lunes, septiembre 25, 2006

Fragmentos de una conversación

No deja de maravillarme la repetición en diferentes caras de ciertos ardores comunes. Hoy, en el colectivo, presencio la reacción de una (imagino, soy mandada para el delirio) ex pareja ante la irrupción de nuevas relaciones sobre las cenizas de la anterior (“che, acá se está encendiendo una brasita”; “sí, pero no es para tu asado”).
Él: ¿Qué estudia?
Ella: Ya se recibió.
Él: ¿Pero de qué?
Ella: No sé, algo como Administración de Empresas.
Él: Contame, quiero saber todo.
[…]
Él: Anoche me acosté con María (o Marisa) por primera vez.
Ella: Está bien, si te gusta…
Él: No.
Ella: Entonces para qué… [ininteligible, en un tiro escucho la palabra garchar, ella suena molesta. Ay, nena, cómo caíste, metiste las cuatro patas].
Quizás mi rabia contra las charlas por celular sea bien miserable: pura frustración de mi pasión por el voyeurismo.

Ocaso

Cerraron el café Van Gogh de la esquina. Cómo se apagan las luces tenues de los lindos bares del centro. En los nuevos, la excesiva luz espanta la intimidad, el plástico y el metal acalambran la espalda. Quién puede querer conversar entre esas durezas.

Un viernes

Dice Nori: “Qué raro que no contaste nada del viernes en tu blog”. Le digo: “Bueno, no cuento todo lo que hago. Además, a quién le puede interesar”. Pero igual su comentario pone a andar la máquina imperfecta de la memoria, escucho su traqueteo de fierros descalabrados, me pongo a hacer un recuento como para ver si me falta algo en la mochila aunque en el recuerdo los trocitos de caras, música, risas, pasan en flashes y mucho, o casi todo, se pierde y es irremediable. Entonces, rápido y como cayó, quedó: salgo del limbo de la oficina como si naciera les digo a los chicos vamos a tomar helado vienen ellos toman helado pero yo no me encuentro con nori me despido de los chicos ya es tarde para llegar a la fiesta de sudestada compramos vino vamos a una casa en congreso donde mirjam hizo arroz y verduras salteadas con salsa de soja en un wok también por lo que se ve hizo amigas otra alemana como ella una austríaca una italiana una sueca todas parte de la fauna foránea ocasional de puán le pedimos a la austríaca que hable en austríaco pero claro habla en alemán nos reímos tanto concluimos o al menos yo que el alemán abunda en j ch g y otros sonidos guturales imposibles de reproducir para nosotros acostumbrados a la gran abundancia de vocales y consonantes blandas pero tomá mate con nuestra rr ellas dicen que los argentinos hablamos como cantando no sé qué otras cosas más siempre particularmente consonánticas llegamos siete mujeres dele blablar a sarmiento y rodríguez peña tocan las curvettes bailo y salto canto a veces cuando terminan voy atrás compro un top a rayas vanesa la cantante de las curvettes me dice tengo uno igual pienso mentirosa le digo que se saque una foto conmigo me estampa tremendo beso después tocan las she devils de a ratos veo a sandra y a aína pogueando vuelvo a casa por suerte mar dejó prendida la luz de adelante.

Lo imborrable

Nunca escribo los libros más que con lápiz, así como nunca doblo las puntas de las hojas. No me gusta dejarles cicatrices indelebles. Pero el jueves escribí con resistente tinta de birome líneas dictadas por otro en un libro de Machado de Assis y lo dejé ir. Stella me miraba como si me hubiera vuelto loca (es decir, como si no me conociera), me hacía preguntas. Le dije: “Dejá de hacer bardo que van a venir a alcanzármelo diciendo que me lo olvidé, después te explico”. Después le expliqué. Se rió. Yo también.

viernes, septiembre 22, 2006

Tu sombra hiende la distancia

Hoy que ya es ayer, un par de horas atrás de este momento en que las teclas cloquean, Spinetta terminaba de tocar “Durazno sangrando” (pensé en lo precioso e irrepetible del instante, pensé en que nunca antes ni después su pelo voló ni volará así con el viento al cantar “y la canción que escuchas tu cuerpo abrirá”), la gente aplaudía. Me pareció un acto de duraznosa dulzura criminal sangrante que él dijese con su voz de fuelle siempre soplando: “Muchas gracias, son muy amables”.

jueves, septiembre 14, 2006

Privilegios

Cuando vengo en el subte, a la mañana, cuando oigo el sonido infame de un celular, cuando levanto la vista del libro y me quedo mirando cómo cuatro o cinco mueven la cabeza con giros cortos y veloces de pájaro, tratando de ubicar el lugar de donde proviene el ruido (a nadie le gusta abrir la tapita de su celular y ver que se hizo cargo de lo que no era para él), cuando tres o cuatro se revuelven las carteras de las damas y los bolsillos de los caballeros buscando el adminículo, cuando dos o tres caen en el paréntesis de arriba y el que se ganó el premio de que alguien lo requiriese en ese mismo instante tiene que hablar frente a varios pares de ojos y oídos desconocidos de algo que sólo le interesa a él y al que lo llamó, me siento tan contenta de no tener celular. Bajo la mirada y ahí está todavía el libro abierto. Me zambullo en esa música.

