jueves, marzo 24, 2011

El ruido y la furia, primero

Hace poco escuché en la radio una anécdota que desconocía sobre Einstein. Parece ser que un periodista le pidió una vez que le explicase la teoría de la relatividad. Einstein le respondió con una pregunta: “¿Podría usted explicarme como hacer un huevo frito?” El periodista respondió que sí, por supuesto que podía. “Pero hágalo imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego”. La especulación acerca de lo que podría ser la tentativa de esa explicación puede dar una idea de cómo comienza El ruido y la furia. “A través de la cerca, entre los espacios de flores entrelazadas, los veía dar golpes. Iban acercándose hacia donde estaba la bandera y yo los seguí pegado a la cerca.” Leí esas enigmáticas primeras líneas en un pupitre (sí, un bar con pupitres, al fondo de una librería de la que no recuerdo el nombre, por Corrientes y Callao) y me costó varias más descifrar de qué se hablaba ahí (un juego de golf).

Esta parte de la novela está contada desde la perspectiva de Benjy, un hombre de 33 años, retrasado mental (“Querrás decir que lleva treinta años con tres años”, dice de él un golfista). Como en el ejemplo de arriba, en muchas ocasiones hay que deducir a qué corresponden sus descripciones, porque por lo general se basan en una serie de impresiones inconexas (se podría decir: por lo general, lo particular). Las percepciones no son las habituales. No dice: “Me dio una flor y se fue” sino “Me dio una flor y su mano se alejó”.

Tiene tres hermanos mayores que él: Quentin, Jason y su adorada Caddy. De ellos nos vamos enterando algunos sucesos de los que Benjy fue testigo, con saltos en el tiempo que para él se acumulan en el presente (en el que también confluye parte del futuro, porque parece presentir el desastre; los negros hablan de sus saberes ocultos). Lo sucesivo se vuelve simultáneo en la visión de Benjy. Así, Caddy, que es adulta y no vive ya en la casa, se sube a un árbol para mirar por la ventana qué hacen los padres en el salón. Antes (algún antes no muy lejos de ese ahora, que no es éste, en el que todos los hermanos menos uno tienen más de treinta), peleando con Quentin, le dice: “Ya tengo siete años”. Una de las maneras en que se puede distinguir el salto es el uso de bastardillas, aunque no siempre se usa (leí por ahí que Faulkner había pretendido usar diferentes colores para la tipografía, según la época de la que se tratase, cosa que le negó el editor); otra, más esforzada, es tomar nota de las edades que dicen tener los personajes; otra es atender a los nombres de los criados, que van variando según pasan los años y las generaciones.

Acerca de la voz de Benjy, se la oye cadenciosa, con raptos poéticos (“Caddy olía como los árboles y como cuando dice que estamos dormidos”), poesía del idiota que nada significa. Tengo que decir que no me pareció verosímil que un idiota llegara a narrar con una complejidad semejante. Es indudablemente su mirada la que se plasma pero en su voz puedo sentir incrustada la de otro. Es posible que me haya quedado esa impresión porque Benjy no dialoga. Luster, uno de los negros que lo cuida, dice que es sordomudo, pero sabemos que eso no es verdad. Benjy es aquel que no puede hablar y al que mandan a callar continuamente. Se babea y llora y grita y eso es todo. Quizá por eso me sentí un poco decepcionada al terminar esta primera parte, como si la voz que había estado escuchando hubiese desafinado de a ratos.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Otro de los libros que releí varias veces, para mí es el mejor de Faulkner y ese primer capítulo uno de los mejores de la literatura norteamericana. Está bueno releer ese capítulo después de terminar el libro, o invertir el orden de los capítulos )empezar por el cuarto, después el tercero, etc.)
La edición de Cátedra viene con una especie de árbol genealógico que me ayudó las primeras veces. Tengo entendido que en la traducción la novela pierde muchísimo (desde el principio Benjy confunde al cady que llaman los hombres que juegan al golf con su hermana), pero lamentablemente no podría leerla en inglés.
Me diste ganas de releer "El Ruido y la furia", lo anoto en mi lista de este año.
Saludos

Pablo dijo...

Hola Vero. Sólo para decir que te sigo, que gracias por refrescarme a memoria y aclararme las lagunas. No será lo mismo luego volver a esta fábula contada por un idiota...

Vero dijo...

Maguila, ni terminé el libro y ya leí esa parte dos veces. Es que más o menos por la página 100 perdí pie y tuve que buscar ayuda, unas raicitas de donde agarrarme al menos, para no hundirme del todo. Creo que fue en Portnoy donde encontré el consejo de leer el Apéndice sobre los Compson, que aparece al final en mi edición. Con eso como una luz nueva volví al principio. Disiento con vos en la preferencia del primer capítulo por sobre el segundo. Caddy - caddie, se aclara cuando avanzás en la lectura, Benjy se larga a llorar cuando le parece que nombran a la hermana. ¡Qué bueno que te haya dado ganas de leerla!
Vos me orientaste con los nombres, Pablo. Este Faulkner, qué ganas de jorobar con eso de bautizar a uno con el nombre de otro.
A los dos, gracias por la compañía.

Pablo dijo...

Peor sería si fueran Buendía... ;-)