domingo, diciembre 14, 2008

Los ríos profundos

Avedon lee a Beckett.

Beckett, Bernhard

Nada es más divertido que la desdicha, te lo aseguro […] Te lo aseguro, es la cosa más cómica del mundo. Nos reímos, nos partimos de risa al principio. Pero siempre es la misma cosa. Sí, es como la divertida historia que hemos oído tan a menudo, la seguimos encontrando divertida, pero ya no podemos reír más.
Samuel Beckett, Fin de partida
Todo lo que empieza como tragedia termina como monólogo cómico. Pero ya no reímos más.
Thomas Bernhard, Heldenplatz

Notas para una lectura de Heldenplatz

Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo "tal y como verdaderamente ha sido". Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla.
El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.

Walter Benjamin, Tesis de filosofía de la historia

(Desde la ventana del departamento del profesor Schuster se escuchaban los vítores a Hitler de la multitud reunida en la Plaza de los Héroes. En los oídos de su extraviada esposa resuenan todavía. Deben de haber resonado para él, ya no podemos saber, pero traza una pista la hija que cuenta que el padre no podía ir a la ópera porque lo abrumaba el murmullo fascista. “Tenía que taparse los ojos y los oídos para escuchar la música”. Entonces: destrozó su cabeza, ese estuche donde se alojaba el recuerdo y los ecos del recuerdo reproduciéndose sin cesar en un presente atroz.)

Heldenplatz

Quizá por aquello de “todo lo que empieza como tragedia termina como comedia” Rita Cortese abre Heldenplatz con gravedad y Pompeyo Audivert la continúa con exageración y parodia. Encuentro los estilos desencontrados. Aun así, recomiendo al que pueda que quiera acercarse al San Martín a ver esta obra de Thomas Bernhard, hoy, gratis, por cierre de temporada.

lunes, noviembre 17, 2008

Los cuartos

Stalker sale de su cuarto ruinoso en busca del de la Zona, al que no entra, ni nunca entró. Explica que en su calidad de stalker no puede hacerlo, que otro lo hizo y se aniquiló. Quizá intuya que al entrar a este cuarto introduciría algo del otro, como virus, contagio, propagación de la vida en sepia, corrupción más destructiva que la bomba del Profesor.

¿Qué sentido tiene venir aquí?

I- Poco a poco entra en la pantalla una imagen de un interior en blanco y negro, no, levemente sepia. Suenan instrumentos de viento, cierta rusticidad, quizá quena, o siku: música como de altiplano. Hombre con gorro entra desde nosotros, es decir desde un lado de la cámara, en el bar ajado donde el mozo transita de acá para allá. Se saca el gorro y pide algo al mozo, se rasca la cabeza, mira a la cámara. Se bebe el factible café. ¿Se puede decir que espera? No se sabe. Puede dejarse estar como quien dice dejarse caer. Estar como caído.
Relato sobre un meteorito.
Vaso se desplaza. Pareja de ojos abiertos en una cama compartida con niña en medio que duerme. (¿Por qué las paredes así, como de cueva?). Hombre despacioso se levanta, se calza pantalones y zapatos. En silencio sale de la habitación. En la puerta entreabierta la mujer se levanta también. Hombre acomoda cosas aprestándose para salir, mujer sale del dormitorio y reclama. (Siento gran fastidio ante el rol habitual de la mujer pedigüeña. Preferiría que fuese también una guía, o se mate, o al menos se las tome). Le recuerda la cárcel. Él replica, retruca: "Si en todas partes me siento como en una cárcel". Sale. Ella se tira al piso y se cuece en sus jugos de furia.
Sabré que es Escritor el hombre que seduce a una mujer que descree. No es bella pero es joven y lleva vestido y un raro abrigo, una especie de capa de piel. El guía le dice rajá y raja, raudos salen ella y el auto de la escena. Escritor bebe y relativiza como en general los escritores. Resbala y río. Se reúnen con el del gorro. Ya tres. Desconfía el del gorro. Se presentan, omitiendo los nombres: Profesor, Escritor. Escritor: "Yo saco la verdad a la luz, pero en ese momento algo le ocurre a ella". Decide que pedirá inspiración.

II- Jeep y calles mojadas, se esconden de un guardia, galpón o callecita. El tren pasa pura máquina, aprovechan la abertura. Dejan el jeep en lugar derruido. Vidrios rotos, tablas que cloquean, barro, agua. Se desdice Escritor: "Me importa un comino la inspiración. ¿Cómo puedo saber el nombre de lo que quiero? Son cosas imperceptibles, basta con nombrarlas y su sentido desaparece".
Mira Stalker, una seña, saltan al jeep y siguen al tren que penetra en la Zona. Disparos, no los alcanzan. Escritor busca el monorriel pero disparan otra vez y teme. Profesor se adentra. Dejan jeep por monorriel. La luz es difusa en el día temprano. Tiros de a ráfagas, entre la niebla. Escritor y Profesor miran con ansia, Stalker sólo mira. Música y rieles en la música. Todo enverdece de golpe, por contraste el pasado sepia parece irreal. Paran. Quedan. Stalker: "Y bien… ya estamos en casa".

III- Sin moverse de las vías hablan de un guía anterior, Puercoespín, muerto por propia mano. "Estas vendas hay que amarrarlas a las tuercas", dice el guía y reparte. Después se va al yuyal, abraza la tierra, queda como abrasado. Entretanto Profesor habla del meteorito, la desaparición de personas, la posibilidad de que no haya sido un meteorito. Avanzan un poco cuando vuelve Stalker. Avanza también la cámara en el pastizal y los tres se dan vuelta. A quién mira que no sea el espectador. ("¿Entonces ellos se quedaron aquí? ¿Son personas?" ¿Nosotros, acá, personas?). El guía tira la primera tuerca, hacia tanques de guerra carcomidos, medio cubiertos por vegetación informe. Para avanzar, cada vez tuerca con venda, y el trayecto que cruza el metal lo siguen los hombres. En un pozo, una voz que parece la del guía enuncia la idea taoísta de lo débil que vence a lo fuerte. Mucho esfuerzo hace para avanzar, a juzgar por el gesto. Pasan cerca de una cascada, el agua y la vegetación pasan sobre todo rastro de hombre. Escritor escruta. Mojado mira el agua. Túnel laberinto, salen y se encuentran con Profesor, en lugar anterior. Puercoespín dejó una tuerca como advertencia, agitación de Stalker, mejor descansar ahora. Se recuestan en montículos recubiertos de verdín. Se insultan Profesor y Escritor, quizá para infundirse algo de calor (poético dice Profesor: "Escritorzuelo estropajoso, sociólogo rudimentario. Debería escribir sólo en las paredes de los retretes, parlanchín inepto"). Un perro se acerca. No se ve que para andar precise de tuercas. Adormecido Stalker, vira al sepia. Sueña quizá. Los otros siguen discutiendo a desgano. "Para qué el genio", dice Escritor. Y es como decir: para qué lo completo, para qué la falta de ansias. Mira a cámara el guía, despierta. Relato del sentido.

IV- Túnel, probable acueducto (aunque toda la Zona parece un acueducto). Nadie se quiere aventurar primero. En vez de tuerca, piedra, grande. Avanza Escritor, detrás Profesor, detrás de éste Stalker. Escritor mira a cámara y al piso, desolado. "¿Otra vez yo?". Pasan por agua y emergen. Dunas de arena. "Experiencias, hechos, la verdad en última instancia". Todo invento idiota, como en Shakespeare. Monólogo de Escritor, genial, después Stalker larga una letanía. Suena el teléfono. "No es una clínica", responde Profesor. Saca un artefacto. "Ha traído un almámetro", dice Escritor pero el otro replica que es una bomba. (Puede ser, no la bomba, sino la presencia de la bomba, un almámetro). Para hacer estallar la posibilidad de que se cumplan deseos oscuros. (¿Qué ruidos? Pájaros, agua, pisadas humanas). Escritor acusa a Stalker de tomarse atribuciones sobrehumanas. Pelean. Se aflige Stalker, Escritor lo abraza. Profesor desarma la bomba y va tirando las partes en un para qué. "¿Qué sentido tiene venir aquí?" (¿Y la película? ¿Y la vida?). Llueve mientras los hombres esperan. Peces sobre el mecanismo detonador de la bomba, petróleo y Bolero de Ravel.

