domingo, febrero 26, 2006

Por qué un blog

Los comentarios más pueriles también intranquilizan neuronas. A saber, uno sobre blogs que cuentan cuestiones intrascendentes. Por eso titulé “Intrascendente” mi post anterior. Pero, ¿es el amor por mi gato más o menos trascendente o intrascendente que la reflexión de Link sobre Kafka (antepenúltimo post)? ¿Cómo pueden establecerse gradaciones en este sentido? Claro que esto apunta a algo más amplio, como qué se debe o no poner en un blog. Pero achiquemos el campo para poder alambrarlo. Reflexión sobre Kafka, romance con gato, ¿qué es más íntimo, más personal, y por lo tanto, para algunos, intrascendente? ¿Tiene que ver con que a Kafka lo conoce mucha gente y a mi gato no? La preciosa idea de Link de derivar de Kafka la lección de hacer el cielo puede ser comprendida y compartida por muchos. Así también el disfrute de la respiración de un gato. Para mí (y para quién va a ser, si no), lo que tiene de interesante abrir un blog es poner en circulación lo personal y ver qué reverberaciones produce en otros. Y si no produce ninguna visible, igual me gusta pensar que anda por ahí flotando algo que me tocó de una manera especial, buscando su resonancia.

sábado, febrero 25, 2006

Intrascendente

El gato duerme en la cama. Está de costado, con las patas encogidas, acurrucado, se diría. Me acuesto junto enfrente. Pongo la cara bien cerca de su cabeza. Lo veo entreabrir apenas los ojos, pero todavía se queda inmóvil cuando me acerco más, aspiro su exhalación, incorporo algo de él en mí.

viernes, febrero 24, 2006

Cielo

"Por supuesto, en la imaginación dialéctica el cielo ocupa su lugar: se trata de tomar el cielo por asalto y, según esa lógica, se trata sólo de esperar el momento preciso para que esa Bastilla celestial ceda sus puertas. ¿Pero es que acaso no hemos leído en Kafka que la Ley tiene mil (qué digo mil, infinitas puertas: infinitas puertas exteriores y también infinitas puertas interiores) y no hemos aprendido la lección de que la espera, en esas condiciones, no vale la pena? La lección de Kafka, no suficientemente comprendida, es que el cielo no se toma, el cielo se hace."

Daniel Link. Clases. Literatura y disidencia.

Muchacha Punk


Más allá, mucho más allá, el pelado (flaco, puro músculo desnudo y hueso) tiraba más y más de la remera y ya era como gasas, como cintas que lo envolvían, la remera, momia enloquecida. Otros cantaron, pero él me llegó más, quizás porque pidió cerveza y nadie se la alcanzó. Era una especie de hellraiser tierno en su desmesura y total desamparo. Tendría que situar, que ser condescendiente al menos con el marco, ya que no con el contenido, nunca: un festival punk, por ahí, nunca sé, pasando el bajo, sin ser en el río, claro, supongo que San Telmo, San Cristóbal o algún otro santo. No voy a hablar de los otros, todos esperaban a Las Curvettes que se tenían bien merecida su buena fama y ganada la expectativa que provocaban. Entonces aparecieron los anteojos gatunos de Vanesa, el vestidito de ama de casa de los ’50 y la voz atravesando todo, pero todo el espacio, haciéndolo vibrar.

