domingo, abril 21, 2013

Dos vértices



-Soy Santiago -dije.
Y ella me dijo que sí con los ojos, que empezaron a ponerse ligeramente acuosos.
-Soy Santiago y no soy tu marido –dije y mi voz era como un recuerdo.
Y ella volvió a decir que sí y los ojos, tan buenos amigos míos, me lo confirmaron con dos pequeñísimas lágrimas que tal vez ella creyó no me resultarían visibles.
Se rehízo y habló, hablando cuatro palabras puras de corazón que acogí con el cariño de mi silencio, que era mi respuesta enternecida y prudente. Entonces, ella pudo mencionar el té.
Pero yo, claro está que por las lágrimas y no por el té que no era preciso agradecer, dije “Gracias” y muy pronto, como era conveniente, pude decir “Adiós, Laura” y todavía “Gracias, Laura”.
Y me fui con esa deseada tristeza de saber que, si yo la perdí, ella también me perdió.
En fin, que así es. Aunque en rigor de verdad no puedo decir que lo sea, pues no sé con certeza si este segundo episodio ha sucedido realmente.
Antonio Di Benedetto, El pentágono

Me gustó esta novela temprana de Di Benedetto, que no conocía. Hay algunos giros, frases, párrafos que avanzan algo de lo que vendrá y que más admiro en él: percepción hasta los huesos de las cosas y sucesos acompañada por el ademán poético que siempre parece natural, no forzado, como los movimientos de quien baila solo en la casa oscurecida. Este pasaje en particular quizá no sea buen ejemplo de esto que voy diciendo, pero lo recorté por su fuerza emotiva. También podría haber dicho acá Santiago, con la otra: “Mi cariño, Laura, es como el cariño de los tontos: mi cariño dura”.

2 comentarios:

Stalker dijo...

preciosa tu visión del fragmento y del autor, como si la lectura te imantara, como si vibraras al unísono...

un abrazo

Vero dijo...

"Soy Santiago y no soy tu marido". Una aseveración tan simple, una constatación que se diría innecesaria, pero justo por eso, cómo no vibrar... Stalker, gracias por tu visita y tus amables palabras. Abrazo para vos.