que fueran a la casa porque parece que eran amantes de bailongos y entreveros con mujeres, uno se llamaba Pilar y el otro Salomé. También estaba Domingo que era el padre de la tía Clara y José, no se como se llamaba el papá de Helénica.- La tía se llamaba Gregoria Onésima pero en el agua del socorro que era una especie de bautismo casero le pusieron Clara y así le llamaban todos.-Me contaba Evangelina que Helénica fue varias veces a la casa con el esposo cuando vivía la tía Clara, pero luego le perdieron el rastro. No podía creer que hubiera una prima que le interesara conocer sua ancestros, espero que estos datos le sirvan a Aidessa .-Bueno nena ya está, no tengo más para contar, besos Mamá

martes, junio 13, 2006

Una cruza

Cruzo la lectura de este post de Aydesa con algo que hablábamos el otro día con Luis. Kafka manifestó repetidas veces que la literatura era todo para él, y que una mujer, hijos, significarían un escollo para continuar con su trabajo. Alguna vez esta decisión le causó pesar, pero no dudó. Me pregunto ahora qué hubiera pasado si Kafka hubiese sido mujer. Habría seguido adelante, pero, vamos, ¿no se le habría hecho todavía más cuesta arriba?
Muchas veces me miraron con horror (la cabeza echada un poco hacia atrás con un enderezamiento de la curva del cuello, los ojos muy abiertos, labios separados, quizás alguna simultánea interjección) cuando dije que la maternidad sería para mí una pequeña muerte. ¡Qué barbaridad! ¡Qué espanto! “Bueno, no, claro”, digo yo, en casos así, “por supuesto, sí”. Y me callo. No hay caso, no vale la pena explicar lo que desde mi punto de vista es tan evidente. Por supuesto, no infiero que esto se debe a que soy más inteligente, sino a que toda mi estructura de pensamiento tiene otras bases: hablamos lenguas diferentes.
“Una cruza” es un relato de Kafka que describe un animal indefinido, mitad gato, mitad cordero, con el que sentí una inmediata identificación, como cualquiera que se haya sentido alguna vez fuera de lugar, extraño y desamparado.

domingo, junio 11, 2006

Charlas

Releo pasajes de Zama a causa de la charla del viernes, que seguramente por unos cuantos días más me zamarreará de acá para allá. “Despegué los párpados tan pausadamente como si elaborara el alba”, me dice. A un despertar le sigue el recuerdo de este insomnio, sin solución de continuidad, como es natural: “amanecerá en mis párpados apretados”. Es Borges, de la mano de Arenas, Celestino…, que releí hace poco (releo bastante últimamente, es que me cuesta encontrar cosas nuevas que me conmuevan). Busco el poema entero, lo leo.

Decido dejar eso, apartarlo de mí para seguir viviendo, despeinar los Diarios de Kafka para buscar algo sobre amor, sobre mujeres, algo que leí ahí, de lo que tengo una reminiscencia, cuando me tropiezo con esto otro, del 3 de febrero de 1922: “Insomnio, casi total; perseguido por los sueños, como si me los hubieran grabado adentro a arañazos, en un material tenaz”. No hablaban conmigo, entonces, los libros. Hablaban entre ellos. Yo cazo mariposas que resplandecen un momento pero cuando abro las manos ya se fueron. La última intervención de Kafka hace que me entren ganas de llorar. Siento la compresión en la garganta. Mi cara ya se arruga. Las pestañas reciben el líquido que desborda las orillas (ya no puedo decir párpados, no, ellos ya lo dijeron antes, dijeron párpados de dos maneras diferentes y mejor que lo que yo podría en mil años, ésa es una de las razones porque) cuando cierro los ojos y dejo caer la cabeza.

sábado, junio 10, 2006

Combustión espontánea

A partir de anoche, varios vecinos blogueros se han hecho acreedores de una cara (de una cara cierta, habría que agregar, ya que suelo adjudicar caras a troche y moche cuando leo) en mi imaginario. Y de una voz, y de unos modos. Raro eso de encontrarse con gente que uno nunca vio, pero que a la vez conoce de mí algún detalle (y viceversa), la puntilla del vestido pero no el modelo completo, un primer plano pero fuera de cuadro. Fander (de Et in Arcadia Ego) decía hace un tiempo que según su experiencia todos son más o menos como se muestran en los blogs. En este caso, para mí, fueron más. A las 8 y cuarto de la noche llegué a la pizzería. Hoy a las 6 de la mañana desalojé a Julio de mi lugar en la cama.

