sábado, abril 06, 2013

Amasijo acerca de Crónica de Dalkey

Umbría a la sombra de sus dos obras más renombradas asombra Crónica de Dalkey, de Flann O’Brien. Vuelve De Selby, científico y teólogo, con una sustancia que puede ocasionar el exterminio de la raza humana o también, en pequeñas dosis y ámbitos propicios como por ejemplo una cueva submarina, propiciar una charla con San Agustín. Un cantinero de Skerries es un posible James Joyce “regresado de su tumba” -piensa Mick-, que niega haber escrito Ulises, “ese libro mugriento, esa colección de inmundicias” -dice Joyce-, y reniega del destino escogido por Stephen hacia el final de Retrato del artista adolescente: pretende enderezar esa torcedura entrando a la Compañía de Jesús con la esperanza de alcanzar el cargo de rector de Clongowes. Hay también un policía que predica la biciclosis, que, como cualquiera que haya leído El tercer policía sabe, es la parcial conversión de una persona en bicicleta por contacto asiduo.
Los protagonistas de la novela son dos amigos, Mick y Hackett, habitantes de esa ciudad cercana a Dublín llamada Dalkey. Poco a poco el primero, por carácter y caracterización, irá ganando el centro. El lector deberá seguirlo a menos que prefiera otro libro y, como él, será tomado continuamente por sorpresa. El narrador intervendrá de a ratos para disculparse por su torpeza en la descripción o invitar a la risa. El final irrumpirá con un asalto doble a lo esperado.

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