domingo, abril 30, 2006

Vero recomienda

Y con esto me dejo de escorchar con la facultad: recomiendo calurosamente la columna de Elsa Kalish , "Las chicas de Letras se masturban así", en El Interpretador. En la de abril actúan, en orden de aparición: Silvia Saítta, Beatriz Sarlo, Graciela Speranza, Charles Bronson, Julieta Prandi, Marcelo Cohen, Jorge Rial, Jorge Panesi, Daniel Link, otra vez Daniel Link pero devenido (queríamos tanto a Deleuze) Gabriela Bejerman y excipientes. Con la participación estelar (y breve) de Fogwill.

viernes, abril 28, 2006

Primeras letras

Mi primera clase en la facultad me la acuerdo patente. Fue en el aula 218 de Puán, con Jorge Panesi. Éramos como 300 personas o más. La primera clase de la primera materia que hay que hacer en Letras: Teoría y Análisis Literario. El tipo se desplazaba sobre el piso de madera -sí, como si estuviese en un escenario-, de acá para allá, gesticulaba, movía los brazos, muy histriónico. Dijo: “Los negros no tienen historia”. Dijo: “Una hélice de un avión no es nada, pero sí si es la hélice del avión que lleva a Mussolini para encontrarse con el Führer”. Eran citas de otros, pero no importa, para mí son citas suyas. Dijo: “Voilà”, cuando alguien se animó a responderle una pregunta, e hizo una reverencia. Habló de mil libros en dos horas. Yo estaba, cómo decirlo, fascinada por este hombre que sabía tanto de lo que yo quería saber y agotada por tanta información nueva, pero mientras trataba de procesar algo de todo lo que estaba pasando pensé: “Qué suerte que al final elegí esta carrera”.

jueves, abril 27, 2006

La pasión

Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un "¡Ahhh!".

Jack Kerouac, En el camino


miércoles, abril 26, 2006

Diálogo amoroso o algo así

–Te quiero.
–Yo te odio.
–No. Me querés. ¡Te equivocaste!

Los estudios

-Vero, ¿vas a seguir bachiller o comercial?
-¡Industrial, mamá!
Aparte del título de licenciada en Letras, tengo en mi haber el de técnico (así, con “o”) mecánico electricista. ¿Quién sabe qué quiere para su futuro a los 12 años? (¿y a los 34?). A esa edad leía a Bradbury y a Asimov, quería construir robots. Para eso, pensaba, me ayudaría ser Ingeniera en Electrónica. En líneas más generales, quería ser inventora. Así que no le erré tan fiero.

lunes, abril 24, 2006

¡Todos a la Plaza!

Sí, el amor mueve al mundo (el odio también, por desgracia). Pero no habría que dejar de lado esta otra fuerza poderosísima: las ganas de jugar.
¿Qué importa que la señorita de San Nicolás no sepa coser ni bordar? ¡Que sepa abrir la puerta para ir a jugar (a la Plaza)!

domingo, abril 23, 2006

Viñas y divagues varios

David Viñas en la Feria del Libro, el miércoles. Panel sobre los golpes de estado en Argentina. ¿Falto a inglés? No sé, el viernes voy seguro, la idea de ir dos veces me fastidia, tanta gente pululando. Todavía me acuerdo[1] de que Marcela se sentaba adelante, en sus clases, pronta a desenfundar el cartón de cigarrillos, esperando el momento en que él dijese: “¿Algún compañero, compañera, me convidaría un cigarrito?” Eso, lo bueno. Lo malo: verlo llegar enorme en su sobretodo y en sus bigotes, para tomar los finales.



[1] Es un poco triste esta frase, “todavía me acuerdo”. El “todavía” implica la posibilidad de que un día deje de recordar eso, explicita lo que nadie dice y es inevitable. Una vez supe que ya no iba a ver más a alguien a quien quería y me dolió. Pensaba que dentro de unos meses o un año, iba a estar de nuevo en ese lugar que habíamos compartido y ya nada me iba recordar a esa persona, y me sentí más triste todavía.

Todo el que haya leído El cielo protector habrá reparado en el pasaje en que… a ver, lo voy a buscar. Acá está:

“Y Port había dicho: ‘La muerte está siempre en camino, pero el hecho de que no sepamos cuándo llega parece suprimir la finitud de la vida. Lo que tanto odiamos es esa precisión terrible. Pero como no sabemos, llegamos a pensar que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo, todas las cosas ocurren sólo un cierto número de veces, en realidad muy pocas. ¿Cuántas veces recordarás cierta tarde de tu infancia, una tarde que es parte tan entrañable de tu ser que no puedes concebir siquiera tu vida sin ella? Quizás cuatro o cinco veces más. Quizá ni eso. ¿Cuántas veces más mirarás salir la luna llena? Quizá veinte. Y, sin embargo, todo parece ilimitado’ ”.

sábado, abril 15, 2006

Desde estas hermosas playas...

