sábado, abril 30, 2011

Judith Sutpen piensa en cuando ya no importe

Uno deja tan poco rastro, ¿sabe usted? Uno nace, y ensaya un camino sin saber por qué, pero sigue esforzándose; lo que sucede es que nacemos junto con muchísimas gentes, al mismo tiempo, todos entremezclados; es como si uno quisiera mover los brazos y las piernas por medio de hilos, y esos hilos se enredasen con otros brazos y otras piernas y todos los demás tratasen igualmente de moverse, y no lo consiguiesen porque todos los hilos se traban, y es como si cuatro o cinco personas quisieran tejer una alfombra en el mismo bastidor: cada uno quiere bordar su propio dibujo. Claro está que todo aquello carece de importancia, pues de otra manera Quienes dispusieron el bastidor hubieran arreglado mejor las cosas, y a pesar de todo, no deja de tener su trascendencia, puesto que uno se esfuerza, y continúa luchando; cuando de pronto todo ha concluido y sólo nos queda un bloque de piedra con unas inscripciones, siempre que alguien se haya acordado o haya tenido el tiempo necesario para hacer grabar esas letras en el mármol. Pasa el tiempo, llueve y brilla el sol y llega un día en que nadie recuerda el nombre y lo que dicen esas letras, nada importa ya.

William Faulkner, ¡Absalón, Absalón!

2 comentarios:

rodolfo dijo...

La infertilidad -ni siquiera pudo tener un hijo de Henry,su hermano- el vestirse mal, con guingas, la falta de imaginación para romper con el Ciento de su padre, la falta de piedad con la madre, dan a Judith las características de una mina que no puede sino fijarse en una lápida borrosa.

Vero dijo...

Una mina a la carbonilla... El hermano, por su carácter fogoso, se acerca bastante a Quentin.