viernes, abril 25, 2008

Los expedientes secretos

Buscando en mi diario del año pasado (llevo uno en papel y otro en la compu) unas anotaciones sobre Cohen, encontré un fragmento con una ráfaga de reflexiones, en gran medida relacionadas con el blog. Debo haber estado escribiendo mientras leía blogs. Es un texto muy personal, tan íntimo que se ve que por pudor mostré, en aquel tiempo, sólo una frase, casi en un murmullo, “Esta boca cerrada es mía”. Me dijeron que hace rato que me limito a postear comentarios de cine o libros, así que hoy lo expongo, aunque con la distancia que le dieron los meses el texto tiene algo de cadavérico.

20 08 07

De madrugada.

¿Tantos días pasaron? Dije, en mi oído, en voz baja, tantas palabras, estos días. (Esto suena a Beckett. Pero todo siempre me suena a otro. Está bien, me acostumbré a mi cúmulo de recortes. Mi ego no se lastima con lo inevitable). Anduve sin ver el sentido del blog, esto de hablar en público. Me dije: ¿Qué busco? ¿Qué me digan que soy inteligente? ¿Y a mí qué me importa si me creen inteligente o zonza? Entonces me cierro en el silencio: me arrepollo).

Sordo ruido de discusiones. Me afectan esas cosas, ver tanta muestra de vanidad me hace preguntarme por la mía.

Las palabras, huecas. ¿No ven que no llevan nada? No tienen carga, no, se me vaciaron, por el camino, se me volcaron. (Disculpen, tendría que haber sido más cuidadosa). No denotan ni connotan. Como varitas arman una estructura. El aire pasa a través. Ahí quedan, negras, rígidas, señalando la nada. (Flechas, flechas: Gombrowicz). Leí mucho. Leí poco. (Las dos cosas son ciertas). Qué importa. Qué importa nada. Y esto mismo me hace pensar en el blog. Debería postear todo esto. Mostrar las tripas, decir: “Vean, así soy yo, nada de esto importa, sigamos jugando”.

Ahora pienso esto para el blog: escribir un comentario debajo de otro, no volver a postear, si no es ahí.

[Pastoral americana: hermoso y brillante como manzana que se agusana].

Pero comentarios que no contesten a los de los demás, que no sean réplicas, sino autónomos. Simulacro de comentario: creen que contesto y cada vez me cierro más. Esto no es una pipa. Esta boca cerrada es mía.

Lo tengo que decir: me da impresión que me haya linkeado Portnoy. ¿Por qué habrá sido? ¿Porque dije Roth? ¿Por Film?

Más tarde. Levemente psicodélica, escucho “I am the walrus” sin parar. Siento un malestar, un comienzo de náuseas. Quiero seguir escuchándola hasta que no la soporte. Y después seguir.

Daniela me dice que abra la boca y cierra la suya. Jorge se purga. Cuartos que van quedando a oscuras.

Más tarde todavía. Escribir sin parar, en diferentes horas del día. Ver el desgaste de las horas del día. Quizás las horas de oscuridad traigan más luz que los rayos matutinos.
Tendría que dejar los dedos correr. Vamos a hacer este ejercicio. Sin tema, escribir al menos diez renglones, sin parar.

La noche es fría y húmeda, especialmente oscura. Todas la noches la luz se va, es cierto, pero en esta en especial hay ausencia de claridad. Una media luna esmerilada, pocas estrellas. Estas noches me llevan a envolverme más en mí, más de lo que en estos días. En la crisálida. Oh, pero qué poco jugosa mi crisálida, qué pobre. Lo que quiero es una crisálida como la de Strindberg, no sé que hago en este envoltorio tan miserable. Debería limpiarme y comenzar todo otra vez, por qué estoy encerrada en la crisálida conmigo. Quiero salir de mí. No puedo encontrar belleza en ningún lado por acá, alrededor, debo irme lejos. O nada más pegar un saltito al costado de mí. Segurmanete me miraría con compasión. Pobre pellejo donde mi corazón se debate. Y qué es eso tan grandioso que me creo que soy a veces. Puro pellejo seco. Y aunque parezca paradójico eso es lo que me da motivo para escribir, la inutilidad, la fragilidad, lo vano del acto. Acá estoy, animalito mínimo, mediocre inteligencia, escribiendo como si fuera un dios y riéndome de mi insignificancia. Hago grandes gestos, eso sí. Camino, me desplazo como un gran actor. Abro bien la boca para hablar, modulo mis chillidos de rata.

Más de noche. Para qué decir nada a los demás. Para qué si tengo que andar pidiendo disculpas. Falta el estímulo. Pero es miserable decir eso, que espero el estímulo externo, es vergonzante, dejemos todo en el silencio.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

me gustó éste, Vero.

Rain dijo...

Jelinek se despojaba escribiendo. Lo he notado.
Pienso por ejemplo en Jelinek vaciada de vanidad. Lo que encuentro es a una mujer que explora la vaciedad, cierta desesperación, el autoflagelo.

Me acuerdo de alguien muy querido diciéndome que sabía que en verdad lo que le convocaba a ser generoso y a autoensañarse era su vanidad. Luchaba contra ella, porque sabía que su ego era demasiado grande. Y su vanidad no se disolvía. La atacaba.