Uno ocupa muchas horas, muchos días, mucha vida, con actos que lo dejan vacío, imposibles de recordar porque se pierden entre otros idénticos. Entonces pasa algo así, nada espectacular, esto, un diálogo, palabras siamesas enlazándose después de dejar distintas bocas (shiatsu, Kafka, parientes en Entre Ríos, Zama). Reconforta. “Ah”, piensa uno, “ahora me acuerdo, la vida era también esto”.

lunes, junio 05, 2006

Convocatosa, Convocatura, Convocancia


Aydesa (Plaza Constitución), Carlos (Añadiduras), Luis (Doke Libertario), Tino (Hargentina), Vadinho (Apirronarse) y esta irresponsable convocan. Nobleza obliga: Ayd es la adorable revoltosa que empezó todo, como quien no quiere la cosa, y la que le puso el moño con el logo.
¡Corriéndose para el fondo, que hay lugar!

domingo, junio 04, 2006

Fábula kafkiana menos el final

Estoy parada en el vano de la puerta. Alguien abrió y fue a sentarse con los demás. Me quedo mirando hacia dentro. Estoy en la orilla, intentando decidir. No sé si me conviene entrar o mandarme a mudar. Nadie me conoce en este lugar. La persona que me invitó no está en este momento. De a poco van percibiendo mi presencia, las conversaciones cambian de tono y puedo notar en el murmullo que los estoy incomodando. Hay ruido de sillas, toses. Resuelvo dar un paso adelante y ocultar el temblor en la voz cuando digo: “Hola, soy X, me invitó Y”. Algunos sonríen, aventuran un saludo híbrido. Me quito la mochila. “¿Qué trajiste?”, me dice uno, señalando la mochila hinchada. ¿Por qué me pregunta eso? Claro, había que traer algo. Como dejé todo para último momento, no me fijé que lo que había preparado para traer estaba endurecido, cuarteado en los bordes. Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde para preparar otra cosa o para salir a comprar algo hecho. Ahora la situación se hace insostenible, porque ni siquiera tuve la precaución de quedarme cerca de la puerta. Inexplicablemente esto me tranquiliza (la explicación sería, en todo caso, si alguien la necesitara, que nada puede empeorar). Sonrío. Digo: “Esto”. Saco del bolsillo un sapo verde, gris, amarillo, gelatinoso, que encontré en el jardín antes de entrar. Mi mochila está llena de servilletas. Tomo una y me siento a comer.

sábado, junio 03, 2006

Juegos

Rápido, rápido. Esconderse ahora, en lo oscuro. Buscar en la pared los lados grises. Doblar la esquina. Querer acurrucar la piel contra el muro frío. Así. Mejor quedarse, ahora, quedar el pecho inquieto. Apagar los pasos blandamente. El alivio, todavía tenso. Correr, esconderse, buscar.
El silencio, hace rato. Alejarse, por fin. No a la casa, más lejos. Ni siquiera ese rumbo.
Felicidad de los zapatos en los charquitos. Inesperada sonrisa ante el aire hondo, adentro.
La belleza de lo elemental.
Las piedras de la calle, redondeadas por el tránsito, pero piedras, primero piedras. El agua sucia, pero agua. Además, ¿sucia? Sólo tierra.
Tierra tan hermosa, ahora, al final del empedrado. El cielo abierto metiéndose en los ojos. La mano casi amable sosteniendo un hombro. El metal cruzando la garganta.
Sangre.

