viernes, febrero 05, 2010
Y así
Insomne, durante la madrugada, transito un tramo amable de ese viaje, Ulises. Hubo otros momentos en que no distinguí con detalle el paisaje y dejé que las líneas resbalasen sin dejar mella -y sin buscar que dejen mella-, como en ese capítulo contado en un slang áspero en la 300 y pico. Éste se disfruta, quizá en parte por el efecto cómico de una voz en tercera que usa formas arcaicas y torna a los seres conocidos en sires. En un castillo, Esteban se embebe en hidromiel, por caso. Bastante nítida acá la relación con la Odisea: Bloom, peregrino, mira al hijo del amigo con paternal ojo. A las 30 páginas dejo eso pero todavía sin sentir que el sueño se adensa como para cerrarme los ojos termino las Cartas, apurando el trago porque ya vi que nada sustancioso podía sacarse de ahí. De todo el libro apenas anoto el paralelo entre la descripción del cuerpo de Nora y el de Gretta de “Los muertos” -una diferencia sola: el cuerpo musical en las Cartas es armonioso en el cuento, pero claro, difieren los traductores- y algún párrafo en el que deja traslucir, entre otras cosas, que no tiene intenciones de casarse -"Mi razón rechaza la totalidad del actual orden social, así como el cristianismo-hogar, las virtudes reconocidas, clases en la vida y doctrinas religiosas." Ahora, para volver a la cama, elijo a Cheever, porque su voz se me hizo querida desde ese primer párrafo de los Diarios que, como anoté en mi cuaderno, me habló de mí.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Yo también entro en el paralelismo de los sueños algunas noches con Cheever...
Bueno, es que el Ulises me mantenía "enchufada" (respondo de paso tu comentario del piso de arriba). Es un libro que no afloja la mordida, difícil que deje entrar al sueño. Cheever me daba una charla más plácida. Saludos, Errante.
Publicar un comentario