lunes, octubre 08, 2007

Tan tonta como ella

“El cariño de los tontos”, de Di Benedetto, me remitió a “Tan triste como ella”, de Onetti (me remitió, es decir, me obligó a trasladarme hasta la biblioteca, hasta el tomo de cuentos de Onetti). En uno Amaya guarda la memoria de un suicida intocado y ya intocable, amasa un amor surgido con poco motivo pero que se acrecienta (leva) y se vuelve motivo (“te buscaba”). En el otro, la mujer que se vuela los sesos vuelve a gustar en el último segundo el sabor (“a pasto fresco, a felicidad, a veraneo”) del hombre anterior al marido, tornando traslúcidos los años transcurridos desde aquel momento. Mucho antes, busca herirse con las ramas, en el parque; Amaya espera que el temblor de tierra la destroce. Se entregan a hombres que desprecian. Buscan deshacerse, sublimarse a través del desgarro. Anhelan lo absoluto.
(Una se mata, otra se deja llevar y perder por los caminos).

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y vos?

Vero dijo...

Yo me dejo llevar y perder por los libros. Suelo extraviarme.

Cristina Chain / Tijeras Turkas dijo...

fugarse siempre fugarse

Anónimo dijo...

Estas equivocada tanto en el cuento de JCO como en el cariño de los tontos, ambas mujeres no desprecian a los hombres que se entregan, sólo quieren abandonarse

Vero dijo...

Huidiza Cristina.
Ale, qué bueno que hayas leído los cuentos y que tengas otra opinión (aunque concuerdo con lo del abandono). Claro que puedo estar equivocada con lo del desprecio, pero bueno, no tengo los cuentos acá, me voy a fijar en casa a ver por qué me quedó esa impresión. Ahora solamente recuerdo a la tan triste tratando a uno de los poceros como a un perro. Le pega con un látigo o un rebenque, le imparte órdenes, ¿no te pareció que había desprecio ahí?

Vero dijo...

Bueno, me desperté de la siesta y me fui a fijar. En Tan triste... está eso que decía ayer, "se acostumbró a escupirlo y cachetearlo", "Disfrutaba llamándolo con silbidos como a un perro", lo del rebenque engrasado, también. En el otro cuento Amaya de a ratos se desinteresa por Romano ("A usted no le importa lo que dije de mí"). Siente pena "por ese hombre fuerte y desorbitado". Pero puede ser, ¿eh?, que la pena y la indiferencia no alcancen el rango de desprecio. En todo caso, ni los poceros ni Romano importan mucho.