El film lleva el título “Woman on fire looks for water”. No había visto nada de ese director, Woo Ming Jin. Fui, como decía, tras el título y unas pocas palabras acerca de la historia. También me gustó la foto que muestra el programa, donde la luz del sol al caer rasante sobre la tierra y una pareja los enciende.
Un amor flamante parece destinado a copiar el triste derrotero de otro, antiguo. La pena más que la avanzada edad hace que los pies del viejo se arrastren cuando va a visitar a la mujer que viene amando por más de treinta años, una mujer que pudo tener y alejó. En el extremo de su vida vuelve a rondarla, comprueba que es irremediable aquel desencuentro. El hijo, que ama a una que juega con encontrar un buen partido, se ve tentado a casarse con otra, más redituable. El padre carga con el arrepentimiento en la espalda hasta que sucumbe por su peso, pero hacia el final hay un acto de redención.
Todo esto transcurre en un precario pueblo de pescadores. Al terminar la película, en la fila detrás de la mía, un hombre le comentaba a la mujer que lo acompañaba que le gustaban esas historias de gente sencilla. La gente no es sencilla -contesté sin decir-, es compleja, aun en el curso de una existencia monótona encierra vorágines. Hay que ver más de cerca. Y al escribir esto recuerdo tomas muy precisas de peces, desperdicios, pero en especial de gente, de recortes de gente nada sencilla: un mechón de pelo escalonado, media cara con su único ojo. Son buenas las actuaciones. Los diálogos son como los movimientos de las manos de la anciana: breves y delicados. Me pareció una película conmovedora, bella.
1 comentario:
Me gustan las películas de la gente sin silla, si. Habrá que rastrear por ésta. Se agradece el dato.
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