http://www.fotolog.com/lascurvettes/?pid=15442380

domingo, febrero 19, 2006

Un cuaderno

Me acabo de acordar de algo, a cuento de nada, es decir, estaba leyendo en un blog que uno encontró dibujos viejos en una caja de cartón, y me acordé. ¿De qué? Bueno, de haber encontrado un cuaderno viejo. Lo raro fue la sucesión, la sintaxis del recuerdo. Porque primero recordé que había encontrado un cuaderno viejo, recordé mi letra, la tinta azul, y sólo después, de a poco y en oleadas vino el contexto, más amontonado, a borbotones: fue en un sueño, ese cuaderno era un diario mío, y estaba en una mesa de saldos, en una librería de viejo. Ahora no recuerdo el valor, pero era barato. Y yo compré mi propio diario, de años atrás, mientras me preguntaba cómo había llegado hasta ahí. Los diarios, los blogs, en fin. Pero volviendo a la otra idea, qué cosa extraña el recuerdo, y especialmente la relación entre los recuerdos y los sueños, porque como ya dije al principio recordaba el cuaderno pero no que lo había visto en un sueño. Fue así, el cuaderno, las letras azules un poco más redondas que las que hago ahora, y después todo lo demás galopando desordenado y confuso, la mesa de madera, las pilas de libros, papeles y cuadernos, yo despertándome mientras me preguntaba todavía cómo, cómo fue que mi cuaderno… Ahora, si el pasado es lo que me constituye, y no hay duda de que en cierto sentido es así, habría que ver si ese cuaderno está de aquel lado o de éste. Claro, es una metáfora, digo ese cuaderno como podría haber dicho otras cosas, tomo el ejemplo que está a mano. ¿Cuántas ficciones son parte de mí, carne de mi carne?

sábado, febrero 18, 2006

Basta de Borges

Releyendo veo qué borgiana me puse. Queda muy mal eso en alguien de Letras. Es una especie de orden (perdón, termino recién de ver Cruzada) en donde está prohibido alabar a Borges en público, para no pecar de obvio. Papá no se nombra, a menos que sea para contarle los pelos de la nariz. Sólo se puede elogiar a, digamos, Schopenhauer o a Sloterdijk, lo muy viejo o lo muy nuevo. Creo que hasta el pobre Deleuze se está destiñendo de tanto uso.

domingo, febrero 05, 2006

El amor y el espanto

De Jorge Luis Borges, sobre el impulso de rajar cuando te enamorás.

El amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el
áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena
amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de
mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por
las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Umbral

Un amigo me contó que un día soñó con una ex novia. En el sueño, la sentía tan cercana que hasta podía percibir su perfume. Entonces sonó el teléfono. Se despertó, seguro de que era ella, gritando para que atendieran rápido. Hay un momento, cuando uno está despertando, pero no todavía, en que uno es un inocente, un loco, se encuentra despojado de toda civilidad, es más animal que humano, es tan hermoso en ese momento, con tanto potencial. Es un animal o un dios, pero no un miserable, un rastrero ser humano. Como mi amigo, percibe olores que no están ahí, sino en la mente, vive todavía en esa casa sin límites, flota. Podría hacer infinidad de cosas, sintiendo solamente el poder de la experiencia en sí, la acción y la reacción pero sin la consecuencia posterior, porque todo se diluye al instante. Ese umbral es un mundo de pasión. Uno lo va atravesando y lo va y la va perdiendo.

sábado, febrero 04, 2006

Munich

Fui a ver Munich. Me gustó mucho. Borges, cuando comenta Potemkin, dice que aunque los alemanes que muestra la peli eran muy sanguinarios, los disparos rusos van a parar a unos leones de mármol. Algo parecido se puede decir de Munich: parece más cruel la matanza de los atletas israelíes. En su venganza, el grupo israelí se cuida de no matar a los que no están en la lista, a menos que no les quede otra, y así y todo, por ejemplo, se fijan si el otro está armado antes. Los otros, los que mataron a los atletas, en cambio, unos brutos. Me sorprendió leer críticas que afirman que Spielberg no toma partido. Igual, insisto, me gustó. La idea general de que la guerra, cualquiera, es idiota e inútil, queda bien clara. Elijo una escena: una conversación entre Avner (Eric Bana, de israelí) y un palestino, a la noche, pantalla más bien oscurita por lo tanto, fumando un pucho. Avner dice si vale la pena pelear tanto por un pedazo de desierto, el otro le dice que él no sabe (cree que Avner es de la ETA) lo que es no tener hogar. Los ojos le titilan. A Avner, también.