V- Hombres de vuelta en el bar. Stalker da de comer al perro. La mujer se acerca. Comprueba: "Regresaste". Vuelven a la casa, con la nena y el perro que se le pegó al guía. Plano amplio de la habitación, rebosa de libros. Stalker se recuesta y la mujer hace de enfermera (otro clásico mujeril), le administra algún medicamento. Monólogo de la mujer frente a la cámara, mientras fuma. Que el marido es tonto, que ustedes ("ustedes", es decir nosotros) ya se habrán dado cuenta. Daba lástima, dice. Manía del suicidio y la cárcel, hijos con problemas, pero "mejor es una felicidad amarga que una vida gris y aburrida".
Después, sentada a la mesa, la nena. El vaso se mueve, se aleja, también otros recipientes. El perro gime. Parece nevar dentro de la casa. Suena la novena de Beethoven. La nena descansa la cabeza. Hastío quizá. Nosotros como las cosas también nos alejamos.

martes, noviembre 11, 2008

Ellos

El horror específico de los campos, el horror que nos convence de que lo que pasó allí fue un crimen contra la humanidad, no es que los asesinos trataran a sus víctimas como a piojos a pesar de que compartían con ellas la condición humana. Eso también es abstracto. El horror es que los asesinos se negaran a pensarse a sí mismos en el lugar de sus víctimas, igual que el resto del mundo. La gente dijo: “Son ellos los que pasan en esos vagones de ganado”. La gente no dijo: “¿Cómo sería si yo fuera en ese vagón de ganado?”. La gente no dijo: “Soy yo el que estoy en el vagón de ganado”. La gente dijo: “Deben de ser los muertos a quienes están quemando hoy, que apestan el aire y hacen que me caiga ceniza sobre los repollos”. La gente no dijo: “¿Cómo sería si me estuvieran quemando a mí?”. La gente no dijo: “Me quemo, estoy cayendo en forma de ceniza”.


J.M. Coetzee, Elizabeth Costello

jueves, octubre 23, 2008

Una épsilon

Anoche hice el último intento de terminar Un mundo feliz. No hay caso, se me cae. Cada engranaje está más explicado que en un manual de mecánica. Demasiada exposición da fotos sin figuras. (Pensé: ¿Este tipo me cree una épsilon?). El colmo fue el frustrado romance entre John y Lenina. Hay libros que no son para mí, me dijo Borges a través del Uniberto y le di la razón (como si pudiera dársela; en fin, no desarmemos las frases hechas, que se deshacen). Te dejo, libro, libre. Libre de mis manos y de la cercanía de mi cara. Seguí sin mí.
Hoy para el viaje traje Vineland. Brazo derecho evitando el vuelco, brazo izquierdo haciendo malabares con el libro abierto. No sé todavía si me gusta. Diré que me enredé en la complejidad y fue un alivio. El comienzo me recordó el de Asfixia: un cuadro que un ser desaforado compone, con fastidio, como resorte para hacer saltar a los títeres en su beneficio. Al llegar a Uruguay Wheeler hablaba con un agente federal, Hector, sobre su ex esposa y yo con esfuerzo desentrañaba. Decía, de la complejidad: como leer un cuaderno de prolija y diminuta letra, abigarrada, mucho en cada página, como gente en un vagón del subte B a las 10 de la mañana, así.

martes, octubre 21, 2008

La voz de Herzog

Mañana nocturna, tarde que escampa el cielo. Yo en casa, la enfermedad me licencia. A la mañana me despertó la lluvia que caía a los gritos. Pasé el mediodía durmiendo. De tarde y pijama, me puse a pispear una de Herzog. Me encanta oírlo hablar. En parte es por la pronunciación. Hasta en inglés se le adhiere el alemán a las desmedidas vocales, las consonantes abruptas. Lengua de riscos, el alemán. Pero la vara del encantamiento es el tono calmo que contrasta con su temperamento pasional. Oyéndolo uno puede imaginarse la parsimonia con la que comió ese chocolate a centímetros de la furia de Kinski. Así habla, casi siempre, como gustando ese chocolate, frente a su propio fuego.

viernes, septiembre 26, 2008

Declive

En una entrevista -tarea de Didáctica-, oí decir: “Si pudiera no querer trabajar tanto, le dedicaría más tiempo al cine”. Linda fórmula, “si pudiera no querer”, ese reconocerse signado por un deseo profundo, explica tantas cosas que uno hace, no forzado, pero tampoco libre, por un resbaladizo declive de la voluntad.

Birome

Recién, durante un rato -que es una forma banal de llamar al hueco donde estuve hundida-, durante unas páginas, mejor, estuve escribiendo en mi cuaderno. Atendía a lo que escribía, pero también a la fluidez del movimiento arriba y abajo sobre el papel. Ahora los insistentes saltos de las yemas sobre el teclado -como si se tratase de una superficie ardiente- perturban la soltura en el discurrir, mientras oigo el sonido seco y mecánico, un trote apurado de palabras detrás de mí. El camino de la tinta desde la birome a la hoja es plácido. Sé que en parte se debe a lo silencioso de la tarea. De a ratos el roce de las materias deja oír un levísimo bisbiseo, apenas.

miércoles, septiembre 24, 2008

Los deberes

Sucede que cuando debería ponerme a leer los apuntes de Didáctica se interpone la declaración de Paul a Marijana: “La amo. Eso es todo.” Y eso es todo, en efecto. Todo lo suficiente. Debería leer lo otro pero no es apremiante todavía, más debo, menos condicional y más presente, como se puede notar fácilmente en la desinencia verbal, acompañar a Paul. Al avanzar se hace claro que tendré que desandar libros, que buscaré en un futuro inminente a Elizabeth Costello. Me impone el sustantivo deber de visitarla. Dice Costello en la página 89: “No es usted quien decide”. Y esa flecha, que no es para mí, sin embargo me roza.

domingo, septiembre 07, 2008

Quién no

Una frase de Michaux oída el miércoles me aguijonea: “quién no es mejor que su vida”. Saltó de boca en boca, el moderador se quedó con ella y la amplió, aunque sólo recuerdo ese carozo quemante. Basta para inquietar. Es el tema de tantas obras literarias. Porque es mejor que su vida un hacedor de slogans publicitarios presta su figura a una estatua ecuestre en la plaza principal de la ciudad que fundó, Santa María. A veces la alternativa es la contravida, otras apenas una mudanza a la calle que sigue (llamémosle Wakefield). La serie de elecciones combinada con la de las oportunidades demarca un confinamiento del que a veces se ansía escapar. Dentro y fuera de la literatura, quién no es un posible otro.
El buscador no encuentra lo que busco, el título del libro del que se recortó la frase, pero me invita a leer este párrafo: "A los ocho años Luis XIII hace un dibujo parecido al que hace el hijo de un caníbal de Nueva Caledonia. A los ocho años, tiene la edad de la humanidad, tiene por lo menos doscientos cincuenta mil años. Algunos años más tarde los ha perdido, no tiene más que treinta y uno, se ha vuelto un individuo, no es más que un rey de Francia, atolladero del que no saldrá nunca".

viernes, agosto 29, 2008

Los triunfadores

No poseían absolutamente ninguna sabiduría; plenamente saciados de sí mismos, plenamente ajenos a sí mismos, lo único que tenían para seguir adelante era la más elemental de las virilidades, pero con eso solo les bastó para llegar muy lejos. Tuvieron experiencias trágicas y sufrieron pérdidas que, por brutos que fueran, no dejaron de hacerles daño: estaban especializados en que los machacaran a golpes como en machacar ellos a los demás. La cuestión está en que el dolor y los padecimientos no los distrajeron ni media hora de su intención de vivir. Su carencia de todo matiz y toda duda, de ese sentimiento de futilidad o desesperación que tienen los mortales corrientes, hacían tentadora a veces la posibilidad de considerarlos inhumanos; y, sin embargo, eran hombres de los que no cabía afirmar que fueran ninguna otra cosa aparte de eso, hombres: eran lo que es la realidad humana.
Philip Roth, La contravida

jueves, agosto 21, 2008

El resplandeciente funcionar sin pausa de esa máquina

“No te bañarás dos veces en la misma tina”, dice Fuentes en el Prólogo a Larva y otras noches de Babel distanciándose de Heráclito para desbaratar una aparente estabilidad. “No te bañarás dos veces en el mismo libro”, pensaba anoche al recorrer otra vez textos de Saer y comprobar que efectivamente era otra la vez y por ende (¡POR! ¡EN! ¡DE!, seguí preposicionando, nomás, así vas a quedar, posicionada antes, o después, afuera, en todo caso) otra la lectura. Tengo una más que moderada (“razonable” es una palabra algo grosera, ya bastante mal hace "por ende") confianza en que los libros se mantuvieron inmutables en la biblioteca todo este tiempo, entre una lectura y otra. Pero bajo mi mirada no eran los mismos. Libros como tinas.
(El resplandeciente título del post fue tomado en la zona tomada).

miércoles, agosto 20, 2008

Lambor

Leo poemas de Lamborghini. Releo, relamiéndome. Es decir, lamo la boca que pronuncia, mal dicho, lambo:

Y el espacio es sutil y vertebrado, más sutil
que la gran lengua del lenguaje
esa que convierte al estático microcéfalo
en interlocutor de un pájaro soñado para el comienzo
y a la flor a la que luego se apela
pensando: una rosa quizás, y su rocío.

