sábado, junio 24, 2006

Cicatriz

Tengo una cicatriz en la pierna, cerca del tobillo. Cuando paso el dedo por la superficie no siento el contacto más que en el dedo actuante. La pierna percibe falazmente la cercanía del dedo, como si en verdad lo hubiera suspendido justo un milímetro antes de tocar la piel. El cirujano (hace más de un año) hizo en ese sector un corte en forma de boca. Desplazo el dedo a lo largo de esa boca cerrada, muda, dormida. Llegando a las comisuras mano y pierna sienten el cosquilleo recíproco provocado por el roce de una piel con otra. En el medio, nada, sólo una ilusoria proximidad, como dije. Si dejo el dedo apoyado un rato aparece una sensación de calor y si presiono puedo sentir esa presión. Pero dónde, no sé. Es mi piel, pero no puedo reconocerla como mía. Podría ser ajena. Se trata de un trocito de piel frágil e imperfecta, que mi cuerpo puso ahí para reemplazar la anterior. Por debajo, algo (terminales nerviosas, supongo) quedó interrumpido. Es incapaz de cumplir otra función que la de sostener la carne para que no se vuelque. Una función sin duda útil, pero triste.

lunes, junio 19, 2006

Ensimismamiento

Para no hablar de esa droga terrible, nosotros mismos, que tomamos en la soledad.

Walter Benjamin

viernes, junio 16, 2006

Genealogía y Mitología

Fuentes fidedignas confirman el lejano pero indudable parentesco entre la Plaza y el Infierno. Los lazos son más bien piolines o tiritas deshilachadas que se pierden entre dos crucecitas. Las madejas se enredan porque comienzan en madres con nombres dignos de integrar mitologías: Máxima y Elénica. Seguir los intrincados rastros de la sangre se torna difícil, porque los apellidos, patrimonio de los varones, cambian de un charco al otro (hay belleza en la idea de que el apellido no se propague a la descendencia, de que los hilos se hayan tendido principalmente entre mujeres). Desde el humo del tiempo y la distancia, una mujer (mi abuela) recupera y teje nombres poéticos y me los hace llegar a través de otra (mamá). En los amplios cielos de lo virtual otras dos mujeres se abrazan.

Cartas de mamá

Primeros capítulos de esta pecenovela en Plaza Constitución, acá y acá.
Con el permiso de la prima y de mamá, publico estos mensajes estrambóticos de mi procreadora. Atenti a los nombres. ¡Qué imaginación tenían los antepasados!
Vero, averigue todo lo que pude, tenes razon la abuela se acuerda del nombre de todos los hermanos de la tia Clara que era la mama de Evangelina y hermana del abuelo de Aidessa, la mamá de Aidessa es prima hermana de la tia Clara, hablé con Isolina y se acuerdan de Helénica y me decía que hace años no les habla y que les extrañaba bastante ya que siempre hablaban con ella.-Decile a Aidesa que en la casa quedaron Evangelina, Cesarea e Isolina y que el telefono es xxxxxxxx, viven en Ramos Mejía, que se alegraron muchísimo cuando se enteraron que Helénica todavía vivía,el domingo le preguntás a la abuela la historia completa que te hace la narración.- Un beso y saludos a la pariente recuperada.-Mamá.-

Vero, le pregunté a la abuela y me dijo que los Díaz eran varios hermanos, que la madre de ella no quería que fueran a la casa porque parece que eran amantes de bailongos y entreveros con mujeres, uno se llamaba Pilar y el otro Salomé. También estaba Domingo que era el padre de la tía Clara y José, no se como se llamaba el papá de Helénica.- La tía se llamaba Gregoria Onésima pero en el agua del socorro que era una especie de bautismo casero le pusieron Clara y así le llamaban todos.-Me contaba Evangelina que Helénica fue varias veces a la casa con el esposo cuando vivía la tía Clara, pero luego le perdieron el rastro. No podía creer que hubiera una prima que le interesara conocer sua ancestros, espero que estos datos le sirvan a Aidessa .-Bueno nena ya está, no tengo más para contar, besos Mamá

martes, junio 13, 2006

Una cruza

Cruzo la lectura de este post de Aydesa con algo que hablábamos el otro día con Luis. Kafka manifestó repetidas veces que la literatura era todo para él, y que una mujer, hijos, significarían un escollo para continuar con su trabajo. Alguna vez esta decisión le causó pesar, pero no dudó. Me pregunto ahora qué hubiera pasado si Kafka hubiese sido mujer. Habría seguido adelante, pero, vamos, ¿no se le habría hecho todavía más cuesta arriba?
Muchas veces me miraron con horror (la cabeza echada un poco hacia atrás con un enderezamiento de la curva del cuello, los ojos muy abiertos, labios separados, quizás alguna simultánea interjección) cuando dije que la maternidad sería para mí una pequeña muerte. ¡Qué barbaridad! ¡Qué espanto! “Bueno, no, claro”, digo yo, en casos así, “por supuesto, sí”. Y me callo. No hay caso, no vale la pena explicar lo que desde mi punto de vista es tan evidente. Por supuesto, no infiero que esto se debe a que soy más inteligente, sino a que toda mi estructura de pensamiento tiene otras bases: hablamos lenguas diferentes.
“Una cruza” es un relato de Kafka que describe un animal indefinido, mitad gato, mitad cordero, con el que sentí una inmediata identificación, como cualquiera que se haya sentido alguna vez fuera de lugar, extraño y desamparado.

domingo, junio 11, 2006

Charlas

Releo pasajes de Zama a causa de la charla del viernes, que seguramente por unos cuantos días más me zamarreará de acá para allá. “Despegué los párpados tan pausadamente como si elaborara el alba”, me dice. A un despertar le sigue el recuerdo de este insomnio, sin solución de continuidad, como es natural: “amanecerá en mis párpados apretados”. Es Borges, de la mano de Arenas, Celestino…, que releí hace poco (releo bastante últimamente, es que me cuesta encontrar cosas nuevas que me conmuevan). Busco el poema entero, lo leo.

