Ok, pero no en todos los caso, concuerdo en el famosa versión para piano de "variaciones Goldberg" del genial Glenn Gould (releer "El malogrado" de Bernhardt de paso...) absolutamente (para mí) más feliz que el original organizado (para organo) de Johann Sebastian (Bueno, dicen los ke saben, que la versión free-jazz de Keith Jarrett es del puréte!!!tambien)... La receta más sensata, la que popularizó Leopaoldo María panero en el prológo a su traición-perversión de Lewis carroll en "Matemática demente"...partir del original, desfigurar el hilo huidizo de arranque, dos idiomas son estraños, queda solo una reconstrucción "poética", free, esa música no de las esferas, sino noise, que es la excusa del traidor-traductor...de hecho todo el tiempo traduciomos, traicionamos, creamos el mundo...la catóptrica nos enseña que vemos lo que somos...en el fondo.Ahhh..la poesía parece música mas no lo ES.
Es una buena manera de pensar que el original no existe, ya que una partitura no es música, eso lo sabe hasta un bebé que mastica papeles sin preguntar si es biblia o sinfonía. Una vuelta más al tema de la originalidad y el plagio. El que roba necesariamente crea, si por un instante logra hacer pensar que robó (¿alguien es capaz de afirmar que un ladrón que entra a una "tienda de música" podría robar... música?)
Bueno, Kuru, fijate que dijo "existe una sensación" y "uno puede pensar". Se trata de impresiones, me pareció bueno anotarlas acá por su cercanía con algo que comentaba el lunes pasado. También dijo que uno "ensaya la voz" del autor en la traducción, eso me gustó mucho, esa imagen. Voy a tratar de escuchar y comparar lo que comentás, es difícil seguirte el tranco. Debería poner algo más de lo que dijo Cohen sobre literatura y música, tomé varias notas. Carlos, no creo que haya pensado en eso, Cohen, pero bueno, es una derivación posible. Pablo: chuik!
Es que la partitura es sólo un esquema, queda muy librado al intérprete (o más bien al director, si es una obra orquestal) la recreación de ese boceto, especialmente si hablamos de la época de Bach. Es como si en vez de, digamos, un cuento de Kafka, se encontrara en un papel a grandes trazos la trama: "un hombre con su hermana son acusados de golpear la puerta de un cortijo. El hombre se queda a ser juzgado, probablemente con una severidad extraña al hecho". Es curioso que, en la música clásica, haya tanta reverencia a la partitura. No se varía una nota, y se trabaja intensamente sobre los matices, produciendo obras muy diferentes, pero siempre con fidelidad a lo poco que hay escrito en el papel. Un traductor borgeano sería lo inverso: variaría las notas que están escritas para producir la ejecución más fiel a lo que tenía en mente el compositor.
Sí, una traducción es una derivación posible; en cambio una interpretación musical es una posible sujeción. La materialidad de la música, no hay que olvidar. No todo texto es para ser leído en voz alta. No toda traducción deber "servir". Pero una partitura exige materializarse, no deja de ser apéndice, o una apuesta a la reproducción. Y un texto... habría que ver si un texto habla.
Bueno, creo que era Pierre Boulez quien había dicho que la música suena perfecta cuando uno "lee" para sí mismo la partitura, y entra en el mundo de la imperfección cuando la ejecuta. Tal vez eso sea verdad para un Pierre Boulez. Volviendo a Bach a mí me parece que él lanzaba las partituras como quien lanza un desafío: ahí va, a ver qué pueden hacer con esto. Hay incluso partituras (como El Arte de la Fuga) donde no es claro para qué instrumentos fueron compuestas. En el barroco la partitura (especialmente los juegos de bajo continuo) era un punto de partida para la improvisación, como un pasamanos de ideas. Creo que Bach se hubiera reído de la idea de la partitura como un texto sagrado, la idea que hay hoy. Luego la historia de las "traducciones" musicales reviste páginas extrañas, como el Messiah de Haendel traducido al alemán y a su instrumentación por Mozart, o las sinfonías de Beethoven traducidas (transpuestas) a piano por Liszt.