lunes, mayo 29, 2006

Hoy, mientras salía del subte

Mi tiempo se encogió. Debe ser de mala calidad, o quizás esté mal cortado. Sucede que cada vez tengo menos tiempo libre, con lo cual lo abarroto de trastos que dejan poco espacio aprovechable. Cada minuto de mi tiempo libre actual rinde unos pocos segundos de los de antes. El fin de semana duró lo que un suspiro, o ni eso: mientras voy exhalando, corro, ya sin aire, hacia los brazos del lunes que me acoge con su habitual crueldad, dispuesto a triturarme.

sábado, mayo 27, 2006

Qué vergüenza, Celestino

De nuevo has vuelto a escribir poesías. Esta vez con más furia que antes, ahora todo el barrio sabe quién eres. Ya no tienes escapatorias. Abuela dice que se le cae la cara de vergüenza al pensar que a uno de sus nietos le haya dado por esas cosas. Y abuelo (con el hacha siempre a cuestas) no hace más que maldecir.

Otra vez estás escribiendo poesías, y yo sé que no vas a parar nunca. Es mentira que algún día pienses terminar, aunque me lo digas, yo sé que es mentira. Mi madre también lo sabe y no hace más que llorar.

Ya todo el mundo te odia.

Reinaldo Arenas, Celestino antes del alba

La señora del anillo

Locro en lo de mis viejos, el 25. Llevo pan con chicharrón, vino patero y del otro, quesillo de cabra y dulce de cayote (previo paso por la Feria de Mataderos). En la sobremesa sobrevienen los sobresalientes relatos de mi abuela. En mi árbol genealógico predominan las ramas italianas (papá Spoturno, mamá Solari, los dos apellidos del norte de Italia), pero hay también otras españolas y alguna ramita india. Mi abuela cuenta que un español González, su bisabuelo, fue llamado “el zorro”. Este antepasado mío estaba bajo las órdenes de López Jordán cuando éste fue derrotado y tuvo que escapar a Brasil. Resulta que al hombre lo habían volteado del caballo y quedó tendido, haciéndose el muerto. Un soldado de la facción vencedora lo atravesó con una lanza para quitarle las botas. González siguió firme en su farsa. Cuando los tipos se fueron, se arrancó la lanza y se fue, siguiéndolo a López Jordán. “Por eso a mi abuelita le decían ‘la zorra’, porque era hija del ‘zorro’. Ella se enojaba mucho de chica porque no sabía por qué era que le decían así”, cuenta mi abuela, y ríe. El caudillo le regaló un anillo a González. “Es oro 22”, dice, y me lo muestra. Se trata de un anillo en forma de hoja, tan ancha que envuelve una falange del dedo. En el centro, un trocito de oro martillado semeja una flor brutal. Mi abuela dice que va a ser para uno de sus nietos. Enumera otros tesoros. Qué me importa nada. Tener una abuela de 102 años de inteligencia refulgente, memoria funésica, habilidad para el relato. Eso es lujo.

domingo, mayo 21, 2006

Risa

Escuchando algunas buenas canciones que alguien eligió como las mejores para un strip tease. De "I dont’t mean a thing…" (Duke Ellington) prefiero la versión en que Ella Fitzgerald acompaña con un “duap, duap, duap”. Y se ríe. La risa femenina en una canción le agrega erotismo (especialmente si tenés la voz y la risa de gata en celo de Ella Fitzgerald), esa risita incontinente que una mujer puede soltar a veces y que interpela al otro: “Soy terrible, ¿no?”. En Antes del atardecer, cuando ella pone "Just in Time", se escucha la risa de Nina Simone. Celine ríe también. Menos sutil pero más esclarecedor como ejemplo, en Sexus, Miller usa la frase: “Aquella risa me alcanzó en el escroto”.

