Por cambiar de aires en las lecturas llego a éste: Aire de Dylan. Un escritor hastiado de
perder el tiempo en el arte de enfilar palabras asiste a un congreso sobre el fracaso.
Lo de siempre: nadie quiere de verdad fracasar. Salvo uno. Para la oreja el
escribiente desganado: “Hoy ha muerto papá. O quizás ayer”. No, no dice eso
Vilnius, un joven digamos que cineasta con notable parecido a Bob Dylan. Pero
bien podría decirlo por la languidez con que lleva el luto. Vilnius ocupa el
trono del rey muerto, en varios sentidos, pero atengámonos a éste: el
invitado a perorar era el otro. Un buen comienzo para el fracaso. Así que el
resto del libro se dedica, el que juró no volver a emprender la escritura de uno
-esto no es un libro, ni una pipa-, en volverse sombra de Vilnius, que a su vez
arrastra otra: la del padre muerto. Sí, como en Hamlet. De hecho, Hamlet es
invocado varias veces. Como decía, el símil de Dylan ocupa la cama del rey
muerto. ¿Dije cama? Es que se actualiza con él la que fue amante del padre, una
rubia con facha de Veronica Lake o Scarlett Johansson y nada de Ofelia -acá cada
uno parece otro; el escritor, por caso, a Lovecraft. "Ella no era Ofelia para andar a la rastra de príncipes balbucientes".
No es de este libro la frase, pero lo alcanza. Voy por la página 200, me faltan
unas 100, pero más o menos así va la cosa. Me hace reír de a ratos, a
carcajadas que apago o no, según la circunstancia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario