domingo, mayo 16, 2010

La dirección opuesta

En Jakob von Gunten, de Robert Walser, el protagonista tiene una única ambición: perderla. Ansía convertirse en un perfecto cero. Esa aspiración a contracorriente de lo esperable infunde una sensación de extrañeza. (En el lector, no dentro del sistema de la novela: Jakob asiste a un instituto que forma sirvientes y su proceder es natural ahí). Del extrañamiento al entrañamiento. Porque suelen fascinar los hombres que eligen libremente hacerse delgadísimos entre lo aparente.
Hace un mes o algo así leí Los hermanos Tanner. Simon Tanner también desconcierta. Esta vez, también a otros, en la novela. Advirtiendo su independencia de criterio, la despreocupación por incomodarse al incomodar, no pude menos que amar a Simon. En el capítulo XIV oye en una taberna a dos desconocidos que hablan acerca de uno de los hermanos Tanner, antes joven prometedor, ahora malogrado, encerrado en un hospicio. Simon se declara en contra de la compasión y celebra la desdicha. “La desdicha forma”, dice Simon, y me recuerda aquello que dice Jakob sobre la melancolía, que algún componente tiene de desdicha: “La melancolía resulta preciosa. Porque educa”. “[La desdicha] estimula a vivir mejor. Cualquier belleza, si es que aún esperamos tener experiencias bellas, se la debemos a ella. Nos permite hartarnos de cosas bellas y, estirando la mano, nos señala otras nuevas. ¿Un amor desdichado no es acaso el más rico en sentimientos y, por lo tanto, el más tierno, delicado y bello? Y ser abandonado, ¿no tiene acaso resonancias suaves, benéficas, halagüeñas? Decirlo es ciertamente nuevo, porque es raro que alguien lo diga. A la mayoría les falta valor para saludar en la desdicha algo donde podamos bañar nuestra alma, como nuestras piernas en el agua”.
Entonces, porque él dijo eso, lo raro, acerqué el libro a los labios y besé esa página.

4 comentarios:

Gus Nielsen dijo...

MARAVILLOSO PÁRRAFO.

Vero dijo...

¿No que sí? Ya antes de eso viene maravillando que da calambre. Simon brinda por la desdicha, se lo leí a una amiga en el bar (ahí me sacó la foto) y nos sumamos también a ese brindis. Y bueh... Había vaciado unas cuantas copas antes. Copio el fragmento acá: "Soy un hombre carente de toda compasión. A mi pobre hermano Emil lo he olvidado hace ya rato. Tampoco tengo tiempo de pensar en él, pues, verá, soy uno de esos que ha de ir por el mundo defendiéndose con uñas y dientes para mantenerse erguido. Me dejaré caer sólo cuando no piense levantarme más. Sí, entonces quizá tenga tiempo para pensar en los infortunados y sentir compasión, cuando yo mismo sea digno de ella. Pero aún no lo soy, y pienso seguir riéndome y haciendo bromas con respecto a mi muerte. En mí está viendo usted a una persona bastante resistente, capaz de soportar todo género de adversidades. La vida no necesita sonreírme demasiado, a mis ojos sonríe ya bastante. Para mí es casi siempre bella y no entiendo a quienes la encuentras fea y la denigran al pensar así. Ya llega el vino. Siempre me siento un hombre distinguido cuando bebo vino. ¡Mi pobre hermano vive todavía! Le agradezco, caballero, que me haya hecho usted recordar a un desdichado. Y ahora, sin ninguna blandura de corazón, brindemos, señores: ¡por la desdicha!".

k dijo...

curiosamente en mi reseña de los Tanner también citaba ese párrafo del amor desdichado (tema en el que presumo ser un experto). Genial Walser. Besos. k.

Vero dijo...

Voy a buscar, curiosa. Besos.