viernes, julio 31, 2009

Leer

¿Quién está dispuesto a poner el cuerpo al leer?

Hoy vengo, en los dos medios de transporte que me traen a la oficina, sucesivos, no simultáneos, en un libro, ese otro medio de transporte, este sí simultáneo a los otros dos, no leyendo, sino encajada en un libro, que se ha revelado embudo, es decir, ostenta -el verbo es excesivo, diría uno- un estilo llano, sin mayores accidentes, y me dejo caer por sus lisuras, pero al adentrarme puedo ver que se angosta y angustia, un punto de apretada densidad, y recuerdo las señales de advertencia antes de la entrada.

jueves, julio 30, 2009

¿Quién lee?

Leer no es para quien gusta del reposo.

viernes, julio 17, 2009

Las lluvias interiores

- No has oído hablar de las lluvias interiores. Te lavan los órganos día y noche. Vienen del corazón y lavan el hígado, el estómago, el bazo y los riñones. Estoy calado hasta los huesos. Si no fuera por este abrigo, yo no sé lo que pasaría. Incluso no me atrevo a desabotonarlo. Una copa de vino me ayudaría. Hay demanda del hígado, del estómago, del bazo y de los riñones. Tienen que trabajar todo el tiempo, sin interrupción. Esta constante mojadura podría convertirse en una súbita sequedad, que pronto podría tornarse mortal.
Oye, dame vino.
Halics, en Sátántangó

Prosa y poesía

Sé que podría romper, si me dejara llevar, los huesos de las palabras, y matar las palabras que me enseñaron a decir los otros, bramando un grito idiota y sin sentido como lo es el mundo, pero no lo hago sino que al borde mismo, al filo de lo sin palabras, precisamente, alzo palabras más claras con voz más firme y congelo en sílabas exactas como operaciones matemáticas y deletreo con más precisión lo que debo decir.

Montserrat Álvarez, “El divague del rockero melancólico”

La palabra parte

Escribo: “tus palabras, que son una parte de vos”. Me quedo pensando, como tantas otras veces, en el grado de veracidad de lo que acabo de escribir -juego a esto como otros bailan, por desesperanza, es sabido que nada de lo dicho es del todo cierto. Un fragmento de instante la palabra es parte, el siguiente parte. El verbo se hace carne y la deja. Es parte cuando, como se suele decir, toma forma en la mente, aunque no se forma porque ya la conocemos formada, a la palabra, nacida y crecida -y mirando por la ventana- con todos los aditamentos que le otorgó la cultura antes de que nos fuera presentada. Digamos, mejor, cuando uno se acerca a la estantería y elige y combina una con otra, primero en un montón desprolijo, después en la línea de la sintaxis. En ese ordenamiento forzoso se duplica lo falaz del lenguaje. De una con otra a una tras otra. Eso, y su expulsión. En el movimiento de los labios al expeler la palabra, o el de los dedos al plasmarla, ahí la palabra es propia, todavía. Después ya no. Se pierde en las ondas sonoras o yace en el papel o el monitor. La relación que tiene con uno es la misma que guardan las huellas con los pies. Entonces: “tus palabras, que fueron una parte de vos”.