David Viñas en la Feria del Libro, el miércoles. Panel sobre los golpes de estado en Argentina. ¿Falto a inglés? No sé, el viernes voy seguro, la idea de ir dos veces me fastidia, tanta gente pululando. Todavía me acuerdo[1] de que Marcela se sentaba adelante, en sus clases, pronta a desenfundar el cartón de cigarrillos, esperando el momento en que él dijese: “¿Algún compañero, compañera, me convidaría un cigarrito?” Eso, lo bueno. Lo malo: verlo llegar enorme en su sobretodo y en sus bigotes, para tomar los finales.
[1] Es un poco triste esta frase, “todavía me acuerdo”. El “todavía” implica la posibilidad de que un día deje de recordar eso, explicita lo que nadie dice y es inevitable. Una vez supe que ya no iba a ver más a alguien a quien quería y me dolió. Pensaba que dentro de unos meses o un año, iba a estar de nuevo en ese lugar que habíamos compartido y ya nada me iba recordar a esa persona, y me sentí más triste todavía.
Todo el que haya leído El cielo protector habrá reparado en el pasaje en que… a ver, lo voy a buscar. Acá está:
“Y Port había dicho: ‘La muerte está siempre en camino, pero el hecho de que no sepamos cuándo llega parece suprimir la finitud de la vida. Lo que tanto odiamos es esa precisión terrible. Pero como no sabemos, llegamos a pensar que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo, todas las cosas ocurren sólo un cierto número de veces, en realidad muy pocas. ¿Cuántas veces recordarás cierta tarde de tu infancia, una tarde que es parte tan entrañable de tu ser que no puedes concebir siquiera tu vida sin ella? Quizás cuatro o cinco veces más. Quizá ni eso. ¿Cuántas veces más mirarás salir la luna llena? Quizá veinte. Y, sin embargo, todo parece ilimitado’ ”.
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