miércoles, febrero 10, 2010

Teatro ciego

Hay quienes maldicen el despertar. En La isla desierta, de Roberto Arlt, los empleados que trabajaban en un subsuelo son trasladados a un décimo piso, desde donde atisban buques que agitan espectros de la vida que no tuvieron. Se ven a sí mismos, en negativo. Preferirían dormir. No soñar, tal vez. Volver a cegarse.
“La vida no se siente. Uno es como una lombriz solitaria en un intestino de cemento. Pasan los días y no se sabe cuándo es de día, cuándo es de noche. Misterio. (Con desesperación) Pero un día nos traen a este décimo piso. Y en el cielo, las nubes, las chimeneas de los transatlánticos se nos entran en los ojos. Pero entonces, ¿existía el cielo? Pero entonces, ¿existían los buques? ¿Y las nubes existían?” (Manuel).
El viernes asistí a una puesta peculiar de esta obra. El Grupo Ojcuro, compuesto en su mayor parte por no videntes, la representa en completa oscuridad. Me llevaron, con delicadeza, de la mano, “ésta es tu butaca, tocá el respaldo”, y me senté. Después de un rato de acomodamientos, se oyó el tecleo de máquinas de escribir, conversaciones, tecleantes, de oficina, no sólo enfrente, sino también al costado y atrás. Sentí aroma a café y sorpresa. En una playa de Madagascar me roció el oleaje, en Oriente aspiré el olor del curry y me embarulló el mercado. Eso puede pasarle a cualquiera que se acerque al Konex, viernes o sábado.

5 comentarios:

Gus Nielsen dijo...

Tengo ganas de verlos. ¿Está bueno? ¿Está buenísimo?

kurubeta dijo...

me suena a basketboll de minusválidos...la piedad del potencial "espectador" ya estropea toda posible lectura no predeterminada, supongo..el aichenjáranga, el pobrecito anga los cieguitos...es terible en estética, por eso Buñuel los detestaba...al parecer

Vero dijo...

Buenísimo, Gus, muy recomendable. K, no sé, no me parece en nada comparable a eso del basquet ni sentí algo parecido a lo que comentás... ¿seré impiadosa? Tampoco tuve mucho tiempo para preconcepciones. Caí ahí medio de sopetón, había pensado ir a otro lado ese viernes, pero mis amigos querían ir ahí y bueno, no me importaba mucho con tal de los vinos y las charlas del después, cuando dije que sí no sabía cómo se llamaba la obra, de quién era, ni quiénes la representaban, apenas que era a oscuras, lo que, la verdad, no me generaba mucho interés. Puedo decir cómo incidió en mí la oscuridad de la sala. Además del lugar común de que al anular un sentido se exacerban los otros, el despojo de la vista me hizo sentir vulnerable, lo que aumentó el nivel de alerta. Hablaría, bestialmente, de una apertura de los poros receptivos. Una lupa para los estímulos, eso. Bah...
Besos

Silvia Sue dijo...

Una lástima estar tan lejos...A esa obra la ví muchas veces montada por diferentes grupos, y siempre me impresionó.
Vero, me muero de la dulzura si me llevan de la mano para mostrarme la butaca.

Beso enormísimo, florci.

Vero dijo...

Sue, es cierto, el breve texto de por sí es contundente. Que además una obra que habla de la opción por la ceguera la exponga este grupo le da otro sentido. Y sí, el buen trato endulza la incomodidad de moverse a oscuras. Besotes para vos.