viernes, septiembre 28, 2007

Cohen, la traducción

Existe la sensación, a veces, de digitar un instrumento cuando uno traduce. Uno puede pensar en el original como en una partitura.

Como siameses

Escucho Elephant e Icky Thump, de The White Stripes. Cómo me gustan estos ex (falsos) hermanos. Acá y acá, dos temas del último disco. Realmente fantásticos (Cohen on my mind).
La foto es de una escena de Coffee and Cigarettes, de Jim Jarmusch.

lunes, septiembre 24, 2007

Sobre la interpretación

En uno de tantos pasajes que me gustaron de Donde yo no estaba Aliano siente nostalgia por Cler, la mujer de la que ha debido separarse, y se recuerda leyendo junto a ella en el sillón “como siameses”, dice, como siameses pero tan lejos. En el recuerdo de Aliano, cada uno, concentrado en el libro que leía, caía desde esa lejanía como intruso en el pensamiento del otro con los comentarios sobre su texto-mundo respectivo, aunque al final del día tras esas invasiones a puro pellizco de palabras lo que leían y pensaban se entrelazara como ciertas plantas.
Ahora que leo El testamento de O’Jaral, muy anterior (’95) a Oficios ingleses (’04) no puedo dejar de trazar una simetría. Dos traductores, dos imitadores, las variadas formas del decir, los trucos del mago al descubierto (por tomar cualquier ejemplo, al tuntún: “una rampa bajaba hacia humosos amontonamientos de chozas cubistas y, pensaba el traductor O’Jaral, abigarradas”). También a los cantantes, que prestan su voz a lo que otros escribieron, se les llama intérpretes. Un dúo, pienso, entonces. De siameses.
(Además, aparte y entre paréntesis: Oficios ingleses está dedicado “a Marcelo”; Donde yo no estaba, “a Graciela Speranza, mi mujer”).

El misterio del arrullo

“Soy traductor y estudioso”, dijo O’Jaral.
“¡Traductor! O sea: intérprete. Aj.” “Bueno, también podría decir: imitador profesional de estilos.” “Mire, no la embarre más. Las dos cosas son lo peor del mundo. Aunque si de veras conoce las palabras, de algo podrá servirnos”.
[…]
O’Jaral se sentó en el suelo. Entre largos sorbos de agua, en voz baja, con las pupilas duras, dijo: “No habrá perdón para el que desprecie a los traductores. El vulgo no lo sabe ni lo saben los falsos sabios, pero si todo es lenguaje, si nada es real, nada es traducible o todo es traducible. El traductor ha aprendido que siempre es cuestión de traducir la primera frase de un escrito; si lo consigue, las habrá traducido todas. Que quede claro. A la hora de ganarse las lentejas, un traductor puede ser un mercenario, pero en su esencia es un intérprete universal. Lo mismo traduce entre idiomas que de un sistema simbólico a otro. Un traductor de verdad es un develador de misterios.”

Marcelo Cohen, El testamento de O’Jaral

viernes, septiembre 21, 2007

Un arrullo criollo

Me gusta muchísimo esa frase de Borges: “Astoundingly, my own book The cards of the cardsharper received not a single vote”. The cards of the cardsharper is such a beautiful Borges title.

[…]

Busco las Obras Completas en el segundo estante de la derecha y recorro las últimas páginas de “El aleph”; en la Posdata incluida hacia el final, estoy segura, hay una lista apócrifa de premios nacionales y después la frase que Davies acaba de citar: “…Increíblemente, mi obra Los naipes del tahúr no logró un solo voto”, leo. Los naipes del tahúr, repito en voz alta, The cards of the cardsharper. La correspondencia, palabra por palabra, es impecable y el traductor (tal vez el propio Borges) se ha consentido el lujo de una aliteración. Pero hay algo en Los naipes del tahúr que no se deja imitar. Un arrullo, pienso, un arrullo criollo.

Graciela Speranza, Oficios ingleses

jueves, septiembre 20, 2007

Tanta alegría seguida me va a hacer mal

Otra vez ando con los sentidos desfasados. ¿Será lo que comí ayer? Cuento: ayer quería ver la última de David Lynch, quería, hasta que vi la duración, 180 minutos (pst, ustedes que pasan por la vereda y miran p’adentro, digan: ¿la vieron?, ¿qué onda?, porque por ahí arremeto el fin de semana, más descansada). Ese número mayormente curvilíneo me desanimó. Terminamos, con Nori, en un restaurante peruano de por acá que hace rato queríamos conocer. Ceviche de toyo, arroz con pollo chaufa o choufa, suspiro de limeña. Algo de eso, o ese fogoso y verduzco condimento que me recordó el wasabi se me subió a la cabeza más que el vino. Recién venía caminando por Paraná sin mareo pero orillándolo y los reflejos del sol en los autos estallaban en estrellas punzantes. Ahora mismo muevo los ojos y la vista me llega ralentizada.

sábado, septiembre 15, 2007

Lloverá siempre

Esas que están arriba son las dos últimas palabras (el giro de la llave, “cierro y me voy”, pienso, pero no voy a decir de dónde es eso) de Cuando ya no importe. Hace un rato fui de compras y ni paraguas llevé, me dejé mojar. Esta perpetuidad de la lluvia me saca las ganas de resguardarme. Decía: volví a casa con la lluvia y la frase en la cabeza, agarré el libro, leí otra vez el final, y como siempre en casos así me puse a revolverlo. Hay varias cosas marcadas. La confesión de Díaz Grey sobre su falta de pasado (desde La vida breve se sabe que nació adulto y mirando por una ventana), por ejemplo. Elijo.

-¿Qué hacés?

-Leo- respondí sin mirarla.

-¿Qué cosa? ¿Qué es leer?

-Palabras.

-¿Están todas en el libro que leés?

-Todas.

-Las que dice la mama y yo también- preguntó la chica.

-Todas. Todas las palabras se hacen con letras.

-¿Qué son?

Le mostré la página del libro y señalé con el cigarrillo sin encender.

Registro fenoménico de estas mañanas

Jueves: Veo desfilar una infinidad de paraguas tristísimos, con una esquina agachada por una varilla rota. La gente sigue usando esos paraguas, les perdona ese estropicio (dos varillas quebradas derivarían en la mojadura de al menos un hombro; entonces advendría el descarte, por ineficacia). Y así circulan, acentuando el gris.

Viernes: De tanto andar en remojo todavía siento los huesos blandos. El aire sigue pastoso. Oteo el cielo dudosamente blanco. No me engaña esta luz: se va a largar de nuevo.

Sábado: Mientras leo, afuera el día decae. Oigo el golpe del agua (se ve que se estuvo conteniendo). De a ratos llueve tan tupido que parece continua, no repartida en gotas.

martes, septiembre 04, 2007

Y dale

Se ve que la tengo con el tiempo. Anoche manoseaba Tadeys de punta a punta, mirando en un sobrevuelo bajo más que leyendo las notas al pie, por culpa de un post de Mariana, y en una vuelta de página me viene al encuentro esta frase irónica, genial: “en un instante plisado, centrándose en un punto, que giró ‘unánime’ como la noche que nadie vio desembarcar –todo quedó tranquilo como a veces quieta el agua”.

lunes, septiembre 03, 2007

Oulipiano

Plagiario por construcción.

El muro

Nori en Berlín.

El tiempo y el ámbar

"atrapados en el ámbar de este momento"
Kurt Vonnegut, Matadero Cinco