Sí, es posible que Bach se hubiera reído de unas cuantas cosas, no sólo de esto de la notación musical. Son buenos los ejemplos de transcripciones que das, se podrían agregar otros. Pero vos fijate que se dicen "transcripciones" o bien "variaciones", no son nunca traducciones. Nadie osaría traicionar, en un mundo que se supone tan codificado. Y en realidad se acercan mucho más a la idea de traducción, claro que sí, a otro/s instrumento/s, otra lengua. La lengua como instrumento; lo que pasa es que ese es sólo uno de los aspectos de la lengua (lo sonoro).
Bueno, pero ahí está la cosa: un instrumento, además de su timbre, tiene su registro, su folklore, sus imposibilidades: pasar una sinfonía, ejecutada por cerca de 100 instrumentos (más coro, en el caso de la Novena), a un piano solo, por radical que pueda parecer, está más cerca de la idea de traducción que ejecutar con el piano una partitura escrita originalmente para piano. Uno "traduce" poco al leer una partitura: en realidad uno repone todo lo que falta, lo no escrito, lo que no se puede escribir. Ahora, cuando Mozart reescribe Messiah cincuenta años después del estreno de Haendel, el tipo está transponiendo de una lengua (una época) a otra: saca el teclado continuo, saca las trompetas anacrónicas, reescribe los vientos y los bronces, reubica los registros de las voces, es decir, está traduciendo. Y, al igual que con la literatura, para un purista de Haendel la versión de Mozart es traición; para quien la comisionó (un barón Van Swieten, que incidentalmente tradujo la Creación de Haydn), era la manera práctica y necesaria de traerla a los oídos de la Viena de 1789.
Bueno, me convenciste, me voy a escuchar cómo Ferrucio Busoni tradujo al piano lo que el órgano no le dejaba escuchar -o traducir, desde quien sabe qué original- a Mozart.
11 comentarios:
Ok, pero no en todos los caso, concuerdo en el famosa versión para piano de "variaciones Goldberg" del genial Glenn Gould (releer "El malogrado" de Bernhardt de paso...) absolutamente (para mí) más feliz que el original organizado (para organo) de Johann Sebastian (Bueno, dicen los ke saben, que la versión free-jazz de Keith Jarrett es del puréte!!!tambien)...
La receta más sensata, la que popularizó Leopaoldo María panero en el prológo a su traición-perversión de Lewis carroll en "Matemática demente"...partir del original, desfigurar el hilo huidizo de arranque, dos idiomas son estraños, queda solo una reconstrucción "poética", free, esa música no de las esferas, sino noise, que es la excusa del traidor-traductor...de hecho todo el tiempo traduciomos, traicionamos, creamos el mundo...la catóptrica nos enseña que vemos lo que somos...en el fondo.Ahhh..la poesía parece música mas no lo ES.
Es una buena manera de pensar que el original no existe, ya que una partitura no es música, eso lo sabe hasta un bebé que mastica papeles sin preguntar si es biblia o sinfonía.
Una vuelta más al tema de la originalidad y el plagio. El que roba necesariamente crea, si por un instante logra hacer pensar que robó (¿alguien es capaz de afirmar que un ladrón que entra a una "tienda de música" podría robar... música?)
Paf!!! (onomatopeya de palmada en la frente)
Bueno, Kuru, fijate que dijo "existe una sensación" y "uno puede pensar". Se trata de impresiones, me pareció bueno anotarlas acá por su cercanía con algo que comentaba el lunes pasado. También dijo que uno "ensaya la voz" del autor en la traducción, eso me gustó mucho, esa imagen. Voy a tratar de escuchar y comparar lo que comentás, es difícil seguirte el tranco. Debería poner algo más de lo que dijo Cohen sobre literatura y música, tomé varias notas.
Carlos, no creo que haya pensado en eso, Cohen, pero bueno, es una derivación posible.
Pablo: chuik!
