miércoles, noviembre 22, 2006

Modos de leer

Leo un poema. El tiempo no se detiene, está ahí, abajo a la derecha, acechando. Primero me desplazo rápido, sabiendo que dejo delicias sin probar en el camino. Busco ver adónde apuntan todos esos signos. Encuentro el centro, pero para eso tengo que llegar al final. En el reloj pasó un minuto. Vuelvo y me sumerjo. Esta vez casi puedo escuchar cómo el tiempo se deshace alrededor. Se desprende del reloj como si le pesara, se multiplica en fragmentos, se bifurca, le salen brazos por todos lados. En la primera lectura las palabras abrieron un pozo y me dejé ir por la pendiente. Vuelvo a leer: las paredes del pozo se ensanchan. En el primer verso me enciendo, en el segundo temo y me agazapo, en el tercero mi mirada recorre la distancia imposible: de mis ojos al cielo, mucho más allá de la ventana. Y así hasta el final. Mientras me paseo por el poema, agarrando cada palabra y haciéndola rodar para ver cómo suena, cómo brilla, el tiempo está hecho de cosas como éstas: este segundo quema, este otro tiembla, éste me marea.

2 comentarios:

Vero dijo...

¡Peeero! Me pasé dos minutos y 44 caracteres.

Anónimo dijo...

Mi mejor oferta es que hoy, a las 11.58, subás uno con 756 caracteres.

Puedo ser peor. Lo garantizo.