Fin de semana largo, Lili nos presta un departamento en Mar de Ajó, a media cuadra de la playa. Nos apersonamos. Tengo por vecinos a una pareja de gente mayor que combina las costumbres de hablarse a los gritos y de levantarse temprano. Esta mañana, cansada ya de taparme la cabeza con la almohada, la frazada y tutti cuanti, resignada a quedarme despierta, en fin, escuché:
Él: Qué impresionante el mar, ¿eh?
Ella: ¿Viste qué oscuro? A mí me parece el río de noche. Debe ser por la mucha agua.
El mar es oscuro como el río de noche. Creo que es una imagen hermosa. Muy superior a muchos malabarismos literarios.

domingo, abril 09, 2006

A esta altura...

... puedo afirmar sin temor a equivocarme, con un apreciable conocimiento de causa, que soy pésima en esto de los blogs. No posteo diariamente. Hay días en que ni siquiera me conecto a Internet. Especialmente, desconozco el lado técnico del asunto, y no me esfuerzo por aprender. Por eso me costó tanto listar mis enlaces al costado. No puse ni voy a poner un contador, me daría mucha vergüenza (mi vanidad es recatada). Lo de las licencias creativas no me convence. ¿No es un poco ingenuo? Lo de los queries me parece divertido pero no sé cómo se pueden ver y hasta ahora no me importó tanto como para averiguar. Por lo tanto, no sé cómo llega acá alguna gente. Estos son algunos aspectos de los blogs donde me sé ignorante. Seguramente hay muchos más que aún no sé que ignoro. Hay algo en ese no saber que me da placer -utilizar una herramienta que entiendo sólo a medias, o a cuartos, mono con navaja (así son los desbarajustes que hago)-, y no quisiera privarme de él aprendiendo. Siempre, pero siempre, me sorprende descubrir que me linkearon. Claro que me gusta, pero también tengo que contener mis impulsos de pedir disculpas, de decir que no era preciso, que yo no lo esperaba.

Euforia

Tengo una amiga, Ale, que vive en Ushuaia, a unas cuantas cuadras del centro, camino al glaciar Martial, justo enfrente de la planta potabilizadora de agua. Desde la ventana de su dormitorio se ve, en este orden, de acá para allá: el centro ahí abajo, todo amuchado, con el pico rojo de la iglesia sobre la San Martín; el canal de Beagle, la Bahía Encerrada; montañas azuladas y borroneadas a lo lejos. La primera vez que fui a la casa de Ale, mientras ella ordenaba, me fui a vaguear por ahí. La perra, una husky de nombre Soledad, me siguió, parando cuando yo paraba, imitándome, mimo perruno. A unos pocos metros de la casa hay un bosque cerrado de lengas (no sé si hay otra especie de árbol en Ushuaia, ésos están por todos lados), y un arroyo de agua transparente y helada que baja entre piedras. De cuento. Me metí por entre los árboles, alejándome de la ruta. Entonces advino lo que solamente puedo llamar la euforia. Como la náusea de Sartre, pero al revés. Una intensa sensación de disfrute del entorno, acentuada (o posibilitada, quién sabe) por el muy moderado peligro, aunque exagerado por mi imaginación, de perderme. Perderme, para todos. En este bosque, pensé, si me caigo por una barranca y me quiebro, quizás nunca me encuentren, puedo morirme de hambre y frío. Qué inmensa felicidad. Por suerte andaba con Soledad, que me guió de vuelta.

viernes, abril 07, 2006

Optimismo

Es así: Uno escribe y no está nada contento con el producto. Cada vez hace mayores pausas, cada vez duda más antes de apoyar los dedos en las teclas. Lee, corrige, sigue estando mal, muy mal, empeora, ay, por qué no di guardar antes de hacer los cambios, con otro nombre, antes al menos tenía algo para corregir, ahora no tengo nada. Habiendo llegado a este punto, uno ya no puede seguir. Cada renglón es refutado al instante. Hasta le parece que se arrepiente antes de escribir. Se va a dormir, resignado. A la mañana, se levanta raudamente porque de golpe ha llegado con son de clarines la idea salvadora. Escribe como un poseso. Entonces ve, porque esta ahí, escrita de una vez y para siempre y no haciendo bizbiz en su cabeza, LA BRILLANTÍSIMA IDEA. Pero mientras que antes tenía la potencialidad de convertirse en innumerables páginas, ahora ocupa, digamos, treinta o cuarenta renglones. Uno pica que te pica, pero la veta de oro está agotada. Bueno, por lo menos el argumento está planteado, piensa. Se va a hacer sus cosas. Vuelve. Pero qué porquería es esto, cómo pude creer que serviría. O su variante: ¿Qué habré querido decir con esto? Ni yo lo entiendo, cómo van a entender otros. Borra todo, o abandona el proyecto en una carpeta de Mis documentos que jamás abre, y recomienza.