Diario de rodaje de Bóliman, de mubi II

20 hs. Bajo un momento a buscar abrigos y aprovecho para escribir estas líneas, mientras escucho uno de los sonidos más dulces: las risas bien diferenciadas de los amigos, que siguen en el trajín. Por ejemplo, la risa de Nora (en estos momentos Pato, la farmacéutica), empieza con un ju ju, después ja ja ja con boca toda abierta que se afina en un jiu jiu jiu.

21 hs. Una de las últimas escenas que se filman hoy se retarda porque Javi Bóliman se olvida la letra una vez tras otra. Nora le dice que repita “café con leche con medialunas”. Se le exige una explicación, aduce que Peña en la radio afirmó que ése es el recurso que utilizan los cantantes para hacer playback (cabe una aclaración; bueno, varias, pero al menos ésta: el sonido se grabará por separado). Terminamos por hoy. Cuando bajamos, me dice Nora: “Poné algo en el equipo y vas a ver cómo funciona lo del café con leche con medialunas”. Pongo Audioslave, ella hace lo suyo, pero unánimemente todos movemos la cabeza de derecha a izquierda en gesto desaprobatorio. Probamos con Black Crowes: en este caso las opiniones están divididas.

sábado, mayo 20, 2006

Diario de rodaje de Bóliman, de mubi I

19 hs. Fabi se moja el pelo y se estira los rulos para calzarse el bombín. Agarra el bastón y sale raudo hacia el set de filmación (el cuartito en la terraza de Gus). Me entero de que llegó Leandro cuando escucho su carcajada. Ya debe haber visto a Fabi en la piel de El Marinero más Feliz. Chifla la pava: el agua está lista para el segundo termo.

Diario de rodaje de Bóliman, de mubi

11 hs. Me levanto sumamente decidida a ir a comprar facturas. El frío me hace recular aun antes de salir de casa. Llamo a mamá: “Ma, decime otra vez cómo se hacen los buñuelos”. No tengo esencia de vainilla. Le pongo a la mezcla dos cucharadas gordas de dulce de leche. Los actores llegan a las seis. Para esa hora pienso tener hecho un montón de tortafritas, así que guardo el aceite.

13 hs. Marce viene y me muestra un ladrillo de tergopol que acaba de confeccionar. “Quedó muy bien. ¿Con qué lo pegaron?” “Con el mismo tergopol, calentándolo”. “Impresionante”, se felicita. Le sugerí que le pusiera papel y plasticola antes de pintarlo (cartapesta), pero visto que está destinado a volar hacia e impactar sobre la cabeza de Javi, teme noquearlo.

16 hs. Terminamos de almorzar recién. Ya cosí el moño amarillo para el traje de El Marinero más Feliz y corté la B de paño lenci para Bóliman. Acabo de decidir dos cosas: primero, compraré el catering, en vez de tortafritas dispondré unas tres docenas de facturas, café y yerba hay en cantidad más que suficiente; segundo, no tiene sentido que suba esto al blog a la noche, así que voy a ir transmitiendo casi en vivo, digamos cada dos o tres horas o cuando se den las indispensables condiciones de poder y querer hacerlo. Me corrijo: no tiene sentido de ninguna manera. Pero lo voy a subir igual.

jueves, mayo 18, 2006

Piruetas robadas


Leyendo a Pablo. A mitad de camino entre un punto y el mismo punto. Tanto esfuerzo para llegar adonde estábamos en un principio. Pero en el movimiento está la meta.

miércoles, mayo 17, 2006

Más demonios que santos

Justo que se me había dado por hacerme habitué de este boliche y mirá el santo y seña que piden.
Esto sí que es dar la mano y que te agarren... el codo. Aunque la pionera dejó una maravilla.
El recitado que le hace compañía es precioso también.

