Dios era el nombre de Dios, lo mismo que su nombre
era Stephen. Dieu quería decir Dios en francés y era también el nombre de Dios;
y cuando alguien le rezaba a Dios y decía Dieu, Dios sabía desde el primer
momento que era un francés el que estaba rezando. Pero aunque había diferentes
nombres para Dios en las distintas lenguas del mundo y aunque Dios entendía lo
que le rezaban en todas las lenguas, sin embargo, Dios permanecía siempre el
mismo Dios, y el verdadero nombre de Dios era Dios.
James Joyce, Retrato del artista adolescente
2 comentarios:
Me he reído, a la mitad: el nombre de Dios cambia para que éste sepa desde qué idioma le ruegan.
Recorté el párrafo porque me gustó su fina ironía. Ironía de Joyce, claro, no de Stephen, que es un chico temeroso de Dios (en otro libro un amigo lo saluda, todavía: "Acércate, Kinch. Acércate, jesuita miedoso").
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