(Es decir… ¿Es? ¿Decir? Qué trueque tramposo anuncia esa expresión. Efecto de lectura: rabio contra mis palabras habituales y las combinaciones que habitan, contra mi hábito de labrar palabras con los abrapalabras de siempre).

jueves, agosto 07, 2008

Reyno

Cruzan los alfiles, diagonales, la dama tantea las paredes de sus torres que flanquean sin flaquear (curva seguridad, casi cilíndrica), sacrifica a todos los peones, envía sus alados caballos que parecen hesitar en ele, comen, esquivan (sí-no su sino).

domingo, julio 27, 2008

Brusca mente

Releo Textos para nada, redigo, quizá aun reitere más adelante. Tuve la impresión, al leer por primera vez a Beckett en estas líneas que avanzan, retroceden, saltan en el lugar, de que -aun con mucha preparación previa, no intempestivamente, no- había tirado pingajos todavía sanguinolentos de pensamiento sobre el papel, sin la cocción que se le suele dar a lo que se escribe para hacerlo digerible al que lee, esa cocción que no deja de ser una traición. Eso me produjo gran pasmo primero y después una eufórica sensación de libertad (paradoja: sobre la imposibilidad del decir se abre el juego, el trazo efectúa un reconocimiento de límites que libera).

Eslabones de un hombre aparte

Sólo porque me dijeron que no lo iba a hacer resuelvo dejar algunas notas acá sobre Zuckerman encadenado. Tres novelas y una, diría un patagónico, noveleta. En la primera, La visita al maestro, un escritor joven, Zuckerman, con unos pocos relatos publicados, va a la casa de otro consagrado, Lonoff, de cierta (mediana) edad, al que admira. Ve algo de lo que después elegirá ver (“Así viviré yo”). La jornada siguiente lo encuentra transformado (en la primer página se habla de un bildungsroman, en el resto se despliega). De esta novela me gustó el desencanto de Lonoff, la descripción sin adornos de la tarea del escritor, que descascara la idealización de Z.: Lonoff escribe como empeñado en golpearse la cabeza contra la pared (¿a qué se quiere acceder cuando se escribe?), tarea sin embargo irreprimible y no del todo ingrata (digo “irreprimible” y pienso en El lamento de Portnoy, que leeré pronto). Me gustó también que Zuckerman idee una breve historia sobre una Ana Frank rediviva, de tintes alucinatorios, porque muestra a un narrador en el momento mismo de crear su ficción (una más: ya la novela se inicia con un escritor que recompone un episodio de sus veinte años a sus cuarenta). En Zuckerman desencadenado comienza a ser reconocido y lo acosa un admirador algo excéntrico. En el duelo con Pepler el memorioso (un fabulador contra otro) me pareció que a veces caía en redundancias que me hubiese gustado sacudir. Lo mejor está en el final, el desencadenamiento. Así: el precio de la libertad necesaria para escribir es renunciar a padre, madre, mujer, en fin, toda clase de filiaciones, constituirse solo, ya ni siquiera “bastardo” (como lo llama el padre) sino nadie (solo, por lo tanto nadie, aunque el recurso trae sus beneficios: por renombrarse “nadie” Ulises escapó de Polifemo). Es que la filiación exige fidelidad y Z. no puede escribir y ser fiel (¿puede alguien?). En La lección de anatomía el ya desencadenado Zuckerman clama por cadenas. Ha sobrevenido el dolor, fantasea con dejar de fantasear y volver a la vida rehaciéndose como médico. Hay una puesta en escena acá también de la ficción, actuación en vivo, cuando inventa la farsa del pornógrafo. Decide ser médico en busca de una cura al dolor (¿de escribir?); el pornógrafo que personifica le hunde la cabeza en una lápida (no es metáfora). Renace para cumplir el destino de las novelas que escribirá, aunque busca evadirse “como si aún se considerara capaz de evitar su futuro de hombre aparte y escapar de la obra que era suya”. No mucho que decir de La orgía de Praga: Z. intenta infructuosamente rescatar los manuscritos de un muerto. Hay otro maestro, distinto a Lonoff (distinto es este Z.); Ana Frank vuelve en una mujer que ya no la representa; soñé con Olga y era de verdad hermosa.

Como iba diciendo

No sé si es siempre así y no rebuscaré en la memoria. Digamos que, en general, si no caigo bien de entrada tiendo a no esforzarme en mejorar la caída. No tengo intenciones de agradarle a todo el mundo, ni me parece una meta deseable: amoldarse a las expectativas de los otros hace olvidar la propia.

miércoles, julio 23, 2008

Los hombres libres

Jack. (Al primer hombre libre.) Señor militar, ¿puede informarme si es éste el palace del rey?
Segundo hombre libre. (Al primero.) La verdad te obliga a informar de que no tenemos rey y de que, por tanto, este edificio no puede ser su palacio. Para algo somos hombres libres.
Primer hombre libre. (Al segundo.) ¿Que la verdad me obliga? ¿Acaso no somos hombres libres, como bien dices? Siendo así, debemos desobedecer incluso a la verdad... Así es, señor extranjero. Ese edificio que veis ahí es el palacio del rey.
De Ubú encadenado, en Todo Ubú, de Alfred Jarry

¡Cuernoempanza!

Hoy en la hora del almuerzo fui a comprarme un tapado siete octavos a Av. Santa Fe y me llevé para el camino Todo Ubú, porque ida y vuelta son más de diez cuadras y todavía más páginas, y soy de ésas que suelen andar cansinamente por pleno centro portando libro abierto sin que les importe un pito que los demás transeúntes deban esforzarse en esquivarlas porque ellas poco se molestan. En este caso para más extravagancia iba riéndome en la cara -en la cara del libro, se entiende, aunque también en la mía-, como no puede ser de otra manera como bien lo sabe el que haya leído el susodicho. Me traje el tapado pero pasó algo que me paralizó el esternón y es que al volver se ve que muy oronda con mi nueva adquisición y a paso vivo por la hora ya casi consumida me olvidé por completo de leer y de Ubú en el probador. Llamé y lo rescataron del agobiante cubículo sano y salvo. Pasé a buscarlo por el negocio a la salida. Suspiré de alivio cuando lo vi, mayormente celeste por fuera y beigecito por dentro, esperándome, cruzado de páginas. Queda gente honesta o a la que los libros le nefregan.

jueves, julio 17, 2008

Ever

Yo sé de los cielos que estallan en rayos, y de las trombas
y de las resacas y de las corrientes:
¡yo sé de la tarde, del alba exaltada como un pueblo de palomas,
y he visto alguna vez, eso que el hombre ha creído ver!

Arthur Rimbaud

Mar salido de cauce

Anoche me di una vuelta por el Rojas. Arrastré a Nora, seduciéndola con la buena vida primero. Festival de poesía, salida al mar. Llegamos bien entrada la cosa (la tarde, la poesía). Oleaje cúspide en el santafesino Fernando Callero (me traje su Ramufo di Bihorp) en el primer trío que vi. En el segundo tramo visto y oído estuvo Montserrat Álvarez tan aplaudida como tímida. Encantadora, entonces y más todavía después. Me levanté hoy con un oxígeno nuevo. Vientos de Avalon, no sé si sentí o pensé. Por eso los castillos (y las espadas y escudos que no dije).

Gastón me dice, cuando entro a la oficina, al ver mis ojeras: “¿No te parece que deberías dormir de vez en cuando?”. “No se puede dormir mucho, con el tiempo que pasamos acá casi no nos queda nada para vivir, si dormimos”. “Pero vos te zarpás. ¿Qué, te anunciaron una muerte temprana?”

Camelot

Salgo a la calle esta mañana cargando mi mochila pesada de libros, los que tenía más lo que se sumaron ayer, todas esas piedras de mi castillo a cuestas. Por donde vaya debo llevarlas: en donde esté, en esas piedras puedo engarzarme.

domingo, julio 13, 2008

El séptimo día

Estoy un poco desplazada hoy hacia un lado, debe ser por eso que me cuesta leer, porque las palabras no están donde las busco. Un dolor me pellizca el costado derecho. Conozco el porqué, aunque saber algo, hoy así, de esta manera desvaída, se asemeja a intuir. Los últimos días se extendieron y anteayer por ejemplo me queda lejísimo, es ya inapresable, salvo que se acerque después por sí mismo, manso. ¿Volverá el recuerdo de los días con la calma? ¿Retornará si le hago el terreno llano? En lo inmediato, me apaciguo, me domo. Es domingo y debo tomar el aire suficiente para contener la respiración en la oficina los días que siguen.

miércoles, julio 09, 2008

Otra lección del maestro

—Usted me ha convencido de que es todo una vana ilusión.
—No su gloria, mi querido amigo —balbució el joven.
—No mi gloria... ¡lo que haya de ella! La verdadera gloria consiste en ... en haber sido puesto a prueba, haber tenido una pequeña calidad y haber ejercido un pequeño hechizo. Lo importante es haber conseguido que alguien se sintiera interesado. Ocurre que usted está loco, pero ello no afecta esta verdad.
—¡Usted es un gran triunfo! —dijo el doctor Hugh, imprimiéndole a su joven voz toda la vibración de unas campanas de boda.
Dencombe se quedó asimilándolo; luego hizo acopio de fuerzas para hablar otra vez:
—Una segunda oportunidad: ésa es la vana ilusión. Jamás ha habido más que una. Trabajamos a ciegas; hacemos lo que podemos; damos lo que tenemos. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra misión. Todo lo demás no es sino la demencia del arte.