Es que la partitura es sólo un esquema, queda muy librado al intérprete (o más bien al director, si es una obra orquestal) la recreación de ese boceto, especialmente si hablamos de la época de Bach. Es como si en vez de, digamos, un cuento de Kafka, se encontrara en un papel a grandes trazos la trama: "un hombre con su hermana son acusados de golpear la puerta de un cortijo. El hombre se queda a ser juzgado, probablemente con una severidad extraña al hecho".
Es curioso que, en la música clásica, haya tanta reverencia a la partitura. No se varía una nota, y se trabaja intensamente sobre los matices, produciendo obras muy diferentes, pero siempre con fidelidad a lo poco que hay escrito en el papel. Un traductor borgeano sería lo inverso: variaría las notas que están escritas para producir la ejecución más fiel a lo que tenía en mente el compositor.
Sí, una traducción es una derivación posible; en cambio una interpretación musical es una posible sujeción.
La materialidad de la música, no hay que olvidar. No todo texto es para ser leído en voz alta. No toda traducción deber "servir". Pero una partitura exige materializarse, no deja de ser apéndice, o una apuesta a la reproducción.
Y un texto... habría que ver si un texto habla.
Bueno, creo que era Pierre Boulez quien había dicho que la música suena perfecta cuando uno "lee" para sí mismo la partitura, y entra en el mundo de la imperfección cuando la ejecuta. Tal vez eso sea verdad para un Pierre Boulez. Volviendo a Bach a mí me parece que él lanzaba las partituras como quien lanza un desafío: ahí va, a ver qué pueden hacer con esto. Hay incluso partituras (como El Arte de la Fuga) donde no es claro para qué instrumentos fueron compuestas. En el barroco la partitura (especialmente los juegos de bajo continuo) era un punto de partida para la improvisación, como un pasamanos de ideas. Creo que Bach se hubiera reído de la idea de la partitura como un texto sagrado, la idea que hay hoy. Luego la historia de las "traducciones" musicales reviste páginas extrañas, como el Messiah de Haendel traducido al alemán y a su instrumentación por Mozart, o las sinfonías de Beethoven traducidas (transpuestas) a piano por Liszt.
Sí, es posible que Bach se hubiera reído de unas cuantas cosas, no sólo de esto de la notación musical. Son buenos los ejemplos de transcripciones que das, se podrían agregar otros. Pero vos fijate que se dicen "transcripciones" o bien "variaciones", no son nunca traducciones. Nadie osaría traicionar, en un mundo que se supone tan codificado. Y en realidad se acercan mucho más a la idea de traducción, claro que sí, a otro/s instrumento/s, otra lengua. La lengua como instrumento; lo que pasa es que ese es sólo uno de los aspectos de la lengua (lo sonoro).
Bueno, pero ahí está la cosa: un instrumento, además de su timbre, tiene su registro, su folklore, sus imposibilidades: pasar una sinfonía, ejecutada por cerca de 100 instrumentos (más coro, en el caso de la Novena), a un piano solo, por radical que pueda parecer, está más cerca de la idea de traducción que ejecutar con el piano una partitura escrita originalmente para piano. Uno "traduce" poco al leer una partitura: en realidad uno repone todo lo que falta, lo no escrito, lo que no se puede escribir. Ahora, cuando Mozart reescribe Messiah cincuenta años después del estreno de Haendel, el tipo está transponiendo de una lengua (una época) a otra: saca el teclado continuo, saca las trompetas anacrónicas, reescribe los vientos y los bronces, reubica los registros de las voces, es decir, está traduciendo. Y, al igual que con la literatura, para un purista de Haendel la versión de Mozart es traición; para quien la comisionó (un barón Van Swieten, que incidentalmente tradujo la Creación de Haydn), era la manera práctica y necesaria de traerla a los oídos de la Viena de 1789.
Bueno, me convenciste, me voy a escuchar cómo Ferrucio Busoni tradujo al piano lo que el órgano no le dejaba escuchar -o traducir, desde quien sabe qué original- a Mozart.
(no comento, no porque no me interese el tema, sino porque no me da el cuero; sepan entender: los miro cual vaca que ve pasar el tren)
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