Acerca de mostrar las vísceras. Muchos las muestran en una virtualidad donde nadie tocará sus rostros a menos que sí, busqque conocer fuera de los blogs a quienes se conocen de alguna manera vía blogs.
En la escritura, a veces pienso en la franqueza profunda, y encuentro rastros. Denostaciones, rabia, desprecio. Cuando encuentro dolor (o creo percibirlo porque se siente de diferentes formas, sin que necesariamente esté en elegías, en alguna palabra directa) sé que he encontrado una voz a la que volveré más que por un gusto, por otra identificación que no es a secas una valoración literaria.
Así que por allí llega por ejemplo la señal hanekiana, Beckett asoma, aquello que sabes, está, siempre está...

Tu texto no es que me guste, me lleva a otras preguntas. Lo agredezco. Y lo aprecio mucho.

Chao Vero.

Rain dijo...

Conocerse: qué difícil...

Rain dijo...

O es que no es como una ecuación, no es un problema. Es algo humano, así que si no es un problema, no habría que forzar soluciones...

Y mira, cómo me tomado tres comentarios :)

Chao, chaooooo.

Vero dijo...

Qué bueno, Luis, que te guste.
Virginia, Jelinek y el despojamiento, claro. Lo visceral, también.
Si ese alguien luchaba contra su vanidad merecía ser muy querido.
De la franqueza profunda, sólo pueden encontrase rastros, como decís, las palabras no son muy dignas de confianza. Las vísceras siempre van envueltas. Dicho de otra manera: en cualquier escritura hay enmascaramiento, siempre, y más cuando hay un vicio literario incrustado. Veo en algunas frases de lo que posteé (que no pasa de ser una serie de anotaciones torpes, con errores de tipeo, repeticiones, una frase sin terminar y quién sabe qué mas) una intención literaturizante (perdón por esta expresión horrorosa) que me exaspera.
Hoy leí un poema precioso de Inés (El bosque de los signos, date una vueltita, está linkeada ahí al costado) y pensé: eso sí que es mostrar las vísceras, esa maravillosa sensibilidad al descubierto.
Gracias a vos, Vir, me siento acompañada.
Abrazos.

Anónimo dijo...

"Si ese alguien luchaba contra su vanidad merecía ser muy querido", es una de esas frases que suenan absolutamente desquiciadas. Yo la dejaría sin el "merecía", porque me parece que el amor no debería tener que ver con la religión. Pero a la vez me doy cuenta que estoy equivocado, es decir, hay un doble movimiento, ahí (de la vanidad a su pérdida).
En principio nadie quiere a un osito de peluche. Usted vio como esos osos pierden toda su vanidad, terminan sucios y hasta despanzurrados. Sin embargo, cuanto menos muestran sus perfecciones más se los quiere. Aunque bien podría ser al revés: los rastros del manoseado amor son los que ocultan y despatarran aquella prolija vanidad del moño en el paquete y los ojitos brillantes, la del primer día.
Volviendo a algo que ya hemos hablado, para los enamoramientos debe circular la vanidad, para los "amoramientos" quizás sea mejor que quede bien de lado.
Me gustó todo: el post, los comentarios. No la hacía una persona religiosa. Eso de merecer...

Vero dijo...

¡Jua jua! Carlos, estaba jugando un poco, invirtiendo los términos del segundo párrafo del comentario de Virginia (hace un rato nomás me decía Nori que mi facilidad para las matemáticas se refleja en cómo escribo, acá hay un ejemplo, supongo). Poque cuando leí pensé: una persona que hiciese eso también me caería muy bien. Y eso que soy una vanidosa del carajo. Cómo si no diría que no me importa si me creen inteligente o boba.
Bueno, qué suerte que te gustó, porque este... strep tease fue por causa tuya, fijate. Besos.

alotropico dijo...

El signo del espejo suele tomarse como imágen de la vanidad, pero no sólo hay vanidad en los espejos. Para alguien muy sereno (aún sin sosiego), el propio reflejo se confunde con cualquier otro, salvo por el hecho de que llegamos al nuestro por dos vías. La propia superficie es el objeto más íntimo del mundo, en el pensamiento como en el cuerpo. En tal caso, uno puede asomarse al delgado abismo entre lo que se sueña y lo que se constata, el ánima y la comunicación. Yo leí en el post y también en los comentarios, suficiente vanidad repudiada como para tomar una distancia perfecta, y al distraerse, las voces decían cosas que merecen ser queridas.

Besos,

Vero dijo...

Íntima la piel toda contorno, Alotrópico. Un beso para vos.

Anónimo dijo...

'Las vísceras siempre van envueltas. Dicho de otra manera: en cualquier escritura hay enmascaramiento'
Creo que es así, como lo expresás Vero. Por otro lado, estoy convencido de que también se da al revés; la máscara estética de la escritura literaria nunca deja de ofrecer las vísceras del autor. Ojo, esto no justifica ninguna crítica que, a través de la obra, enjuicie al autor, como ya ha ocurrido. Siempre que hablamos o escribimos, lo hacemos desde un yo; desde un lugar y desde un tiempo histórico. Así que, solo queda escribir o no hacerlo.
Me gustan las anotaciones personales, y no está mal que también persigan cierto efecto.
besos y feliz día!

Vero dijo...

Sí, Jorge, las vísceras se enmascaran pero por otro lado la máscara está llena de grietas. Besos y felices tus días.