Ayer terminé de leer el libro de Gustav Janouch, Conversaciones con Kafka. Estas conversaciones, como bien señala Leandro, no son, en verdad, diálogos. No hay, mayormente, intercambio. No dejé de tener en cuenta en ningún momento, mientras leía, que las palabras de Kafka son referidas por otro, lo que introduce cierta turbiedad. Aun así se percibe su tono, bastante diáfano -bastante para hechizarme, quiero decir, no sé si bastante en modo general. Janouch captura para sí las palabras del hombre al que idolatra -“No me atrevo a tocar con mis labios el borde que se llevaba a la boca el doctor Kafka”, dice hacia el final, hablando de una taza de porcelana que perteneció al escritor y le fuera obsequiada. Esa admiración, dice, lo llevó a la imposibilidad de leer su obra póstuma. Imagino a Janouch embuchando todas esas palabras dichas, esos trocitos de aire expelidos por Kafka y corriendo enseguida -me acuerdo de una frase de Viñas, “como si transportase el santísimo”- a escupirlos en el papel, antes de que el tiempo tornase infiel el espejo de la memoria. Janouch era muy joven en la época de su trato con Kafka -y es consciente de sus limitaciones-, pero consigue traspasar algunos rasgos valiosos para componer su figura. Tomé varias notas, pero no quiero cansar con mis manías. Quizás les guste saber que en numerosas ocasiones habla de su risa. Describe su postura -me reí imitándolo-, el sonido -“el leve sonido que producen las hojas de papel al agitarlas”. Me gustó especialmente esto: a veces Janouch reproduce un dicho terrible de Kafka y muestra cómo poco después -sin que esto le quite seriedad a lo anterior- forma un juego de palabras y ríe. Ese pasaje de la gravedad a la risa -o esa risa grave- me parece -también en otras personas- admirable, una constatación de su inteligencia.
3 comentarios:
Coincido en tu apreciación. Brod insistía siempre con que Kafka, pese a la impresión que dejan sus libros, era un hombre ostensiblemente feliz. Que siempre se reía, que siempre estaba de buen talante. Respecto a esa risa descripta por Janouch, cuando leí esa línea pensé en "Preocupaciones de un padre de familia", que sin duda Janouch había leído, porque está mencionado en el libro. Ahí Kafka describe la risa de Odradek: "una risa como la que se podría producir si no se tuvieran pulmones. Suena como el crujido de hojas secas, y con ella suele concluir la conversación".
En la admiración de Janouch por Kafka creí percibir casi un matiz de atracción homosexual, inconsciente o no, y esa cosa de no tocar con los labios el lugar donde tocaba la boca de Kafka me reforzó la idea. Tal vez estuve leyendo demasiado Freud en estos días...
Retomo la imagen: por un lado, la idea de un beso imaginario, a través de un objeto donde se pueden posar los labios, en distintos momentos. Ahora, es una taza, un objeto para beber. Traigo ese otro texto que citaste hace poco: los fantasmas que beben besos. Kafka, en el momento en que Janouch recibe la taza, estaba muerto, empezaba a ser un fantasma para Janouch. Un fantasma que lo iba a acosar el resto de su vida, por lo que se puede leer en el prólogo. Sin duda un destino que Kafka no hubiera buscado. Si nos dejamos guiar por el libro, Janouch en dos años se encontró con Kafka un puñado de veces, no sé, ¿un par de docenas? Esto parece haber determinado la vida de Janouch irrevocablemente. Me hace pensar en la talla que tenía que tener ese hombre, aún perdido en una oficina, aún anónimo, el poder de convicción que tendría, la energía que emanaría, Kafka en ese momento debía ser un ser inmenso, que apenas entrevemos por sus libros.
Leandro, tenés razón, Janouch había leído "Preocupaciones...", se lo comenta a Kafka, y la descripción de la risa es parecida, es muy probable que estuviera influido por eso, además recuerdo que lo torturaba estableciendo paralelismos entre vida y obra -que K. desbarataba.
Lo de la homosexualidad, no, no lo percibí, no lo descarto, pero no me pareció, al leer.
Me encantó lo que decís de la taza, los besos y los fantasmas, una construcción hermosa.
Un beso, Leandro, y gracias.
Mirá vos lo de la risa. Qué buen dato para cambiar completamente mi modo de acercarme a Kafka. Siempre me pareció una escritura que no podía ni quería reir. Claro, la escritura...
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