…quizás el
abuelo lograra lo que sueñan todos los constructores de laberintos: construir
un laberinto tan perfecto que no sólo se pierde en él todo aquel que entra,
sino que es a la vez un laberinto que, como un gran animal paticojo, se
levanta, se aleja renqueante y con el rabo borra las huellas que va dejando
tras de sí, y así, todo lo que voy a relatar aquí a continuación y que aún vas
a oír tiene ya lugar sólo en las entrañas de ese animal, ahora ya invisible,
que camina, cojea y sigue borrando las huellas tras de sí
Jirí Kratochvil, En mitad de la noche un canto
(Poco hace
tambalear al lector entregado a las páginas que pasan como la rotura de una
pata de la silla en que reposa -para abismarse, mejor sentado o acostado- o la
súbita declaración del artificio. Si uno lee, por ejemplo, “en el final
preferido para su recuerdo” o “todo lo que voy a relatar aquí a continuación y
que aún vas a oír tiene ya lugar sólo en las entrañas de ese animal”, comprende
lo que prefirió ignorar, que todo es así pero podría ser de otra manera, o
mejor, que es así y de otra manera y que lo que lo tuvo embrujado por horas
antes de ser plasmado en papel fue frágil y aleteante, que fue llevado de la
mano por un camino más o menos azaroso y que ahora se le pide que abra los ojos
ante las bifurcaciones.)
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