jueves, abril 12, 2012

Onetti 1936

En una página de La vida breve Brausen le explica a Gertrudis que uno no está condenado a una vida, que se pueden vivir muchas, más o menos largas; pero sí está condenado a un alma, a una manera de ser. Me acuerdo de esto cuando leo un diálogo escrito por Onetti a los 26 años, en el que alguien se esfuerza por esperanzarse y otro rebate (abate) esos intentos. Puedo ver el lazo entre lo dicho acá y en otros lados, después. (De lejos parece un lazo; de cerca se ve el alambre de púas, del color de los ojos y el bigote de Jeremías Petrus).

- Nadie está contento.
- Pero es distinto. Nosotros nos damos cuenta; y si no nos volvemos idiotas de golpe, sabremos siempre que tenemos asco y por qué. Este es el problema. Pensá en todos los años que nos esperan de no estar contentos y de vivir entre dos mil millones de bestias con olor a oveja.
- Y a chivo. Pegate un tiro si no te gusta. No hay otro camino; solo que vos también llegues a oler a oveja, gallinero, perro o señora que limpia en zapatillas. Sin tener el alma con algunos de esos olores domesticados no se puede estar contento. Nadie puede.
- ¿Seguro?
- Nadie.
- Porque yo busco, siento que tiene que haber una alegría... Pura, salvaje. Alegría alegre. Algo animal, pero consciente, y algo de estar solo. ¿Entendés? Y aunque no entiendas. Yo la busco, me mantengo nada más que para seguir buscando.
- Li te ra tu ra.
- Y tiene que estar escondida en alguna cosa de la vida. Si no existiera yo no podría buscarla.
- Literatura, niños. Vas a terminar encontrando cualquier cosa y te vas a quedar contento vos también. Alegría pura salvaje animal. Pero vas a apestar a oveja y no te vas a sentir el olor. Como los otros. La única manera de ser leal y decente es no transigir, no alegrarse, estar siempre asqueado y contra todo. Que vengan los años, voy a andar arrastrando las patas pero siempre alerta; con solo mirar reconozco la inmundicia de todo. Cuando me quieran engañar escarbo y escarbo. Tengo fe en la inmundicia y escarbo hasta encontrarla. Entonces me quedo tranquilo y muestro los dientes.

Juan Carlos Onetti, "Los niños en el bosque"