Henry James, “La edad madura”
A veces me impacienta ocuparme de la sintaxis, esa necesidad de ordenar todo el estante, de ser prolija y cuidadosa al maniobrar las palabras para que otros las miren y las interpreten y quizás las desbaraten, como se suele hacer con los juguetes. (Tengo en un estante de la biblioteca una muñeca rusa. Mis sobrinos la destripan cada vez que vienen.)

La visita a Henry James

Le comentaba a Hernán que me había inquietado ver que el título del cuento de Henry James que aparece citado en La visita al maestro como “Los años intermedios” es en inglés “The middle years”, que encontré (mejor) traducido como “La edad madura” (pensé también que una posible traslación sería la expresión “Mediana edad”). Quizás busqué el cuento para ver qué sería eso de “los años intermedios”. (Estoy mintiendo y como muchas veces que miento suavizo, desbasto los bordes ríspidos de una mentira algo evidente con el quizás. La verdad es que lo busqué porque pensé que debía leerlo para ponerlo a jugar con la novela, que había en James un maestro más allá de Lonoff. Pero la mentira es más operativa, funcional a los fines. Por otro lado: comenzar con “la verdad” ya es mentir, oración que se levanta con el pie izquierdo. Decir es mentir, lo dijo Molloy hace años, decir es traducir y torsión, como se verá). Lo que me inquietó, claro, es comprobar la torsión de la traducción. Leo una ficción de Ramón Buenaventura llamada La visita al maestro sobre una obra real de Philip Roth llamada The ghost writer.

Reformulación

Escribir encierra la conjugación de tantos otros verbos.

jueves, junio 26, 2008

Clov parte, se queda

Me digo algunas veces, Clov, es necesario que sufras más que ahora, si quieres que se cansen de castigarte algún día. Me digo, a veces, Clov, es necesario que estés allí mejor que aquí, si quieres que te dejen partir, un día. Pero me siento demasiado viejo, y demasiado lejos, para lograr adaptarme a nuevas costumbres. Bien, esto no terminará nunca, nunca partiré. (Pausa.) Luego, un día, de repente, esto termina, cambia, no lo comprendo, se muere, o yo, no lo comprendo, ni esto tampoco. Lo pregunto a las palabras que quedan, sueño, despertar, noche, mañana. Nada saben decir. (Pausa.) Abro la puerta del calabozo y me voy. Voy tan encorvado que tan sólo veo mis pies, si abro los ojos, y entre mis piernas un poco de polvo negruzco. Me digo que la tierra se ha extinguido, aunque nunca la haya visto viva. (Pausa.) No hay problema. (Pausa.) Cuando caiga lloraré de felicidad.
Samuel Beckett, Fin de partida
(Por estos días, Pompeyo Audivert y Lorenzo Quinteros son Clov y Hamm en el Centro Cultural de la Cooperación.)

miércoles, junio 11, 2008

No me entendés

Anoche estuve escuchando Consolers of the lonely, de The raconteurs. Todo el disco brillante, pero hoy, cada vez que no estoy hablando con alguien o leyendo, concentrada en otra cosa, es decir, cada vez que me distraigo un poco, en el silencio, vuelven los acordes de "You don’t understand me". Posteo: convido (¿contagio?). Jack White, genial guitarrista, acá en el piano.



sábado, junio 07, 2008

Enramada

Leo, en el Diccionario de mitología griega y romana, de Pierre Grimal: "Muy frecuentemente se presenta a Licaón y a sus hijos como una familia de impíos. Un día Zeus quiso conocer por sí mismo a qué extremos llegaba su impiedad y, en figura de campesino, fue a pedir hospitaldad al rey. Éste le acogió, pero, deseoso de saber si su huésped era verdaderamente un dios, mandó servirle la carne de un niño [...]. Zeus, indignado por este banquete, volcó la mesa en un arrebato de cólera y fulminó un rayo sobre Licaón y todos sus hijos, uno tras otro [...]. Según otras leyendas, Licaón fue transformado en lobo".
Encuentro, acá, a Pavese, que pone a conversar a dos cazadores. Éstos acaban de matar a Licaón, a quien Zeus transformó en lobo para castigar su falta de humanidad. Uno al otro: “¿Estás tan seguro de ti mismo que no te sientes a veces Licaón como él? Todos tenemos días que, si un dios nos tocase, aullaríamos y saltaríamos al cuello de quien se nos resiste.”

Vamos, avergoncémonos

El martes pasado vi Le temps du loup, de Michael Haneke. Dice el director: “Quería hacer una película para la sociedad superflua, que se siente bien, a gusto, que ve el fin del mundo por la tele, porque está lejos. Quería darle a probar un poco de eso. ¿Qué ocurriría si te pasara a vos?” Lo que le pasa, a esta familia, lo que la arrolla, es el reconocimiento de su vulnerabilidad y desamparo. En parajes semidesiertos, donde los perros y los hombres se vuelven salvajes como lobos, una mujer descubre la fragilidad de su mundo y queda como desollada. En los nuevos tiempos resulta grotesco el intento de mantener a raya la barbarie con una civilidad forzada. “Vamos, avergoncémonos”, le dice el esposo a la mujer. Penosa tarea. La compasión, la solidaridad, lo que se suele llamar “espíritu humanitario” huyen bajo la presión de un entorno hostil. Enorme película.
El título del film fue tomado de la Völuspá, profecía de la sibila, primera composición de la Edda Mayor, citada en el material extra del DVD. La vidente narra los principios del mundo y el ocaso de los dioses: “Días de lanzas y espadas, se raja el escudo,/días de tormenta y lobos, se hunde el mundo,/no habrá hombre ninguno que a otro respete”.

miércoles, junio 04, 2008

GODDOTISNOWHERE

(Dije: no preguntes. Y desataste la respuesta que te quemará la carne hasta los huesos. Viste mecerse la manzana, ofrecida primero en el árbol, después en la mano, y la boca no hizo esperar al mordisco que dibujó el signo de interrogación. Antes tenías al menos la duda, ese tarareo fallido de una canción que olvidaste. Preguntaste y te condenaste a la respuesta que es incendio y ceniza y nada).

Postal de esta mañana

Estampa, diría Inés. Estampa de recién, de hace un rato. Vengo en el subte, leyendo Larva (de ese libro entro y salgo como si con él jugase a la cuerda, a la loca cuerda narrativa; o: en Ríos me sumerjo, emerjo). Leo GODDOTISNOWHERE. (¿Ahora acá? ¿En ningún lado? Me digo: no preguntes. Y se dispara una fábula instantánea que anoto en mi cuaderno). En la estación Callao, desde el vagón, veo un afiche que amplía la tapa de una revista, un semanario que se dice femenino, con el titular: “Cómo hacer una x flor de estaño repujado” (no, no decía x, había un adjetivo para la flor, en la x, pero se quedó allá, en la revista, una lástima, porque era de verdad florido, “caería tan bien…”). También: “Alce una barrera contra las ondas negativas”. Me bajo en Uruguay y leo en la tapa de un libro “n Steinbeck” y abajo “El invierno de nuestra desazón”. Retrocedo medio paso para comprobar que hay “Joh” antes de la “n”. En marcador negro, grueso, en un papelito: “20”. ¿Tradujeron "discontent" como "desazón"? Descontento es inquietud, desazón un pozo. No es caro pero es tarde. Voy a pasar a buscar al mediodía esa desazón. Entro acá, salgo de allá. Fin de la postal.
GODDOTISNOWHERE

Julián Ríos, Larva

viernes, mayo 30, 2008

Más al borde

Muchas, cuántas, tantas veces decimos borde del abismo por borde de la tierra, donde el límite del abismo se desconoce y bien podría no existir. Lo sabemos, pero insistimos: con miedo, es decir con los ojos cerrados, lo cercamos en la palabra.

