sábado, julio 28, 2007

Interpretación de Hawthorne

Me acuerdo de que cuando cursaba Literatura Norteamericana les conté La letra escarlata a dos compañeros que no habían llegado a leerla, en un bondi repleto, casi gritando para superponerme al bullicio. En eso una mujer me toca la mano: “Perdón. Es la vida de una santa, ¿no?”

Indeleble

En La letra escarlata, la comunidad puritana de Nueva Inglaterra lava sus trapos sucios en las costillas de una adúltera. Por eso me parece increíble el comentario del Chicago Sun-Times que consigna la contratapa de La mancha humana: “Una tragedia moderna”. (Al menos dos veces Zuckerman menciona a Hawthorne). Recuerdo que también Desgracia (encuesta: ¿cómo se pronuncia Coetzee?) culmina con un sacrificio (“Llevándolo en brazos como si fuera un cordero”). Pero acá me gustó la idea de la mancha imposible de lavar que desliza Faunia: “La mancha tan intrínseca que no requiere señal [Hawthorne]. La mancha que precede a la desobediencia, que abarca la desobediencia y embrolla toda explicación y comprensión [Kafka. A propósito: [[Esto debería ser una nota al pie, pero blogger me las deja patas p’arriba, a veces]], Faunia dice ser un grajo, es decir, en checo, kavka. Ya sé, mucho, ¿no?]. Por ese motivo toda purificación es broma, y una broma bárbara, por cierto”.
Por eso:
"-He de bailar-dijo Coleman-. ¿Quieres que bailemos?"

jueves, julio 26, 2007

De las molestias que causa un tadeys en el bondi

No difícil pero sí incómodo resulta leer Tadeys en el colectivo, a fuerza de costumbre ya no me intimida que me vean sonreír embobada, embebida, más bien -aunque el verbo no me gusta por mi tendencia a la claustrofobia es de uso común para el caso- enfrascada en la lectura, pero todavía el pudor que me impide reírme -como se dice- a mandíbula batiente hoy me estrangula el carcajeo, y no llego a darme cuenta si sólo yo escucho el apagado quejido, el estertor de la risa atragantada.

miércoles, julio 25, 2007

Alma en carne viva

Es otra vez invierno; el cielo está gris y la luz llega desde abajo, de la nieve blanca sobre el suelo. La soledad va a tono con la muerte fingida de la naturaleza, pero a veces se hace demasiado pesada. Echo de menos a la gente, pero en la soledad me he puesto tan frágil como si mi alma no tuviese piel, y me he vuelto tan caprichoso en dirigir mis pensamientos y sentimientos que apenas puedo soportar el contacto con otra persona; sí, cada extraño que se me aproxima parece que me ahoga con su atmósfera espiritual, invadiendo la mía.

August Strindberg, Solo

martes, julio 24, 2007

El secreto

Terminé de leer La mancha humana, de Philip Roth, y volví al inicio. Como si después de desenvolver un paquete de varias capas -en el centro está el secreto de Coleman Silk que a su vez el narrador, Zuckerman, oculta; una elaborada construcción contenida en otra- lo hubiese vuelto a cubrir, solamente para demorarme en abrirlo y admirar los pliegues del papel. Cada palabra sigue fija en su sitio, pero la novela que me cuento es otra.

miércoles, julio 18, 2007

Claroscuro

En la mañana sombría, como atardecida, yo, que me pasé la hora que dura el viaje de casa al trabajo bebiendo solo rocío y venenos asuncenos, resplandezco.

lunes, julio 16, 2007

Consuelo

También este día terminó. Presiento en la sangre insumisa la madrugada en pie de guerra, el rito de pasaje. Espero la hora del cansancio -me anima la experiencia de noches anteriores-, el alivio de los párpados pesados. Todo el día fue un solo cuchillo: el filo me dejó el ardor del anhelo. Tapo mis ojos formando una cavidad oscura. Los abro. Grietas de luz naranja todavía. Entonces junto más los dedos. En un hueco sin luces engañosas como este que fabrico quiero sumergirme hasta perder las ansias, como si me desvistiese.

Soundtrack.

domingo, julio 15, 2007

Faulkneriana

Entre los cuervos y los gusanos elijo los cuervos.

Reflejos

El espejo, muchos, captándole las facciones; todos le reflejan el rostro, y usted cree que posee un aspecto propio y prácticamente sin cambios, del cual le dan una imagen fiel. Pero, ¿qué espejo? Los hay “buenos” y “malos”, los que favorecen y los que afean; y los que son apenas honestos, cómo no. ¿Dónde situar el nivel y el punto de esa honestidad y fidelidad? ¿Cómo es que usted, yo, los otros prójimos, somos, en lo que se refiere a lo visible? Usted dirá: las fotografías lo comprueban. Respondo que, además de que prevalecer para las lentes de las máquinas objeciones análogas, sus resultados apoyan antes que desmienten mi tesis, ya que se superponen a los datos iconográficos índices de lo misterioso. Aun sacados de inmediato uno después de otro, los retratos siempre serán entre sí muy diferentes. Si nunca prestó atención a eso, es porque vivimos, de modo incorregible, distraídos de las cosas más importantes.

João Guimarães Rosa, “El espejo”

domingo, julio 08, 2007

De mí

Ocho cosas. Pero si siempre hablo de mí... Cuando digo algo sobre un libro, por ejemplo. Hasta cuando cito sin comentar. Me describo todo el tiempo de refilón, en el blog, me guste o no. Como sea, probemos.
Uno. Me río mucho. Lloro poco. En los dos casos, a veces por cosas que a los demás les parecen insignificantes.
Dos. Por lo general, estoy de buen humor. Eso digo. Por lo general, tengo mal carácter. Eso dicen. La cosa es así: si me enojo reacciono enseguida. No me amargo con intrigas. Por eso estoy de buen humor el resto del tiempo. Eso pienso.
Tres. Me gusta encontrarme y charlar con gente inteligente y con sentido del humor. También disfruto de la soledad. Soy bastante refractaria al resto del mundo.
Cuatro. Tímida y vergonzosa, me mando y me hago la corajuda. Temblando.
Cinco. Me gustan la comida y el vino. Algunos deportes también, por suerte (hice artes marciales, contorsión, capoeira). Y bailar.
Seis. Juego, juego gran parte del tiempo. Si alguien quiere que haga algo, me lo tiene que proponer como juego. Por lo mismo, me gusta mirar las cosas desde diferentes ángulos. Por lo mismo, leo.
Siete. Defectos, algunos: soy distraída, desordenada, obsesiva, impuntual, impulsiva. Los que me achacan los demás: mandona, inflexible, intolerante, cabeza dura.
Ocho. Me gustan los espacios abiertos. No uso reloj (me refiero al reloj pulsera; el despertador en la mesa de luz es ineludible). No uso teléfono celular. Prefiero los gatos a los perros. Todo eso está relacionado.