No sé si es siempre así y no rebuscaré en la memoria. Digamos que, en general, si no caigo bien de entrada tiendo a no esforzarme en mejorar la caída. No tengo intenciones de agradarle a todo el mundo, ni me parece una meta deseable: amoldarse a las expectativas de los otros hace olvidar la propia.
9 comentarios:
no se me haga la dura, Dorothy.
Esta bien, a la gente que deliberadamente elije caer bien a todo el mundo se le nota demasiado, y tarde o temprano termina perdiendo la confianza de todos.
No, no es dureza, qué va a ser. Es... aceptación nomás, de que no puedo gustarle a todo el mundo y no vale la pena hacer el esfuerzo. Decía el otro día, entre amigos, que a veces pongo cierta distancia y lo interpretan como pedantería (eso en una primera mirada, si ahondaran un poco se darían cuenta del maravilloso ser que tiene enfrente, ¡jua!), yo que sé, y lo que pasa simplemente es que hay gente que no me cae bien y me aparto. Lo que decía acá en el post como continuación de lo de allá en el bar es que sé que de la misma manera hay gente a la que yo no le gusto, y pienso que que está muy bien, seguramente podrá ser feliz sin mí. No es dureza, me parece que no, bah. Hasta creo que es lo contrario, un dejar fluir la cosa, no forzar cauces. Algo así.
Maguila, justo estaba escribiendo cuando entró tu comentario. De acuerdo con vos. Saludos.
Por ahí --se me ocurre desde una plazoleta llamada Empatía, o Simpatía--, habría que llevar la cuestión al extremo y decir que no sólo es preferible no tener intenciones de agradarle a todo el mundo, sino que además es necesario desagradar soberanamente a unos cuantos.
Como suele decirse: "para hacer una buena tortilla es necesario romper unos cuantos güevos"
Gústate a tí mismo.
vero: una excelente reflexión.
Hey, gracias, y qué gusto verte por acá, Vad.
Y ya sabés lo que pasa cuando uno se esfuerza en que alguien le caiga bien: es Crónica de una muerte anunciada.
Lo mismo le debe pasar a los demás.
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