Borde

Me atrae ese abismo (me dejo atraer), camino y al acercarme veo cómo se acrecienta la penumbra. (Así lo percibo, aunque razono que lo que aumenta es mi campo de visión de la penumbra, que es como decir la oscuridad en mí). Entonces mi verticalidad se me hace temeraria y temo: si llego al borde comenzaré a balancearme, adelante cuando la sima tire del pecho, atrás cuando la cabeza pugne por la tierra. Decido, unos metros antes, acostarme en el suelo áspero, boca abajo. Horizontal, me aferro. De esta manera repto hacia el borde. Cuanto más me acerco más parece que trepase. Ya el filo se acerca a mi cabeza. Se lanza la ceguera sobre mis ojos y sigo avanzando todavía un poco.

miércoles, mayo 21, 2008

Ronda

Juguemos en el fracaso mientras el logro no está.

sábado, mayo 10, 2008

Tono

Y aunque he pensado que para terminar un libro, incluso una narración como esta, es necesario un largo párrafo enfático, un aullido prolongado de agonía o de éxtasis, un rechinar de dientes, se me ocurrió que para este final, que es el último en serio, para este final podría prescindir de éxtasis y hablar sofocadamente y fracasar. Y, bajando así, la voz, bajando mucho, muchísimo la voz, le dije a Zi, Zinaida Gippius, Zi Benno, Zeno Cosini:
“Qué costoso e inútil resultó todo”.
Luis Chitarroni, Peripecias del no
No podía vernos nadie; en una desesperación de ternura me aproximé al retrato y le dije:
-Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Bitervo, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges.
Jorge Luis Borges, "El Aleph"

Onironauta

Anoche, Lúcido, de Spregelburd. Un restaurante, hermano, hermana, madre, armonía medida. “Esto es así porque yo lo decidí, es un sueño lúcido, puedo dominarlo”. Este reconocimiento parece invocar el despertar, una realidad quebrada donde todo es arista. El desequilibrio acarrea la risa, pero también ese espejo se parte.
(En ciertas o soñadas ruinas circulares un soñado soñaba).

domingo, mayo 04, 2008

Escrivivir

El archivo expiatorio. The Black Book. El libro de Cambios. The Wandering and the Book: Deambularvagabundeaban por Londres leyendo de corrido el libro de sus vidas más o menos imaginarias. O merodeaban ciegamente, al azar de su parodisea, en busca de aventuras. Su grafomanomadismo mano a mano les hacía errar erre que erre. Eme que eme. Vivir lo escrito y escribir lo revivido era uno de los trabajos parafrasisifosos de su insensatolondrado novelón de bellaquerías. Escrivivir, lo llamaban, sin caer en la cuenta de que se desvivían en el empeño.
Julián Ríos, Larva. Babel de una noche de San Juan

sábado, mayo 03, 2008

Markus


"Tampoco líder. Podría ser comandante", me dice, en el domingo humoso. "Pero führer no es un rango militar". "No. Mejor sería dejarlo sin traducir, todos saben de qué se trata".
Después, mientras pasamos sobre las vías, las grises calles vacías, volvemos sobre esos pasos.
"Aunque las palabras encuentren traducción en otro idioma, no siempre significan lo mismo. Por eso la traducción perfecta es imposible", sintetiza y asiento.

viernes, abril 25, 2008

Los expedientes secretos

Buscando en mi diario del año pasado (llevo uno en papel y otro en la compu) unas anotaciones sobre Cohen, encontré un fragmento con una ráfaga de reflexiones, en gran medida relacionadas con el blog. Debo haber estado escribiendo mientras leía blogs. Es un texto muy personal, tan íntimo que se ve que por pudor mostré, en aquel tiempo, sólo una frase, casi en un murmullo, “Esta boca cerrada es mía”. Me dijeron que hace rato que me limito a postear comentarios de cine o libros, así que hoy lo expongo, aunque con la distancia que le dieron los meses el texto tiene algo de cadavérico.

20 08 07

De madrugada.

¿Tantos días pasaron? Dije, en mi oído, en voz baja, tantas palabras, estos días. (Esto suena a Beckett. Pero todo siempre me suena a otro. Está bien, me acostumbré a mi cúmulo de recortes. Mi ego no se lastima con lo inevitable). Anduve sin ver el sentido del blog, esto de hablar en público. Me dije: ¿Qué busco? ¿Qué me digan que soy inteligente? ¿Y a mí qué me importa si me creen inteligente o zonza? Entonces me cierro en el silencio: me arrepollo).

Sordo ruido de discusiones. Me afectan esas cosas, ver tanta muestra de vanidad me hace preguntarme por la mía.

Las palabras, huecas. ¿No ven que no llevan nada? No tienen carga, no, se me vaciaron, por el camino, se me volcaron. (Disculpen, tendría que haber sido más cuidadosa). No denotan ni connotan. Como varitas arman una estructura. El aire pasa a través. Ahí quedan, negras, rígidas, señalando la nada. (Flechas, flechas: Gombrowicz). Leí mucho. Leí poco. (Las dos cosas son ciertas). Qué importa. Qué importa nada. Y esto mismo me hace pensar en el blog. Debería postear todo esto. Mostrar las tripas, decir: “Vean, así soy yo, nada de esto importa, sigamos jugando”.

Ahora pienso esto para el blog: escribir un comentario debajo de otro, no volver a postear, si no es ahí.

[Pastoral americana: hermoso y brillante como manzana que se agusana].

Pero comentarios que no contesten a los de los demás, que no sean réplicas, sino autónomos. Simulacro de comentario: creen que contesto y cada vez me cierro más. Esto no es una pipa. Esta boca cerrada es mía.

Lo tengo que decir: me da impresión que me haya linkeado Portnoy. ¿Por qué habrá sido? ¿Porque dije Roth? ¿Por Film?

Más tarde. Levemente psicodélica, escucho “I am the walrus” sin parar. Siento un malestar, un comienzo de náuseas. Quiero seguir escuchándola hasta que no la soporte. Y después seguir.

Daniela me dice que abra la boca y cierra la suya. Jorge se purga. Cuartos que van quedando a oscuras.

Más tarde todavía. Escribir sin parar, en diferentes horas del día. Ver el desgaste de las horas del día. Quizás las horas de oscuridad traigan más luz que los rayos matutinos.
Tendría que dejar los dedos correr. Vamos a hacer este ejercicio. Sin tema, escribir al menos diez renglones, sin parar.

La noche es fría y húmeda, especialmente oscura. Todas la noches la luz se va, es cierto, pero en esta en especial hay ausencia de claridad. Una media luna esmerilada, pocas estrellas. Estas noches me llevan a envolverme más en mí, más de lo que en estos días. En la crisálida. Oh, pero qué poco jugosa mi crisálida, qué pobre. Lo que quiero es una crisálida como la de Strindberg, no sé que hago en este envoltorio tan miserable. Debería limpiarme y comenzar todo otra vez, por qué estoy encerrada en la crisálida conmigo. Quiero salir de mí. No puedo encontrar belleza en ningún lado por acá, alrededor, debo irme lejos. O nada más pegar un saltito al costado de mí. Segurmanete me miraría con compasión. Pobre pellejo donde mi corazón se debate. Y qué es eso tan grandioso que me creo que soy a veces. Puro pellejo seco. Y aunque parezca paradójico eso es lo que me da motivo para escribir, la inutilidad, la fragilidad, lo vano del acto. Acá estoy, animalito mínimo, mediocre inteligencia, escribiendo como si fuera un dios y riéndome de mi insignificancia. Hago grandes gestos, eso sí. Camino, me desplazo como un gran actor. Abro bien la boca para hablar, modulo mis chillidos de rata.

Más de noche. Para qué decir nada a los demás. Para qué si tengo que andar pidiendo disculpas. Falta el estímulo. Pero es miserable decir eso, que espero el estímulo externo, es vergonzante, dejemos todo en el silencio.

