sábado, diciembre 03, 2005

Oficina

Hoy salí de la oficina un momento, a la tardecita, a una hora en que nunca estoy afuera, en la semana, y mientras me pegaba el solcito de las cuatro de la tarde pensaba en cómo uno, pobre esclavo moderno, se siente por entero feliz con tan poca cosa. Está bien, es una felicidad endeble, pero es algo. Al final, todo el tiempo, uno busca cualquier cosa que lo saque de su centro, su rutina: el vino, la droga, el amor -o sus sucedáneos-, el sol a las cuatro de la tarde de un viernes, cualquier cosa, cualquier excusa para perderse, olvidarse de la máquina y sentir de una manera primitiva, sin tanta ventana a la calle.
P.D.: En Brasil le dicen oficina a los talleres mecánicos.

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