jueves, septiembre 14, 2006

Privilegios

Cuando vengo en el subte, a la mañana, cuando oigo el sonido infame de un celular, cuando levanto la vista del libro y me quedo mirando cómo cuatro o cinco mueven la cabeza con giros cortos y veloces de pájaro, tratando de ubicar el lugar de donde proviene el ruido (a nadie le gusta abrir la tapita de su celular y ver que se hizo cargo de lo que no era para él), cuando tres o cuatro se revuelven las carteras de las damas y los bolsillos de los caballeros buscando el adminículo, cuando dos o tres caen en el paréntesis de arriba y el que se ganó el premio de que alguien lo requiriese en ese mismo instante tiene que hablar frente a varios pares de ojos y oídos desconocidos de algo que sólo le interesa a él y al que lo llamó, me siento tan contenta de no tener celular. Bajo la mirada y ahí está todavía el libro abierto. Me zambullo en esa música.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

La cagada es cuando el/la fulano/a en cuestión no tiene sentido del pudor y habla como se hablaba con los teléfonos de la abuela, a los gritos, impidiéntote concentrarte en la lectura. Una vez me tocó asistir inconsulto a una charla con un Cacho que se iba de pesca a no me acuerdo dónde. Cuando el gritón empezó a despedirse le pedí que le mandara saludos al tal Cacho...

Vero dijo...

¡Jua jua! Lo ficho por si se presenta la ocasión. El chillido del celular, los gritos. Pero tener un celular es ya un castigo, suena medio chiflado pero para mí es así, eso de estar pendientes del aparatito, y a la vez expuestos a que cualquier gil los moleste en los momentos más inoportunos. Pobre gente.

Anónimo dijo...

Pues yo ya sin celular creo que no sabría estar. Me he terminado acostumbrando a él pero nunca dejo que decida por mí :)

Un saludo

Silvia Sue dijo...

El gran Prejuicio anticelular me agarró cuando surgieron orondos, en plena época menemista. Yo identificaba a esa mierda con todos los fetiches menemófilos. No me podía despegar de esa sensación, y entonces, rebelde y contrera, no tenía celular, y me había jurado que no iba a tener nunca: miraba de soslayo como (siendo una madre de pequeñitos y con profesión) había otras/otros que se organizaban, impulsaban sus cuestiones pendientes con un simple redial allí donde estuvieran,nunca estaban preocupadas por sus retoños porque estaban constantemente conectadas, vivían un poco más relajadas sabiendo que pasara lo que pasara, había algo en sus carteras que sonaría para avisar, y que servía también para avisar uno mismo imponderables que de otro modo, demandarían corridas, desesperaciones y esfuerzos extras.
Esfuerzos extras en esta marejada de esfuerzos, no todos justificables.
Esa sensación de conexión beneficiosa, protectiva y tranquilizadora me ganó, claudiqué y me compré uno.
Completamente derrotada por la malsana tecnología que tenía ideologizada antes de hacer la revolución (que no haré, creo) :)

Anónimo dijo...

Coincido, Vero, el tema del celular, para mí tiene una cosa como de falta de privacidad, acoso... Está bien que si no querés atender no atendés, pero tenés que pagar el precio de quedar con la duda o con la culpa... Y eso de andar por la calle hablando sola, no lo puedo ver ni hacer... Y pensar que lo mío son las nuevas tecnologías, la informática, pero con el celular no me engancho, no le doy ni pelota. Compartimos uno con mi marido (lo lleva siempre él) que es una "zapatilla" del año del mongo!

Vero dijo...

Muchas gracias, Kasandra, Silvia Sue, tía Pupi, por las opiniones. ¿Saben en qué pensaba mientras le contestaba a Pablo? En el "Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj" (supongo que lo relacioné también porque Pablo hablaba de Cortázar el otro día, en Glosa). Dice: Cuando te regalan un reloj, te regalan también... y ahí enumera una serie de incomodidades concomitantes. Creo que con el celular pasa lo mismo. No digo que no tenga ventajas, Kasandra.Especialmente para los que tienen hijos, como Sue. Pero para mí, que vivo con un hombre y un gato, adultos los dos, ganan las contras. Sí, Sue, hace unos años era era un símbolo de status (puaj). Me contaron, en esa época, que habían atropellado a un tipo por cruzar la calle hablando por celular. Cuando levantaron sus cosas, vieron que era de juguete.

Anónimo dijo...

yo tambien no tengo, pero evito decirlo. Las personas me miran tan, pero tan rabiosas, como se yo les dijera que no tengo celulitis tampoco!

Anónimo dijo...

Me engancho con lo que dice Pupi de andar por la calle hablando solo: ¿y los manos libres? ¡El aspecto que uno tiene de ir hablarndo solo es más marcado! Coincido con Silvia en que, en el ámbito de la vida familiar, en estos tiempos de paranoia sistémica, uno siente tranquilidad de llevar el aparatito en el cinto (o la cartera; a propósito de la variante femenina, siempre cito a una amiga que, ante la facultad vibratoria de los celulares, se queja de que vengan cada vez más chicos; no, si la poética del celular es inagotable ;-)

Vero dijo...

Te miran rabiosos, Maray, porque tienen celularitis. Envidia, che.
No había pensado en esos beneficios, Pablo. Mmmm... No, tampoco.
Besos.

Jorge Alberdi dijo...

Recuerdo el caso del muerto accidentado en un fitito con celular de plástico, y recuerdo (?) la moto atronadora y al volante un conversador telefónico y me dije que lo del cenicero para motos no era tan absurdo entonces, y el berretín del aparato que ha destrozado un hito machista: ahora se trata de ver quién lo tiene más chico. Y recuerdo que en esa época de status que menciona SSue a mi me tocó llevar uno por razones laborales, y me abochornaba cada vez que el timbre encendía la envidia de algunos de mis amigos. Aún me incomoda, pero es como un grano, como un lunar...

Anónimo dijo...

Como usuario del transporte público ochenta minutos al día, de lunes a viernes, estoy harto de esta gente.

Mis compañeros de trabajo ya conocen esa manía mía de empezar también a hablar solo cuando escucho desde mi escritorio que a alguien le suena. Entonces, para ganar la privacidad perdida, hay muchos que escogen ir a hablar al pasillo, que genera un eco que permite que todo el mundo se entere de aquello que les dije. ¿Y qué me dicen de los que se ponen a hablar desde la comodidad del inodoro? ¿Y de ese que tiene el ring tone de la marcha peronista? ¿y de aquel otro que a falta de uno tiene dos, los que, obviamente, en algún momento sonarán a dúo? ¿y qué de ese blogger al que una lectora le regaló un hermoso aparatito Siemens y es tan pero tan negado a este tipo de cosas que fue incapaz de ir a por la pertinente activación? ¿eh? ¿eh?

Silvia Sue dijo...

Queremos saber el nombre del blogger,queremos. :)

Anónimo dijo...

Prima, escribí. Y gracias por el dato. Cuando venís a morfar?

Vero dijo...

Jorge, será ese mismo caso que decís que se me desdibujó. Me hiciste reír a pata suelta, Fander. Sue, debe ser el mismísimo. Ahora te mando mail, primis.