martes, mayo 16, 2006

En la luna

Me doy cuenta de que muchas veces los comentarios que dejo en los blogs que me gustan (los que está ahí a la derecha) tienen referencias literarias. “Leer es relacionar lugares lejanos”, dice Link. Pero lo mío es vicio, exageración. Creo que no queda muy bien eso. En un ambiente más bien ameno voy y dejo a Lamborghini ahí tirado con esa cara de: “¿Para qué me trajiste, si se puede saber?”. Tampoco digo que lo voy a dejar de hacer, porque no puedo evitarlo. Yo no relaciono lugares lejanos, sino que ellos vienen a mí mientras estoy leyendo aunque no quiera, me cachetean: “Mirá, acá estoy, soy esta cita, ¿no te acordás, tarada?”. Así que, lugares lejanos que vienen a mí, no se quejen de las fiestas a las que los llevo, que ustedes se lo buscaron. Los del costado: ténganme paciencia, yo soy la chica de la Luna de Valencia.

viernes, mayo 12, 2006

Fuji

“y es que puedo soportar/ esta distancia, /y es que te has impreso en mí /como una luz”
Fuji , Luis Alberto Spinetta

Hoy otra vez estaban dando Lost in translation en Cinecanal y aunque estaba casi por terminar no pude cambiar, quedé ahí clavada. Cada vez que la veo me llama la atención algo distinto. La otra vez me colgué con el monte Fuji. Hoy me quedé pensando en el momento en que, después de bajarse del taxi, de alcanzarla en la calle, justo después de abrazarla, justo antes de besarla, él la sostiene contra sí y se ve el movimiento de sus labios murmurando… ¿Qué? ¿Qué puede decirle para que ella llore y después sonría? “¿Me muero por vos pero es absolutamente necesario que vuelva a casa para poder decidir qué color de morado quiero para la alfombra?”. ¿Qué palabras se dicen en ese momento en que te estás desgarrando pero el sentido común señala que tenés que seguir adelante como si continuaras entero, como si ignoraras que estás dejando un pedazo tuyo atrás?

miércoles, mayo 10, 2006

O qué te pensás

Yo también fui a la Feria del Libro y saqué mis conclusiones, a saber: me gusta más el Fernet Menta con Sprite que el Fernet Cola. Una observación adicional: el primero es un poco empalagoso, por lo que no viene mal alternarlo con el otro. Uno puede derivar de esto sorprendentes y profundos pensamientos, como por ejemplo “en la vida se compensa lo dulce con lo amargo”, etc. A la cultura no hay con qué darle.

sábado, mayo 06, 2006

Ser o no ser

I am not your rolling wheels
I am the highway
I am not your carpet ride
I am the sky
I am not your blowing wind
I am the lightning
I am not your autumn moon
I am the night

"I am the Highway", Audioslave

Bolero

Entro a Ocho y Medio y encuentro una campaña de boleros. Me gusta más la idea de la campaña que los boleros. Las letras de boleros no me gustan mucho en general, para sufrires prefiero el tango, pero algunas, en particular, sí. Recuerdo estar acostada una noche de verano en lo oscuro, sobre un piso frío, y escuchar a Caetano cortajeando las frases:
Yo no sé si es prohibido,
si no tiene perdón,
si me lleva al abismo,
sólo sé que es amor.
Lo que me atrae como un lunar en una cara -seguramente escribo esto influida (aunque no es el mismo tema, pero repiquetea de fondo) por esta lectura de hace un rato-, es que la primera línea diga “si es” en lugar de “si está” prohibido. Pero además Caetano separa las palabras como nadie cuya lengua materna sea el español lo haría: no canta sies, sino si/es; en vez de lle/valabismo, lle/va/al/abismo. Conmueve esa versión rota.

Deschave

Acabo de decir que algo que escribí me gusta. A la mierda con mi cuidada imagen modesta, yo que la lustraba con tanto esmero. Me deschavé solita.

viernes, mayo 05, 2006

Enésimas

Qué palabra, enésimas. Pero es que ya no sé cuántas veces escuché esto, me parece que lo escucho desde siempre y no me había dado cuenta.

Cuento con gato

(Este cuento lo escribí hace tanto que siento que me estoy plagiando al subirlo. Pero tenía ganas de colgar algo que me gustara y que no hubiera escrito otro.)

