lunes, noviembre 16, 2009

Krapp por Santa Ana

El viernes pasado fui al San Martín a ver Krapp, la última cinta magnética. Walter Santa Ana hace un trabajo... demoledor. Hieren los pasos vacilantes, la mirada que se fija sin ver casi, la risa quebrada. Sentada en la primera fila, en una obra representada a nivel del suelo, estaba cerca del escritorio de Krapp, de Santa Ana, aunque a la distancia suficiente para verlo, sin estorbarlo, debatirse, tirar las cosas de los cajones, comer, concentrado, su banana, pero todavía más, para dar lugar al movimiento de su propio derrumbe. Hay que ver cuánto espacio precisa un hombre para derrumbarse. Porque caminaba, comía, movía los brazos torpemente, aunque es injusto que lo diga así, con dificultad, eso está mejor, la vejez, la inercia que empujaba desde la quietud, el peso, no sólo del tiempo, sino de lo que hay en el tiempo, el rememorado. El peso de las posibilidades truncadas. Entre la resaca antigua de 30 años, la desesperanza ya: “Tal vez se han ido mis mejores años. Cuando existía la posibilidad de ser feliz. Pero no me gustaría volver atrás”.

2 comentarios:

kurubeta dijo...

centro cultural san martín, alli sobre Corrientes, donde nos encontramos en mayo?

Vero dijo...

Ahí mismito. Un centro alrededor del que orbito habitualmente.