“Habría sido una buena mujer –dijo el Desequilibrado- si hubiera tenido a alguien cerca que le disparara cada minuto de su vida”. La frase es de “Un hombre bueno es difícil de encontrar”, de Flannery O’Connor. La enuncia el asesino. Es enigmática, prismática. Elijo creer (cuestión de fe, quién puede saber lo que piensa un personaje, eso ni su autor) que sugería que la única manera de que la mujer fuese buena era en el no ser de la muerte, en el cuerpo estricto, desalmado. Niegan los tiros del Desequilibrado (el toque de ella en su hombro fue para él “como la mordedura de una serpiente”) el manoteo desesperado de la vieja (“¡Eres uno de mis hijos!”). Un asesino melancólico, encantador. Ahí puedo ver la distancia que hay entre mi juicio moral en la literatura y en la vida. Porque lo que me espantaría en la vida, un hombre que mata sin razón, sin placer siquiera (es que no vio a Jesús resucitar, dice, robar una rueda o matar da lo mismo y se olvida y sólo queda el castigo, dice, no hay placer en la vida, dice), en la literatura no, y entiendo más al que ejerce la crueldad como una purga que a la mujer que babea su pretendida bondad, y saludo al antídoto que quita ese veneno de, como se suele decir, la faz la tierra.
4 comentarios:
No hay verdadero placer en la vida.
Y así desmenuza, desintegra la visión simplista de Bobby Lee ("era una charlatana", "menuda diversión"). Me cae bien The Misfit. Una delicada brutalidad.
¿la literatura y la vida son dos cosas diferentes? ¿o somos nosotros quienes preferimos verlas como diferentes para ocultar aquello que no deseamos ver en la "vida", pero aceptamos camuflar en la "literatura"?
¡Ugh! Justo en el blanco. La sensibilidad es una. La cuestión es que me provoca extrañamiento mi simpatía por The Misfit. Y quizá ese extrañamiento no sea más que un escudo.
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