Foto

-Qué lindos que estamos acá- dijo Estela. Te acercaste a ver la foto, un poco borrosa, un poco polvorienta, que mostraba las líneas de sus caras, las de antes. Pensaste en la frase de ella, el impensado tiempo presente de la frase. Un presente de la foto, de ese “acá” que no era éste. Desde la foto te miraban tus propios ojos, ojos de chico en verano, en vacaciones. Un incierto dolor (y es que estaban también esos otros ojos, los de él) se desperezó en vos y te obligó a alejarte y mirar otras cosas.
(uno no debería guardar fotos de su niñez, a veces se vuelven siniestras)

La foto reflejaba algún momento de algún verano que pasaron, los tres, en esa casa. Todo tenía ahora demasiada tierra encima, literal y metafóricamente hablando. Es decir, había muertes en el medio. (no, no muertes, había muertos; seamos duros y limpios: había, sobre todo, un muerto). Ahora Estela y vos estaban vivos, pero en verdad esos chicos no tenían nada que ver con ustedes. Se habían ido cuando él se fue, y con Estela se agazaparon uno contra otro. El amor, claro, pero eso vino después. Primero ese mirarse a los ojos con fuerza, tocarse, fijarse (eso, fijarse, fijarse uno y fijar al otro) que no te/se desvanezca (también).
Un gato gris, enorme y duro, pesaba en un rincón. Ni siquiera quisiste cerciorarte de que estaba muerto. Para qué. Vos sabías que Estela también lo había visto y había girado la cabeza, sabías que a veces la evasión se vuelve sólida, se corporiza.
Por las ventanas entraba la luz de la tarde. Estaban cerca de la playa, y habías dejado varias puertas abiertas, así que el viento salado y húmedo inundaba la casa.
Un ahogo, entonces. El aire se sentía más fresco en la galería. Te apoyaste en la baranda que daba al jardín, inspiraste con fuerza. Te sentiste mejor, tranquilo y despojado. (pero el gato). El gato salía de debajo de esas plantas tan verdes, mientras te miraba fijo.
(el miedo había empezado antes, pero no quisiste reconocerlo hasta ese momento, el del gato gris entre el verde del jardín, y al entrar, esos ruidos). Escuchaste ruidos y te esforzaste inútilmente en reconocerlos, pero bueno, la casa era tan grande, era natural que algunas puertas se golpearan, los goznes muy viejos y oxidados, el clima tan húmedo, los murmullos moviéndose (voces, voces, voces, por qué no decirlo de una vez), imposibles de identificar, era posible que (no) vinieran de otra casa cercana, de la calle.
Cuando le propusiste a Estela que se fueran, que ya es tarde, vos sabés cómo refresca por acá después que cae el sol, aceptó inmediatamente.
Casi corriste (casi, porque correr era aceptar un absurdo temor), cruzando la mancha verde y confusa que había sido jardín, hasta el auto. Estaba con la puerta abierta y el gato sentado en el asiento de Estela. No te miraba. Te sentaste y no se movió, pero cuando quisiste sacarlo estiró una garra furiosa. Viendo la insistencia con la que fijaba su mirada verde en la casa, entendiste que antes, en la galería, no había estado mirándote a vos. Quién sabe qué horrores lo habían paralizado, antes de que entraras y lo creyeras muerto.
Pusiste en marcha el auto y subiste por la maleza hasta situarte justo frente a la puerta, por donde debía salir tu esposa.
Durante un momento, la casa se volvió más inocente y acogedora, ahora que iban a dejarla. Esperabas a Estela en el pequeño refugio de lo cotidiano que formaba tu auto.
En cambio, salió tu madre, horriblemente joven, que te ofrecía algo en sus manos. Y sonreía, porque su hijo había vuelto a casa. También salió tu amigo, que era un chico y no había muerto, que era un chico. Arrancaste y quisiste alejarte. (¡Estela!). Estela, adentro, seguramente jugaba otra vez con las mariposas amarillas y negras. Quizás saliera también y te saludara con sus manitos manchadas. Te diste vuelta un momento para ver a tu futura, pero no, ya no, esposa por última vez. La que alguna vez, hace poco, había sido tu esposa.
Salías, despacio. El sol daba de lleno en tu cara y el flequillo un poco desparejo que mamá te había cortado. Viste, medio cegado por la violenta luz, al hombre, en el auto, y empezaste a correr. Ya se había ido, pero corrías, alejándote, cubriéndote del polvo de la calle, sin saber por qué, con tanto miedo.

