W.G. Sebald, Vértigo
miércoles, agosto 08, 2012
Los momentos propicios
Aquel día claro de octubre, en el que Ernst y yo, sentados
el uno junto al otro, disfrutamos de esta maravillosa vista, sobre el mar de
follaje flotaba un vapor azul que alcanzaba los muros del castillo. Ondas de aire
se filtraban por entre las copas de los árboles y hojas aisladas, desprendidas
de los árboles, encontraban la corriente de aire elevándose tan alto que
lentamente se iban ocultando a los ojos. Ernst se había marchado con ellas, muy
lejos. Durante minutos enteros dejaba hincado el tenedor en su pastel, en vertical.
Sellos, dijo de repente, antes coleccionaba sellos austríacos, suizos y
argentinos. Después fumó en silencio otro cigarrillo y repitió, mientras lo
apagaba y como asombrado de toda su vida pasada, la palabra “argentinos”, quizá
pareciéndole demasiado extranjera. Aquella mañana habría faltado poco, creo yo,
para que ambos hubiéramos aprendido a volar, o para que yo, por lo menos,
hubiera aprendido lo que se necesita para una caída decorosa. Pero siempre
dejamos escapar los momentos más propicios.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario