viernes, agosto 03, 2012

Entretiempo

El martes tuve que hacer tiempo en el centro. (Formas del decir. El tiempo solo bien se hace. Lo que queda es ir encajándolo en espacios según vaya llegando). Como el clima era desapacible me sustraje a la intemperie en un cine. Había empezado la película pero restaba lo justo. Entré con la sala a oscuras. El acomodador no se molestó en seguirme y desde la entrada desplegó un haz luminoso sobre las numerosas butacas vacías. Me apuré a ocupar una. Penélope Cruz rabiaba en italiano. No me interesé enseguida en la película, distraída por lo que la enmarcaba. La sala del Lorca es larga y angosta. “Ventral”, pensé. La pantalla es una luz al final del túnel. Quizás por la forma de la sala el sonido tiene ahí una extraña reverberación que no quisiera disminuir llamándola “eco”. El efecto es el que se deja oír en algunos teatros. Al mirar hacia delante las paredes entran en el campo de visión. Están cubiertas con cuadros de madera compuestos de listones, en una dirección y en otra. El piso también tiene su peculiaridad: la panza del gusano se hunde al medio, se arquea. Ubicada un poco más atrás de la mitad, podía ver las primeras filas en ascenso. Con varios lugares vacíos a un lado y otro, me apoltroné. La película no era memorable, pero para Woody tengo la risa fácil.
(El buscador encontró la foto que me hubiese gustado tomar acá, inserta en un texto escrito sin duda con un sentimiento similar al mío. Causalidades).

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