miércoles, mayo 03, 2006

Paramnesia

A veces, como hace un rato, me pasa que estoy pensando en subir algo al blog y de golpe es como si me olvidara -no sé de qué, no me acuerdo-, como si desapareciera la zanahoria que yo misma me puse ante la nariz y me despertase. Quedo desconcertada entonces, me pregunto qué es esto que hago, para qué pierdo el tiempo, para qué sirve, cómo fue que escribí y publiqué tantas cosas para que las leyera gente que no conozco. Enseguida pienso que esto le debe pasar a otros, a veces, y lo escribo, y lo subo, así, rápido, antes de que se desvanezca el extrañamiento y recuerde lo que olvidé.

martes, mayo 02, 2006

Diáloco sobre cine

- ¿Vamos a ver esa peli argentina que se estrenó ahora?
- ¿Cuál, la de Caetano?
- Sí.
- Hmmm...
- ¿Por qué hmmm...? ¡Trabaja coso!
- Sí, pero también trabaja coso.
- Bueno, pero me parece que coso tiene un papel más importante.

Rompiendo películas

Leí tantas críticas elogiosas de esta peli que sé que voy a quedar como el tujes, pero bueno, qué se le va a hacer, ¿no?: esperaba más de Broken Flowers. Me gustó pero me decepcionó también. Había visto, de Jarmusch, Ghost Dog (con Forest Whitaker) y Dead Man (con Johnny Depp). Las dos me gustaron mucho. El argumento, las actuaciones, la música, todo. En la primera, un asesino profesional honorable sigue los lineamientos de un manual para samuráis. En la segunda (que es anterior, pero yo vi después), un tipo que se llama ¡William Blake! cruza el salvaje oeste y un indio cree que es el poeta reencarnado. Es un poco lenta, pero tan deslumbrante, yo qué sé, conceptualmente me gustaría decir, pero no estoy segura, dejemos deslumbrante solo que alcanza, que no importa. Ahora, ¿qué pasó con ésta? Las actuaciones son excelentes. La música también. ¿La trama dónde se metió? Empezamos bien, nos empantanamos por la mitad, al final miré a mi amiga y le dije: “¿Y eso?”. Bill Murray me encantó, pero se parecía demasiado al de Lost in Translation. Demasiado. Esto es, justo justo cuando lo que me encanta empieza a molestarme.

Una peli que vi hace poco de la que esperaba mucho pero no obtuve ni un cachito así es Match Point. ¿En serio ese menjunje insulso es de Woody Allen? El colmo fue cuando apareció el fantasma. Ahí pensé: “Ah, bueno, cerrá que estamos todos”. Ésta sí que no me gustó nada. Una pena.

domingo, abril 30, 2006

Vero recomienda

Y con esto me dejo de escorchar con la facultad: recomiendo calurosamente la columna de Elsa Kalish , "Las chicas de Letras se masturban así", en El Interpretador. En la de abril actúan, en orden de aparición: Silvia Saítta, Beatriz Sarlo, Graciela Speranza, Charles Bronson, Julieta Prandi, Marcelo Cohen, Jorge Rial, Jorge Panesi, Daniel Link, otra vez Daniel Link pero devenido (queríamos tanto a Deleuze) Gabriela Bejerman y excipientes. Con la participación estelar (y breve) de Fogwill.

