Esta tarde estuve leyendo un rato largo. Cuando me detuve me envolvió, como tantas veces, el extrañamiento. Pero en este caso, no del entorno, sino de mí. Volví a mí como si entrase en una habitación oscura y debiese reconocer mis pensamientos por el tacto, palparlos para redescubrir su forma familiar y recuperarlos con esfuerzo. O como si, en lo oscuro, mis ojos entrecerrados al adaptarse gradualmente a la negrura me rescataran. Éste puede ser un inusual uso de la frase: “Me volvió el alma al cuerpo”.
6 comentarios:
Es que viaja cuando leés, alma letrada.
Y por estas cosas Nori me dice: "Uy, vos tenés una limadura...". Un beso, Inés.
Es cierto, es eso lo que pasa cuando uno deja de leer un libro que gusta mucho. Como despertarse. En todo caso, como pasar de un estado de con(s)ciencia a otro.
¿Será porque leer es como soñar?
(¡Qué poder de concentración!)
Besos.
Leer así, sí. O mejor: es como estar despierto, pero en otro lado. Hey, gracias. Besos.
Cuando bebo más de 5 cervezas seguidas siento algo parecido.
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