domingo, diciembre 11, 2011

Tarkovski, la selección: 3. Nazarín, de Luis Buñuel


Para hablar de Nazarín Tarkovski comienza con una advertencia: “Es evidente que si contemplamos un gran fresco desde muy cerca -escribió Tarkovski en un libro-homenaje a Luis Buñuel, en 1979-, muchos de sus detalles pueden parecernos hasta feos. Pero en toda gran composición, el detalle no es algo que se baste a sí mismo, algo que represente o sintetice exhaustivamente el contenido total de la obra. Un fresco ha de ser contemplado, sin duda, desde una cierta distancia. Y lo mismo sucede con una película, que debe ser enjuiciada en su totalidad -tanto más, cuanto que una secuencia aislada de una película es mucho más compleja, en términos emocionales, que el detalle de un fresco”.
No sé si no supe calibrar la distancia para verla, pero en líneas generales no me gustó Nazarín. La vi tres veces tratando de buscar a qué aferrar algún entusiasmo. Pero tengo la manía de desconfiar de los personajes sin fisuras y me abrumó la bondad monolítica del padre Nazario. Para más pesares, Francisco Rabal, en la piel del sacerdote y al menos en la primera mitad de la película tiende a independizarse de las palabras que pronuncia. Es desconcertante verlo aunar una monótona recitación con la exuberancia en la gestualidad corporal. Era bastante joven por ese tiempo y me consta que después se lució en otros papeles.
Fuera de eso y esforzándome por ser justa, visto el fresco como en el conjunto muestra algunos aspectos de interés. No sufre este sacerdote de Buñuel, como los de Bresson y Bergman, una crisis de fe, aunque sí se enfrenta a la iglesia como institución. O mejor: es la iglesia la que lo aparta. Lo que le reprochan las autoridades a Nazario es su ascetismo y su predisposición incondicional a auxiliar a cualquiera que lo necesite, lo que, según parece, es contrario a sus prácticas. En una charla con un superior, éste le dice que “sus costumbres están en pugna con las de un sacerdote y afrentan a la iglesia”. También hay una crítica a las diferencias entre clases sociales. A las dos mujeres que lo acompañan y que corren el riesgo, con él, de ir a la cárcel, les dice: “Ya sé que por nuestra humilde condición la justicia humana no cuidará mucho de nosotros. Pero la divina no ha de dejarnos indefensos”.
La generosidad sin medida de Nazario no tiene lugar en este mundo: es más lo que estorba que lo que ayuda. Se suceden los ejemplos: el cura guarda en su habitación a una prostituta que huye después de una pelea y la mujer incendia el lugar, arruinando a la malhumorada pero bienintencionada casera; ya echado a los caminos, propone trocar trabajo por comida, lo que le vale el odio de los otros trabajadores y desata un tiroteo; una mujer moribunda por la peste rechaza su ayuda. Va a la cárcel, lo golpean, no se defiende. Un ladrón le dice lo que ya iba sospechando: “¿Pa’ qué sirve su vida? Usté pa’l lado bueno, yo pa’l lado malo. Ninguno de los dos servimos para nada”. Apenas consiguen que no lo cuelguen. Se entrega manso a su destino, Nazario. En el gesto abatido del final se trasluce que ha llegado a conocer mejor a los hombres.

1 comentario:

kurubeta dijo...

ni recuerdo birn esta peli, seguro la vi en los eufórikos 90's..de hecho me gusta el Buñeuel franxute y el mexicano...pero los frankistas..ni ahi...ni Tristana ni la tan sobrevalorada Viridian me dicen mucho...saludetes dominikales!