viernes, abril 28, 2006

Primeras letras

Mi primera clase en la facultad me la acuerdo patente. Fue en el aula 218 de Puán, con Jorge Panesi. Éramos como 300 personas o más. La primera clase de la primera materia que hay que hacer en Letras: Teoría y Análisis Literario. El tipo se desplazaba sobre el piso de madera -sí, como si estuviese en un escenario-, de acá para allá, gesticulaba, movía los brazos, muy histriónico. Dijo: “Los negros no tienen historia”. Dijo: “Una hélice de un avión no es nada, pero sí si es la hélice del avión que lleva a Mussolini para encontrarse con el Führer”. Eran citas de otros, pero no importa, para mí son citas suyas. Dijo: “Voilà”, cuando alguien se animó a responderle una pregunta, e hizo una reverencia. Habló de mil libros en dos horas. Yo estaba, cómo decirlo, fascinada por este hombre que sabía tanto de lo que yo quería saber y agotada por tanta información nueva, pero mientras trataba de procesar algo de todo lo que estaba pasando pensé: “Qué suerte que al final elegí esta carrera”.

jueves, abril 27, 2006

La pasión

Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un "¡Ahhh!".

Jack Kerouac, En el camino


miércoles, abril 26, 2006

Diálogo amoroso o algo así

–Te quiero.
–Yo te odio.
–No. Me querés. ¡Te equivocaste!

Los estudios

-Vero, ¿vas a seguir bachiller o comercial?
-¡Industrial, mamá!
Aparte del título de licenciada en Letras, tengo en mi haber el de técnico (así, con “o”) mecánico electricista. ¿Quién sabe qué quiere para su futuro a los 12 años? (¿y a los 34?). A esa edad leía a Bradbury y a Asimov, quería construir robots. Para eso, pensaba, me ayudaría ser Ingeniera en Electrónica. En líneas más generales, quería ser inventora. Así que no le erré tan fiero.

lunes, abril 24, 2006

¡Todos a la Plaza!

Sí, el amor mueve al mundo (el odio también, por desgracia). Pero no habría que dejar de lado esta otra fuerza poderosísima: las ganas de jugar.
¿Qué importa que la señorita de San Nicolás no sepa coser ni bordar? ¡Que sepa abrir la puerta para ir a jugar (a la Plaza)!

domingo, abril 23, 2006

Viñas y divagues varios

David Viñas en la Feria del Libro, el miércoles. Panel sobre los golpes de estado en Argentina. ¿Falto a inglés? No sé, el viernes voy seguro, la idea de ir dos veces me fastidia, tanta gente pululando. Todavía me acuerdo[1] de que Marcela se sentaba adelante, en sus clases, pronta a desenfundar el cartón de cigarrillos, esperando el momento en que él dijese: “¿Algún compañero, compañera, me convidaría un cigarrito?” Eso, lo bueno. Lo malo: verlo llegar enorme en su sobretodo y en sus bigotes, para tomar los finales.



[1] Es un poco triste esta frase, “todavía me acuerdo”. El “todavía” implica la posibilidad de que un día deje de recordar eso, explicita lo que nadie dice y es inevitable. Una vez supe que ya no iba a ver más a alguien a quien quería y me dolió. Pensaba que dentro de unos meses o un año, iba a estar de nuevo en ese lugar que habíamos compartido y ya nada me iba recordar a esa persona, y me sentí más triste todavía.

Todo el que haya leído El cielo protector habrá reparado en el pasaje en que… a ver, lo voy a buscar. Acá está:

“Y Port había dicho: ‘La muerte está siempre en camino, pero el hecho de que no sepamos cuándo llega parece suprimir la finitud de la vida. Lo que tanto odiamos es esa precisión terrible. Pero como no sabemos, llegamos a pensar que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo, todas las cosas ocurren sólo un cierto número de veces, en realidad muy pocas. ¿Cuántas veces recordarás cierta tarde de tu infancia, una tarde que es parte tan entrañable de tu ser que no puedes concebir siquiera tu vida sin ella? Quizás cuatro o cinco veces más. Quizá ni eso. ¿Cuántas veces más mirarás salir la luna llena? Quizá veinte. Y, sin embargo, todo parece ilimitado’ ”.