Más sobre Haneke y más

Me gusta que Haneke se rehúse a tratar al espectador con condescendencia. Hoy busqué y encontré en youtube la entrevista sobre Funny games, la que vi el año pasado en el cine (primera y segunda parte, aunque recomiendo verla sólo después de ver la peli). Ahí comenta que les da a sus criaturas todos sus recursos, la sensibilidad y la inteligencia de los cuales dispone. No se burla de ellos. Por eso les reprocha a sus estudiantes de guión que ideen personajes débiles o tontos. Es claro, pienso, que encontrará mayor aceptación un asesino idiota, que propicie la toma de distancia.
(La semana pasada, después de Zamok, fui a ver Redacted, de De Palma. Me levanté antes que terminase, la charla vacua de los dos soldados al final me resultó intolerable, una rascada de lomo. Nori dijo: “Tenía ganas de que les pusieran una bomba y se muriesen de una vez. Y lo peor es que me daba rabia que me diese rabia, haber entrado en ese juego”. Se entenderá por qué la adoro).
Más allá del cine, busco esa franqueza, es decir, esa señal de respeto, en todos lados, en los libros y en la gente, aunque raspe.
(Otra vez me acuerdo de Nori, que a veces me espeta: “eso que dijiste es una estupidez”; “no te pongas en pose”; “eso no te lo creés ni vos”. Se entenderá por qué la adoro).

miércoles, abril 23, 2008

Diversa diversión

El sábado vi la nueva Funny games. Otro mazo, mismas cartas, otro y mismo mazazo. La repetición, me animo a decir, forma parte del juego. (Recordemos: Paul o Jerry despliega ante al monolítico Georg razones para el carácter violento de Peter o Tom. Es un chico de clase baja, oprimido. No. Es un nene mimado, agotado por el vacío de su existencia. Pregunta al indivisible, compacto Georg: “¿Querés otra versión?”). La otra la vi en una sala para unos pocos, en un ciclo de Metrocinearte; ésta, en un teatro de Villa Urquiza. Vi, oí, lo que antes no. Gente removiéndose en sillas vueltas erizos; apostando por la familia, aplaudiendo en el disparo, sintiéndose estafada por el control remoto; levantándose y yéndose por tandas. Haneke controlaba, remoto. ¿Lo vieron reír?

Ahogada en Ríos

Desde anoche me idiomatiza con su luenga lengua larva.

viernes, abril 18, 2008

Zamok

Esta semana vi en la Lugones Zamok (El castillo), una muy buena película de Balabanov basada en la novela de Kafka. A diferencia de la adaptación de Haneke, no se apega tanto al libro, es decir, tiende a desadaptarse. Sobre el final difiere completamente. Completa, redundo, la historia, por empezar, o más bien por terminar.
Empezar, empieza así: un hombre camina sobre la nieve y a lo largo de la presentación. Llega a una posada, donde lo intiman a dejar "el territorio" de inmediato. No se amilana, persiste: es inspector de tierras -al menos eso sostiene el que subtitula-, ha sido convocado por los señores del castillo. Alguien llama, averigua. Del otro lado dicen no pero enseguida sí. Ahí, en ese hueco que se abre entre el no y el sí, pervive K. En la duración lo rodean personajes a los que el influjo del castillo desangró: pálidos, ojerosos, de ademanes afectados. También K. se afantasma y no sólo en el aspecto. Pierde su identidad; la pierde, podría decirse, en una apuesta.
El énfasis está en el absurdo: sueltan cerdos en la posada, al sonar una alarma, mientras los presentes se mantienen en posición de firmes -esa reverencia ante los cerdos duplica, ironiza, la que los pueblerinos muestran frente a los señores-; hay pinturas de conejos en las paredes, uno vivo en la cama del superintendente; fragmentos oníricos, con el castillo envuelto en espuma -pensé en Lynch, en Carroll-; música y bailes grotescos. La pirueta final es de un humorismo agrio, desesperanzador.
Vean si la consiguen y vean.

miércoles, abril 16, 2008

Sobre el descontento

No es mala cosa el descontento, si bien se mira. Hace unos días me preguntaron por qué elegí “infierno” para el nombre del blog y di una respuesta banal: “por azar”. Blogger no me permitió el “invierno” de Ricardo III. Lo azaroso es la cercanía fónica entre los dos vocablos. Y sin embargo, aunque con la elección de “infierno” caí en una exageración forzada por esa similitud, algo arde, en el descontento, escuece. Dije alguna vez, o más de alguna, no sé en dónde, tanto dije (por eso a veces me callo, por no repetirme, me aburre oír mi voz tan monocorde) que el descontento moviliza y el contento estanca.
“Ser descontento es ser hombre”, leo en otra voz, la de Pessoa, en Mensaje.

martes, abril 08, 2008

lunes, marzo 31, 2008

Nocturno en ruta

Leía como si hubiese sido designada Observadora, deteniéndome a cada paso para mirar mejor. Me asombraba la extrema sensibilidad del narrador: cada mínimo acontecimiento parecía posarse sobre una piel llagada, los sentidos abiertos, hospitalarios. En eso estaba cuando tropecé y caí de boca en un párrafo que me reflejaba, que me leía, por una parte, y por otra teñía lo que alcanzaba a ver fuera del libro y del micro: las puntas erizadas y amarillas de unos pastos, el trozo de ruta que los faros iluminaban o creaban -esto último puede considerarse un síntoma de la contaminación. Otro giro y el pasaje se miraba a sí mismo. Después de varias páginas, ésa era la verdadera introducción. Aldo se abría paso al meollo del misterio a machetazos de palabras. Al terminar la primera lectura me recosté sobre el respaldo -me costaba sostener el peso de la cabeza. Volví a leer el párrafo tres o cuatro veces, antes de seguir adelante. El interés que sentía por el libro viró a la sospecha de que me acercaba a una fuerza centrípeta, la promesa de una progresiva succión de la conciencia. Era como el estado de alerta instintivo que se experimenta ante la proximidad del peligro, un aviso de aguas profundas.

"Siempre que evoco el recuerdo de los primeros tiempos de mi estancia en las Sirtes, se me representa con intensa vivacidad la sensación anormalmente exagerada de extrañamiento que sentí desde el primer instante, y se me aparece siempre preferentemente ligada a aquel velocísimo viaje. Resbalábamos como por el filo de un río de aire frío que la carretera polvorienta iba jalonando de pálidos resplandores, cayendo de nuevo enseguida la oscuridad opaca a ambos lados; a lo largo de aquellos caminos apartados, en los que tan improbable parecía ya cualquier encuentro, nada tenía comparación con la vaguedad indecisa de las formas que se esbozaban desde las sombras para volver a desvanecerse inmediatamente en ellas. Con la falta de toda referencia visible, sentía crecer en mí aquella ligera y progresiva atonía del sentido de la orientación y la distancia que nos inmoviliza antes de cualquier indicio, como el aturdimiento inicial de un mareo, en mitad de un camino en el que nos hemos extraviado. Sobre aquella tierra paralizada en un dormir sin sueños irrumpía por todas partes la inmensa y asombrosa fosforescencia de los astros, reduciéndola como una marea, y exasperando el oído hasta un afinamiento mórbido con su crepitar de chispazos azules y secos, como cuando sin querer aguzamos el oído ante la presencia del mar presentido en una remota lejanía. Arrastrado en aquella carrera exaltante hacia lo más cavernoso de la oscuridad pura, me bañaba por primera vez en aquellas noches del sur, desconocidas en Orsenna, como en el agua de un bautismo. Algo me estaba prometido, algo se me estaba revelando; sin explicación alguna penetraba en una intimidad algo angustiosa; aguardaba el nuevo día ofreciéndome ya con mi mirar ciego, igual que se avanza con los ojos vendados hacia el lugar de la revelación."

Julien Gracq, El mar de las Sirtes

Ya que estamos en el tema

Hablando de vivir absurdamente: la semana pasada me encontré con Nori (recién llegada de Perú) y Lau en mi bar preferido del centro, donde la vida es buena; cuando Nori andaba por la altura de Cuzco escuché los acordes de una de Zeppelin, me eyecté de la silla y con firme y decidido paso me dirigí al lugar de donde parecían emanar; en The Cavern había un concurso de bandas de covers; volví al bar y les dije a las chicas que era necesario que fuéramos; nos llevamos el resto de vino, sobornamos a la de la boletería con una galletita peruana (yo le había ofrecido chocolate en rama barilochense y había dicho no, cómo tira la xenofilia); un rato más tarde, ya con Laura ida, es decir sin Laura, escuchamos con Nori a una banda que versionaba a Creedence; el cantante llevaba una peluca levemente pelirroja y fuertemente casquiforme; cuando volvía del baño me crucé con una cucaracha presurosa y le sonreí.
Y cuando haya salido fuera de tu círculo no seré ni habrás sido.
Caetano Veloso, Oración al tiempo

Sesenta y cuatro

Me dice que se sienta a la mesa con las manos llenas de palabras, las ordena, las apila y por unas horas, a veces por días, ese orden retiene el sentido, pero que después se desdibuja aunque las palabras sigan ahí, como si se soltaran las manos mientras no las mira, se desencadenaran. Se empeña igual, ensucia papeles, hasta con gusto por lo efímero del asunto, como si escribiese en la arena consciente de las olas que todo lo alisan, o con tizas en el suelo de la plaza. Para representar más fielmente lo pasajero, la tinta debería esfumarse después de unos minutos, la permanencia falsea esa esencia, me dice. Le digo que voy a quemar por ella esos papeles, sin siquiera leerlos, para no transmitirles nada de mi mirada. Un rito para que pueda recomenzar. Las palabras están todas siempre, para qué acumularlas, le digo. Las palabras escritas son la moneda en la boca de los muertos. Scripta volant, le digo, y enciendo el fuego.

