lunes, octubre 09, 2006

Sobre la culpa

En La vida breve sería ruinoso para la novela que Brausen sintiese remordimientos por golpear a la Queca, por su vehemente deseo de matarla. No importa que no sea él quien la mate. “Quise ayudarte porque me parecía injusto que te pudrieras en la cárcel por una cosa que yo mismo hubiera hecho, que me parecía bien hacer”, le dice a Ernesto, hacia el final. ¿A qué viene esto? Bueno, es que recuerdo unas palabras cruzadas anoche sobre Match Point, de Woody Allen, y acá viene Onetti al galope, y lo hago pasar, qué voy a hacer. Mientras veía esa peli pensaba que era necesario que uno de los dos, o ambos, muriesen. Ella no era menos despreciable que él. Lo esperado sucedió. Pero lo previsible de la trama no me molestó tanto como la culpa corporizada torpemente en fantasmas. En la literatura como en el cine me parece más interesante investigar ese momento en que un personaje es a un tiempo cruel e indiferente. Yo, que soplo una arañita que camina por mi brazo porque temo lastimarla si toco con mis toscas manos humanas sus delicadas patitas, puedo identificarme fácilmente con el que dijo: “Como si esta tremenda cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin, comprendía que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio”.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me rindo.
Hace 7 minutos que estoy pensando en las palabras.
Y salieron solo estas.

Silvia Sue dijo...

Será una gansada lo que te voy a decir, pero este post me pareció... nutritivo.
Me lo tomé-leí pasadas las 7 y media, antes de arrancar. Un desayuno reconfortante, para paladear sin culpa.

Bardamu dijo...

Onetti al galope arrasa con todo, con Allen -que no encontrará pecho que lo cobije-, con los traumas de los cínicos de doble moral, con la expresión estética que atisba reflejos de nichos impolutos.
Eso, más allá de posibles y efímeras identificaciones en el film, imprecaciones gástricas por afinidad, cosas así, que puedan ocurrirnos inesperadamente, o por expiación secreta.
Onetti-Allen no podrían constituir un match, es puro afano: simplemente no hay red para el que todavía respira.
Saludos Vero.

Anónimo dijo...

Me encantó lo de "investigar ese momento en que un personaje es a un tiempo cruel e indiferente". Esa indiferente crueldad se me antoja que no requiere extremos homicidas: el simple (es un decir) trance de dar por terminada una relación afectiva requiere esa disposición de espíritu. Como dice el tango, "nadie vivió sin matar, sin cortar una flor, perfumarse y seguir"...

dam dijo...

Si queres seguir indagando en el asunto de la culpa, recomiendo "El secreto" de Donna Tart, traduccion de Aira. Garpa.

Anónimo dijo...

Sí. Creo que el recurso de Allen es remanido y a esta altura torpe. Copiarse a sí mismo, en tiempos reciclables, podría pasar por un pecado menor. Me refiero a Match Point como un licuado, rebajado con agua, de Crímenes y Pecados. En cambio copiar a Shakespeare, sin su música, sin los "elementos", ya se evidencia como dudas del oficio. El cine bien puede prescindir de los fantasmas. Y la vida también. Los fantasmas circulan todo el tiempo entre nosotros, sin necesidad de ser convocados. La culpa que nos atormenta, en la medida en que es culpa "por algo", deja de vivirse como angustia existencial. Por ahí al señor Allen le vendría bien, por un tiempito, dejar a su nenita china, o lo que fuese, e irse a leer a Beckett al campo. Es decir, si quiere hacer cine, en vez de películas.

Vero dijo...

Bueno, Ramiro, gracias, creo (tendría que ver cuáles eran esas palabras que pensabas para estar segura). No, Sue, no me parece una gansada y sí muy amable. Luis, como sabés, Onetti es uno de mis prefe, él lo sabe, cada tanto viene y me agarra, a cuento de nada, como esta vez, y para sacármelo de encima tengo que buscar ese libro, esa página, esa línea. Tal cual, Pablo, en eso pensaba con lo de la arañita: yo, que no mato una mosca, tuve momentos en que me dije: “supongo que esto debería conmoverme, pero la verdad es que me importa un carajo”. ¿Quién no fue Mersault alguna vez? Damiant, averiguaré. Y sí, Carlos, para fantasmas prefiero a Gasparín.
Gracias a todos por tomarse el trabajo de comentar.