miércoles, septiembre 13, 2006

Uf

Y después de escribir o transcribir lo de recién, lo leo y pienso: pero qué densa, tanto que me revienta la gente pretenciosa. Benjamin, Kafka. Ahora esto. Cartón lleno. Por qué no contar, por ejemplo, que la semana pasada fui al Abasto a ver si conseguía entradas (2x1) para Iggy Pop. Muy tarde, hasta para lágrimas. Tendría que haberlo previsto. Tardé mucho, me dormí, para variar. Premio consuelo: ya que estaba ahí, en el emporio del cine, me metí a ver “Que sea rock”. Yo que sé. Más que nada es propaganda para el Pepsi Music 2006. Es raro que esté Las Pelotas y no Divididos, por ejemplo. Que esté Charly y no Spinetta. Rescato algunas cosas. Dárgelos mandó: “Somos proclives al trance”. Es buena, ésa. Me gustaría poder decir: “Este blog es proclive al trance” sin sonar idiota. Pero es tarde para eso, también. Lo mejor, el tema que toca Catupecu. Y sin embargo, esa banda no termina de gustarme porque me agota que estén casi todo el tiempo al palo. Da ganas de decirles: “Bueno, chicos, cálmense un poco, no será para tanto”. Qué lástima que no está la Bersuit en el Pepsi Music, me dio unas ganas...Me acuerdo de que pensé: "Estoy harta de no ver a la Bersuit".

Notas en el cinematógrafo

Ayer, en la Lugones, escribí esto, en el cuadernito que siempre llevo encima: “Casi nada del olor murcielagoso que antes siempre encontraba, tengo que respirar hondo y rastrearlo, ayudándome con el recuerdo. Y definitivamente puedo asegurar que falta el golpe del aire húmedo y frío, el lengüetazo helado al entrar. En fin, todo eso que casi me hacía sentir que estaba en una caverna, hace unos años. Un hombre se mira los zapatos. Escenografía imprecisa. Cielo grisáceo. Escombros: un basural. Pero lo peor está en el cielo, es de verdad abominable. Qué rápido hablan y cuántas palabras para no decir nada. Si me siento después de haberme parado parecerá que claudico, dice Pozzo. Parece algo de Kafka. Bah, después de todo, esa espera infructuosa, ¿no recuerda ‘Ante la ley’?”

PS: Se me fue la mano con el hermetismo. Martes y miércoles pasaron en la Lugones pelis basadas en textos de Beckett. Vi "Esperando a Godot".

domingo, septiembre 03, 2006

¡Pobrecito el traductor!

La fidelidad de la traducción de cada palabra aislada casi nunca puede reflejar por completo el sentido que tiene el original, ya que la significación literaria de este sentido, en relación con el original, no se encuentra en lo pensado, sino que es adquirida precisamente en la misma proporción en que lo pensado se halla vinculado con la manera de pensar en la palabra determinada. Este hecho suele expresarse mediante una fórmula que declara que las palabras encierran un tono sentimental. Y hasta podría decirse que la traducción literal, en lo que atañe a la sintaxis, impide por completo la reproducción del sentido y amenaza con desembocar directamente en la incomprensión. En el siglo XIX las traducciones de Sófocles hechas por Hölderlin eran los ejemplos monstruosos de esta traducción literal. Se comprende fácilmente hasta qué punto la fidelidad en la reproducción de la forma acaba complicando la del sentido. De acuerdo con esto, la conservación del sentido no requiere forzosamente la traducción literal. El sentido se halla mucho mejor servido por la libertad sin trabas de los malos traductores, incluso con daño para la literatura, y el lenguaje.
[...]

En todas las lenguas y en sus formas, además de lo transmisible, queda algo imposible de transmitir, algo que, según el contexto en que se encuentra, es simbolizante o simbolizado. Es simbolizante sólo en las formas definitivas de las lenguas, pero es simbolizado en el devenir de los idiomas mismos.



Walter Benjamin, "La tarea del traductor", en Angelus Novus.

Primer acercamiento a Walser

Viernes. En Zivals, Nori mira libros con fotos y otros con posters. Yo me acuclillo para estar a la altura de Bolaño -esa librería tiene una serie de estanterías enanas (las rodillas sufren) ordenadas alfabéticamente (encuentro todo bastante rápido). Leo pasajes de El gaucho insufrible. Cuando me canso de la posición dejo el libro y desperezo las piernas hormigueantes. Doy la vuelta al mueblecito. Del otro lado se agota el abecedario. Leo Robert Walser en un lomo. Y en otro. Tapas duras, edición ostentosa. Siruela. Deben ser recaros, pienso. En eso un librito petiso y azul hundido entre los otros me llama. Es tan Walser como los otros. Las composiciones de Fritz Kocher. Dice: Prólogo de Hermann Hesse. Dice: Epílogo de Guillermo Piro. Miro un poco. Fragmentos. Buena encuadernación. Lo llevo.

Hoy, en casa, escucho y llevo a cabo de manera simultánea las siguientes actividades, en este orden: Estrelicia de Spinetta y leo unos posts. La banda de sonido de Underground y me levanto, bailo, me agito, me siento. El CD que preparó Aydesa y leo el librito azul. Me gusta. Paro. Acaricio las tapas aduraznadas, como las de Tusquets (después de tocar estas texturas me miro los dedos para ver si no quedaron entalcados o algo así). La tapa tiene además caligrafías antiguas, un hombrecito haciendo cabriolas. Voy a buscar el año en que fue editado: 1999. Pero busco otra cosa. La encuentro en la misma página. Diseño de tapa: AyD berón - Eudeba. Ah, qué felicidad.

Todavía no mandé a traducir honduras.

Pero.