miércoles, marzo 12, 2008

Colores

Esta mañana, como a las nueve o nueve treinta, mientras me vestía y tomaba unos mates, miraba, con intermitencias, Antes del amanecer, por TNT. En ese canal pasan las películas dobladas, así que de a ratos sólo escuchaba y podía seguir el hilo sin fijar la vista en la tele -cosa difícil de hacer cuando el cuello de la remera está buscando asentarse en la base del propio, por ejemplo-, pero con la desventaja de tener que soportar esos tonos de voz punzantes de los doblajes. Transcurría, durante los pocos minutos que corrieron mientras mi pereza para prepararme a salir de casa los veía pasar y se mantenía impasible en sus trece, la escena en donde la pareja se encuentra con un poeta al paso. Denme una palabra, les daré un poema que la contenga y después me podrán pagar, decía, más o menos. Dijeron sí, escribió y leyó. Era bueno el poema repentista, yo también hubiese pagado (pagué, de cierta manera, es decir, pagué ese fragmento de la película con mi tiempo). En el último verso brillaba adverbialmente un aún, que me gusta en los finales, porque instala en el borde la continuidad y quizá la inminencia. Pero me voy por las ramas. El poema, decía, estaba bueno. A la chica le gustó también y ensalzó al poeta. Entonces él dijo: seguramente lo tenía escrito y agregó nuestra palabra en cualquier verso. Ella lo miró seria, preguntó qué, él dijo nada, nada. Salí de casa pensando cómo me gustan, sobre un fondo rosa, las salpicaduras en negro.

lunes, febrero 25, 2008

La casa y los fusiles

En nuestra casa, en este inmenso edificio de las afueras, un verdadero conventillo mezclado con indestructibles ruinas medievales, se difundió esta mañana el comunicado siguiente:
A todos mis coinquilinos. Poseo cinco fusiles de juguete. Están colgados en mi armario, uno en cada gancho. El primero me pertenece, por los demás puede presentarse cualquiera. Si se presentan más de cuatro personas, aquellas de más deberán traer sus fusiles personales y depositarlos en mi armario. Es necesaria la unidad de acción, sin la cual no se adelanta. Por otra parte, mis fusiles son completamente inservibles para cualquier otro uso, el mecanismo está deteriorado, el corcho se soltó, sólo los caños disparan ahora. De manera que no será difícil llegar a conseguir otros fusiles como los míos. Pero, en realidad, en los primeros tiempos sirven también personas sin fusiles. Nosotros, que estamos armados, formaremos en el momento decisivo una barrera en torno de los inermes. Método que dio buenos resultados en las luchas de los primeros colonos norteamericanos contra los pieles rojas. ¿Por qué no habría de funcionar también aquí, donde la situación es análoga? Por consiguiente, a la larga, se podría hasta renunciar a los fusiles y hasta los cinco de mi propiedad no son absolutamente indispensables, y se usarán solamente ya que están. Si ustedes no quieren, sin embargo, armarse con los otros cuatro, dejen, no más. Quiere decir que sólo yo llevaré uno, en calidad de jefe. Pero nosotros no debemos tener un jefe, de manera que también yo romperé o abandonaré mi fusil.

Franz Kafka, Cuadernos en octava

Volver en sí

Esta tarde estuve leyendo un rato largo. Cuando me detuve me envolvió, como tantas veces, el extrañamiento. Pero en este caso, no del entorno, sino de mí. Volví a mí como si entrase en una habitación oscura y debiese reconocer mis pensamientos por el tacto, palparlos para redescubrir su forma familiar y recuperarlos con esfuerzo. O como si, en lo oscuro, mis ojos entrecerrados al adaptarse gradualmente a la negrura me rescataran. Éste puede ser un inusual uso de la frase: “Me volvió el alma al cuerpo”.

jueves, febrero 21, 2008

Sabrán disculpar

Hoy o mejor dicho ayer pero como si hoy fuera y finalmente fue aunque no en un primer momento festejamos el cumpleaños de Laura en La Cigale. Tomé un mojito por motu proprio, un daiquiri por motu ajeno y tragos de vasos varios entre los que se destacaba una bebida azul. Después de cargar ese bagaje de brebajes le dije a Nori: estoy con Cohen. Yo con Félix de Azúa, me dijo. Decididas, serias de borrachera, sacamos ambos libros representativos. Chocamos las tapas, toreándonos. Intercambiamos libros como espadas. Abrí antes en la página 80 y señalé lo marcado con un corchete. Ella me dijo: el mío no lo leí todavía. Le dije que no importaba -pero claramente corría con desventaja. Leyó y leí y dijo "ganaste" al leer la mortífera palabra "aceptación" -aclaro nuevamente que yo ya sabía que ahí se escondía ese veneno. Birgit quería saber qué pasaba. Peleamos, dije, lo que leo contra lo que ella lee, gané yo pero con cartas marcadas -tercera vez que explico, ya no más. Después me crucé con Nori al yo ir al y ella volver del baño y le dije, atisbos de culpa: a Perú tenés que llevarte uno de Bolaño, Los detectives salvajes (acá cabría una aclaración adicional: Nora me llama a veces Ulises Lima, por lo limada por un lado y por otro porque sabe que crují de amor en cuanto lo vi; esas veces le digo Arturo Belano por acompañar). Cuántas páginas, me dice. Quinientas; más. No, tiene que ser algo más fácil de llevar. Estrella distante. Bueno. Cuándo te vas. El sábado. No llego a verte. Paso mañana por tu oficina. No me voy a acordar, tomé mucho, esperá que anoto así lo guardo en la mochila en cuanto llegue a casa. Y en la agenda escribí ESTRELLA DISTANTE PARA NORA en letras más desparejas que éstas.

viernes, febrero 15, 2008

Subrayando el subrayado

En la página veintipico de Insomnio, de Cohen, Selva le da a Ezequiel una Biblia con párrafos subrayados y le dice al escriba que lea más allá de las palabras esas otras líneas, que averigüe la manera de pensar del hombre que las hizo.
Pienso en los libros marcados que presto, cómo descubren impúdicos un pedacito de desnudez no buscada en, digamos, el gusto por ciertos giros. Y más. Las intensidades del trazo, el zigzagueo que denota la costumbre de leer en el colectivo.
Puede resultar en confusiones. Por ejemplo, yo le plagié a David Viñas sus subrayados. Viñas nos pasaba fotocopias de sus libros (reconocía la letra de las notas) y a mí me gustaban esos redondeles redondeando alguna palabra que se extendían en una raya alfombrada por debajo de la frase. Adopté ese dibujo. Si les llega un libro mío, vean y verán. Y si se lo dan a algún Ezequiel para que les lea la borra libresca avísenle que de ahí no derive conclusión alguna sobre mí.

Inquietud larvaria

Kuru me entera parcialmente acerca de este libro de Julián Ríos. Busco, buceo, googleo, glu glu glu. En Letras Libres encuentro esto, qué ganas me da (o: esto que ganas me da, pero el acento sin duda refleja mejor las acentuadas ganas):
Prepárense para leer de un modo diferente, de un modo en el que las palabras se relacionan entre sí no sólo por su valor semántico o sintáctico, por su sonido o según el ritmo del texto “principal”, sino que, de acuerdo a semejanzas no incluidas en los diccionarios ni en las gramáticas, se inventan etimologías, sufren sus propios lapsus y, como se especifica en el título de un libro posterior del mismo autor, establecen relaciones sexuales entre sí; se gustan o se detestan, se persiguen y, todo el tiempo, se transforman unas en otras... Prepárense para un carnaval de palabras enmascaradas.

Gula

Ayer en la hora del almuerzo anduve por Corrientes y coseché un Perlongher, un Arlt, tres Cohen: de éstos, anoche empecé a mordisquear uno y hoy lo solté sin terminarlo y empecé otro, atragantándome.

domingo, febrero 10, 2008

Lumelización de Foucault

Lo esencial en lo aleatorio
es que no habla a través de las palabras
y no se deja entrever en su sinuosidad;
es la irrupción del lenguaje,
su presencia súbita:
esa reserva
de donde surgen las palabras,
ese absoluto
retroceso del lenguaje en relación consigo mismo,
y que hace que hable.
No es una noche surcada de luz,
un sueño aclarado
o una vigilia soñolienta.
Es la irreductible frontera del despertar;
indica que,
en el momento de hablar,
las palabras ya están ahí,
pero que antes de hablar
no hay nada.
Más acá del despertar no hay vigilia.
Pero, desde que el día apunta,
la noche está ante nosotros,
ya rota y formando piedras tenaces,
con las cuales habremos de hacer
nuestra jornada.
En el lenguaje el único azar serio
no es el de los encuentros interiores,
sino el del origen.
Acontecimiento puro que está a la vez
en el lenguaje y fuera de él,
puesto que forma su límite inicial.
Lo que lo manifiesta
no es que el lenguaje sea lo que es,
sino que haya lenguaje.
Y el procedimiento consiste
precisamente
en purificar al discurso de todos esos
falsos azares
de la “inspiración”,
de la fantasía,
de la pluma que corre,
para ponerlo ante la evidencia insoportable
de que el lenguaje
nos llega desde el fondo de
una noche perfectamente clara
y que no puede ser dominada.
Supresión de la oportunidad literaria,
de sus caminos oblicuos y sus atajos,
para que aparezca la línea recta
de un azar más providencial:
el que coincide con la emergencia del lenguaje.
La obra de Roussel
—y ésta es una de las razones
por las cuales
ella nació a contramano de la literatura—
es una tentativa de organizar,
según el discurso menos
aleatorio,
el más inevitable de los
azares.