Decido dejar eso, apartarlo de mí para seguir viviendo, despeinar los Diarios de Kafka para buscar algo sobre amor, sobre mujeres, algo que leí ahí, de lo que tengo una reminiscencia, cuando me tropiezo con esto otro, del 3 de febrero de 1922: “Insomnio, casi total; perseguido por los sueños, como si me los hubieran grabado adentro a arañazos, en un material tenaz”. No hablaban conmigo, entonces, los libros. Hablaban entre ellos. Yo cazo mariposas que resplandecen un momento pero cuando abro las manos ya se fueron. La última intervención de Kafka hace que me entren ganas de llorar. Siento la compresión en la garganta. Mi cara ya se arruga. Las pestañas reciben el líquido que desborda las orillas (ya no puedo decir párpados, no, ellos ya lo dijeron antes, dijeron párpados de dos maneras diferentes y mejor que lo que yo podría en mil años, ésa es una de las razones porque) cuando cierro los ojos y dejo caer la cabeza.

sábado, junio 10, 2006

Combustión espontánea

A partir de anoche, varios vecinos blogueros se han hecho acreedores de una cara (de una cara cierta, habría que agregar, ya que suelo adjudicar caras a troche y moche cuando leo) en mi imaginario. Y de una voz, y de unos modos. Raro eso de encontrarse con gente que uno nunca vio, pero que a la vez conoce de mí algún detalle (y viceversa), la puntilla del vestido pero no el modelo completo, un primer plano pero fuera de cuadro. Fander (de Et in Arcadia Ego) decía hace un tiempo que según su experiencia todos son más o menos como se muestran en los blogs. En este caso, para mí, fueron más. A las 8 y cuarto de la noche llegué a la pizzería. Hoy a las 6 de la mañana desalojé a Julio de mi lugar en la cama.

Uno ocupa muchas horas, muchos días, mucha vida, con actos que lo dejan vacío, imposibles de recordar porque se pierden entre otros idénticos. Entonces pasa algo así, nada espectacular, esto, un diálogo, palabras siamesas enlazándose después de dejar distintas bocas (shiatsu, Kafka, parientes en Entre Ríos, Zama). Reconforta. “Ah”, piensa uno, “ahora me acuerdo, la vida era también esto”.

lunes, junio 05, 2006

Convocatosa, Convocatura, Convocancia


Aydesa (Plaza Constitución), Carlos (Añadiduras), Luis (Doke Libertario), Tino (Hargentina), Vadinho (Apirronarse) y esta irresponsable convocan. Nobleza obliga: Ayd es la adorable revoltosa que empezó todo, como quien no quiere la cosa, y la que le puso el moño con el logo.
¡Corriéndose para el fondo, que hay lugar!

domingo, junio 04, 2006

Fábula kafkiana menos el final

Estoy parada en el vano de la puerta. Alguien abrió y fue a sentarse con los demás. Me quedo mirando hacia dentro. Estoy en la orilla, intentando decidir. No sé si me conviene entrar o mandarme a mudar. Nadie me conoce en este lugar. La persona que me invitó no está en este momento. De a poco van percibiendo mi presencia, las conversaciones cambian de tono y puedo notar en el murmullo que los estoy incomodando. Hay ruido de sillas, toses. Resuelvo dar un paso adelante y ocultar el temblor en la voz cuando digo: “Hola, soy X, me invitó Y”. Algunos sonríen, aventuran un saludo híbrido. Me quito la mochila. “¿Qué trajiste?”, me dice uno, señalando la mochila hinchada. ¿Por qué me pregunta eso? Claro, había que traer algo. Como dejé todo para último momento, no me fijé que lo que había preparado para traer estaba endurecido, cuarteado en los bordes. Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde para preparar otra cosa o para salir a comprar algo hecho. Ahora la situación se hace insostenible, porque ni siquiera tuve la precaución de quedarme cerca de la puerta. Inexplicablemente esto me tranquiliza (la explicación sería, en todo caso, si alguien la necesitara, que nada puede empeorar). Sonrío. Digo: “Esto”. Saco del bolsillo un sapo verde, gris, amarillo, gelatinoso, que encontré en el jardín antes de entrar. Mi mochila está llena de servilletas. Tomo una y me siento a comer.

sábado, junio 03, 2006

Juegos

Rápido, rápido. Esconderse ahora, en lo oscuro. Buscar en la pared los lados grises. Doblar la esquina. Querer acurrucar la piel contra el muro frío. Así. Mejor quedarse, ahora, quedar el pecho inquieto. Apagar los pasos blandamente. El alivio, todavía tenso. Correr, esconderse, buscar.
El silencio, hace rato. Alejarse, por fin. No a la casa, más lejos. Ni siquiera ese rumbo.
Felicidad de los zapatos en los charquitos. Inesperada sonrisa ante el aire hondo, adentro.
La belleza de lo elemental.
Las piedras de la calle, redondeadas por el tránsito, pero piedras, primero piedras. El agua sucia, pero agua. Además, ¿sucia? Sólo tierra.
Tierra tan hermosa, ahora, al final del empedrado. El cielo abierto metiéndose en los ojos. La mano casi amable sosteniendo un hombro. El metal cruzando la garganta.
Sangre.