martes, abril 04, 2006

Interpretación del domingo

Domingo, encuentro de lectura de El Interpretador: “Sucedió una de las dos catástrofes originadas por minucias de las que habla Mayral: ganas de escribir algo, no Bic, no papel. Nora invita a una chica que está sola a que se acerque a nuesta mesa. Aprovecho la boleada para preguntarle si tiene papel y birome. Me da dos papelitos que arranca de un anotador, sobre uno escribo, describo: caja roja, mesas con manteles negros, lámparas de bronce y vidrios esmerilados, del tiempo de la abuela. Tomamos Gancia. De a ratos llega un olor bastante definido a aspirineta, lo que refuerza el ambiente viejo y teatral. Al escenario llega una escalera desde un entrepiso. Le digo a Nora que tendrían que bajar por ahí todos los escritores con vestidos de novia.

Ahora va a leer Oliverio Coelho. Pero es el tercero. Se enumeran sus muchos premios. Habla de su currículum llamándolo “prontuario”. Qué suerte que diga tetas y no pechos. Una prostituta nada 100 largos para una pareja de viejos. Me gusta. No llego a escuchar si es de Los Invertebrables o de Promesas Naturales. La gente está inmóvil como en una foto. El conejo tiene ojos de chiflado. Ahora termina, aplauden.

Tocan música, guitarra y bombo. El aire queda atravesado, espadeado en esta caja roja, se desplaza con cada golpe en el parche, pero nosotros somos como estatuas. El parche vibra, toda la caja roja resuena. El guitarrista es excepcional, delicado hasta cuando toca un gato, lo que parece difícil.

Miro a la gente con un poco de pena. Por mí también, claro. Nadie se pondría a bailar acá. Son todos tan juiciosos.

El presentador es muy gracioso. Lee Incardona. Un cuento simple y directo. Se llama “La culebrilla” y está ambientado en Villa Celina. Me acuerdo de que leí una crítica a un cuento suyo. No era muy bueno el cuento, es cierto, pero la crítica era miserable. No entiendo cómo puede haber gente que a veces parece inteligente y sin embargo se toma tan en serio.

“No hay peor error para un escritor que tomarse en serio”, dice el presentador justo cuando escribo la frase anterior. Me sorprende la coincidencia.

Cucurto escribe poemas, también basándose en crónicas barriales. ¿Será que ahora hay que escribir así? Once. Una zapatillería. Por ahí lo menta a Pasolini. Claro, mucha influencia de Pasolini en ese reclamo por el alma de un chico de barrio.

“Éste es el momento under”, dice Nora cuando sube Pablo Dacal. Hay algo reconocible en la voz, bajo esos raros peinados nuevos. Ya sé. Es que ahora todos suenan como Pity (y el Pity cada vez más parecido a Calamaro). Algo se le atranca en la garganta, pero no sé, quizás él interponga ese obstáculo a propósito, para sonar así. Amor es un monstruo”.

Me parecieron gente sencilla y tranquila, entusiastas (y si no, cómo), pero no se dan ínfulas. Hay un chiste conocidísimo que dice que un argentino, para suicidarse, se tira de lo alto de su ego. Ni hablar de los escritores. En los blogs considerados literarios suele ser muy evidente, me fastidia tanto. Bueno, no vi eso acá, al menos no anduvieron bandereando lo maravillosos que son, lo alejados que están del resto de los mortales y lo incomprendidos que se sienten. Cucurto terminó de leer, pidió cumbia y bailó con ganas (y con una chica). Cuando salimos estaba Incardona en la puerta. Dijimos estuvo muy bueno, se quedó a conversarnos un minuto, dijimos sí, vamos a venir de nuevo.

sábado, abril 01, 2006

Elizondo del otro lado de la puerta

"La sola imagen de esa puerta la estremecía; por eso, cuando la imaginó en esa tarde que como el alba grisácea de su locura parecía interminable, sintió como un afán imperioso por vencer esa imagen que era ya, en el abandono total en que vivía, la única posibilidad de un encuentro trascendental; el encuentro consigo misma, con un tigre o con un asesino, con su propio cadáver entregado para siempre, desnudo, a la otra ella que con mano temblorosa abriría la puerta."

Salvador Elizondo, "La puerta", en Narda o el verano.

Por Wimbledon me entero.