Al pasar

Una nota en lápiz, al final de Tentativa…: “El verbo más frecuente es pasar, captación del movimiento, de lo fugaz. Pasar es una foto movida.”

Tentativa Roussel

Hace unos cuantos días leí Tentativa de agotar un lugar parisino, de Perec. Se basa en la pura descripción (aunque una descripción nunca puede ser “pura”) del entorno, sin amalgama. Quiero decir: no se describe para apoyar la construcción de un sentido. No hay atril, sólo pintura. Lo recuerdo al leer algo que dice Robbe-Grillet sobre Roussel. La extrema transparencia es un rasgo que bien se le podría adjudicar a Tentativa… La diferencia es que lo que el desnudo cristal deja ver en Locus Solus es lo maravilloso. Dice Robbe-Grillet que no hay simbolismo en Roussel. Imagino el esfuerzo que debe hacerse para escribir sin profundidad, sin significar más de lo que puede verse. Vuelve la imagen de una de las construcciones de Canterel: una sala de cristal en donde cadáveres ejecutan actos que han tenido importancia cuando tenían vida. Ahora actúan en un vacío de sentido, son animados sin ánima. Metáfora o alegoría de toda la novela, esa sala.
(Robbe-Grillet propone, acerca la máquina de Locus Solus de la que hablé antes, que la explicación de su funcionamiento es tan detallada que “hace las veces de la máquina misma”. Desdoblo una vez más, abro el paño. Hay un escrito de Roussel titulado “Cómo escribí algunos de mis libros”. Arriesgo que acá Roussel “hace las veces” de Canterel).

jueves, enero 31, 2008

Máquina Canterel

Por la noche mientras volvemos a casa aprovecha Canterel mi buena disposición durante las traslaciones para mostrarme su máquina sacadientes, mosaiquista. Temprano en la tarde alguien me había dicho que podía ligarse con aquella de la colonia penitenciaria, pero no me parece así. Los vecinos enterados acuden de buena gana, me asegura Canterel, a que la máquina les extraiga sin dolor sus muelas dolientes. Eso sí: cuando me describe el funcionamiento de cada parte, callo (porque no sé cómo lo irá a interpretar) el dicho de Calasso sobre Kafka: “Lo cómico es lo minucioso”.

martes, enero 29, 2008

Canteros

“Es el Federal de semen-contra que Ibn Batuta vio en el corazón de Tombuctú”.
Martial Canterel
Me encontré con Seba en el subte. Él es quien por primera vez me habló de blogs, a mediados de 2005. Aquella vuelta hablábamos de Link y me mandó el ídem de ídem. Hoy se lo recordé. “Se te abrió un mundo de sensaciones”, dijo (se reía; Seba bromea exagerando el uso de lugares comunes, lo hace desde afuera, es un ocupa, bah). Apuramos una charla en los pocos minutos de asiento compartido en el subte. Fragmento:
-¿Qué leés? (señaló mi libro).
-Locus solus.
-A ver… (lo agarró y miró un poco la contratapa y la primera página). ¿Pero este Roussel cuál es?
-No es ese que pensás.
-¿Y qué tal?
-No sé, recién lo empiezo, habré leído unas diez páginas. Humor, fábula. Mirá lo que dijo Beckett.
-¿Y qué sabés en qué contexto lo dijo? Por ahí se quería levantar a una minita. “Roussel, un fenómeno. ¿Vamo’a cogé?”.
-También están Breton y Foucault.
-Sí, ahora me acuerdo que existe ese ensayo de Foucault. ¿Conocés el de Deleuze sobre Carroll? Un estudio sobre las capas del sentido. La lógica del sentido, se llama. Por lo que decís del humor y la fábula, pienso en Deleuze-Carroll, Foucault-Roussel. Viste que Deleuze y Foucault… (estiró los dedos índices, los separó y juntó dos o tres veces).
-La traducción es de Marcelo Cohen, un escritor que me gusta mucho.
-El de El frasquito.
-Sí, flaquito y alto.
-Ah, no, ése es Luis Gusmán… ¿Eh?

[Comentario sobre las primeras páginas de Locus Solus: parecen desarrollarse a partir de la frase que consigné arriba. Planta la frase y el resto es cantero alrededor. Cantero de Canterel, hábil jardinero. Alcancé a ver en la página 15 otra estatua: otro cantero].

sábado, enero 19, 2008

Ortodoxia

Marce está en la terraza preparando el asado. Viene Silvia con una rama y me la pone abajo de la nariz. "Decime, ¿qué es esto?". "Cedrón". (El cedrón se me fue en vicio). "¿Y no te parece que lo podríamos poner en el fuego para darle gustito al asado?". "Ah, sí, podríamos". "¡No me deja, el ortodoxo!".

viernes, enero 18, 2008

Ni

Tengo unas ideas que van y vienen, me siento a apresarlas, aprovechan y se escapan y tengo que correrlas, pero cuando las alcanzo están cansadas, y si llegan a traducirse en escritura, lo que no siempre pasa, no son ni la sombra de lo que fueron.

Religiones

En el Pensar me piensan, luego existo. Me acuerdo de la frase de Berkeley sobre la que se asentó Film, de Beckett: ser es ser percibido. Y en las religiones de Tlön. Me levanto a buscar el cuento. Leo otra vez y causalmente encuentro a Berkeley por ahí, un punto de la red que venía tejiendo, pero aislado del resto, mera referencia, punto saltado, seguido por conceptos que sí entran en la trama: “Hume notó para siempre que los argumentos de Berkeley no admitían la menor réplica y no causaban la menor convicción. Ese dictamen es del todo verídico en su aplicación a la tierra; del todo falso en Tlön. Las nociones de este planeta son -congénitamente- idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje -la religión, las letras, la metafísica- presuponen el idealismo”. Considerando al Yud, los motivos del Pensar, se me ocurre: esa religión tiene raíz tlönica.

Luz sobre Lolita

La otra tarde se cortó la luz por un par de horas. Pero en la pieza había bastante luz, una luz amarilla de sol y no hacía mucho calor. Me tiré en la cama, con el pijama celeste, Lolita y un plato lleno de uvas bien frías, que fui comiendo mientras leía. Rememoraba cómo era yo a los doce, en lo relativo al sexo. Porque en el libro no aparecen las sensaciones de la chica. El autor y el narrador son hombres. Jugaba, en la tarde deselectrizada, a reponer faltantes, a llenar los espacios.

O quereres

Estudié portugués para entender y cantar canciones como ésta. La calidad del video no es buena, pero la de estos tipos arrasa por sobre cualquier desperfecto. La mirada de Caetano a los ojos transparentes de Chico al retomar el comienzo a la que responde él con una sonrisa cuando termina el primer párrafo, Chico mimando las palabras que el otro pronuncia, todo eso me parece tan hermoso que cuando percibo mi mano en el pecho pienso que sin darme cuenta me estuve sosteniendo el corazón para que no pegase un salto y cayera sobre la mesa.

domingo, enero 13, 2008

Responso

Anoche leí Responso, de un tirón. Pensaba en que si Barrios hubiese sido ideado por Onetti, habría tomado la máquina de escribir y la habría tirado al río. Figurando en mi noche particular esa imagen en la noche de Responso pensé, todavía: tiene que caer, no en el agua, sino en el barro. Tiene que hundirse de a poco pero indefectiblemente, en una materia que no permita la flotación. Debe sumergirse la Olivetti como una última esperanza. Para que Barrios y yo consigamos la impresión, aunque falaz, de llegar al fondo.

Lectura por conveniencia

También para los tristes convienen los libros. La mirada se encauza en esa fila de hormigas y la conciencia la sigue. A veces quiere apartarse, pero yo, que trato de no forzar nada nunca, la fuerzo. Yo que suelo sacudirme disciplinas a ésta me aherrojo. Está bien dicho: aherrojar. Porque como encadenada sigo a las palabras para no dejar que se desborde mi pena. Escribir es un breve desvío, un paréntesis.